26

Cerca de dieciséis horas después, cuando cayó la noche, Lash estaba de pie en un precioso césped que llevaba a una casa inmensa estilo Tudor… mientras hacía girar en su dedo el anillo que el Omega le había dado.

Había crecido allí, pensó. Allí se había criado y lo habían alimentado y lo habían arropado cuando era niño. Al crecer, empezó a quedarse despierto para ver películas y leer libros obscenos y había navegado en la red y se había alimentado de comida basura.

Arriba, en su habitación del tercer piso, había pasado por su transición y había tenido sexo por primera vez.

—¿Necesitas ayuda?

Lash dio media vuelta y miró al restrictor que estaba tras el volante del Ford Focus. Era el asesino bajito, aquel del que se había alimentado. El tipo tenía el pelo blanco, como Bo, el personaje de Los Duques de Hazzard, y los rizos se arremolinaban alrededor del sombrero de vaquero que usaba. Tenía los ojos de un azul descolorido, lo cual sugería que, antes de sufrir la inducción, debía haber sido un auténtico americano del Medio Oeste.

El tío había sobrevivido a sus mordeduras gracias a la auténtica depravación de parte del Omega y Lash tenía que admitir que eso le alegraba. Necesitaba ayuda para entender cómo eran las cosas y no se sentía amenazado en absoluto por el señor D.

—¿Hola? —dijo el asesino—. ¿Estás bien, hijo?

—Quédate en el coche. —Era agradable poder decir eso y saber que no iba a haber ninguna discusión—. No tardaré.

—Sí, claro.

Lash volvió a concentrarse en el palacio estilo Tudor. Las luces brillaban con una tonalidad amarilla, a través de las ventanas hechas del más fino cristal, y la casa también recibía la luz de los reflectores instalados en el suelo, como una reina de belleza en un escenario. Dentro, la gente se movía por las habitaciones y él sabía quiénes eran por la forma de su cuerpo y el lugar donde se encontraban.

A mano izquierda, en el salón, estaban los dos que lo habían criado como a su propio hijo. El que tenía los hombros anchos era su padre, y el vampiro se paseaba de un lado a otro, mientras subía y bajaba la mano hacia su rostro, como si estuviera bebiendo algo. Su madre estaba en el diván, asintiendo con la cabeza, con su elaborado peinado y su esbelto cuello. Se tocaba constantemente el pelo, como si tratara de asegurarse de que todo estaba en su lugar, aunque sin duda debía tener el cabello tieso por la cantidad de fijador que se había puesto.

A mano derecha, en el ala de la cocina, varios doggen se movían de un lado a otro, yendo del fogón al armario y de allí a la nevera y luego a la encimera, para regresar al fogón.

Lash prácticamente podía oler la cena y sus ojos se llenaron de lágrimas.

En ese momento sus padres ya debían de saber lo que había ocurrido en los vestuarios del centro de entrenamiento y después en la clínica. Ya debían de haber sido informados. Anoche estaban en el baile de la glymera, pero habían pasado todo el día en casa y los dos parecían perturbados.

Levantó la vista al tercer piso y las siete ventanas de su habitación.

—¿Vas a entrar? —preguntó el asesino, haciéndolo sentirse como un cobarde.

—Cierra la boca, antes de que te corte la lengua.

Lash desenfundó el cuchillo de caza que colgaba de su cinturón y comenzó a caminar por el césped recién podado. La hierba se notaba suave debajo de las nuevas botas de combate que llevaba puestas.

Había tenido que pedirle al pequeño asesino que le consiguiera algo de ropa, pero no le gustaba lo que llevaba encima. Todo era de Target. Ropa barata.

Al llegar a la puerta principal de la mansión, levantó la mano hacia el dispositivo de seguridad… pero se detuvo antes de marcar el código.

Su perro había muerto hacía un año. De viejo.

Era un rottweiler con pedigrí y sus padres se lo habían comprado cuando él tenía once años. No les gustaba mucho la raza, pero Lash había insistido, así que adoptaron uno que tenía cerca de un año. Durante la primera noche del perro en la casa, Lash había tratado de perforarle la oreja con un alfiler. King lo había mordido con tanta fuerza, que los colmillos del perro le atravesaron el brazo y asomaron por el otro lado.

Después de eso fueron inseparables. Y cuando ese maldito perro se murió, Lash había llorado como una nenaza.

Volvió a levantar la mano, marcó el código de seguridad y puso la mano izquierda sobre el picaporte. La luz que había sobre la puerta destelló contra la hoja del cuchillo.

Lash pensó que le gustaría que su perro todavía estuviera vivo. Le habría gustado tener algo de su antigua vida que pudiera llevarse a la nueva.

Entró a la casa y se dirigió al salón.

‡ ‡ ‡

Cuando John Matthew llegó hasta las puertas del estudio de Wrath, estaba tan relajado como un golfista en medio de una tormenta, y ver al rey empeoró sus nervios. El vampiro estaba sentado detrás de su delicado escritorio, con el ceño fruncido, la mirada fija en el teléfono y tamborileando con los dedos, como si acabara de recibir malas noticias. Otra vez.

John se metió debajo del brazo lo que tenía en la mano y golpeó suavemente en el marco de la puerta. Wrath no levantó la vista.

—¿Qué sucede, hijo?

John esperó a que el rey lo mirara y, cuando lo hizo, dijo por señas:

—Qhuinn fue expulsado de su casa.

—Sí, y estoy enterado de que la paliza fue cosa de una guardia de honor también por cortesía de su familia. —Wrath se recostó en su silla, mientras la frágil estructura del mueble parecía protestar—. Ese padre de Qhuinn… típico integrante de la glymera.

El tono sugería que ése era un cumplido similar a «imbécil».

—No se puede quedar en casa de Blay para siempre y no tiene adónde ir.

El rey sacudió la cabeza.

—Mira, ya sé adónde quieres llegar con esto, pero la respuesta es no. Aunque ésta fuera una casa normal, lo cual no es, Qhuinn mató a un estudiante y me importa un pito lo que pienses que Lash pudo hacer para merecerlo. Ya sé que hablaste con Rhage y le dijiste lo que pasó, pero tu amigo no sólo está fuera de juego, sino que será acusado formalmente. —De pronto Wrath se inclinó hacia un lado y miró más allá de John—. ¿Has podido sacar a Phury de la cama?

John miró hacia atrás, por encima del hombro. Vishous estaba de pie en el umbral.

El hermano asintió con la cabeza.

—Se está vistiendo. Al igual que Z. ¿Estás seguro de que no quieres que yo me encargue de esto?

—Los dos eran profesores de Lash y Z fue testigo de lo que sucedió después en la clínica. Los padres de Lash quieren hablar con ellos y sólo con ellos y yo prometí que estarían en esa casa a la mayor brevedad.

—Muy bien. Estaré pendiente.

El hermano se marchó y Wrath apoyó los codos sobre la mesa.

—Mira, John, sé que Qhuinn es tu amigo y me siento muy mal por muchas de las cosas que le han pasado. Quisiera estar en posición de ayudarlo, pero no lo estoy.

John insistió, con la esperanza de no tener que recurrir a su última carta.

—¿Qué hay de Safe Place?

—Las hembras que hay allí no se sienten cómodas cerca de los machos por una buena razón. En especial de los que tienen historias violentas.

—Pero él es mi amigo. No me puedo quedar sentado, sabiendo que no tiene adónde ir, ni trabajo, ni dinero…

—Nada de eso va a importar, John. —Las palabras «irá a prisión» quedaron flotando en el aire—. Tú mismo lo dijiste. Qhuinn usó un ataque mortal para resolver lo que era una discusión típica entre dos muchachos impulsivos. La reacción correcta habría sido separaros a Lash y a ti. No sacar un cuchillo y cortarle la garganta a su primo hermano. ¿Acaso Lash te atacó con un arma mortal? No. ¿Podrías decir con toda honestidad que el chico te iba a matar? No. Fue un uso inapropiado de la fuerza y los padres de Lash están hablando de ataque con arma mortal con intención de matar, y homicidio culpable, de acuerdo con la antigua ley.

—¿Homicidio culpable?

—El personal médico afirma que Lash ya se había recuperado del paro cardiaco cuando ocurrió el ataque. Sus padres suponen que el chico no va a sobrevivir a la captura por parte de los restrictores y van a argumentar que hay una relación de causalidad. De no haber sido por el ataque de Qhuinn, Lash no habría estado en la clínica en ese momento y no habría sido secuestrado. Por tanto, es homicidio culpable.

—Pero Lash trabajaba allí. Así que de todas maneras podría haber estado en la clínica esa noche.

—Sólo que no habría estado en una cama, en calidad de paciente, ¿no crees? —Wrath golpeaba el delicado escritorio con los dedos—. Esta mierda es muy seria, John. Lash era el único hijo de sus padres y los dos provienen de familias fundadoras. Las cosas no pintan bien para Qhuinn. Esa guardia de honor es el menor de sus problemas en este momento.

En medio del silencio que siguió, John sintió una fuerte presión en los pulmones. Desde el comienzo sabía que iban a llegar a este punto, que lo que le había dicho a Rhage no iba a ser suficiente para salvar a su amigo. Y, claro, había hecho todo lo posible para evitar esto, pero había venido preparado.

John fue hasta las puertas dobles y las cerró, luego se volvió a acercar al escritorio. La mano le temblaba cuando sacó la carpeta que tenía debajo del brazo y puso su carta sorpresa sobre el escritorio del rey.

—¿Qué es esto?

John empujó su historia médica hacia el rey con el estómago.

—Lo que necesitas ver está en la primera página.

Wrath frunció el ceño y cogió la lupa que tenía que usar para leer. Después de abrir la carpeta, se inclinó sobre el informe que detallaba la sesión de terapia que John había tenido en la clínica de Havers. John pudo ver el momento en que el rey llegó a la parte interesante, porque sus hombros se tensaron debajo de la camiseta negra.

John tenía ganas de vomitar.

Después de un momento, el rey cerró la carpeta y puso la lupa sobre el escritorio. En medio de un silencio absoluto, se tomó unos minutos para alinear perfectamente las dos cosas y dejar el mango de marfil de la lupa exactamente a la misma altura de la parte inferior de la carpeta.

Cuando el rey levantó finalmente la vista, John no desvió la mirada, aunque se sentía sucio de la cabeza a los pies.

—Ésa fue la razón por la cual Qhuinn lo hizo. Lash leyó mi historia médica aprovechando su trabajo en la clínica y tenía la intención de contárselo a todo el mundo. A todo el mundo. Así que, en realidad, no se trató de una pelea típica entre dos tíos impulsivos.

Wrath se levantó las gafas oscuras y se restregó los ojos.

—Por Dios. Puedo entender la razón por la cual no tenías mucha prisa en venir a contarme esto. —Sacudió la cabeza—. John… siento mucho lo que sucede…

John dio una patada en el suelo para llamar la atención del rey.

—Sólo te lo estoy contando por la situación en la que se encuentra Qhuinn. No quiero hablar de eso.

Y luego, comenzó a mover sus manos rápidamente y con nerviosismo porque tenía que salir de aquella situación de mierda lo más pronto posible.

—Cuando Qhuinn sacó el cuchillo, Lash me tenía arrinconado contra la pared de las duchas y me estaba bajando los pantalones. Mi amigo hizo lo que hizo no sólo para evitar que Lash abriera la boca… ¿Entiendes? Yo… me quedé paralizado y… Me quedé paralizado…

—Está bien, hijo, está bien… No tienes que darme más detalles.

John cruzó los brazos sobre el cuerpo y metió las manos temblorosas debajo de las axilas. Luego cerró los ojos con fuerza, porque no soportaba ver la cara de Wrath.

—John —dijo el rey después de un momento—. Hijo, mírame.

John apenas pudo abrir los ojos. Wrath era tan masculino, tan poderoso… el líder de toda la raza. Tener que admitir algo tan vergonzoso delante de él era casi tan malo como haber pasado por esa experiencia.

Wrath le dio un golpecito a la carpeta.

—Esto lo cambia todo. —El rey estiró el brazo y levantó el teléfono—. ¿Fritz? Hola, viejo. Escucha, quiero que recojas a Qhuinn en casa de Blaylock y me lo traigas. Dile que es una orden perentoria.

Cuando Wrath volvió a poner el teléfono en el soporte, los ojos de John empezaron a arder como si estuviera a punto de echarse a llorar. En medio del pánico, agarró su carpeta, dio media vuelta y salió corriendo hacia la puerta.

—¿John? Hijo, por favor, no te vayas todavía.

Pero John no se detuvo. Sencillamente no podía. Sacudió la cabeza y salió rápidamente del estudio hacia su habitación. Después de cerrar la puerta con llave, fue al baño, se arrodilló frente al inodoro y vomitó.

‡ ‡ ‡

Qhuinn se sentía como una rata mientras permanecía de pie, al lado del bulto constituido por la figura dormida de Blay. El tipo dormía como lo hacía desde que era un niño: con la cabeza envuelta entre una manta y las sábanas encaramadas hasta la nariz. Su cuerpo enorme parecía una montaña que se levantaba sobre la superficie plana de la cama, y ya no la pequeña colina de los tiempos en que era un pretrans, pero la posición seguía siendo la misma.

Habían pasado por muchas cosas juntos… todas las primeras experiencias de la vida, desde la primera borrachera hasta el sexo, pasando por conducir un coche, fumar o pasar por la transición. No había nada del otro que no supieran, ningún pensamiento íntimo que no hubiesen compartido de un modo o de otro.

Bueno, eso no era enteramente cierto. Él sabía algunas cosas que Blay no admitiría.

No despedirse parecía casi un crimen, pero así tenía que ser. Blay no podía seguirlo al lugar al que se dirigía.

Había una comunidad de vampiros en el Oeste; había leído sobre ella en una página de Internet. El grupo era una facción que se había separado de la cultura tradicional vampira, desde hacía unos doscientos años, y formaba un enclave alejado del asentamiento principal de la raza en Caldwell.

Allí no había gente de la glymera. De hecho, la mayoría eran forajidos.

Qhuinn se imaginaba que podía llegar hasta allí en una noche si se iba desmaterializando cada doscientos kilómetros, o algo parecido. Estaría hecho polvo cuando aterrizara, pero al menos estaría con los de su clase. Parias. Forajidos. Desertores.

Las autoridades de la raza lo iban a encontrar tarde o temprano, pero él no tenía nada que perder y bien podía ponerlos a trabajar un poco. Ya estaba deshonrado a todos los niveles, y los cargos que iban a presentar contra él no podrían empeorar las cosas. También sería bueno tener un poco de libertad, antes de que lo capturaran y lo enviaran a la cárcel.

Lo único que le preocupaba era Blay. Para su amigo iba a ser un duro golpe que lo abandonara, pero al menos tenía a John. Y John estaría pendiente de él.

Qhuinn se alejó de su amigo, se colgó la mochila del hombro y salió silenciosamente por la puerta. Había sanado perfectamente, como por encanto, pues la capacidad de recuperarse rápido era la única herencia familiar de la que no podían despojarlo. La cirugía sólo había dejado una pequeña marca en el costado y los moretones ya casi habían desaparecido… incluso los de las piernas. Se sentía fuerte y aunque iba a necesitar alimentarse dentro de poco, estaba lo bastante en forma para poder marcharse.

La casa de Blay era muy antigua, pero estaba decorada con un toque moderno, lo que significaba que tenía una alfombra de pared a pared en el pasillo que llevaba a las escaleras de servicio… ¡Gracias a Dios! Qhuinn avanzó como un fantasma, sin hacer ningún ruido, mientras se dirigía al túnel subterráneo que salía del sótano.

Al llegar al sótano, el lugar estaba tan limpio como una patena y, como siempre, olía a Chardonnay por alguna razón. ¿Sería el recubrimiento blanco que echaban regularmente sobre las viejas paredes de piedra?

La entrada secreta al túnel de escape estaba en la esquina derecha del fondo, oculta por unas estanterías de libros que se deslizaban hacia un lado. Sólo tenías que sacar el ejemplar de Sir Gawain y el Caballero Verde, movimiento que quitaba el cerrojo y hacía que las puertas se abrieran para revelar…

—Eres un completo idiota.

Qhuinn saltó como si fuera un atleta olímpico. Allí, en el túnel, sentado en una silla del jardín, como si estuviera bronceándose, estaba Blay. Tenía un libro sobre el regazo, una lámpara que funcionaba con pilas encima de una mesa y una manta sobre las piernas.

El tipo alzó tranquilamente un vaso de zumo de naranja y brindó, luego le dio un sorbo.

—Qué taaaalllll, Lucy.

—¿Qué diablos estás haciendo? ¿Acaso me estabas esperando?

—Sí.

—¿Y qué es lo que hay sobre tu cama?

—Almohadas y la manta con que me tapo la cabeza. Me estaba congelando de frío aquí sentado. Pero al menos tenía un buen libro. —Levantó la cubierta de Una temporada en el purgatorio—. Me gusta Dominick Dunne. Es buen escritor. Me encantaban sus gafas.

Qhuinn miró detrás de su amigo, hacia el túnel apenas iluminado que se desvanecía en lo que parecía ser una distancia infinita. Algo parecido al futuro, pensó.

—Blay, sabes que me tengo que ir.

Su amigo levantó el teléfono.

—De hecho, no puedes. Acabo de recibir un mensaje de John. Wrath quiere verte y Fritz ya viene para aquí a recogerte.

—Mierda. No puedo ir…

—Dos palabras: orden. Perentoria. Si huyes ahora, no sólo serás un fugitivo de la glymera, sino que entrarás en la lista de tareas pendientes del rey. Lo que significa que los hermanos irán tras de ti.

De todas maneras iban a perseguirlo.

—Mira, este asunto con Lash va para un tribunal real. Eso es lo que indica el mensaje de John. Y me van a encerrar en alguna parte. Por un largo, largo tiempo. Sólo me quiero marchar por una temporada.

«Es decir, por todo el tiempo que pueda mantenerme oculto».

—¿Vas a desafiar una orden del rey?

—Sí, sí, voy a hacerlo. No tengo nada que perder y tal vez pasen años antes de que me encuentren.

Blay se quitó la manta de las piernas y se puso de pie. Estaba vestido con unos vaqueros y una chaqueta de sport, pero parecía que llevara puesto un esmoquin. Blay era así: estaba impecable hasta en pijama.

—Si te vas, me marcho contigo —dijo Blay.

—No quiero que lo hagas.

—Lo haré.

Mientras se imaginaba el refugio de forajidos al que se dirigía, sintió una presión en el pecho. Su amigo era tan recto, tan sincero, tan honorable y tan pulcro. Aunque ya era un adulto, todavía conservaba una inocencia optimista y esencial típica de la juventud.

Qhuinn respiró hondo y dijo las palabras con dificultad.

—No quiero que sepas hacia dónde voy. No quiero volverte a ver.

—No puedes hablar en serio.

—Yo sé que… —Qhuinn se aclaró la garganta y se obligó a seguir hablando—: Sé cómo me miras. Te he visto observándome… Como el día en que estaba con esa chica, en los probadores de A & F. Tú no la estabas mirando a ella, me estabas mirando a mí, y era porque me deseabas. ¿No es cierto? —Blay se tambaleó y dio un paso atrás y, como si estuvieran en medio de una pelea a puñetazos, Qhuinn lo golpeó todavía más fuerte—. Ya hace un tiempo que me deseas y crees que no lo he notado. Pues bien, sí lo he notado. Así que no me sigas. Esta mierda entre nosotros se acaba aquí, esta noche.

Qhuinn dio media vuelta y comenzó a caminar, dejando en ese túnel helado a su mejor amigo, al macho que más quería en el mundo, incluso más que a John. Solo.

Era la única manera de salvar la vida de su amigo. Blay era exactamente ese tipo de idiota noble que es capaz de seguir a sus seres queridos aunque se lancen de cabeza desde un puente. Y como era imposible convencerlo de nada, había que cortar por lo sano.

Qhuinn caminó rápido y después más rápido, huyendo de la luz. Cuando el túnel dobló a la derecha, Blay y el resplandor del sótano desaparecieron y se quedó solo en medio de la jaula oscura de acero, enterrada en las profundidades.

Durante todo el camino se fue viendo el rostro de Blay. A cada paso que daba, le expresión de tristeza de su amigo le perseguía.

Iba a quedarse con él para siempre.

Cuando llegó al final del túnel, introdujo el código de seguridad y abrió la puerta que salía a un cobertizo del jardín, ubicado aproximadamente a un kilómetro y medio de la casa, se dio cuenta de que, después de todo, sí tenía algo que perder… sí había un nivel situado más abajo del fondo que creía haber alcanzado: acababa de destrozar el corazón de Blay y aplastarlo con su bota, y el arrepentimiento y el dolor que sentía eran casi insoportables.

Al salir a una jardinera llena de lilas, tomó una nueva decisión. Sí, las condiciones de su nacimiento y sus circunstancias lo habían deshonrado. Pero no tenía por qué empeorar las cosas por su cuenta.

Sacó su teléfono, que para ese momento sólo tenía una rayita en el indicador de la pantalla que mostraba el estado de la batería y le envió un mensaje a John diciéndole dónde estaba. No estaba seguro de tener servicio todavía…

Pero John le contestó enseguida.

Fritz llegaría a recogerlo en diez minutos.