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Janik había quedado con Nicola; se habían conocido en el club de atletismo cuando eran unos adolescentes.

—¿Tienes planes para esta tarde? —le preguntó su madre después de que Janik acabara de hablar con Nicola.

—Voy a salir a cenar.

—No sé para qué has venido si no estás nunca en casa.

—No empieces, para el caso que me haces…

—Eres un desagradecido, si te viera tu padre…

—Si viniera papá, pensaría que se había equivocado de casa.

La llamada de Nicola había logrado que Janik se olvidase por un momento de sus preocupaciones. Estuvo un buen rato en la ducha disfrutando del agua caliente y de la sensación de no tener los músculos en tensión.

El restaurante era un espacio alargado. Mesas y sillas de Ikea, pegadas a enormes ventanas, ocupaban todo el lado derecho del local. Janik no prestó mucha atención a la comida. La conversación discurría en un tono ameno. La mayor parte del tiempo hablaron sobre los años en el instituto y lo mucho que habían cambiado. Después de cenar se montaron en el coche en dirección a la discoteca. Ella le contó que había dejado una relación que había tenido en Berlín y que pronto iría a estudiar al CERN, gracias a una beca especial del Gobierno. Se hizo un silencio y, después, Nicola le preguntó directamente si tenía novia.

—Salí con una corredora, pero ya lo hemos dejado —mintió.

El efecto del alcohol aún corría por sus venas. En ese estado incluso él mismo se creyó que era cierto.

—¿La echas de menos?

—No, murió —confesó sin miramientos.

—Vaya, lo siento —dijo Nicola—. ¿Cómo murió?

—En un accidente de coche.

Llegaron a la discoteca. Era un local enorme de dos pisos con restaurante y jardín. Después de beber unas copas de champán bailaron un buen rato. Janik no se acordaba de quién de los dos besó a quién en primer lugar, pero hubiera apostado una buena suma de dinero a que fue ella.

—¿Te apetece venir conmigo a casa de mi tía? —le propuso—. Está de vacaciones en Francia.

Sin esperar la respuesta de Janik, Nicola lo agarró de la mano y se lo llevó fuera de la discoteca como a un niño.

—El champán me pone cachonda —le dijo ella al oído nada más entrar en la casa.

Él no le contestó, la confesión de Nicola lo había dejado fuera de juego.

Nicola se acercó hasta que su cuerpo rozó el de Janik, le rodeó el cuello con los brazos y lo besó repetidamente sin despegar sus labios.

—Vamos dentro —le susurró.

Janik la agarró de la cintura. Como un levantador de pesas antes del primer movimiento, dobló las rodillas hasta que sintió todo el peso de Nicola repartido por su cuerpo. Las piernas de ella se acomodaron rodeando las caderas de Janik con fuerza. Nicola pesaba demasiado para sostenerla durante mucho rato y, aunque Janik lo intentaba con todas sus fuerzas, al final dejó que resbalara. Nicola lo miró a los ojos y lo atrajo hacia ella en un hábil gesto de malabarismo. Le desabrochó el cinturón y los pantalones de Janik cayeron al suelo. Él se sentía torpe y decidió tomar la iniciativa. La sostuvo hasta ponerla contra la pared, pero tropezó con sus pantalones y casi se cayeron los dos al suelo. Nicola se rio con una carcajada. Janik tenía que hacer algo para no parecer un idiota, así que liberó las manos de su cintura y agarró con fuerza sus pechos. Ella soltó un suspiro de placer.

—Rómpeme la camiseta.

Janik agarró la camiseta e intentó quitársela como había visto en las películas, pero aquella camiseta no parecía estar hecha para el cine. Nicola apretó su cuerpo contra el de Janik y le susurró al oído que la acompañara. Sin dejar de besarse, salieron del pasillo y se metieron en la habitación.

Los primeros rayos del amanecer lo despertaron. Se vistió despacio, intentando no hacer ruido. Nada le apetecía más que quedarse junto a ella, aprenderse de memoria su cuerpo, pero tenía que volver a casa. La alegría de aquellas horas pasadas junto a Nicola dieron paso a la desazón por el recuerdo de su madre. Después, el director de la residencia lo llamó para decirle que tenía que presentarse al día siguiente en Les Diablerets. Un investigador de la Interpol quería hablar con él. Anonadado, Janik dijo que sí, aunque decidió que nada más acabar la entrevista regresaría a Maur.