El editor de esta novela, natural de Santiago de Compostela y vecino de la ciudad, le recuerda a quien lee que todo lo que contiene este libro debe ser interpretado como ficción. La nuestra es hoy una ciudad perfectamente común, cada día más, y el visitante puede estar tranquilo, no se va a tropezar por sus calles con estas luces y sombras antiguas. Y, naturalmente, los personajes de la historia aquí relatada no tienen correspondencia directa con la realidad.
Las autoridades municipales y autonómicas y el sector hostelero no me perdonarían que perjudicase su potencial turístico. Tampoco yo me perdonaría dañar la imagen o la naturaleza de una ciudad a la que he querido tanto. Esta historia pertenece a ese lado de sueño y fantasmagoría que tiene Compostela a pesar de todos nosotros.
Santiago de Compostela
(24 de noviembre de 1998-8 de febrero de 2002)