Capítulo 3

Colisión en Cajamarca

El mayor cambio demográfico de la época moderna ha sido la colonización del Nuevo Mundo por los europeos, y la conquista, reducción numérica o desaparición total resultantes de la mayoría de los grupos de indígenas americanos. Como hemos explicado en el capítulo 1, el Nuevo Mundo fue colonizado inicialmente hacia 11 000 a. C. o antes de esa fecha a través de Alaska, el estrecho de Bering y Siberia. Las sociedades agrícolas complejas nacieron gradualmente en América hasta muy al sur de aquella ruta de entrada, y se desarrollaron en absoluto aislamiento de las sociedades complejas que aparecían en el Viejo Mundo. Después de aquella colonización inicial de Asia, los únicos contactos contrastados entre el Nuevo Mundo y Asia afectaron únicamente a los cazadores-recolectores que vivían a ambos lados del estrecho de Bering, además de una travesía transpacífica deducida que introdujo la batata de América del Sur en Polinesia.

Por lo que se refiere a los contactos de los pueblos del Nuevo Mundo con Europa, los únicos en épocas tempranas fueron protagonizados por los vikingos que ocuparon Groenlandia en número muy reducido entre 986 y 1500. Pero aquellas visitas de los nórdicos no surtieron efectos discernibles en las sociedades de indígenas americanos. En cambio, a efectos prácticos la colisión de sociedades avanzadas del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo comenzó bruscamente en 1492, con el «descubrimiento» por Cristóba. C.lón de algunas islas del Caribe densamente pobladas por indígenas americanos.

El momento más dramático en las posteriores relaciones entre los europeos y los indígenas americanos fue el primer encuentro entre el emperador inca Atahualpa y el conquistador español Francisco Pizarro en la ciudad de Cajamarca, en el altiplano peruano, el 16 de noviembre de 1532. Atahualpa era monarca absoluto del Estado más extenso y avanzado del Nuevo Mundo, mientras que Pizarro representaba al emperador del Sacro Imperio Romano, Carlos V (Carlos I de España), monarca del Estado más poderoso de Europa. Pizarro, al mando de un variopinto grupo de 168 soldados españoles, desconocía el terreno, ignoraba a los habitantes de la zona, estaba totalmente fuera de contacto con los españoles más cercanos (1500 km al norte, en Panamá) y muy lejos del alcance de refuerzos a tiempo. Atahualpa estaba en el centro de su imperio de millones de súbditos y rodeado inmediatamente por su ejército de 80 000 soldados, recientemente victorioso en una guerra con otros indios. Sin embargo, Pizarro capturó a Atahualpa unos minutos después de que ambos jefes se vieran. Pizarro tuvo encerrado a su prisionero durante ocho meses, mientras obtenía el mayor rescate de la historia a cambio de la promesa de liberarle. Después de la entrega del rescate —suficiente oro como para llenar una sala de aproximadamente 6,5 m de largo por 5 m de ancho y 2,5 m de alto—, Pizarro renegó de su promesa y ejecutó a Atahualpa.

La captura de Atahualpa fue decisiva para la conquista europea del Imperio inca. Aunque las armas superiores de los españoles habrían garantizado una victoria española en última instancia en cualquier caso, la captura permitió que la conquista fuera más rápida e infinitamente más fácil. Atahualpa era venerado por los incas como dios-sol y ejercía una autoridad absoluta sobre sus súbditos, que obedecían incluso las órdenes dictadas desde su cautividad. Los meses previos a la muerte del emperador dieron a Pizarro tiempo para enviar partidas de exploración a otras partes del Imperio inca sin que fueran molestadas, así como para solicitar refuerzos de Panamá. Cuando comenzó finalmente la lucha entre españoles e incas tras la ejecución de Atahualpa, las fuerzas españolas eran más temibles.

Así pues, la captura de Atahualpa nos interesa específicamente por señalar el momento decisivo en la mayor colisión de la historia moderna. Pero también tiene un interés más general, porque los factores que tuvieron como resultado la captura de Atahualpa por Pizarro fueron esencialmente los mismos que determinaron el resultado de muchas colisiones semejantes entre colonizadores y pueblos autóctonos en otros puntos del mundo moderno. De ahí que la captura de Atahualpa nos ofrezca una amplia ventana para contemplar la historia universal.

Los hechos acaecidos aquel día en Cajamarca son bien conocidos, porque fueron registrados por escrito por muchos testigos españoles. Para hacernos una idea de aquellos acontecimientos, los reviviremos uniendo extractos de los relatos directos de cronistas de la época:

«Porque a gloria de Dios nuestro soberano Señor, y honra y servicio de la católica cesárea majestad, sea alegría para los fieles y espanto para los infieles: y finalmente admiración a todos los humanos, la Providencia divina y la ventura del César, y la prudencia y esfuerzo y militar disciplina y trabajosas y peligrosas navegaciones y batallas de los españoles, vasallos del invictísimo Carlos Emperador del romano imperio, nuestro natural Rey y señor: me ha parecido escribir esta relación, y enviarla a su majestad para que todos tengan noticia de lo ya dicho, que sea a gloria de Dios; porque, ayudados con su divina mano han vencido, y traído a nuestra fe católica tanta multitud de gentilidad; y a honra de nuestro César, porque con su gran poder y buena ventura en su tiempo tales cosas suceden; y alegría de los fieles que por ellos tales y tantas batallas se han vencido, y tantas provincias descubierto y conquistado; y tantas riquezas traídas para su rey y reinos para ellos; y será lo dicho que los cristianos han hecho temor a los infieles y admiración a todos los humanos; porque ¿cuándo se vieron en los antiguos ni modernos tan grandes empresas de tan poca gente con tanta, y por tantos climas de cielo y golfos de mar distancia de tierra ir a conquistar lo no visto ni sabido? Y ¿quién se igualará con los de España? No por cierto los judíos, griegos ni romanos, de quien más que de todos se escribe.

»Porque, si los romanos tantas provincias sojuzgaron, fue con igual, o con poco menor número de gente, y en tierras sabidas y proveídas de mantenimiento usados, y con capitanes y ejércitos pagados. Mas nuestros españoles, siendo pocos en número, que nunca fueron juntos sino doscientos o trescientos, y algunas veces ciento y aun menos. […] Y los que han en diversas veces han ido, no han sido pagados ni forzados, sino de su propia voluntad y a su costa han ido. Y así, han conquistado en nuestros tiempos más tierra que la que antes se sabía que todos los príncipes fieles e infieles poseían; manteniéndose con los mantenimientos bestiales de aquellos que no tenían noticias de pan ni vino; sufriéndose con yerbas y raíces y frutas, han conquistado lo que ya todo el mundo sabe; y por tanto, no escribiré al presente más de lo sucedido en la conquista de la Nueva Castilla; y mucho no escribiré, por evitar prolijidad».

«La gente desde pueblo era alzada, excepto algunas mujeres y pocos indios; de los cuales mandó el gobernador a un capitán que tomase dos de los más principales, y les preguntase a cada uno por sí de las cosas de aquella tierra y dónde estaba Atahualpa, si esperaba de paz o de guerra.

»El capitán supo dellos cómo había tres días que Atahualpa era venido a Cajamarca y que tenía consigo mucha gente; que no sabían lo que querían hacer; que siempre había oído que quería paz con los cristianos, y que la gente desde pueblo estaba por Atahualpa.

»Ya que el sol se quería poner llegó un indio […] y dijo que le había enviado el principal indio que iba por mensajero desde cerca de Cajamarca, porque allí había encontrado dos mensajeros de Atahualpa que venían atrás, que otro día llegarían; y que Atahualpa estaba en Cajamarca, y que él no quiso parar hasta ir a hablar a Atahualpa, y que él volvería con la respuesta; y que en el camino no había hallado gente de guerra».

«Otro día en amaneciendo partió el gobernador con su gente puesta en orden, y anduvo hasta una legua de Cajamarca, donde esperó que se juntase la retaguarda; y toda la gente y caballos se armaron; y el Gobernador los puso en concierto para la entrada del pueblo, y hizo tres haces de los españoles de pie y de caballo. Con esta orden caminó, enviando mensajeros a Atahualpa que viniese al pueblo de Cajamarca para verse con él. Y en llegando a la entrada de Cajamarca, vieron estar el real de Atahualpa una legua de Cajamarca, en la halda de una sierra.

»Llegó el Gobernador a este pueblo de Cajamarca viernes a hora de vísperas, que se contaron quince días de noviembre año de 1532. En medio del pueblo está una plaza grande cercada de tapias y de casas de aposento, y por no hallar el Gobernador gente, reparó en aquella plaza, y envió un mensajero a Atahualpa haciéndole saber cómo era llegado; que viniese a verse con él y a mostrarle dónde se aposentase».

«Venido el día sábado, por la mañana llegó al Gobernador un mensajero de Atahualpa y le dijo de su parte: "Mi señor me envía a decir que quiere venir a verte, y traer su gente armada, pues tú enviaste la tuya ayer armada; y que le envíes un cristiano con quien venga." El Gobernador respondió: "Di a tu señor que venga en buena hora como quisiere, que de la manera que viniere lo recibiré como amigo y hermano; y que no le envío cristiano porque no se usa entre nosotros enviar lo de un señor a otro"».

«Había mandado don Francisco Pizarro que el general Hernando Pizarro y los capitanes Soto, Mena y Belalcázar, con los españoles de a caballo, armados a punto de guerra, estuviesen sobre aviso para salir a batalla con los enemigos, porque Atahualpa le había mandado a decir que estuviesen escondidos, y aun los caballos atados; pusiéronse unos tirillos en lugar alto que estaba disputado para ver los juegos o hacer los sacrificios, y que Pedro de Candía los soltase cuando se hiciera cierta seña, que concertaron entre todos se hiciese, a lo cual los de a caballo y peones habían, con determinación, de salir, estando con el Gobernador hasta quince rodeleros solamente».

«Con este concierto y orden que se ha dicho estuvo el Gobernador esperando que Atahualpa entrase, sin que en la plaza paresciese algún cristiano, excepto el atalaya que daba aviso de lo que pasaba en la hueste. El Gobernador y el capitán general andaban requiriendo los aposentos de los españoles, viendo cómo estaban apercibidos para salir cuando fuesen menester, diciéndoles a todos que hiciesen de sus corazones fortalezas, pues no tenían otras, ni otro socorro sino el de Dios, que socorre en las mayores necesidades a quien anda a su servicio. Y aunque para cada cristiano había quinientos indios, que tuviesen el esfuerzo que los buenos suelen tener en semejantes tiempos, y que esperasen que Dios esperaría por ellos; y que al tiempo del acometer fuesen con mucha furia y tiento, y rompiesen sin que los de caballo se encontrasen unos con otros».

«Viendo el Gobernador que el sol se iba a poner, y que Atahualpa no levantaba de donde había reparado, y que todavía venía gente con su real, envióle a decir con un español que entrase en la plaza y viniese a verlo antes de que fuese de noche. Como el mensajero que fue ante Atahualpa hízole acatamiento, y por señas le dijo que fuese donde el Gobernador estaba. Luego él y su gente comenzaron a andar, y el español volvió delante, y dijo al Gobernador que ya venía, y que la gente que traía en la delantera traían armas secretas debajo de las camisetas, que eran jubones de algodón fuertes, y talegas de piedras y hondas; y que le parecía que traían ruin intención.

»Tenían tino a dejar entrar en la plaza a algunos escuadrones y a Atahualpa; y luego tomar las dos puertas y alancear y prender los que pudiesen; si quisiesen guerra, porque también se platicó, si Atahualpa viniese de paz, sustentársela. El cual comenzó a salir de donde había parado, alzando en breve tiempo las tiendas todas, trayendo la gente su orden y concierto en sus escuadrones armados, muchos disimuladamente, como se ha escrito. Traían grandes atambores, muchas bocinas, con sus banderas tendidas, que cierto era hermosa cosa ver tal junta de gente movida para tan poquitos».

«Venía delante un escuadrón de indios vestidos de una librea de colores a manera de escaques; éstos venían quitando las pajas del suelo y barriendo el camino. Tras éstos venían otras tres escuadras vestidos de otra manera, todos cantando y bailando. Luego venía mucha gente con armaduras, patenas y coronas de oro y plata. Entre éstos venía Atahualpa en una litera aforrada de pluma de papagayos de muchos colores, guarnecida de chapas de oro y plata.

»Traíanle muchos indios sobre los hombros en alto, y tras desta venían otras dos literas y dos hamacas, en que venían otras personas principales. Luego venía mucha gente en escuadras con coronas de oro y plata. Luego que los primeros entraron en la plaza, apartáronse y dieron lugar a los otros. En llegando Atahualpa en medio de la plaza, hizo que todos estuviesen quedos, y la litera en que él venía y las otras en alto: no cesaban de entrar en la plaza. De la delantera salió un capitán, y subió en la fuerza de la plaza, donde estaba el artillería, y alzó dos veces una lanza a manera de seña.

»El Gobernador, que esto vio, dijo al padre frey Vicente [de Valverde, fraile dominico] que si quería ir a hablar a Atahualpa con un faraute; él dijo que sí, y fue con una cruz en la mano y con una Biblia en la otra, y entró por entre la gente donde Atahualpa estaba, y le dijo por el faraute: "Yo soy sacerdote de Dios, y enseño a los cristianos las cosas de Dios, y asimesmo vengo a enseñar a vosotros. Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló, que está en este libro. Y por tanto, de parte de Dios y de los cristianos, te ruego que seas su amigo, porque así lo quiere Dios; y venirte ha bien dello; y ve a hablar al Gobernador, que está esperando."

»Atahualpa dijo que le diese el libro para verle y él se lo dio cerrado; y no acertando Atahualpa a abrirle, el religioso extendió el brazo para lo abrir, y Atahualpa con gran desdén le dio un golpe en el brazo, no queriendo que lo abriese; y porfiando él mesmo a abrirlo, lo abrió; y no maravillándose de las letras ni del papel como otros indios, lo arrojó cinco o seis pasos de sí.

»Y a las palabras que el religioso había dicho por el faraute respondió con mucha soberbia diciendo: "Bien sé lo que habéis hecho por ese camino, cómo habéis tratado a mis caciques y tomado la ropa de los bohíos." El religioso respondió: "Los cristianos no han hecho esto; que unos indios trajeron ropa sin que él lo supiese; y él la mandó volver." Atahualpa dijo: "No partiré de aquí hasta que toda me la traigan"».

«Como el fraile partió de donde estaba, Atahualpa dijo a sus gentes, según nos cuentan ahora, por los provocar a ira, que los cristianos en menosprecio suyo, habiendo forzado tantas mujeres y muerto tantos hombres, y robado lo que habían podido sin vergüenza ni temor, pedían paz con pretensión de quedar superiores; que ellos dieran gran grito sonando sus instrumentos».

«De rato en rato llegaba un indio para reconocer el estado que tenían los españoles. Volvían con mucha alegría, que de miedo se habían todos escondido por las casas, sin parecer más que su capitán con muy poquitos. Con esto que Atahualpa oyó le crecía más el orgullo mostrándose más brioso que lo que después pareció. Los más de los suyos le daban prisa que anduviesen o licencia les diesen para que ellos pudiesen ir a atacar a los cristianos, que no parecían ya de temor de ver su potencia.

»Como llegase hasta un tiro de ballesta de los aposentos, venían algunos indios reconociendo más por entero cómo estaban los nuestros; vieron lo que habían oído, que no parecía caballo ni más cristianos que el Gobernador con aquellos pocos; como si ya estuvieran presos en su poder trataban de ellos.

»Comenzaron de entrar en la plaza; los escuadrones, como llegaron en medio de ella, hicieron de sí una muy grande muela; entró Atahualpa después de haberlo hecho muchos capitanes de los suyos con sus gentes; pasó por todos hasta ponerse en sus andas como iba en medio de la gente; púsose en pie en medio del estrado; habló en voz alta que fueran valientes, que mirasen no se les escapase ningún cristiano, ni caballo, y que supiesen que estaban escondidos de miedo; acordóles cómo siempre habían vencido a muchas gentes y naciones militando debajo de las banderas de su padre y suyas; certificóles que si por sus pecados prevaleciesen los cristianos contra ellos, habrían fin de sus deleites, religiones: porque harían de ellos lo que habían oído que hicieron de los de Cuaque y las Puná; tomó en la mano una bandera y campeóla reciamente.

»Habían llegado los demás escuadrones, mas no entraron en la plaza, por estar tan ocupada, quedáronse junto a ella en otro llano. Pizarro como entendió lo que le había pasado a fray Vicente con Atahualpa, mirando cómo no era tiempo de más aguardar, alzó una toalla en señal para mover contra los indios, soltó Candía los tiros, cosa nueva para ellos y de espanto, mas fueron los caballos, que diciendo los caballeros grandes voces "Santiago, Santiago", salieron de los aposentos contra los enemigos; los cuales, sin usar de los ardides que tenían pensados, se quedaron hechos "personajes"; no pelearon, mas buscaron por donde huir. Los de a caballo se mezclaron entre ellos, desbaratándoles en breve; fueron muertos y heridos muchos. El Gobernador, con los de a pie, que peleaban con rodelas y espadas, tiraron contra las andas, donde había junta de señores; se daban algunas cuchilladas que llevasen brazo o mano de los que tenían las andas; luego, con grande ánimo asían con las otras, deseando guardar su Inca de muerte o prisión».

»El Gobernador se armó un sayo de armas de algodón, y tomó su espada y adarga, y con los españoles que con él estaban entró por medio de los indios; y con mucho ánimo, con solos cuatro hombres que le pudieron seguir allegó hasta la litera donde Atahualpa estaba, y sin temor le echó mano del brazo, diciendo "Santiago".

»Luego soltaron los tiros y tocaron las trompetas, y salió la gente de pie y de caballo. Como los indios vieron el tropel de los caballos, huyeron muchos de aquellos que en la plaza estaban; y fue tanta la furia con que huyeron, que rompieron un lienzo de la cerca de la plaza, y muchos cayeron unos sobre otros. Los de caballo salieron por encima dellos hiriendo y matando, y siguieron el alcance. La gente de pie se dio tanta buena priesa en los que en la plaza quedaron, que en breve tiempo fueron los más dellos metidos a espada. El Gobernador tenía todavía del brazo a Atahualpa, que no le podía sacar de las andas como estaba en alto.

»En todo esto no alzó indio armas contra español; porque fue tanto el espanto que tuvieron de ver entrar al Gobernador entre ellos, y soltar de improviso la artillería y entrar los caballos en tropel, como era cosa que nunca habían visto; con gran turbación procuraban más huir por salvar las vidas que de hacer guerra».

«Los indios, como eran muchos, unos a otros se hacían mayor daño, derribándose por una y otra parte, los caballos entre ellos, ni tuvieron ánimo ni industria para pelear; faltóles aquel día; o Dios los quiso cegar. Deseaban salir de la plaza, no podían por los muchos que la ocupaban; hicieron un hecho no visto ni oído; fue, que todos con un tropel furioso fueron por una parte del lienzo que cercaba la plaza, y con ser la pared ancha, pusieron fuerza con tan gran ímpetu, que rompiéndola hicieron camino para huir. Los aullidos que daban eran grandes, espantábanse y preguntábanse unos a otros si era cierto o si soñaban; y que el Inca dónde estaba.

»Morirían de los indios más de dos mil, fueron heridos muchos. Salieron de la plaza, siguiendo el alcance hasta donde estuvo el real de Atahualpa. Vino un agua pesada, que fue harto alivio para los indios. El señor Atahualpa fue llevado por el Gobernador, mandando que se le hiciese toda honra y buen tratamiento. Algunos de los cristianos daban voces a los indios que viniesen a ver a Atahualpa, porque lo hallarían vivo, sano, sin ninguna herida: alegre nueva para todos ellos. Y así se recogieron aquella noche, pasados de cinco mil indios sin armas; los más se derramaron por la comarca de Cajamarca, pregonando la desventura grande, que les había sucedido, derramando muchas lágrimas por la prisión del señor, que ellos tanto amaban».

Sigamos ahora la cadena de causación de este extraordinario enfrenamiento, a partir de los hechos inmediatos. Cuando Pizarro y Atahualpa se encontraron en Cajamarca, ¿por qué Pizarro capturó a Atahualpa y mató a tantos de sus seguidores, en vez de que las fuerzas inmensamente más numerosas de Atahualpa capturasen y dieran muerte a Pizarro? Al fin y al cabo, Pizarro sólo disponía de 62 soldados a caballo y 106 soldados de a pie, mientras que Atahualpa mandaba un ejército de unos 80 000 hombres. En cuanto a los antecedentes de aquellos acontecimientos, ¿por qué estaba Atahualpa en Cajamarca? ¿Cómo llegó Pizarro a esa ciudad para capturarle, en vez de ser Atahualpa quien llegase a España para capturar al rey Carlos I? ¿Por qué cayó Atahualpa en lo que nos parece, con la ventaja de la visión retrospectiva, una trampa tan transparente? ¿Desempeñaron también los factores que actuaron en el encuentro de Atahualpa y Pizarro un papel más amplio en los encuentros entre los pueblos del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo y entre otros pueblos?

¿Por qué Pizarro capturó a Atahualpa? Las ventajas militares de Pizarro residían en las armas de acero y las otras armas, las armaduras de acero, las armas de fuego y los caballos de los españoles. A aquellas armas, las tropas de Atahualpa, sin animales en los que cabalgar para librar las batallas, sólo podían oponer palos, mazas y hachas de mano de piedra, bronce o madera, además de hondas y armaduras acolchadas. Estos desequilibrios en cuanto a equipamiento fueron decisivos en innumerables enfrentamientos de los europeos con indígenas americanos y otros pueblos.

Los únicos indígenas americanos capaces de resistir la conquista europea durante muchos siglos fueron las tribus que redujeron la disparidad militar mediante la adquisición y dominio del caballo y las armas de fuego. Para el estadounidense blanco medio, la palabra «indio» evoca una imagen de indio de las llanuras blandiendo un rifle, como los guerreros sioux que aniquilaron el batallón del ejército de Estados Unidos al mando del general George Custer en la famosa batalla de Little Big Horn en 1876. Olvidamos con facilidad que los caballos y los rifles eran desconocidos al principio para los indígenas americanos. Fueron llevados por los europeos y procedieron a transformar las sociedades de las tribus indias que los adquirieron. Gracias a su dominio de los caballos y los rifles, los indios de las llanuras de América del Norte, los indios araucanos del sur de Chile y los indios de la pampa argentina rechazaron a los invasores blancos durante mucho más tiempo que los demás indígenas americanos, y sólo sucumbieron tras grandes operaciones de los ejércitos de los gobiernos blancos en los decenios de 1870 y 1880.

Actualmente, nos resulta difícil hacernos una idea de la inmensa diferencia numérica contra la cual se impuso el equipamiento militar de los españoles. En la batalla de Cajamarca de la que ya hemos hablado, 168 españoles aplastaron a un ejército de indígenas americanos que era quinientas veces más numeroso y mataron a miles de nativos sin una sola baja por parte española. Una y otra vez, los relatos de las posteriores batallas de Pizarro contra los incas, la conquista de los aztecas por Cortés y otras campañas europeas de los primeros tiempos contra los indígenas americanos describen enfrentamientos en los que unas decenas de jinetes europeos infligían una derrota aplastante a miles de indios con grandes matanzas. Durante la marcha de Pizarro desde Cajamarca hasta la capital inca de Cuzco, tras la muerte de Atahualpa, se libraron cuatro de esas batallas: en Jauja, Vilcashuaman, Vilcaconga y Cuzco. En las cuatro batallas participaron únicamente 80, 30, 110 y 40 jinetes españoles, respectivamente, en todos los casos enfrentados a miles o decenas de miles de indígenas.

Éstas victorias españolas no pueden despacharse diciendo que se debieron simplemente a la ayuda de aliados indígenas americanos, a la novedad psicológica de las armas de fuego y los caballos españoles o (como se ha dicho a menudo) a que los incas confundieron a los españoles con el retorno del dios Viracocha. Los éxitos iniciales de Pizarro y Cortés atrajeron efectivamente a aliados indígenas. Sin embargo, muchos de ellos no se habrían convertido en aliados si no hubieran estado convencidos ya, por los devastadores éxitos anteriores de españoles sin otra ayuda, de que la resistencia era inútil y de que debían ponerse de parte de los probables vencedores. La novedad de los caballos, las armas de acero y las armas de fuego paralizó sin duda a los incas en Cajamarca, pero las batallas posteriores a los hechos de Cajamarca se libraron en contra de la resistencia resuelta de los ejércitos incas que ya habían visto las armas y los caballos españoles. En el plazo de 5 o 6 años desde la conquista inicial, los incas organizaron dos rebeliones desesperadas, en gran escala y bien preparadas contra los españoles. Ambas iniciativas fracasaron debido a la gran superioridad del armamento de los españoles.

En el siglo XVIII, las armas de fuego habían sustituido a las espadas como principal arma preferida por los invasores europeos de los pueblos indígenas americanos y otros indígenas. Por ejemplo, en 1808 un navegante británico llamado Charlie Savage, equipado con mosquetes y una excelente puntería llegó a las islas Fiji. El atinadamente llamado Savage procedió sin ayuda de nadie a alterar el equilibrio de poder de Fiji. Entre sus muchas proezas, remontó con su canoa un río hasta la aldea fijiana de Kasavu, se detuvo a menos de un tiro de pistola de la cerca de la aldea y disparó contra los indefensos habitantes. Sus víctimas fueron tan numerosas que los aldeanos supervivientes apilaron los cuerpos para resguardarse tras ellos, y el río que corría detrás de la aldea se tiñó de sangre. Los ejemplos del poder de las armas de fuego contra pueblos indígenas que carecían de este tipo de armas podrían multiplicarse hasta el infinito.

En la conquista española de los incas, las armas de fuego desempeñaron únicamente un papel menor. Las armas de aquellos tiempos (llamadas arcabuces) eran difíciles de cargar y disparar, y Pizarro sólo disponía de una docena de ellas. Pero estas armas sí producían gran efecto psicológico en las ocasiones en que lograban ser disparadas. Mucho más importantes fueron las espadas, lanzas y puñales de acero de los españoles, armas afiladas y fuertes que mataban a los indios cubiertos con finas armaduras. En cambio, los bastones romos de los indios, aunque capaces de apalear y herir a los españoles y sus caballos, rara vez lograban matarlos. La armadura de acero o de cota de malla de los españoles y, sobre todo, sus yelmos de acero solían proporcionar una defensa eficaz contra los golpes de palos, mientras que la armadura acolchada de los indios no ofrecía protección alguna contra las armas de acero.

La tremenda ventaja que los españoles obtuvieron de sus caballos salta de los relatos de los testigos presenciales. Los jinetes podían adelantarse fácilmente a los centinelas indios antes de que éstos tuvieran tiempo de avisar a las tropas indias que estaban tras ellos, y podían cabalgar hasta ellas y matar a los indios de a pie. La conmoción de una carga de caballos, su capacidad de maniobra, la velocidad de ataque que permitía y la plataforma de combate elevada y protegida que ofrecía dejaban a los soldados de a pie casi indefensos en campo abierto. El efecto de los caballos tampoco se debía únicamente al terror que inspiraban en los soldados que se enfrentaban a ellos por primera vez. En la época de la gran rebelión inca de 1536, los incas sabían ya cómo defenderse mejor de la caballería, tendiendo emboscadas y aniquilando a los jinetes españoles en pasos estrechos. Pero los incas, como todos los demás soldados de a pie, nunca pudieron derrotar a la caballería en campo abierto. Cuando Quizo Yupanqui, el mejor general del emperador inca Manco, que sucedió a Atahualpa, sitió a los españoles en Lima en 1536 e intentó tomar por asalto la ciudad, dos escuadrones de caballería española cargaron contra una fuerza india muy superior en terreno llano, dieron muerte a Quizo y a todos sus jefes en la primera carga, y pusieron en desbandada a su ejército. Una carga de la caballería semejante de 26 jinetes infligió una severa derrota a las mejores tropas del emperador Manco, cuando éste sitiaba a los españoles en Cuzco.

La transformación de la guerra por el caballo comenzó con su domesticación hacia 4000 a. C., en las estepas situadas al norte del mar Negro. Los caballos permitían a quienes los poseían cubrir distancias mayores de lo que era posible a pie, atacar por sorpresa y huir antes de que pudiera reunirse una fuerza defensora superior. Su papel en Cajamarca ilustra, pues, un arma militar que siguió siendo poderosa durante 6000 años, hasta comienzos del siglo XX, y que ulteriormente se aplicó en todos los continentes. El dominio militar de la caballería no acabó finalmente sino en la primera guerra mundial. Cuando examinamos las ventajas que los españoles obtuvieron de los caballos, las armas de acero y las armaduras contra los soldados de a pie sin metal, no debería sorprendernos que los españoles vencieran sistemáticamente en las batallas a pesar de tenerlo todo en contra.

¿Por qué estaba Atahualpa en Cajamarca? Atahualpa y su ejército estaban en Cajamarca porque acababan de vencer en batallas decisivas en una guerra civil que dejó a los incas divididos y vulnerables. Pizarro se dio cuenta rápidamente de esas divisiones y las aprovechó. La razón de la guerra civil fue que una epidemia de viruela, que se propagó por vía terrestre entre los indígenas de América del Sur tras su llegada con los colonizadores españoles a Panamá y Colombia, había causado la muerte del emperador inca Huayna Cápac y la mayoría de su corte hacia 1526, e inmediatamente después acabó con la vida de su heredero designado, Nina. C.yuchi. Éstas muertes precipitaron la lucha por el trono entre Atahualpa y su medio hermano Huáscar. De no haber sido por la epidemia, los españoles habrían tenido enfrente un imperio unido.

La presencia de Atahualpa en Cajamarca ilustra, pues, uno de los factores clave de la historia universal: la transmisión de enfermedades a pueblos que carecen de inmunidad por parte de pueblos invasores que tienen una inmunidad considerable. La viruela, el sarampión, la gripe, el tifus, la peste bubónica y otras enfermedades infecciosas endémicas en Europa desempeñaron un papel decisivo en las conquistas europeas, al diezmar a muchos pueblos de otros continentes. Por ejemplo, una epidemia de viruela devastó a los aztecas tras el fracaso del primer ataque español en 1520 y causó la muerte de Cuitláhuac, el emperador azteca que sucedió brevemente a Moctezuma. En toda América, las enfermedades introducidas con los europeos se propagaron de una tribu a otra mucho antes que los propios europeos, causando la muerte de aproximadamente el 95 por 100 de la población indígena americana precolombina. Las sociedades indígenas más numerosas y sumamente organizadas de América del Norte, las jefaturas misisipienses, desaparecieron de ese modo entre 1492 y finales del siglo XVII antes incluso de que los europeos construyeran su primer asentamiento a orillas del río Misisipí. Una epidemia de viruela en 1713 fue el mayor paso en la destrucción del pueblo san del África austral por los colonizadores europeos. Poco después del poblamiento británico de Sidney, en 1788, comenzó la primera de las epidemias que diezmaron a los aborígenes australianos. Un ejemplo bien documentado de las islas del Pacífico es la epidemia que asoló Fiji en 1806, llevada por algunos navegantes europeos que consiguieron llegar a tierra tras el naufragio del barco Argo. Epidemias semejantes marcaron la historia de Tonga, Hawai y otras islas del Pacífico.

No quiero decir con esto, sin embargo, que el papel de las enfermedades en la historia se limitase a preparar el terreno para la expansión europea. La malaria, la fiebre amarilla y otras enfermedades del África tropical, India, el sureste de Asia y Nueva Guinea fueron el obstáculo más importante para la colonización europea de esas zonas tropicales.

¿Por qué estaba Pizarro en Cajamarca? ¿Por qué no intentó Atahualpa conquistar España? Pizarro llegó a Cajamarca gracias a la tecnología marítima europea, que permitió construir los barcos que le llevaron a través del Atlántico desde España hasta Panamá, y después por el Pacífico desde Panamá hasta Perú. Al carecer de esta tecnología, Atahualpa no se extendió a otras tierras desde América del Sur.

Además de los barcos, la presencia de Pizarro dependió de la organización política centralizada que permitió a España financiar, construir, dotar de personal y equipar los barcos. El Imperio inca también tenía una organización política centralizada, pero este hecho supuso en realidad una desventaja, porque Pizarro capturó a la cadena de mando inca intacta al capturar a Atahualpa. La identificación de la burocracia inca con su monarca absoluto y divino era tan grande que se desintegró tras la muerte de Atahualpa. La tecnología marítima unida a la organización política fue asimismo fundamental para la expansión europea a otros continentes, así como para la expansión de muchos otros pueblos.

Un factor relacionado que llevó a los españoles a Perú fue la existencia de la escritura. España la poseía, y no así el Imperio inca. La información podía difundirse de manera más amplia, exacta y detallada mediante la escritura que por medio de la transmisión oral. Ésa información, al llegar a España a partir de los viajes de Colón y de la conquista de México por Cortés, hizo que los españoles partieran en gran número rumbo al Nuevo Mundo. Cartas y opúsculos proporcionaron la motivación y las necesarias orientaciones de navegación pormenorizadas. El primer informe publicado de las hazañas de Pizarro, obra de su compañero el capitán Cristóbal de Mena, se imprimió en Sevilla en abril de 1534, sólo nueve meses después de la ejecución de Atahualpa. La obra tuvo gran éxito, fue rápidamente traducida a otras lenguas europeas y envió una nueva corriente de colonizadores españoles para reforzar el control de Pizarro sobre Perú.

¿Por qué cayó Atahualpa en la trampa? A posteriori, nos parece asombroso que Atahualpa cayese en la evidente trampa de Pizarro en Cajamarca. Los españoles que le capturaron quedaron igualmente sorprendidos de su éxito. Las consecuencias de la alfabetización ocupan un lugar destacado en la explicación última.

La explicación inmediata es que Atahualpa tenía muy poca información sobre los españoles, su poderío militar y sus intenciones. Había obtenido aquella información escasa por vía oral, principalmente de un enviado que había visitado la fuerza de Pizarro durante dos días mientras las tropas estaban en camino hacia el interior desde la costa. Aquél enviado vio a los españoles desorganizados en el mejor de los casos, dijo a Atahualpa que no eran guerreros y que podía inmovilizarlos si le daba 200 indios. Es comprensible que a Atahualpa nunca se le ocurriera que los españoles eran temibles y que le atacarían sin provocación previa.

En el Nuevo Mundo, la capacidad de escribir estaba limitada a pequeñas élites de algunos pueblos del moderno México y zonas vecinas muy al norte del Imperio inca. Aunque la conquista de Panamá por los españoles, a sólo 1000 km de la frontera septentrional de los incas, comenzó ya en 1510, no parece que llegase a los incas noticia alguna ni siquiera de la existencia de los españoles hasta que Pizarro desembarcó en la costa peruana en 1527. Atahualpa continuó ignorando por completo las conquistas de las sociedades indígenas más poderosas y numerosas de América Central por los españoles.

Tan sorprendente nos resulta hoy el comportamiento de Atahualpa que condujo a su captura como su comportamiento después de ésta. Ofreció su famoso rescate en la ingenua creencia de que una vez pagado, los españoles le liberarían y se marcharían. No hubo medio de que comprendiera que los hombres de Pizarro eran la avanzadilla de una fuerza concentrada en la conquista permanente, y no una incursión aislada.

Atahualpa no fue el único que cometió estos errores de cálculo fatales. Incluso después de la captura de Atahualpa, Hernando Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, engañó al principal general de Atahualpa. C.alcuchima, que estaba al mando de un nutrido ejército, para que se entregara a los españoles. El error de cálculo de Chalcuchima constituyó un momento decisivo en el desmoronamiento de la resistencia inca, un momento de importancia muy semejante a la de la captura de Atahualpa. El emperador azteca Moctezuma cometió un error de cálculo más grave aún cuando confundió a Cortés con un dios que retornaba y le hizo entrar junto con su pequeño ejército en la capital azteca, Tenochtitlán. El resultado fue que Cortés capturó a Moctezuma, y después conquistó Tenochtitlán y el Imperio azteca.

En un nivel prosaico, los errores de cálculo de Atahualpa. C.alcuchima, Moctezuma e innumerables dirigentes indígenas americanos engañados por los europeos se debieron al hecho de que ningún habitante vivo del Nuevo Mundo hubiera estado en el Viejo Mundo, por lo que naturalmente no podía obtener información específica alguna sobre los españoles. Con todo, nos resulta difícil evitar la conclusión de que Atahualpa «debería» haber sido más desconfiado, con sólo que su sociedad hubiera experimentado una gama más amplia del comportamiento humano. Pizarro también llegó a Cajamarca sin información sobre los incas que no fuera lo que había aprendido interrogando a súbditos incas con los que se había encontrado en 1527 y 1531. Sin embargo, aunque el propio Pizarro era analfabeto, pertenecía a una tradición alfabetizada. Gracias a los libros, los españoles conocían muchas civilizaciones contemporáneas distantes de Europa, y varios miles de años de historia europea. Pizarro organizó explícitamente su emboscada a Atahualpa siguiendo el modelo de la fructífera estrategia de Cortés.

En una palabra, la alfabetización hizo posible que los españoles fueran herederos de un inmenso cuerpo de conocimientos sobre el comportamiento y la historia humanos. En cambio, no sólo Atahualpa carecía de la menor idea de los propios españoles, y de toda experiencia personal de cualquier otro invasor exterior, sino que ni siquiera había oído (o leído) acerca de amenazas semejantes a cualquier otra persona, en cualquier otro lugar, en cualquier época anterior de la historia. Aquélla diferencia de experiencias alentó a Pizarro a tender su trampa y a Atahualpa a caer en ella.

Así pues, la captura de Atahualpa por Pizarro ilustra el conjunto de factores inmediatos que tuvieron como resultado la colonización del Nuevo Mundo por los europeos en vez de la colonización de Europa por los indígenas americanos. Las razones inmediatas del éxito de Pizarro incluyen la tecnología militar basada en las armas de fuego, las armas de acero y los caballos; las enfermedades infecciosas endémicas en Eurasia; la tecnología marítima europea; la organización política centralizada de los estados europeos; y la escritura. El título de este libro quiere servir de resumen de los factores inmediatos, que también permitieron que los europeos modernos conquistasen pueblos de otros continentes. Mucho antes de que alguien comenzase a fabricar las armas de fuego y el acero, otros factores de la misma categoría habían conducido a la expansión de algunos pueblos no europeos, como veremos en capítulos posteriores.

Pero nos queda aún la pregunta fundamental de por qué todas estas ventajas inmediatas estaban más del lado de Europa que del Nuevo Mundo. ¿Por qué no fueron los incas los que inventaron las armas de fuego y las espadas de acero, los que montaron en animales tan temibles como los caballos, los que portaban enfermedades para las cuales los europeos careciesen de resistencia, los que desarrollaron buques capaces de cruzar los océanos y organizaciones políticas avanzadas, y los que fueron capaces de basarse en la experiencia de miles de años de historia escrita? No se trata ya de las cuestiones de causación próximas que se han examinado en este capítulo, sino de cuestiones de causación última de las que nos ocuparemos en las dos partes siguientes de este libro.