Este libro no hubiera sido posible sin la confianza que depositaron en mí, tanto Corina Herralde como el equipo de Ma Non Troppo. Estoy en deuda también con mi hermano Alberto, la primera persona que leyó el primer capítulo que escribí: Balas hiperveloces; gracias a sus comentarios mejoró considerablemente. Igualmente quiero mostrar mi más sincero agradecimiento a mi amigo y compañero Julio, quien se ofreció muy amablemente para leer el manuscrito, contribuyendo a la mejora de la versión final.