Carta enviada a Trento desde la ciudad pontificia de Bolonia, dirigida a Gianpietro Carafa, miembro del Concilio ecuménico, fechada el 27 de julio de 1546.
A mi reverendísimo señor Giovanni Pietro Carafa.
Muy honorable señor mío:
Las noticias llegadas a Bolonia desde Trento en estos meses no pueden sino alegrar a este corazón celoso cumplidor de su deber.
No solo, en efecto, ha visto el Emperador esfumarse sus esperanzas de que los luteranos tomaran parte en el Concilio, sino que ha tenido que asistir también a la definitiva condena de la teología de los protestantes, de la doctrina sobre el pecado original y de la justificación por la fe. Al día de hoy los príncipes protestantes de la Liga de Smalkalda, su adversaria, deben ser considerados apóstatas y enemigos de la religión; y de este modo se vuelven inútiles las esperanzas de Carlos de retomar el control de toda Alemania y ganar a los príncipes alemanes para su lucha contra el Turco.
Los esfuerzos del cardenal Polo contra los decretos conciliares que sancionan la separación definitiva de los luteranos de la Santa Iglesia Romana han resultado vanos y tal vez sea esta la mayor victoria de Vuestra Señoría y del partido de los guardianes de la ortodoxia.
Le confirmo, en efecto, a Vuestra Señoría que los motivos de salud aducidos por el cardenal inglés para el prematuro abandono de los trabajos conciliares no son sino una mera excusa: su retirada ha estado dictada más por la necesidad de volver a Viterbo para lamerse las heridas que por las fiebres alpinas.
Mas los largos años al servicio de Vuestra Señoría enseñan que no hay que cantar victoria antes de que el enemigo esté totalmente vencido. Reginaldo Polo sigue siendo el preferido del Emperador, el hombre en el que el Habsburgo tiene depositadas las esperanzas de un cambio de rumbo respecto a los protestantes y no cabe duda de que él dirigirá sus intrigas para facilitar la carrera y la fama del inglés.
Por eso la excomunión de El beneficio de Cristo por parte de los padres conciliares proporciona a Vuestra Señoría un arma más para minar las solapadas estrategias de los espirituales y de los simpatizantes de Calvino dentro de los territorios papales. La intención que me fuera anunciada por V. S. de poner a trabajar a la Congregación del Santo Oficio en la redacción de un Índice de Libros Prohibidos, se vuelve hoy una necesidad prioritaria. El peligroso librito de Benedetto de Mantua, en efecto, ha continuado circulando y fecundando las mentes predispuestas a la herejía, hasta el punto de que en la actualidad podría bastar con descubrir a quien lo posee para identificar a los simpatizantes de Polo y acusarlos. Yo mismo estaría ya en condiciones de proporcionar a la Inquisición numerosos nombres.
Pero da igual. Por el momento tal vez sea suficiente con disfrutar de las victorias inmediatas, y esperar a valorar lo que conviene hacer cuando este entusiasmo se haya aplacado, dando paso a la cordura.
Me encomiendo a la gracia de Vuestra Señoría y, en espera de nuevas directrices, beso sus manos.
De Bolonia, el día 27 de julio de 1546,
vuestro fiel observador,
Q.