EPÍLOGO
06.47 HORAS, 30 DE AGOSTO DE 2552 (CALENDARIO MILTAR) / «PILLAR OF AUTUMM» DE LA UNSC, PERIFERIA DEL SISTEMA EPSILON ERIDANI
Cortana disparó los cañones automáticos del Pillar of Autumm contra una docena de cazas Seraphs que los acosaban mientras aceleraban para salir del sistema. Ahora eran siete los cazas del Covenant que no abandonaban la persecución. La IA esquivó una ráfaga de disparos de láser mediante el uso de los propulsores inferiores.
Aceleró el dañado reactor secundario hasta niveles críticos. Tenían que adquirir más velocidad antes de activar los generadores Translumínicos Shaw-Fujikawa, o el salto al espacio estelar fracasaría.
Volvió a comprobar los cálculos. De acuerdo con el Protocolo Colé, saltarían en dirección opuesta a la Tierra… pero no en una dirección totalmente aleatoria.
El Jefe Maestro había tenido razón al decir que había reconocido los símbolos de navegación taquigráficos de la pantalla de navegación.
Cortana accedió a los informes de las misiones de los Spartans. Recorrió los datos y los archivó en un buffer secundario de almacenamiento de larga duración. Cuando revisó la base de datos de los informes hechos por él, Cortana supo que el Spartan 117 había visto algo similar, en efecto, en la nave del Covenant que habían abordado en 2525. Y, además, los símbolos casi se parecían a los de la roca que les había arrebatado a las fuerzas del Covenant en Sigma Octanus IV. Los informes de la ONI sobre los símbolos encontrados en la anómala roca habían desafiado el análisis criptográfico.
La orden de Keyes de trazar un rumbo de navegación había establecido una conexión entre estos datos; evaluó los símbolos alienígenas y, en lugar de compararlos con alfabetos y jeroglíficos, los comparó con formaciones estelares.
Existían algunas similitudes asombrosas, junto con una serie de diferencias. Cortana volvió a analizar los símbolos teniendo en cuenta miles de años de desplazamiento estelar.
Una décima de segundo más tarde encontró una coincidencia bastante ajustada con su carta… del 86,2 por ciento.
Interesante. Tal vez las marcas de la roca recobrada en Sigma Octanus IV eran símbolos de navegación, aunque unos muy inusitados y estilizados; unos símbolos matemáticos tan artísticos y elegantes como la caligrafía china.
¿Qué había en ellos que el Covenant deseaba tanto como para lanzar una ofensiva abierta contra Sigma Octanus IV? Cualquier cosa que fuera, Cortana también estaba interesada.
Comparó las nuevas coordenadas de navegación con sus directrices, y se sintió complacida con lo que vio; el nuevo rumbo cumplía con el Protocolo Colé. Bien.
Los cazas del Covenant volvieron a disparar plasma. Siete torpedos de fuego volaron hacia el Pillar of Autumm.
Pasó las coordenadas de navegación a los controles, y guardó en su buffer de alta seguridad el proceso lógico que conducía a la deducción que acababa de hacer.
—Alcanzando velocidad de saturación —dijo al capitán Keyes—. Activando generadores Translumínicos Shaw-Fujikawa. Nuevo rumbo disponible.
Los cazas enemigos se alinearon con el vector de salida de ellos. Iban a intentar seguir al Pillar of Autumm a través del espacio estelar. Maldición.
Los generadores Translumínicos Shaw-Fujikawa abrieron un agujero en el espacio normal. La luz hirvió en torno al Pillar of Autumm, y la nave se desvaneció.
Cortana tenía tiempo de sobras para pensar en el viaje. La mayor parte de la tripulación estaría congelada en la sección de criogenación hasta que acabara el trayecto. Algunos de los ingenieros habían preferido intentar reparar el reactor principal. Un gesto fútil… pero les consagró unos cuantos ciclos para intentar reconstruir el inductor de convección.
¿La doctora Halsey estaba en Reach cuando el planeta cayó ante el Covenant? Cortana experimentó una punzada de pesar por su creadora. Tal vez había escapado. La probabilidad era baja… pero la doctora era una superviviente.
Cortana se hizo un autodiagnóstico. Sus comandos de nivel Alfa estaban intactos. No había puesto en peligro la misión primaria por el hecho de seguir el presente vector. Desgraciadamente, sin duda habría naves enemigas cuando llegaran… adondequiera que fuese.
Las naves del Covenant los habían seguido al espacio estelar. Y siempre habían sido más rápidas y precisas que los navegadores de la UNSC en esa evasiva dimensión.
El capitán Keyes y el Jefe Maestro tendrían la oportunidad de inutilizar y capturar una de esas naves. Hasta el momento, la suerte de ambos había desafiado todas las probabilidades y variaciones estadísticas. Esperaba que continuara ese desafío de las probabilidades.
* * *
—¿Capitán Keyes? Despierte, señor —dijo Cortana—. Entraremos en el espacio normal dentro de tres horas.
El capitán Keyes se sentó dentro del tubo de criogenización. Se lamió los labios y sufrió una arcada.
—Detesto esa porquería.
—El inhalante surfactante es muy nutritivo, señor. Por favor, regurgite y trague el complejo proteínico.
El capitán Keyes sacó las piernas fuera del tubo. Tosió y escupió la mucosidad sobre la cubierta.
—No diría eso, Cortana, si alguna vez probara esta porquería. ¿Estado de la nave?
—El reactor dos ha sido totalmente reparado —replicó ella—. Los reactores uno y tres están inoperativos. Eso nos da un veinte por ciento de potencia. Lanzamisiles Archer I y J en funcionamiento. Munición de los cañones automáticos al diez por ciento. Las dos cabezas nucleares que nos quedan están intactas. —Hizo una pausa y volvió a comprobar el cañón MAC—. Condensadores del Cañón Acelerador Magnético despolarizados. No podemos disparar con el sistema, señor.
—Más buenas noticias —refunfuñó él—. Continúe.
—Las brechas del casco han sido selladas, pero la mayor parte de las cubiertas once, doce y trece están destruidas, lo que incluye el armario de armas de los Spartans.
—¿Queda alguna arma de infantería? —preguntó Keyes—. Podríamos tener que repeler enemigos que nos aborden.
—Sí, capitán. Un número sustancial de armas estándar de los marines ha sobrevivido al enfrentamiento. ¿Quiere un inventario?
—Más tarde. ¿Qué hay de la tripulación?
—Toda la tripulación está controlada. El Spartan 117 está en sueño criogénico, como los marines y el personal de seguridad. Estoy despertando a los oficiales del puente y el personal esencial.
—¿Y el Covenant?
—Dentro de un momento sabremos si han sido capaces de seguirnos, señor.
—Muy bien. Subiré al puente dentro de diez minutos. —Salió del tubo—. Estoy haciéndome condenadamente viejo para que me congelen y me lancen por el espacio a la velocidad de la luz —murmuró.
Cortana comprobó el estado de la tripulación que estaba despertando. Percibió una ligerísima palpitación del corazón del teniente Dominique, y la corrigió. Por lo demás, el estado era normal.
El capitán y la tripulación se reunieron en el puente, y esperaron.
—Cinco minutos para salir al espacio normal, señor —anunció Cortana.
Sabía que podían ver la cuenta atrás en la pantalla, pero había reparado en que la tripulación respondía bien ante su voz serena en las situaciones de tensión. Sus tiempos de reacción generalmente mejoraban hasta en un 15 por ciento, poco más o menos. A veces, la imperfección humana hacía que los cálculos fueran enloquecedoramente imprecisos.
Realizó otra comprobación de todos los sistemas intactos. El Pillar of Autumm había recibido un tremendo vapuleo en Reach. Resultaba asombroso que estuviera aún de una pieza.
—Entrando en espacio normal en treinta segundos —informó al capitán Keyes.
—Cierre todos los sistemas, Cortana. Quiero que estemos a oscuras cuando lleguemos al espacio normal. Si los del Covenant nos han seguido… tal vez podamos escondernos.
—Sí, señor. Oscureciendo.
La pantalla se inundó de luz verde; las manchas que eran las estrellas adquirieron foco. Una gigante de gas púrpura ocupó un tercio de la pantalla.
—Active los propulsores para situarnos en órbita en torno al planeta, alférez Lovell —dijo el capitán Keyes.
—Sí, señor —replicó él.
El Pillar of Autumm giró en torno al campo gravitatorio de la luna.
Cortana detectó un eco de radar situado más adelante, un objeto oculto en las sombras.
Cuando la nave salió de la cara oscura de la gigante de gas, el objeto apareció a plena vista. Era una estructura en forma de anilla… gigantesca.
—Cortana —susurró el capitán Keyes—. ¿Qué es eso?
Cortana detectó una repentina aceleración del pulso y la respiración de los tripulantes del puente… en particular del capitán.
El objeto giraba serenamente en el espacio. La superficie exterior era de metal gris y reflejaba la brillante luz estelar. Desde aquella distancia, la superficie del objeto parecía tener grabados profundos dibujos geométricos ornamentales.
—¿Podría tratarse de un fenómeno natural? —preguntó Dominique.
—Desconocido —replicó Cortana.
Activó los sistemas de detección a larga distancia de la nave. La imagen holográfica de Cortana frunció el ceño. Los sistemas de escaneado del Pillar of Autumm estaban bien para el combate… pero para esta clase de análisis era como usar herramientas de piedra. Desvió potencia de procesamiento de los sistemas auxiliares y la concentró en esta tarea.
Por las pantallas de los sensores pasaban cifras.
—La anilla mide diez mil kilómetros de diámetro —anunció Cortana—, y veintidós coma tres kilómetros de grosor. El análisis espectroscópico no es concluyente, pero los modelos no coinciden con ninguno de los materiales usados por el Covenant.
Hizo una pausa y dirigió la batería de cámaras de larga distancia hacia la anilla. Un momento después, en la pantalla apareció un primer plano enfocado del objeto.
Keyes dejó escapar un silbido grave.
La superficie interior era un mosaico de verdes, azules y marrones: desiertos deshabitados, selvas, glaciares y vastos océanos. Franjas de nubes blancas proyectaban profundas sombras sobre el terreno. Al rotar, la anilla les presentó otro aspecto: un tremendo huracán que estaba formándose sobre una masa de agua inimaginablemente grande.
Las ecuaciones pasaban a toda velocidad por el cuerpo de Cortana mientras estudiaba la anilla. Comprobó y volvió a comprobar los números: la velocidad de rotación del objeto y su masa estimada. No acababan de cuadrar. Hizo una serie de escaneados activos y pasivos… y descubrió algo.
—Capitán —dijo Cortana—, el objeto es claramente artificial. Hay un campo gravitatorio que controla la rotación de la anilla y mantiene dentro la atmósfera. A esta distancia, y con estos aparatos, no puede asegurarse con una certeza del cien por ciento, pero parece que la anilla tiene una atmósfera de oxígeno-nitrógeno y una gravedad que sería normal para la Tierra.
—Si es artificial, quién demonios la construyó… y, en el nombre de Dios, ¿qué es?
Cortana procesó la pregunta durante tres segundos completos.
—No lo sé, señor —respondió al fin.
El capitán Keyes sacó la pipa, la encendió y la chupó una vez. Contempló pensativamente los bucles de humo.
—Entonces, será mejor que lo averigüemos.