Cuando Flynn entró en la casa arrastrado por Moe, escucharon un alarido, solo uno, de tono muy agudo. Moe mostró los dientes y Flynn hizo lo mismo, y ambos corrieron hacia la cocina preparados para luchar.
Malory estaba en el centro de la habitación con las manos cruzadas sobre el corazón y riendo como una idiota.
—¿Dónde está? ¿Qué ha hecho? ¡Hijo de puta!
—¿Quién? —Malory esperaba recibir el salto cariñoso de Moe, pero no estaba preparada para que Flynn la levantara del suelo—. ¿Qué?
—Estabas gritando.
—¡Oh! Bueno… Baja, Moe. Flynn, déjame en el suelo. Estoy bien, completamente bien. —Se sonrojó, molesta, e intentó controlar la risa—. Pensaba que estaba sola.
Flynn comenzó a reaccionar y se quedó sin aliento. Dejó a Malory en el suelo con cierta brusquedad y sus brazos temblaron.
—¿Te metes en la cocina y aúllas cuando crees que estás sola?
—Bueno, normalmente no. Pero ¡mira! ¡Fíjate! —Dio un pequeño paso de baile que terminó con una grácil pirueta.
Desconcertado, Flynn lo intentó de nuevo.
—¿Te has dado cuenta de que quieres cumplir un sueño infantil y convertirte en una estrella de la danza en el teatro y el cine?
—¡No! —Con una carcajada, hizo girar a Flynn en un círculo, provocando que Moe se pusiera a saltar de nuevo—. Mira, tenemos suelo. Un hermoso y maravilloso suelo de madera.
Ejecutó lo que Flynn pensó que sería una especie de zapateado.
—Suena a madera de verdad.
—Ya no pisaremos ese horrible linóleo. ¡Y mira esto! —Se alejó de Flynn bailando y abrazó la reluciente nevera nueva con la pasión de una mujer que recibe a su amante nada más regresar de la guerra—. ¿No es maravillosa? ¿Ves como pega con todo?
Flynn observaba todo mientras giraba sobre sus pies.
—Está tan hermosa. —Ahora canturreaba—. ¡Tan brillante y limpia! Y todo funciona. He probado todos los botones y los reguladores, ¡y funcionan! Te aseguro que estoy ansiosa por cocinar algo. He entrado, lo he visto todo y no he podido evitar soltar un grito. Han puesto el suelo, Flynn, y han traído los electrodomésticos. ¿Has visto el nuevo microondas?
—Es muy sexy.
—Lo es. —Comenzó nuevamente a bailar, y esta vez probó con una rumba—. Y tenemos preciosos armarios nuevos con unas bonitas puertas de cristal. Voy a llenarlos de hermosos platos y brillantes copas. Es una cocina, una verdadera cocina.
Flynn empezaba a comprender, y le encantaba ver la alegría de Malory. De la rumba, había cambiado a…, no estaba seguro de qué era aquello; pero daba una imagen muy mona.
—¿Y qué era antes?
—No hay nombre para lo que era antes. Soy muy feliz. Estoy muy agradecida. Eres el hombre más maravilloso del mundo. —Le cogió la cara entre las manos y lo besó—. Y yo soy una persona horrible.
—¿Por qué? No creo lo que has dicho de que soy una persona maravillosa, pero ¿por qué eres tú una persona horrible?
—Porque antes de que hicieras la reforma no quería venirme a vivir contigo. Lo de la cocina era una especie de intercambio. «Remodela la cocina y me vendré a vivir contigo». He sido egoísta. Ha funcionado —añadió mientras le cubría la cara de besos—, pero he sido egoísta. Haces todo esto por mí. Sé que había dicho que no me mudaría hasta que no estuviera terminada y que incluso hice comentarios cáusticos sobre las lámparas del dormitorio.
—Algo acerca de que no eran apropiadas ni para alumbrar una cueva habitada por murciélagos y arañas ciegas.
—Sí, uno de mis comentarios fue ese. De todos modos, ¿me perdonas?
—De acuerdo.
—Sé que no está completamente terminada. Todavía faltan las encimeras y los protectores de cerámica y, ¡oh!, algunas otras cosas; pero no quiero esperar más. Me trasladaré mañana y podremos empezar a vivir juntos oficialmente.
—Yo no quiero que vivamos juntos.
Malory se quedó de piedra.
—¿Qué?
—Lo siento, Mal. —La agarró por los hombros—. No quiero que vivamos juntos.
—Pero… tú me habías pedido hace solo unas semanas que me viniera a vivir contigo. Me lo pediste media docena de veces.
—Esto…, bueno… —Se encogió de hombros—. He cambiado de idea.
—¿Has cambiado de idea?
—Así es. —Como por casualidad, abrió la nevera nueva—. ¡Guau! Mira todo este espacio. ¡Y cómo brilla!
Malory no pudo hacer más que mirarlo fijamente. Su estómago se le había caído a los pies, y esos pies ya no querían bailar.
—No lo comprendo. No puedo entender que, de un día para otro, cambies de idea en un tema como este y te quedes tan tranquilo.
—Yo tampoco. En realidad no creo que haya cambiado de idea. Lo que creo es que me he dado cuenta de que no era lo que quería.
—Te has dado cuenta de que no me querías. —Había demasiada sorpresa, demasiado enfado como para que el dolor pudiera hacerse espacio. De tal forma que Malory manifestó su sorpresa y su enfado, y se adelantó unos pasos para darle una fuerte bofetada—. Está bien.
—No he dicho que no te quiera. He dicho que no quería que viviéramos juntos.
—Puedes quedarte con tu cocina nueva y llenarla de cosas. Si no eres capaz de mantener una relación comprometida y adulta, entonces no puedes tenerme a mí.
—Otra vez estamos en lo mismo, nos encontramos en el mismo punto. Una relación comprometida y adulta. —Sacó el estuche del bolsillo y lo abrió—. ¿Esto es suficientemente adulto para ti?
Malory se quedó boquiabierta, y Flynn pensó que nunca había estado tan guapa como cuando bajó la vista y vio asombrada el anillo de diamantes.
—Seamos adultos de verdad, Malory: casémonos.
—¿Quieres casarte conmigo?
—Sí que quiero. Ya lo ves, sé cómo convencerte. —Le sonrió—. Te has quedado un poco pálida. Lo consideraré una buena señal. El joyero ha dicho que es un anillo clásico, y Brad ha dado su visto bueno. —Flynn retiró el anillo de su estuche—. Solitario, tallado como un diamante, bla, bla, bla, y todo lo demás. A ti te gustan las joyas clásicas, ¿verdad?
Tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar, pero Malory consiguió responder:
—Sí.
—Mira, tú también sabes qué decir. —Le cogió la mano, que estaba como muerta, y le deslizó el anillo antes de que Malory dijera nada más—. Te queda bien. No creía que fuera a acertar, porque tienes unos dedos muy delicados, pero parece que, después de todo, no habrá que modificarlo.
Malory sintió la oleada de calor y la tibieza que emitía el oro rodeando su dedo. «Sí, me queda bien», pensó ilusionada. Parecía que estaba hecho para su dedo.
—Es hermoso, verdaderamente hermoso.
—Ahora podrías decir «sí».
Malory elevó la vista y lo miró a los ojos.
—La vida será una montaña rusa contigo. Las montañas rusas me asustaban, porque nunca sabes qué va a suceder al instante siguiente. Ya no me dan miedo.
—Di «sí». Me desharé de las lámparas.
Emitiendo un sonido que era entre un sollozo y una carcajada, saltó a sus brazos.
—Sí. Tu sabes que sí, hasta con esas lámparas horribles.
—Te amo.
—Yo también te amo. —Con la mejilla apretada contra la de Flynn, levantó la mano en la que tenía el anillo y observó el brillo del diamante—. ¿Cómo puede ser que el mismo hombre que ha comprado un anillo tan fabuloso haya comprado también esas lámparas espantosas?
—Son las distintas facetas de Flynn Hennessy.
—¡Qué suerte para mí! —Oyó que se abría la puerta delantera y se movió casi con la misma rapidez que Moe—. ¡Oh, ya vienen! Tengo que presumir de anillo. —Se alejó de Flynn dándole un empujón y luego se volvió para darle un beso—. Tengo que enseñárselo a alguien.
Corrió hacia la entrada principal al mismo momento que Dana corría hacia el interior de la casa con Zoe pegada a sus talones.
—¿Qué pasa? —preguntó Zoe.
—Tengo que enseñaros algo a las dos enseguida. ¡Joder, tengo noticias para vosotras! —dijo Dana cuando Malory corría hacia ella.
—Sea lo que sea, no será una noticia mejor que la mía. ¡Es una bomba!
Zoe se hizo sitio entre las dos.
—Bueno, que alguien diga algo a alguien antes de que explote.
—Yo primero —dijeron Dana y Malory a la vez mientras las dos enseñaban la mano izquierda.
Hubo muchos gritos, seguidos por una explosión de palabras ininteligibles. Al menos eran ininteligibles para los tres hombres y el niño que contemplaban la escena.
Simon vio a su madre y a sus dos amigas saltar y aullar como hacen las niñas en el recreo de su colegio. Frunció el ceño y miró a Brad.
—Es uno de los muchos misterios de la vida, muchacho.
—Las chicas son tontas.
Llamó al perro, que se había unido espontáneamente al éxtasis femenino, y se agachó para acariciarlo.
Flynn miró a Jordan.
—¿Cerveza? —preguntó.
—Cerveza —aprobó Jordan, y soslayó la locura para buscar una relativa cordura en la cocina.
—¡No puedo creerlo! —Zoe apretó las manos de Dana y Malory y saltó sobre la punta de los pies—. ¡Os vais a casar las dos! Estáis comprometidas. Al mismo tiempo. Parece magia. Los anillos son estupendos. ¡Oh, vaya!
Se metió la mano en el bolsillo para buscar un pañuelo de papel.
—Vamos, mamá, contrólate.
Zoe lanzó a su hijo una mirada feroz.
—Ya te daré yo a ti control.
Simon resopló, y rodó por el suelo con un Moe encantado.
—¿Vamos a comer pizza o qué?
—¿Por qué no vas a la cocina y le preguntas a Flynn?
«Con educación», añadió cuando el niño se puso de pie.
—Tengo que enseñaros la cocina —recordó Malory—. Pero antes… —Cogió la mano de Dana nuevamente para admirar el rubí—. Es fabuloso. Es perfecto para ti.
—Eso dice Jordan. Esperad a que os cuente como me ha pedido que nos casemos.
—Lo mío es mejor —replicó Malory.
—¿Estabas desnuda?
—No.
Dana se chupó un dedo e hizo como que anotaba en un marcador imaginario.
—Yo gano.
—¡Mamá! —gritó Simon desde la puerta de la cocina—. Los chicos dicen que si las tres queréis pizza tenéis que elegir los ingredientes, porque si no os comeréis la que hagan.
—Os voy a decir algo. —Zoe pasó un brazo por los hombros de sus amigas—. Cuando no estemos rodeadas de unos tíos que lo embarullan todo, me tenéis que contar, las dos, todos los detalles. Mañana haremos una pequeña celebración en ConSentidos.
—Estoy de acuerdo —coincidió Dana—. Me muero de hambre y no quiero que me arruine la pizza un puñado de cebollas y champiñones.
Una hora después, Dana estaba terminando su tercera porción de pizza. Se tumbó en el suelo al lado de Simon y Moe, y dijo:
—¡Uf!
—Que esa exclamación —apuntó Flynn— sirva de comienzo para hablar sobre la búsqueda de la llave.
—Simon, ¿por qué no vas arriba a leer tu libro? Puede subir, ¿verdad? —le preguntó Zoe a Flynn.
—Por supuesto. Ya sabe el camino.
—Podéis subir tú y Moe. Ya os avisaré cuando sea el momento de irnos.
—¿Por qué no podemos quedarnos aquí mientras vosotros habláis de esos temas mágicos?
—¿De dónde has sacado eso? —preguntó Zoe—. Simon, ¿has estado escuchando a escondidas?
—¡Vaya, mamá! —Le lanzó una mirada enfurruñada y ofendida—. No necesito estar escuchando detrás de las puertas, me basta con tener oídos. —Se cogió las orejas con las manos y las agitó—. ¡Mira, tengo dos!
—Hablaremos de tus oídos después. Vete arriba, a esa horrible cárcel con televisión y perro. Mañana puedes redactar una nota de protesta a la Administración.
—¡Ostras! —Aunque sus labios temblaban, puso los ojos en blanco por pura formalidad y después los abrió y observó lo que Brad tenía en la mano—. ¡Dios bendito! ¡WWF Smackdown!
—A lo mejor quieres que te lo preste para jugar unos asaltos.
—¿De verdad? ¡Smackdown! ¡Cómo mola! —Se contuvo antes de lanzar una exclamación que habría puesto las cosas muy difíciles con su madre—. Mola de verdad. Gracias.
—Sin problemas. Así, cuando juguemos un mano a mano y te humille no podrás argumentar que no habías practicado lo suficiente.
—Ya veo. Tienes razón. —Simon cogió el CD del videojuego—. Es muy guay. Muchas gracias.
Llamó a Moe y salió de la habitación llevándose la bolsa de los libros.
Zoe dobló las manos sobre su regazo.
—Eres muy amable.
—Quizá Simon no piense lo mismo cuando le dé una paliza la próxima vez que echemos una partida.
—No quiero que te sientas obligado a…
—No me siento obligado en absoluto —dijo Brad interrumpiéndola fría y firmemente. Después se dirigió a Dana—: ¿Quieres que empecemos ya con el tema?
—Sí, si puedo comenzar manteniendo esta posición supina. Como ya habíamos hablado, Jordan ha puesto por escrito la sucesión de los acontecimientos.
—Me ha dado una copia —la interrumpió Malory—. Y yo he hecho copias para todos. Ahora las traigo.
—Es un portento, ¿verdad? —comentó Dana cuando Malory dejó la habitación—. Nuestra particular Señorita Detalles. Como Mal ya lo ha leído, y el resto lo haréis enseguida, me limitaré a decir que expone todo lo que ha ocurrido con un orden global y coherente. Resulta de mucha ayuda ver cómo se ha desarrollado todo hasta el momento en el que estamos. Malory, Zoe y yo recibimos una invitación para ir al Risco del Guerrero y allí nos encontramos por primera vez. Conocemos a Rowena y a Pitte y nos cuentan la leyenda de las Hijas de Cristal. No sabíamos que se llamaban así hasta que apareció Flynn.
—Así fue como Flynn conoció a Malory y entró a formar parte de la búsqueda —siguió Jordan—. Vosotras teníais problemas relacionados con vuestros empleos.
—Teníamos «serios problemas» relacionados con el empleo —le corrigió Zoe—. Por eso que aquella noche nos ofrecieran veinticinco mil dólares por aceptar buscar las llaves resultaba tan tentador, aunque no creo que ninguna de nosotras pensara que esas llaves existían realmente.
—Es más que eso. —Malory entró en la habitación y distribuyó sobres manila etiquetados prolijamente con sus nombres—. Estaba el incentivo económico, por supuesto; pero también flotaba una sensación de frustración que era común, la sensación de estar cambiando constantemente, de no saber qué íbamos a hacer acto seguido. Y conectamos casi instantáneamente entre nosotras. Jordan lo ha captado muy bien cuando ha escrito esa parte.
—Añadid cómo se extendieron los tentáculos —siguió diciendo Dana—, cómo involucraron a Jordan y a Brad. Se conectaron con nosotros, con la búsqueda, con Rowena y Pitte, y con las Hijas de Cristal. Creo que es un punto importante. Cada uno de nosotros juega un papel, todos somos importantes para que esto continúe.
—También está Kane. —Malory sacó su copia del sobre—. La forma en que lo escribes, Jordan, es tan espeluznante…, y exacta. Como si lo hubieras visto a través de mis ojos.
—Fue suficiente verlo con los míos. Creo que tenemos que considerarlo algo más que el coco o el enemigo. Es un elemento más de la búsqueda.
—Estoy de acuerdo. —Brad asintió con la cabeza—. Es esencial en esto, como todos nosotros. Al final, creo que no consistirá en ser más listos que él, que fue como Malory lo venció, ni en usar su juego a nuestro favor, como hasta ahora está haciendo Dana. Al final lo que habrá que hacer será destruirlo.
—¿Cómo se destruye a un dios? —preguntó Zoe.
—No lo sé; pero lo primero es creer que se puede hacer.
—Quizá, pero en este momento me conformaría con poner mis manos sobre esa llave. —Dana se sentó—. Apenas me quedan unos días. Esto es lo único que sé. Aunque tengo que encontrar la llave yo sola, Jordan es esencial en esta búsqueda. Kane ha intentado separarnos, y no porque no quiera que seamos felices. En cambio, lo que consiguió fue unirnos mucho más. Eso no le gustará. —Alargó el brazo, cogió un trocito de la pizza de pepperoni y lo mordisqueó—. Se equivocó cuando me mostró el pasado. Era un paso que yo tenía que dar, y no lo hubiera hecho, al menos no tan decisivamente, si Kane no me hubiera impulsado. Pasado, presente y futuro. He resuelto y aceptado el pasado, he hecho las paces con el presente y… —alzó la mano con el anillo— me hace ilusión el futuro. Se trata de algo importante, no solo para mí personalmente, sino para lo que debo hacer. Una de las constantes de esos tres marcos temporales es Jordan.
—Gracias, Stretch.
—No te des bombo todavía: algunas situaciones se dan por casualidad. Ahora, si lees algo de este escrito… —dijo mientras cogía una copia de manos de Malory—, comienzas a sentirlo, a verlo, aunque no hayas participado en ese acontecimiento concreto. Se obtiene un panorama claro y comprensible. Mirad: «Esa niebla azul que invadió ConSentidos produjo un frío que llegaba a los huesos. Tenía una luz, un color y una textura muy extraños. Comienzas a sentir cómo se desliza por tu piel».
—Habilidades de escritor —dijo Jordan.
—Ya, y tú las utilizas muy bien.
—¿Perdón?
Algo enfadada por la interrupción, Dana levantó la vista y vio que la estaba mirando con una especie de intensidad concentrada que hizo que se sonrojara.
—He dicho que eras bueno, ¿qué pasa?
—Entonces… hay una primera vez para todo. Necesito otro trago —dijo, y salió de la habitación.
Dana se movió y lanzó un suspiro.
—Haremos un corto receso —anunció, y siguió a Jordan hasta la cocina.
—¿Cuál es el problema?
Jordan sacó un refresco de la nevera.
—No hay ningún problema. —Abrió la botella y se encogió de hombros—. Tú nunca…, bueno, desde que me fui a Nueva York nunca me has dicho nada bueno sobre mi trabajo.
—Estaba enfadada contigo.
—Sí, lo entiendo.
Empezó a beber y luego dejó la botella. «La verdad», pensó. No importaba cómo se la expondría, pero tenía que haber verdad entre ellos.
—Dana, lo cierto es que me importaba. En lo que a literatura se refiere, no hay opinión que respete o valore más que la tuya. Por eso me importaba lo que pensabas de mis libros.
—¿Quieres saber lo que pienso de tu obra? ¿Mi opinión de verdad?
—Sí, seamos sinceros.
—Bueno, me has comprado este anillo estupendo, así que puedo decirte la verdad. —Cogió el refresco, bebió unos tragos y se lo devolvió—. Tienes un talento asombroso. Tienes un don, y es obvio que tú lo cuidas y lo aprecias. Cada vez que he leído uno de tus libros me he asombrado con la amplitud y variedad de vocabulario, con tu habilidad con el lenguaje. Aun cuando te odiaba, me sentía orgullosa de ti.
—¡Qué me dices! —logró decir Jordan.
—No lamento haberte criticado antes. Quizá eso te haya hecho trabajar más duramente.
Tuvo que sonreír.
—Quizá ha sido así.
—¿Ahora estamos en paz?
—Mucho mejor que eso.
—Entonces volvamos, porque no he terminado. Y me interesa mucho saber lo que piensas de lo que voy a decir a continuación.
Volvió al salón y se tumbó en el suelo nuevamente.
—De acuerdo —dijo elevando el tono de voz para que se la oyera sobre las conversaciones—, se ha terminado el recreo. Lo que quería explicaros es que aunque Jordan pueda ser muy capaz, esto es algo más que el punto de vista de un escritor. Se trata de algo más que de una serie de sucesos entrelazados para formar un relato ameno. Al leerlo se aprecia la frecuencia con que Jordan se ha visto relacionado con esos sucesos, y es uno de los más involucrados de entre nosotros. En realidad, hace años fue el primero que vio o sintió algo…, bueno…, sobrenatural relacionado con el Risco. Pensó que había visto un fantasma allí.
Se paró a observar con una sonrisa a Malory, que cogía un rotulador del cajón de embalaje y comenzaba a marcar en la copia de Flynn los párrafos de los que iban hablando.
—Jordan fue el primero de nosotros que vio, y poseyó, una de las pinturas de Rowena —continuó diciendo Dana—. Flynn es mi hermano, Brad es mi amigo, pero Jordan dejó de ser una especie de hermano, dejó de ser mi amigo, y se convirtió en mi amante.
—Te rompió el corazón. —Malory señalaba meticulosamente con un amarillo fluorescente las palabras impresas—. La destrucción de la inocencia. Perdón —le dijo a Jordan—, pero hay una clase de magia muy fuerte en ello.
—Y Kane vertió la sangre de Jordan. —Haciendo a Malory un gesto con la cabeza, Dana sonrió—. Es aquel que abandonó su hogar, huérfano, solo, joven, para iniciar una búsqueda. Y volvió —concluyó mirando a Jordan a los ojos— para culminarla.
—Tú crees que yo tengo la llave. —Fascinado, Jordan se reclinó en su silla—. Sigo la lógica y los pilares fundamentales de tu teoría, Dana, pero ¿dónde?, ¿cómo?, ¿cuándo?
—No puedo saberlo todo. Pero tiene sentido. Las piezas encajan. Todavía no he descubierto todo. Está ese asunto de las diosas que caminan y esperan. ¿Hacia dónde caminan? ¿Qué esperan? Luego está la imagen que vi cuando estuve intentando entrar en trance.
Algo empezó a resonar en la cabeza de Jordan, pero desapareció al oír la última frase de Dana.
—¿Cuándo hiciste qué?
—Un experimento. Como la meditación. Intenté poner la mente en blanco, ese tipo de cosas, y ver lo que aparecía. Vi la llave, que daba la impresión de flotar sobre una pradera azul verdosa. Probablemente fuera la pared de mi local en ConSentidos, que era lo que había estado mirando. Parecía que era posible alargar la mano y tocarla; pero no pude. —Con el ceño fruncido, recordó y se imaginó todo de nuevo—. Luego la pradera se transformó. Se hizo blanca con unas líneas negras borrosas que lo cruzaban. Y escuché palabras en mi cabeza.
—¿Escuchaste voces? —le preguntó Brad.
—No exactamente, pero entendía las palabras. Esperad un minuto, dejadme que piense para repetirlas igual. «Caminaba de noche, y la noche aparecía con todas sus…, con todas sus sombras y secretos. Cuando lloraba, lo hacía el día entero».
—Entonces, ¿no tiene sentido que sea la diosa, quienquiera que sea? Esa tiene que ser una de las últimas piezas que hay que encajar en su sitio.
—Puedo ponerla en su sitio —dijo Jordan—. Es mía. Yo la escribí en El vigía fantasma.
Hubo un momento de silencioso asombro, y luego todos empezaron a hablar al mismo tiempo.
—¡Un momento! —Brad se puso de pie y levantó las manos—. ¡He dicho que un momento! No perdamos el hilo. Primero hay que eliminar toda posible coincidencia. Dana, ¿habías leído el libro?
—Sí, pero…
—¿Lo habías leído?
Dana miró a Jordan con los ojos en blanco.
—No voy a prestarme a otra sesión de valoración de tu ego creativo. Sí, lo había leído, pero eso sucedió hace años. Ni yo me acuerdo de todas las frases de todos los libros que he leído. Cuando la oí, no la reconocí.
—Yo lo leí también. —Zoe levantó la mano como una colegiala en clase e inmediatamente la bajó, mortificada—. El libro era estupendo —le dijo a Jordan—; pero la mujer, la que describiste caminando de noche, no era una diosa: era un fantasma.
—Buen razonamiento —comentó Brad—; pero no deja de ser interesante que Jordan escribiera ese libro sobre el Risco del Guerrero y que creara ese fantasma, inspirado porque una noche creyó ver a esa mujer.
—¿La viste? —preguntó Zoe—. ¡Qué guay!
—Brad, Flynn y yo fuimos allí de acampada. Brad consiguió… confiscar algunas cervezas y cigarrillos.
Ahora Zoe se dirigió a Brad.
—¿Ocurrió así?
—Teníamos dieciséis años… —murmuró Brad.
—¡Cómo si eso fuera una justificación!
—Ríñele más tarde —le pidió Dana—. Hay que llegar al final de esta pista.
—La vi caminando sobre el parapeto —siguió diciendo Jordan—. A la luz de la luna. Bañada de luz y sombras, con su túnica flotando a un viento que no había. Pensé que era un fantasma, y cuando la describí en mi libro di eso por sentado. Solitaria, atrapada en la noche y llorando por el día. Sin embargo, no era un fantasma.
Dana le puso una mano sobre la rodilla.
—Era una diosa.
—Era Rowena. Lo he comprendido hoy, cuando he ido a verlos en el Risco. No sabía lo que significaba hasta ahora.
—Fuiste el primero que la vio —dijo Dana suavemente—. Y escribiste sobre ella, de alguna manera. Le diste otro tipo de sustancia, otro tipo de mundo. Ella, la que tiene la llave. La llave está en el libro. —Su mano tembló cuando vio todo claro—. La pradera blanca atravesada por líneas negras… ¡Las palabras en una página! Y la llave desapareció en ella, en la página. ¡El libro! —Se puso en pie de un salto—. Flynn, tú tienes un ejemplar.
—Sí. —Miró alrededor del cuarto—. No sé exactamente dónde está. Todavía no he desembalado todo.
—¿Por qué ibas a hacerlo? Solo llevas viviendo aquí casi dos años. Bueno, encuéntralo —le pidió Dana.
Flynn le dirigió una mirada de cansancio y después se levantó.
—Iré arriba a ver.
—Tengo uno en casa —intervino Zoe—. Una edición de bolsillo. En realidad tengo todos tus libros, pero mi presupuesto no me permite otro tipo de ediciones —añadió disculpándose.
Jordan se acercó y se llevó la mano de Zoe a los labios.
—Eres la cosa más dulce que conozco.
—Puedo ir a buscarlo. Soy capaz de traerlo antes de que Flynn encuentre el suyo.
—Dadle un poco de tiempo. —Malory miró al techo e imaginó a Flynn en la planta superior buscando entre cajas de cartón—. Yo también tengo un ejemplar, y mi casa está más cerca. —Se quedó callada y, levantando el dedo índice de cada mano, exclamó—: ¿Qué os apostáis a que todos tenemos en casa El vigía fantasma?
—Bueno, yo sí que tengo uno —dijo Jordan.
—Y yo —confirmó Brad.
—Sí: clink, clink, clink —dijo Dana—. Ese es el sonido de los eslabones que forman la cadena. Vamos, Flynn, ¿cómo puede ser tan difícil encontrar un libro?
—¿Cuándo es la última vez que has subido a esas habitaciones con cajas? —preguntó Malory.
—Buena pregunta. —Comenzó a caminar de un lado a otro—. Está ahí. Está ahí. Lo sé. Voy a subir y lo encontraré yo misma.
Se dirigió a la puerta justo en el momento en que Flynn bajaba corriendo las escaleras.
—Ya lo tengo. ¡Ja! Estaba en una caja que ponía: «Libros». No sabía que tenía una caja con esa etiqueta: «Libros».
Le dio el libro a Dana. La mujer pasó un dedo por la cubierta, como si esperara una especie de señal, y estudió la silueta del Risco del Guerrero, que destacaba bajo la luna llena. Lo abrió, hojeó sus páginas y percibió el olor a papel y polvo.
—¿Dónde está esa frase, Jordan?
—Es el final del prólogo.
Dana pasó las primeras páginas, leyó mentalmente las palabras y luego las dijo en voz alta. Esperó.
—No siento nada. ¿Debería sentir algo, Malory?
—Un darse cuenta, una clase de sabiduría. Es difícil de explicar.
—Pero lo sabría si lo sintiera —dijo Dana—. Y no siento nada. Quizá tenga que leerlo, hacerme la imagen completa. Igual que tú tuviste que pintar todo el cuadro antes de llegar a la llave.
—Me pregunto… —Zoe vaciló—. Bueno, estoy pensando que quizá no esté en ese libro porque ese libro en concreto no es el tuyo. Jordan lo escribió, así que de alguna forma todas las copias del libro son suyas. Pero solo uno es el tuyo. Y tú eres la llave, por lo que creo que tiene más sentido que sea el ejemplar que tienes tú.
Dana la miró fijamente y después sonrió.
—Zoe, eres tremendamente brillante. De acuerdo, toda la tropa a sus caballos. Llevemos todo a mi casa.
—Voy en un momento. —Zoe cogió el bolso—. Antes tengo que llevar a Simon a casa y le pediré a mi vecina que se quede con él.
—Déjame deshacerme de estas cajas, Zoe. Envolveré la pizza que ha sobrado para que se la lleve Simon.
«La vida —reflexionó Dana— no se detiene. Ni siquiera por unas llaves mágicas ni por unos hechiceros malvados. ¿No es precisamente por eso por lo que es vida?».
—Reuníos con nosotros cuando hayáis terminado con esos asuntos domésticos. —Cogió la mano de Jordan y se dirigió a la puerta—. También podríais envolver un poco de pizza para mí, ya que os ponéis.