Ahora que me marcho quién pudiese sentir, sentir nostalgia de lo perdido, de la vida que rechacé y que contemplé desde fuera. Tener lástima de las vidas que malgasté. Quién pudiera compadecerse de las vidas que sacrifiqué. Ese Xacobe, tantos xacobes antes que él, un fracaso tras otro. Al matarse, él optó por la vida, se negó a seguir mi camino de muerte.

Qué importa la ciudad con su templo. Qué importa la cueva codiciada, el sepulcro odiado. Qué importa aquella primera muerte que sólo yo lloré, cuando era padre y lloraba por mi hijo ido y reclamado vanamente por mí a una divinidad sorda. Mi hijo, que derramó su sangre infantil para ungir y santificar así esta ara. Y fue toda la tierra en derredor de este Pórtico mojada de su sangre. ¿Era necesario para ti el sacrificio de mi pequeño, no te bastaba con la dedicación de mi vida y mi arte a tu culto? Detuviste la mano levantada de Abraham, respetaste a Isaac y fuiste tú mismo quien alcanzó con su brazo a mi primogénito. Mi hijo, flor y loor de los niños. Su muerte fue como la de un mártir. Mi cordero sacrificado. Fue para mí pesar y daño, fue para mí gran golpe y gran cuita.

Qué importa que yo permaneciese, que perviviese fuera del tiempo, quedándome en el vacío. Ya fue, todo fue y ya está dejando de ser. Al fin.

Es el momento de cesar. El momento del abandono. Quién sabe si no era preciso todo este tiempo, este arco de tiempo para vaciar mi alma. Como predicaba el maestro Eckhart, todo yo soy vacío. Quién sabe si este vacío, este desprendimiento, esta esfera interior no es al cabo el anuncio de la reconciliación con Dios. El que devoró a mi pequeño. Quién sabe si no he ido cada vez más lejos, perdido en el tiempo, para llegar de nuevo a casa. ¿Habrá Dios tras el umbral que cruzo? Para haber Dios tendría que haber esperanza y he renunciado a eso hace tiempo, cientos de años, ¿tiene años el tiempo como creen los vivos?, me ha parecido que era un único instante, un instante gélido y perpetuo.

No recordaba lo que era experimentar algo, sentir algo en el tiempo, y noto que ahora me extingo. Entonces, quiere decir que estoy de regreso en el tiempo. Vuelve a existir para mí un ahora, he recobrado la dimensión temporal. Ya me había olvidado de lo que era vivir el tiempo. Heme aquí, al cabo he salido de mi lugar fuera del tiempo, para caer en este momento, el instante de perecer. Rescatado del vacío, caigo aquí para extinguirme. Ay, divina muerte. Si tuviese carne viva, mis huesos clamarían por un poco de tierra. Incluso quien está aquejado de un cáncer, que lo corroe y le mina las carnes, siente la vida. Sin embargo, en cierta manera vuelvo a estar vivo, pues muero. Y si no es muerte, al menos es un acabarse.

Me extingo aquí caído. Ay, qué extraña forma de existir, existir sin vivir. Extraña forma de muerte que desaparece conmigo. Nunca los hombres habían pisado antes el limbo, y yo he vivido en él. ¿O era purgatorio? Me hago ahora estas preguntas. Fuese limbo o purgatorio, lo ha sido todo para mí, siempre solo. Nada, nadie ha compartido este lugar conmigo, a solas conmigo mismo, todo yo transformado en poder, pura hambre de ser y de durar. Ser que ahora cesa. No he sido alma en pena ni humano inmortal, fui un ser único que se arrancó de la vida quedándose fuera. El odio de la venganza se desvaneció en el tiempo y no he conseguido mi demanda, una tumba para mi hijo y para mí en lo que me pertenecía. Y la ciudad sigue existiendo, no fue destruida ni confundida.

Estoy confundido, ahora que vuelvo al tiempo, a casa. Ahora que al fin desaparezco, ceso, tragado por esta debilidad, por esta inmovilidad, es cuando me hago estas preguntas. Creí que encarnaba una forma de vida, la más poderosa forma de vida, un dios humano. ¿Y si no ha sido otra cosa que estar en un limbo, muerto ya y aguardando sin más? La carne seca preparada para ser piedra. Ay, esa eternidad era fría. Por qué me formulo estas preguntas ahora, justo cuando llega este fin que tanto deseo. Recuerdo ahora el Evangelio de la Verdad de Valentín y veo que el Reposo es la plenitud, el retorno al lugar que me es propio. Desapareciendo, estoy volviendo a mí. Sólo ahora puedo ver que lo único digno de ser codiciado es el desvanecerse, el hacerse cenizas. ¿He estado confundido todo este tiempo, tanto tiempo, interminable tiempo? Debe ser porque me estoy deshaciendo y se me escapa la fuerza que me sostenía en pie, la fuerza que me ha poseído tanto tiempo. Me siento débil diluyéndome y la voluntad no me responde, mi firme voluntad, todo mi poder nacido de mi cabeza dura y poderosa. Comparé tu cabeza cortada y sagrada, Santiago, con la mía. Mateo quiere decir «don divino», repetía mi padre. Y yo comparé nuestras cabezas, Hijo del Trueno. Y ahora no rijo mi voluntad.

Llega hasta mí, débil, el recuerdo de cuando era hombre, y me parece que regresan las imágenes de los padecimientos que sufrí en la vida. Casi me siento como un ser humano que se estuviese muriendo, que dejase escapar el hilo de la vida, un hilo de luz que me abandonase, que cesase de manar, un pneuma que se secase. Qué recuerdos tan lejanos… ¿o es la debilidad que me hace imaginar lo que ya no siento? A lo mejor es esta flaqueza que me engaña, pero vuelvo a sentir que soy un hombre, un hombre sin más, no aquel inmortal que fui y que quise ser por siempre y me aborreció, probé la hiel de estar condenado a ser, el hastío de ser por siempre. No, ahora siento que soy un hombre cualquiera reducido a su naturaleza mínima y última. Y siento que esos recuerdos, que llegan débiles de tan lejanos, por fuerza deben ser míos. Los veo desde fuera, como si fuesen imágenes que existieran por sí mismas, sin necesidad de nadie que las recuerde. Tal vez han estado siempre ahí, en un lugar remoto y oculto, existían antes de la gente que las recuerda, antes de mí. Puede que esos recuerdos sean algo vivo y dueño de sí mismo que sólo busca cobijo temporalmente dentro de alguien, poseyéndolo. A lo mejor son entes de naturaleza infernal todas esas imágenes e ideas que me han reclamado para sí, tal vez he sido poseído todo este tiempo que me parece recordar. Todo ha sido un encantamiento, una ensoñación, un falso recordar una existencia que no ha existido. Un hechizo inhumano. Me envuelven un aire y una claridad nuevos que me confunden, sospecho de esos recuerdos que me invaden ahora, como si justo cuando me extingo me obligasen a volver atrás. Sospecho que esos recuerdos no sean verdaderos, son tan terribles ahora que veo todo eso y lo contemplo todo desde fuera. Sin embargo, no quisiera olvidarlos. Hay dentro de mí dos fuerzas contrarias, la que me arrastra a morir ya, gozoso y manso, fenecer definitivamente, y la que reclama para sí esos recuerdos. Es lo único que me queda. Esa fuerza dice, con la última energía que me queda, que no soporta morir sin saber si he existido realmente, si solamente he sido una sombra del limbo. ¿Qué es lo que se acaba, una vida o una sombra? Si he existido, entonces esos recuerdos que incluso me dan asco son míos, me cuesta cargar con ellos, asumir por tanto lo que ha sido mi existencia. Qué existencia tan terrible. No ha sido vida, ni siquiera lo fue cuando era una persona como las demás, cuando vivía dentro del tiempo de los hombres, sujeto a su suerte, la suerte de la carne. He hecho cosas inhumanas antes de dejar de estar vivo, cosas que me privarían del cielo si lo hubiese. Hice cosas aberrantes mientras aún era hombre, después fui fiera, me convertí en cosa monstruosa.

No hay redención y nada me redime. Cuando supe la muerte de ese Xacobe allá en ese mar que no tiene nombre, pues solamente es océano vivo, pero salvaje, extenso como el tiempo sin límite, aquel lugar de final de camino y de salvación. Cuando se precipitó para ser tragado con los restos de mi hijo, mi hijo huérfano de sepultura, una bendición caería sobre ellos dos, abrazados en una sola víctima. Cuando conocí su muerte, igualándose así a mi hijo, juntándose con él, supe que era el fin de mi camino de sombra. Cómo he podido tardar tanto tiempo en comprender. Derrotado, suspendí el postrer sacrificio y dejé libre a un último niño, aquel chiquillo asustado, la cara llena de surcos de llorar, fue como si pudiese entrever por un momento el rostro amado de mi pequeño en el de aquel niño morenito. Mas el mío era rubio como el trigo. ¿O recordaré mal? Ay, que ya no tengo memoria, todo ha acabado.

Tantos sacrificios inútiles. Y el viejo fuego azul se extingue igualmente en el antiguo manantial oculto. La fuerza de la piedra, del viejo Wotan, la fuerza se agota allí en aquel manantial en la cueva del Pico Sacro. Ya no mana allí porque su energía venenosa recorre el mundo por una red de vidrio, hilos y pantallas como venas llevando vida que es muerte. El viejo Wotan encerrado en la piedra al fin vuelve a estar libre, corre libre y triunfante, Azaz’el reina. Mas no gracias a mi ayuda. Yo no he vencido a tu Cueva, Santiago.

Y sin embargo llevaba yo razón, sólo yo y la sangre derramada de mi pequeño teníamos razón. La teníamos en la afirmación de nosotros mismos frente a este templo de piedra mía, tanta piedra. He sido rebelde ante la Iglesia, he sido rebelde ante Dios y el Apóstol y he sido rebelde ante la vida. El que levantó primero esta Jerusalén de Occidente, se rebeló después.

No puedo decir que me arrepienta, no caben en mí sentimientos de ningún tipo, hace tanto tiempo que no siento nada. Me obstiné en la rebelión, perseguí el Gran Arte, mas… mas qué camino de desesperación. No quiero perdón ni bendición, sólo perecer en este lugar, que es mío. Y sin embargo mi memoria se proyecta hacia atrás como tiro de ballesta. Es un último trabajo, recordar, rememorar. Los recuerdos me asedian, me desharé en ellos. Quizá sólo he estado hecho de recuerdos, quizás estemos hechos de memoria. Memoria terrible la mía, memoria de una obsesión, de una obstinación más allá del tiempo, más allá de lo humano. Y esta puerta del cielo, este Pórtico de la Gloria, sólo es burla, pues no hay nada detrás de él para mí, esta puerta que tengo delante y que no traspasaré. El fin en este portal.

Pero si este lapso, este ínterin prolongado, esta duración mía ha sido Purgatorio, ahora caeré en el Infierno. Y el Infierno es para siempre, el Infierno es Siempre. He sido rebelde y pertenezco al Infierno, seré demonio. Siempre