Carta enviada a Roma desde la ciudad sajona de Wittenberg, dirigida a Gianpietro Carafa, miembro de la consulta teológica de Su Santidad León X, fechada el 10 de octubre de 1518.

Al ilustrísimo y reverendísimo amo y señor meritísimo Giovanni Pietro Carafa, de la consulta teológica de Su Santidad León X, en Roma.

Ilustrísimo y reverendísimo amo y señor mío meritísimo:

Como servidor de Vuestra Señoría me he sentido enormemente halagado por la magnanimidad de que ha querido hacerme objeto, pues si el servirle es ya para mí un gran privilegio, el serle de utilidad me colma de verdadera alegría. La acusación oficial de herejía dirigida contra el fraile Martín Lutero, al que el Sermón sobre la Excomunión ha brindado un definitivo apoyo, había de inducir al príncipe elector Federico a tomar por fin una postura respecto al monje, tal como Vuestra Señoría presagiaba. Los hechos de que me apresuro a ponerle al corriente son ya acaso una primera reacción del Elector ante el inesperado precipitarse de los acontecimientos, pues, en efecto, se dispone a cerrar filas con los teólogos de su universidad.

El 25 de agosto llegó a Wittenberg, como profesor de griego, Philipp Melanchthon, procedente de la prestigiosa Universidad de Tubinga. Creo yo que nunca en ninguna universidad del Imperio se ha visto a un profesor más joven que él: no tiene más que veintiún años y, con su aspecto débil y demacrado, diríase que tiene menos aún. Si bien lo precedió y acompañó una cierta fama durante el viaje, la acogida inicial de los doctores de Wittenberg no fue lo que se dice entusiasta. Su actitud, y en particular la de Lutero, no iban a tardar en cambiar, tan pronto como ese prodigio de saber clásico pronunció su discurso inaugural en el que ilustró la necesidad de un estudio riguroso de las Escrituras en sus textos originales. Desde ese momento, hubo con Martín Lutero un entendimiento intenso y fuerte. Esos dos profesores son seguramente un arma poderosa en manos del Elector de Sajonia, desde el momento en que, a pesar de lo distintos que son, están tan unidos. Cada uno de ellos proporciona al otro aquello de lo que carece para convertirse en un verdadero peligro para Roma: Lutero es osado y enérgico, por más que tosco e impulsivo, mientras que Melanchthon es persona de gran cultura y refinada, aunque más joven y delicado, hecho más para los enfrentamientos doctrinales que para los campales.

El primer alumbramiento peligroso de este maridaje será sin duda la Biblia en alemán, en la que se dice están trabajando de concierto y para la cual los conocimientos de Melanchthon serán como maná caído del cielo.

Como sé que Vuestra Señoría suele apreciar las informaciones concretas sobre las cosas importantes, seguiré en futuros días con atención a los doctores y referiré todo a Vuestra Señoría, con la única esperanza de poder serle de alguna utilidad.

Beso humildemente las manos de Vuestra Señoría Ilustrísima y Reverendísima.

De Wittenberg, a 10 de octubre de 1518,

el fiel observador de Vuestra Señoría,

Q.