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Phury atravesó la resplandeciente extensión blanca del santuario y se dirigió a la entrada privada que llevaba a los aposentos de la Virgen Escribana. Llamó una vez a la puerta y esperó, mientras solicitaba mentalmente una audiencia.
Cuando las puertas se abrieron, esperaba encontrarse con la Directrix Amalya, pero no había nadie al otro lado. El jardín blanco de la Virgen Escribana estaba vacío, salvo por los pájaros que jugueteaban en el árbol de flores blancas.
Los pinzones y canarios estaban por todas partes y así se veían más hermosos. Sus colores brillantes resaltaban contra el fondo blanco de ramas y hojas y, al oír sus cantos, Phury pensó en la cantidad de veces que Vishous había venido con una de aquellas frágiles criaturas acunada entre las manos.
Después de que la Virgen Escribana renunciara a ellos por su hijo, el hijo se los había devuelto.
Phury se acercó a la fuente y escuchó el ruido del agua chocando contra el pilón de mármol. Se dio cuenta del momento en que la Virgen Escribana apareció detrás de él porque sintió que se le erizaba el pelo de la nuca.
—Pensé que ibas a renunciar —le dijo ella—. Vi que el camino del Gran Padre se desplegaba para recibir las pisadas de alguien más. Se suponía que sólo ibas a ser una transición.
Phury miró por encima del hombro.
—Yo también pensé que iba a renunciar. Pero no.
Qué extraño, pensó Phury. Tras las vestiduras negras que ocultaban su cara, sus manos y sus pies, el resplandor de la Virgen Escribana parecía un poco menos intenso de lo que recordaba.
Ella flotó lentamente hacia donde estaban sus pájaros.
—Ahora salúdame apropiadamente, Gran Padre.
Phury se inclinó y pronunció las palabras adecuadas en Lengua Antigua. También tuvo la deferencia de permanecer postrado, en espera de que ella le concediera licencia para levantarse.
—Ah, pero es que de eso se trata —murmuró la Virgen Escribana—. Tú ya te concediste licencia para liberarte. Y ahora quieres lo mismo para mis Elegidas. —Phury abrió la boca, pero ella lo interrumpió—. No necesitas explicar tus razones. ¿Acaso crees que no sé qué es lo que tienes en la cabeza? Hasta tu famoso hechicero, como tú lo llamas, me resulta conocido.
Se sintió incómodo.
—Levántate, Phury, hijo de Ahgony. —Cuando Phury se levantó, ella dijo—: Todos somos producto de nuestra crianza, Gran Padre. Lo que resulta de nuestras decisiones se apoya en los cimientos asentados por nuestros padres y los padres de éstos, antes que ellos. Sólo somos el siguiente nivel de la casa o del pavimento del sendero.
Phury negó con la cabeza lentamente.
—Pero podemos elegir una dirección diferente. Podemos desplazarnos en otro sentido de la brújula.
—De eso no estoy segura.
—En cambio yo debo estar seguro de eso… de lo contrario, no podría hacer nada con esta vida que me has concedido.
—En efecto. —La Virgen Escribana miró hacia sus aposentos privados—. En efecto, Gran Padre.
En medio del silencio que siguió, Phury tuvo la sensación de que ella parecía triste y eso le sorprendió. Había venido preparado para una pelea. Demonios, era difícil no pensar en la Virgen Escribana como en un camión de ocho ejes envuelto en vestiduras negras.
—Y, dime, Gran Padre, ¿cómo planeas hacer todo esto?
—Todavía no estoy seguro. Pero aquellas que se sientan más cómodas aquí podrán quedarse. Y aquellas que quieran aventurarse a ir al otro lado tendrán un lugar seguro allí, conmigo.
—Entonces, ¿estás abandonando este lado para siempre?
—Allí hay algo que necesito, algo que tengo que tener. Pero estaré yendo y viniendo. Nos va a llevar décadas, o tal vez más, cambiarlo todo. Pero Cormia va a ayudarme.
—¿Y sólo estarás con ella, como hace un macho?
—Sí. Si las demás encuentran compañeros de su elección, yo aceptaré toda su descendencia femenina dentro de las tradiciones de las Elegidas y le pediré a Wrath que reciba a sus hijos en la Hermandad, ya nazcan aquí o en el otro lado. Pero mi única compañera será Cormia.
—¿Y qué hay de la pureza de sangre, de la fuerza que ésta conlleva? ¿No se va a conservar ninguna regla? Hasta ahora, el cruce de linajes ha sido deliberado, para engendrar fuerza de la fuerza. ¿Qué pasará si una Elegida escoge a alguien que no provenga de un linaje de la Hermandad?
Phury pensó en Qhuinn y en Blay. Dos chicos fuertes que se convertirían en machos aún más fuertes con el tiempo. ¿Por qué no tendrían derecho a entrar a la Hermandad?
—Eso dependerá de Wrath. Pero yo lo alentaré a aceptar a los que sean dignos, independientemente del linaje. Un corazón valeroso puede hacer que un macho sea más alto y más fuerte de lo que es físicamente. Mira, la raza está fallando y tú lo sabes. Estamos perdiendo terreno con cada nueva generación y eso no sólo se debe a la guerra. La Sociedad Restrictiva no es lo único que nos está matando. Las tradiciones también nos están matando.
La Virgen Escribana se acercó a la fuente.
Hubo un largo, muy largo silencio.
—Siento como si hubiese perdido —dijo de repente con voz suave—. Como si os hubiese perdido a todos vosotros.
—No es cierto. En absoluto. Conviértete en una madre para la raza, no en su guardiana, y obtendrás todo lo que quieras. Déjanos en libertad y obsérvanos prosperar.
El repiqueteo del agua de la fuente pareció crecer y resonar cada vez con más fuerza, como si percibiera el curso de las emociones de Su Santidad.
Phury observó el agua y se fijó en la manera en que las gotas atrapaban la luz y brillaban como estrellas. Los arco iris que se formaban en cada gota eran de una belleza increíble y mientras contemplaba el resplandor que producía cada fragmento del total, pensó en las Elegidas y todos los talentos individuales que poseían.
Pensó en sus hermanos y en sus shellan.
Pensó en sus seres queridos.
Y entonces comprendió el porqué del silencio de la Virgen Escribana.
—No nos vas a perder. Nunca te abandonaremos ni te olvidaremos. ¿Cómo podríamos hacerlo? Tú nos diste la vida, nos guiaste y nos diste fuerza. Pero ahora… ha llegado nuestra hora. Déjanos ir y estaremos más cerca de ti que nunca. Deja que tomemos el futuro en nuestras manos y lo moldeemos lo mejor que podamos. Ten fe en tu creación.
Con voz ronca, ella dijo:
—¿Y crees que tienes la fuerza para todo esto, Gran Padre? ¿Podrás liderar a las Elegidas, a pesar de todo lo que has pasado? Tu vida no ha sido fácil y el camino que estás contemplando no será llano ni directo.
Apoyado en la única pierna que le quedaba y en su prótesis, Phury pensó en los días de su existencia y sopesó el temple de su columna vertebral y encontró una sola respuesta.
—Estoy aquí, ¿no es cierto? —declaró—. Todavía estoy de pie, ¿no es cierto? Dime tú si tengo o no la maldita fuerza para hacerlo.
La Virgen Escribana esbozó una sonrisa. Aunque Phury no podía ver su cara, estaba seguro de que había sonreído.
Y en ese momento Su Santidad asintió con la cabeza, una sola vez.
—Entonces que así sea, Gran Padre. Será como lo deseas.
Luego dio media vuelta y desapareció en sus aposentos privados.
Phury dejó salir el aire de sus pulmones como si alguien le hubiese quitado un tapón.
«Joder».
Acababa de desbaratar todo el fundamento espiritual de la raza. Y también el biológico.
Joder, si hubiese sabido cómo iba a terminar esa noche, se habría comido un buen plato de cereales por la mañana, antes de levantarse de la cama.
Phury dio media vuelta y se dirigió a la puerta que lo llevaba de nuevo al santuario. La primera parada sería Cormia; luego los dos irían donde la Directrix y…
Cuando abrió la puerta, se quedó paralizado.
La hierba se había vuelto verde.
La hierba era verde y el cielo era azul… y las flores amarillas eran amarillas y las rosas parecían todo un arco iris de colores… y los edificios eran rojos y crema y azul oscuro…
Abajo, las Elegidas salían corriendo de sus dormitorios, con sus nuevas túnicas de colores recogidas y mirando a su alrededor con entusiasmo y asombro.
Cormia salió del templo del Gran Padre y su adorable rostro se maravilló al mirar a su alrededor. Cuando lo vio, se llevó las manos a la boca y comenzó a parpadear con rapidez.
Entonces soltó un grito, se recogió su preciosa túnica color lavanda pálido y salió corriendo hacia él, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Phury la agarró cuando ella saltó sobre él y abrazó su cuerpo tibio.
—Te amo —dijo ella con voz ahogada—. Te amo, te amo… te amo.
En ese momento, con el mundo en plena transformación gracias a él, y su shellan entre sus brazos, Phury sintió algo que nunca se habría imaginado.
Finalmente se sintió como el héroe que siempre había querido ser.