El diario de Q.

Venecia, 28 de septiembre de 1548

En Venecia la herejía está por todas partes.

En el modo de vestir de sus mujeres, con los pechos al aire y zapatos con suelas de un palmo de alto. En los mil callejones estrechos, donde susurrar doctrinas prohibidas. En los mismos cimientos imposibles que la sostienen.

También en Venecia los alemanes se encuentran por todas partes. No hay calle, campo o canal que no conozca el sonido de la lengua de Lutero.

Venecia: el terreno ideal para husmear el rastro.

Cervecería del Fondaco. Alusiones al anabaptismo lanzadas aquí y allá: miradas de asombro, referencias al exterminio de Münster, ninguna noticia útil. Tiziano: ¿Quién, el pintor? Nada de nada.

Una vuelta por el mercado de Rialto, para husmear el ambiente. Puente arriba y abajo, y luego hasta San Marcos, a lo largo de la calle de las Mercerie. Gente ocupada en sus negocios, alemanes vendedores de pieles, impensables bautizando a un fraile en un convento de Rovigo, y mucho menos entre los estudiantes de Padua.

Los estudiantes: Tiziano es un tipo culto, alguien que es capaz de hablar igual de bien la lengua de la universidad que la del tabernero y del carpintero de Bassano.

Una sensación: el hombre que busco no frecuenta estos lugares.

Venecia, 30 de septiembre de 1548

Archivo de la Inquisición.

Tres alemanes implicados en procesos de herejía:

—Mathias Kleber, treinta y dos años, bavarés, luthier en Venecia desde hace doce años, sorprendido robando hostias consagradas del sagrario de la iglesia de San Rocco, condenado a la expulsión y redimido con el arrepentimiento y la conversión a la fe católica.

—Ernst Hreusch, cuarenta y un años, mercader de madera, natural de Maguncia, procesado por los escritos que exaltaban a Lutero en las paredes de las iglesias de San Mosè y San Zaccaria. Condenado a borrarlos y a pagar una ofrenda de ciento cincuenta ducados para las dos iglesias.

—Werner Kaltz, veintiséis años, vagabundo, procedente de la ciudad de Zurich, procesado por brujo, por sus actividades de quiromante, alquimista y astrólogo. Evadido de la cárcel de los Plomos, sigue huido.

Uno medio iconoclasta, el otro fanático de Lutero y el tercero brujo. Trato de imaginármelos en las distintas situaciones que han tenido a Tiziano como protagonista, pero ninguno parece verdaderamente adecuarse al papel del misionero anabaptista.

Operación contraria: imaginarse a Tiziano dando vida a su fantasma, moverlo como un títere por las calles y las tiendas de la ciudad. No.

En Venecia Tiziano no es Tiziano. Es algún otro. Si hubiera rebautizado también aquí, en alguna parte se conservaría memoria de él. Tiziano esconde su propia identidad: parece querer darles a sus gestas la máxima resonancia.

¿Quién es, quién ha sido, Tiziano en Venecia?