La batalla más difícil la tengo todos los días conmigo mismo.
Napoleón Bonaparte
El primer número del cómic The Incredible Hulk (El increíble Hulk) vio la luz en mayo de 1962 de las manos y los cerebros de los ya legendarios Stan Lee y Jack Kirby, unos seis meses después de la primera aparición de otro éxito de la Marvel, Los Cuatro Fantásticos (The Fantastic Four). El protagonista era el doctor Bruce Banner, inventor de la «bomba gamma». Durante la primera prueba con ella es atrapado en la explosión por culpa de las maquinaciones de un espía comunista (cosas de la guerra fría). Como consecuencia de haber sido alcanzado por una dosis letal de radiación gamma, cada vez que se encoleriza, el doctor se transforma en una criatura de color verde fosforescente (existen, asimismo, versiones de Hulk de otros colores, pero no tan llamativos), un energúmeno lleno de ira y furia, con una estatura de algo más de 2 metros y una masa de unos 450 kg (su estatura y su masa en estado Banner, más bien un alfeñique, eran de 1,70 metros y 60 kg). Entre sus habilidades se pueden contar la capacidad para levantar pesos descomunales y arrojarlos a varios kilómetros de distancia o ser capaz de dar grandes saltos con los que se traslada también varios kilómetros en un santiamén.
A pesar del inmediato éxito del cómic, era tal la avalancha de nuevos superhéroes que iba surgiendo que, simplemente, resultaba imposible acomodarlos a todos en las nuevas publicaciones. Así que al cabo de seis ejemplares quincenales se dejó de publicar para dar paso a lo que sería otro mito: The Amazing Spider-Man (El asombroso hombre araña). Pero la historia de Hulk no acabaría ahí, ya que sería incluido como personaje invitado en las aventuras de otros superhéroes hasta que, de nuevo en abril de 1968, conseguiría su propia publicación, que aún hoy se mantiene.
Portada de El increíble Hulk, también conocido como La Masa, superhéroe de Ficción de las historietas de Marvel Comics.
Entre 1978 y 1982 se emitieron nada menos que cinco temporadas de una serie de televisión bajo el mismo título que el cómic original, protagonizada por Bill Bixby (Banner) y Lou Ferrigno (Hulk). También existen series animadas y, más recientemente, el largometraje dirigido por Ang Lee, en 2003. Y hasta aquí esta brevísima introducción. ¿Os ha gustado? Pues ahora viene la física. Comienzo ahora mismo.
En los años 60 del siglo xx no se tenía un conocimiento riguroso acerca de los efectos de la radiación gamma sobre los tejidos del cuerpo humano. Desgraciadamente, ese conocimiento se fue adquiriendo paulatinamente gracias a los «experimentos» llevados a cabo mediante los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. La radiación gamma o, simplemente, rayos gamma, no es más que una clase de radiación electromagnética (como la luz, los rayos X, los rayos UV, las ondas de radio, etc.) caracterizada por una longitud de onda que se encuentra por debajo de los picómetros (un picómetro es la billonésima parte de un metro). Esta radiación se produce como resultado de la desintegración radiactiva de elementos tales como el isótopo 137 del cesio, el 60 del cobalto o el más conocido, el 235 del uranio, entre otros. Cuando se produce una explosión nuclear, se emiten grandes cantidades de rayos gamma. Asimismo, se pueden encontrar en fenómenos astrofísicos como la explosión de una supernova o en núcleos activos de galaxias y en los denominados GRB (Gamma Ray Burst o, traducido, estallido de rayos gamma), de los que aún no se conoce bien su procedencia.
¿Existe alguna posibilidad de sobrevivir tras una exposición a la radiación gamma? Los efectos biológicos de las radiaciones se cuantifican mediante la dosis absorbida y ésta se expresa o se mide en una cantidad denominada sievert (abreviado, Sv) en el Sistema Internacional de unidades (los países anglosajones, diferentes ellos para todas estas cosas de las unidades y para conducir por el lado contrario, utilizan una unidad antigua denominada rem, que equivale a la centésima parte del sievert). Por encima de los 8 Sv, los efectos son mortales en el cien por cien de los casos. Entre los 4 Sv y los 8 Sv las posibilidades de sobrevivir se reducen al cincuenta por ciento, pero los efectos serían muy poco halagüeños: leucemia, cáncer de tiroides, cáncer de pulmón u otros. Además, los síntomas de una alta dosis de radiación gamma no son tampoco demasiado agradables: náuseas, vómitos, dolor de cabeza, descenso alarmante del número de glóbulos blancos en la sangre, caída del cabello, daño de las células nerviosas y del tracto digestivo, hemorragias debidas a la reducción del número de plaquetas en sangre y, por tanto, la incapacidad para la coagulación, etc.
Imagen realizada con una cámara de alta velocidad de una explosión atómica, donde se genera una gran cantidad de radiación gamma.
En una explosión nuclear, la dosis puede alcanzar los 30 Sv hasta una distancia de 50 km del punto cero (es decir, el punto exacto de la detonación) en tan sólo unos pocos minutos. Entre los 50 y los 100 km, la dosis llega a los 9 Sv y, hasta los 500 km de distancia se pueden medir hasta 3 Sv. De esta forma, parece poco menos que una quimera que el doctor Banner haya sido capaz de sobrevivir según se cuenta en el cómic original.
En lo que se refiere a la película protagonizada por Eric Bana y Jennifer Connelly, la dosis recibida se produce en el laboratorio, y la única información que nos aporta Betty Ross (Connelly) es que «la radiación gamma está al máximo» cuando se produce el accidente; además, cuando visita a Bruce en el hospital, le dice que, ante tal suceso, tendría que «estar muerto». Para más inri, éste afirma encontrarse al cien por cien, y añade: «ahora mi rodilla mala es la buena». Extraños efectos los de la radiación gamma, nada que ver con la dura realidad que tan tristemente conocemos desde agosto de 1945. Puede disculparse la falta de base científica del Hulk original por este desconocimiento, pero en el caso del filme de 2003 resulta un tanto decepcionante ver que los guionistas no hayan sabido o no hayan sido capaces de adaptar el personaje a los tiempos actuales, como ocurre, por ejemplo, con el GFP Hulk (Green Fluorescent Protein Hulk o, lo que casi es lo mismo, Hulk de proteína verde fluorescente) que describen Lois Gresh y Robert Weinberg en su estupendo libro The Science of Superheroes. Os recomiendo su lectura.