Carta enviada a Roma desde la ciudad imperial de Augsburgo, dirigida a Gianpietro Carafa, fechada el 22 de junio de 1526.
Al muy munificente y honorable señor Giovanni Pietro Carafa, en Roma.
Su Ilustrísima Excelencia ha querido honrar con un cumplido inmerecido y con una gracia en exceso grande a quien simple y humildemente aspira a servir a Dios por medio de Vuestra Merced. Mas para no querer faltar a las órdenes de Vuestra Señoría y confiando plenamente en vuestra prudencia, apenas recibí la última misiva, me puse en camino hacia esta gran ciudad imperial con el fin de cumplir con la consigna de mi señor.
A propósito de esta última tengo que informar de la esplendidez con que el joven Fugger me recibió en atención a vuestra recomendación. Se trata de un hombre devoto y avisado, que posee toda la prudencia de su tío y su misma habilidad para el cálculo, unidas al coraje y al espíritu emprendedor propios de su joven edad. La desaparición del viejo Jacob Fugger, hará ahora ya dos años, no ha afectado a las actividades y a los ilimitados intereses de la más rica e influyente familia de Europa; el celo con que el sobrino atiende los negocios que fueron de su tío solo se ve superado por su cristianísima devoción y fidelidad a la Santa Sede. Salta a la vista la sencillez y abstinencia sincera en un joven como Anton Fugger, si se la compara con lo ingente de su crédito en oro en todas las cortes de Europa.
Respecto a la reanudación de la guerra y a la nueva alianza concertada por la Santa Sede con Francia, él, proveedor del Emperador, se ha tomado la molestia, acaso esperando una intercesión mía ante V. S., de ratificar su neutralidad; la misma neutralidad, permítaseme añadir, que solo puede emanar del oro purísimo. Mi impresión es que le importa bien poco a este piadoso banquero quién contraiga un crédito de sus arcas, sea este imperial o francés, católico o luterano, cristiano o musulmán; para él lo esencial es cuánto y en qué forma. Que esta guerra sea ganada por unos o por otros, no existe gran diferencia a sus ojos, pero, bien mirado, el estado ideal para este joven financiero no es otro que el de tablas, o de una guerra permanente que no tenga vencedores ni vencidos y mantenga atadas a los cordones de su bolsa a las cabezas coronadas de todo el orbe.
Pero no he sido enviado a Augsburgo para emitir juicios acerca de los banqueros. En relación, así pues, al crédito que V. S. ha querido abrir a mi nombre, Fugger se ha manifestado honrado de poder contar entre sus clientes a una persona a la que tiene en tan alta estima y que se duele de no poder conocer personalmente cómo es Vuestra Señoría. Él ha considerado necesario proporcionarme un símbolo, que permita a sus coligados reconocerme en cada ciudad del Imperio y a mí retirar el dinero en todas sus filiales, garantizándome así la máxima libertad de movimientos. Por razones que es fácil colegir no ha querido informarme del tipo de crédito abierto, dejando apenas intuir que se trata de una cuenta «ilimitada». Por mi parte, Dios no quiera que falte yo al respeto a V. S., no he considerado oportuno preguntar más. Dicho lo cual, me apresuro ahora a informar a V. S. de que trataré de administrar el privilegio que ha querido concederme con moderación y prudencia, en la medida de mis posibilidades, comunicando de forma preventiva a mi señor cada utilización de las sumas puestas a mi disposición.
No me queda sino expresar mi agradecimiento a V. S. por la infinita munificencia y encomendarme a su gracia en espera de nuevas noticias.
Que Dios misericordioso quiera conceder salud a mi señor y su mirada magnánima no abandone a este indigno siervo de Su Santa Iglesia.
De Augsburgo, el día 22 del mes de junio del año 1526,
el fiel observador de Vuestra Señoría,
Q.