A día 4 de abril de 1538
Habiendo sido interrogado en la cárcel de Vilvoorde y condenado a muerte por vía judicial, Jan de Batenburg se obstinó en su herejía, no siendo posible hacerle confesar en ningún momento la santa fe, sino que quiso morir en su perversidad.
Por las horribles matanzas y homicidios de los que no ha dado ninguna prueba de arrepentimiento, es más, habiendo mostrado incluso satisfacción y diabólica jactancia por ello, lo condenamos a muerte por decapitación, para ser luego su cuerpo quemado y sus cenizas aventadas.
Presentes los testigos que abajo suscriben:
Nicholas Buyssere, dominico
Sebastien Van Runne, dominico
Lieven de Backere
Chrestien de Ridder
Por Rijkard Niclaes, provisor