Cuando pensamos que el día de mañana nunca llegará, ya se ha convertido en el ayer.
Henry Ford
Año 19 antes de la batalla de Yavin. En la remota colonia de asteroides de Polis Massa, una agonizante Padmé Amidala da a luz a dos mellizos: un niño de nombre Luke y una niña conocida por Leia. Una vez fallecida su madre, el anciano jedi Yoda propone separar a los dos mellizos con objeto de impedir que los malvados sith los encuentren. El senador Bail Organa adopta a Leia y se la lleva al planeta Alderaan, mientras que Obi-Wan entrega a Luke a Owen Lars y su mujer, quienes se hacen cargo del niño en el planeta Tatooine.
Seguro que estas líneas os traerán unos increíbles recuerdos sobre una de las sagas más míticas en la historia de la ciencia ficción. Se trata de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977), un conjunto de seis películas que llegaron hasta nuestras entonces tristes vidas en forma de dos trilogías separadas por veinte largos años y que, además, no estaban narradas en orden cronológico ya que la primera de ellas relataba aventuras y desventuras posteriores en el tiempo a las que tenían lugar durante la segunda.
Star Wars, Leia y Luke, mellizos y sin embargo, a punto de besarse.
En estos momentos, mientras preparo la redacción de estas líneas, estoy leyendo en Star Wars: la guía definitiva que, hace mucho, mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana y con un diámetro que supera los 100.000 años luz, […] «hay más de un millón de astros habitados: mundos helados, volcánicos, desérticos, lunas selváticas e incluso ciudades planeta. La invención de la hiperpropulsión, hace unos 25.000 años, unió a los miles de especies inteligentes de la galaxia, hasta entonces aisladas, lo cual dio lugar a la creación de la República Galáctica». En esa misma página se puede ver un mapa precioso de la galaxia en cuestión, con todos los mundos de la mítica saga representados y, asimismo, las rutas comerciales establecidas por los exploradores galácticos que habían arriesgado sus vidas para descubrir trayectorias estables por el hiperespacio que permitieran el comercio entre sistemas distantes, evitando colisiones mortales con objetos en el espacio físico. Y, claro, yo leo esto y enseguida se me revuelven los midiclorianos y me asalta una pregunta: ¿qué narices será el hiperespacio? Como soy un auténtico cenutrio ignorante, me voy a la Wikipedia y leo que es una especie de región de nuestro universo que se puede utilizar como atajo a la hora de viajar a lo largo de grandes distancias interestelares para desplazarse más rápido que la luz. La verdad es que sigo más o menos igual de perplejo y me pongo a imaginar. ¿Será el hiperespacio una especie de mapa en el que las distancias entre dos puntos son muy pequeñitas y si viajo por el mapa rápidamente aparezco en el punto de destino real, una vez que salgo del hiperespacio? Sí, debe de ser algo parecido. Bueno, vale, me conformo. Aunque si me paro un poco a meditarlo, se me ocurre que si ese supuesto mapa no es fácilmente interpretable, un pequeño error de cálculo me podría llevar a miles de millones de kilómetros del lugar deseado. Menudo miedo. ¿Será por eso que los primeros exploradores de la galaxia dieron sus vidas en la búsqueda de rutas hiperespaciales seguras? En fin, confiaré en ellos y seguiré un poco más adelante. Pienso ahora en mis rudimentarios conocimientos sobre la teoría especial de la relatividad de Einstein. Siempre he oído hablar, discutir o argumentar sobre la conocida «paradoja de los gemelos». Como casi todos los libros la explican de la misma manera, a mí se me ocurre pensar en algo un poco diferente. Si es válida para los gemelos, ¿lo será también para los mellizos? ¿Qué tal les habría ido a los hermanos Luke y Leia si nadie hubiese descubierto el hiperespacio hace tantos y tantos miles de años? ¿Y, sobre todo, por qué si esto sucedió hace tanto tiempo, aquí en la Tierra nadie lo sabe? Quizá es que los tripulantes de los ovnis son en realidad tipos como esos, sith o jedi, que se pierden por el hiperespacio y no saben muy bien por donde andan. Mira que si el mapa éste se les ha arrugado y ahora no encuentran el camino de vuelta…
Bien, procedo a echar mano de una regla y medir la distancia entre Polis Massa y Tatooine en el dibujo tan bonito que os dije antes. Resulta que me salen casi 40.000 años luz. Y si hago lo mismo con Alderaan, pues unos 52.000. Voy a suponer que Obi-Wan emprende su viaje en el mismo instante en que lo hace el senador Organa llevando consigo a Leia. A fuerza de no ser demasiado cruel con los bebés, supondré que las naves en las que viajan están dotadas de sistemas biberónicos criogenizados y computerizados. Si sigo con mi suposición de que el hiperespacio es una leyenda urbano-planetaria como otra cualquiera y me imagino que el tiempo de viaje programado por Obi-Wan es de una semana (cuando hable a partir de ahora de tiempos, lo haré según mi escala terrícola, para que podamos entendernos), las ecuaciones de las transformaciones de Lorentz me dicen que la velocidad a la que debe moverse constantemente la nave interestelar debe ser aproximadamente del 99,99999999999 % de la velocidad de la luz. O lo que es lo mismo, la distancia que deberían recorrer si la midiesen ellos sería la fracción 2.235.720 de los 40.000 años luz que mediría un observador situado en Polis Massa, el punto de origen del viaje. Por otro lado, si el senador Organa no quisiese que las edades de los niños fuesen muy diferentes al llegar a sus respectivos planetas de destino, debería elegir cuidadosamente la velocidad a la que hacer el viaje a Alderaan. Así, si la velocidad escogida fuese la misma que la de la nave con Luke a bordo, el tiempo transcurrido sería de 8,5 días, es decir, los mellizos tendrían una diferencia de edades de 1,5 días. Nada que no puedan arreglar un par de trenzas en forma espiral y un poco de maquillaje y lápiz de labios. Ahora bien, ¿y si el senador Organa, como buen político y, por tanto, probablemente poco versado en física, no hubiese sido consciente de semejante circunstancia y hubiese programado en el navegador de su nave una velocidad diferente? ¿Y si ésta hubiese sido el 99,9999999999% (un 9 decimal menos que antes) de la de la luz? Pues resultaría que el desfase entre los mellizos sería ahora de 15 días. Todavía no demasiado preocupante. A medida que se van quitando nueves decimales de la velocidad se van obteniendo diferencias de edad más y más grandes. Primero de 63 días (más de dos meses); luego de más de 7 meses; casi 2 años; algo más de 6 años; casi 20 años y, por último, para una velocidad del 99,9999 % de la de la luz, Leia sería casi 62 años mayor que su hermano mellizo. ¿Se habrán acordado de llevar pañales a bordo?
Confiaré más en la intuición y sabiduría de Obi-Wan y supondré que él sí advirtió al senador Organa antes del inicio del periplo interestelar. Así, puede que en sus planetas de destino, los dos mellizos sean prácticamente iguales en edad. Pero ahora me planteo lo siguiente: después de que las tropas imperiales maten al tío Owen y a su esposa, Luke decide unirse a la rebelión viajando en el Halcón Milenario y, por su parte, Leia se dedica a sus misiones diplomáticas viajando de sistema en sistema para, finalmente, encontrarse de nuevo cerca de Yavin, donde tiene lugar la batalla definitiva en la que la Estrella de la Muerte es destruida; pues bien, ¿cómo es que siguen pareciendo tener la misma edad, aunque ellos no sepan que son hermanos? La distancia entre Yavin y Tatooine es de 45.000 años luz, mientras que entre Yavin y Alderaan es de sólo 25.000 años luz. Durante todos esos viajes, deberían de haber ajustado muy precisamente sus velocidades para que, posteriormente, sus relojes biológicos continuasen estando de acuerdo. ¿Quién eligió esas velocidades y cómo lo hizo? Me quedo con dos sospechosos: el afable espíritu de Obi-Wan o el pequeñajo, orejudo y verdoso maestro Yoda.
Halcón Milenario, la nave de Han Solo y su compañero el wookiee Chewbacca en Star Wars, es capaz de saltar al hiperespacio.
Después de todo, cuando algo no tiene explicación científica, siempre queda la Fuerza para resolver el enigma…
¿Seguís confiando en la Fuerza? Pues vale, ahí va esto como remate. Algún tiempo después de la batalla de Yavin, nuestro joven amigo Luke Skywalker siente la llamada de la selva y viaja al planeta Dagobah para recibir su formación como caballero jedi. Con ésta aún sin completar, recibe una visión de sus amigos en peligro y emprende el viaje hasta Bespin, donde el traidor Lando Calrissian les ha preparado un buen recibimiento, pero antes le promete a Yoda que volverá para terminar lo que empezó. Teniendo en cuenta que la distancia entre Bespin y Dagobah es de casi 18.000 años luz, me temo que, para cuando Luke regrese, el anciano Yoda estará bastante más arrugado. Menos mal que existe el hiperespacio…