TREINTA Y TRES

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05.34 HORAS, 30 DE AGOSTO DE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / «PILLAR OF AUTUMM» DE LA UNSC, SISTEMA EPSILON ERIDANI

El Pillar of Autumm activó los propulsores de emergencia de babor. La nave se deslizó fuera del paso del asteroide y pasó a diez metros de él…

… aunque no sucedió lo mismo con el plasma del Covenant que seguía a la nave. Impactó contra la roca del tamaño de una ciudad e hizo saltar fuentes de hierro y níquel que salieron disparadas espacio adentro.

Nueve de los diez cazas en forma de lágrima del Covenant —bautizados como «Seraphs» por la ONI— también esquivaron el asteroide. El décimo se estrelló contra la gigantesca roca y desapareció de la pantalla del puente.

Las otras naves individuales aceleraron y se reunieron en torno al Pillar of Autumm para acosarla con disparos de láser.

—Cortana —dijo el capitán Keyes—, activa nuestro sistema de defensa de punto.

Los cañones de 50mm del Pillar of Autumm destellaron y comenzaron a castigar los escudos de las naves del Covenant.

—Ya está activado, capitán —dijo Cortana con calma.

—Alférez Lovell —dijo Keyes—, pare todos los motores y háganos girar ciento ochenta grados. Teniente Hikowa, prepare nuestro cañón MAC y arme los lanzamisiles Archer, A1 hasta A7. Quiero una solución de disparo que haga que los misiles Archer impacten junto con el tercer disparo del MAC.

—Estoy en ello, señor —replicó la teniente Hikowa.

—Sí, señor —dijo el alférez Lovell—. Todos los motores parados. Girando. Prepárense.

Los motores del Pillar of Autumm ratearon y se apagaron. Los propulsores de navegación se activaron e hicieron rotar a la nave para que se encarara con la verdadera amenaza: una nave de transporte del Covenant.

La enorme nave se había materializado a popa del Pillar of Autumm y lanzado sus naves individuales. Luego había disparado tres andanadas de plasma que el capitán Keyes sólo había podido quitarse de encima entrando en el campo de asteroides.

Cortana maniobraba el Pillar of Autumm como si fuera un yate deportivo; esquivaba con agilidad las girantes rocas y las usaba para protegerse del plasma y los disparos de láser pulsado del Covenant.

Pero dentro de veinte segundos el destructor saldría del campo de asteroides.

—Solución de disparo preparada, señor —dijo la teniente Hikowa—. Cañón MAC listo y retirados seguros de los misiles Archer. Preparados.

—Dispare misiles a discreción, teniente.

Rápidas detonaciones de disparos resonaron a través del casco del Pillar of Autumm, y un enjambre de misiles Archer salieron disparados hacia el transporte que se aproximaba.

—El cañón MAC está caliente, condensadores de refuerzo preparados. Disparando en ocho segundos, señor.

—Debe hacer un pequeño ajuste en la trayectoria, teniente —dijo Cortana—. Las naves individuales del Covenant están concentrando su ataque en la parte inferior de nuestra nave. ¿Capitán? ¿Con su permiso?

—Concedido —asintió Keyes.

—Solución de disparo recalculada —dijo Cortana—. Espere.

Cortana activó los propulsores y el Pillar of Autumm rotó hasta quedar con el vientre hacia arriba, para apuntar con la mayoría de los cañones a los cazas Seraphs del Covenant que tenía debajo.

Los campos de disparo superpuestos desgastaron sus escudos, agujerearon los cascos blindados con un millar de balas, atravesaron a los pilotos con una granizada de proyectiles, y acribillaron sus reactores. Tras el Pillar of Autumm quedaron nueve nubes de humo que se desvanecieron en la oscuridad.

—Naves enemigas individuales destruidas —dijo Cortana—. Acercándonos a posición de disparo.

—Cortana, deme una cuenta atrás. Teniente Hikowa, dispare a mi orden —dijo el capitán Keyes.

—Preparada para disparar, sí —anunció la teniente Hikowa.

Cortana asintió con la cabeza; su elegante figura se proyectaba en miniatura dentro del tanque holográfico del puente. Al asentir, apareció una pantallita de contador cuyos números retrocedían rápidamente.

Keyes se aferró al borde del asiento de mando, con los ojos fijos en el contador. Tres segundos, dos, uno…

—Ya.

—¡Fuego! —respondió Hikowa.

Un triple destello de rayo saturó la pantalla de visión frontal y atravesó la ventana de observación; tres proyectiles al rojo blanco atravesaron la negra distancia que mediaba entre el Pillar of Autumm y la nave de transporte del Covenant.

A lo largo del costado de la nave se reunieron motas de luz al aumentar la carga de las armas de plasma.

Los misiles Archer eran lejanos puntitos diminutos de vapor de escape; los rayos de láser pulsado de la nave de transporte dispararon y fundieron un tercio de los misiles entrantes.

El Pillar of Autumm se escoró hacia estribor y caló en picado.

Durante un segundo el capitán Keyes flotó en caída libre, y luego cayó desmañadamente sobre la cubierta. La superficie desigual de un asteroide apareció ante la cámara de babor, a metros de distancia, y luego se desvaneció.

El capitán Keyes se sentía agradecido por no haber podido llegar a inicializar la IA del Pillar of Autumm. Cortana manejaba soberbiamente la nave.

El trío de proyectiles MAC impactó contra la nave de transporte. El escudo destelló una vez, dos. El tercer proyectil lo atravesó y destripó la nave de proa a popa.

La nave de transporte giró hacia un lado. Los escudos parpadearon una vez, intentando restablecer la pantalla protectora. Impactaron un centenar de misiles Archer, le abrieron cráteres en la cubierta y de ellos surgió fuego, chispas y metal fundido.

La nave de transporte alienígena se escoró y se estrelló contra el asteroide que el Pillar of Autumm acababa de esquivar por muy poco. Quedó allí varada, con el casco abierto y rajado. De la nave destrozada manaron columnas de humo.

El capitán Keyes suspiró. Una victoria.

Los Spartans, sin embargo, no se llevarían esa nave al espacio del Covenant. No iba a ir a ninguna parte.

—Cortana, marca el emplazamiento de la nave destruida y del asteroide. Puede que más tarde tengamos ocasión de recuperarla.

—Sí, capitán.

—Alférez Lovell —dijo el capitán Keyes—, demos media vuelta y vayamos al punto de encuentro Zulú a la máxima velocidad posible.

Lovell activó los propulsores e hizo rotar el Pillar of Autumm hacia Reach. El rugido de los motores hizo estremecer las cubiertas y la nave aceleró hacia el interior del sistema.

—Tiempo estimado de llegada, veinte minutos a máxima velocidad, señor.

La batalla de Reach podría haber acabado para cuando llegaran. El capitán Keyes deseó poder moverse a través del espacio estelar con saltos cortos y precisos como lo hacía el Covenant. La nave de transporte se había materializado a un kilómetro por detrás del Pillar of Autumm. Si él pudiera contar con semejante precisión, podría llegar ya mismo al punto de reunión y ser de alguna utilidad. Pero cualquier intento de saltar al interior del sistema sería una estupidez en el mejor de los casos. En el peor, sería un movimiento fatal. Los objetivos de salto variaban en cientos de miles de kilómetros. Teóricamente, podrían reentrar en el espacio normal dentro del sol de Reach.

—Cortana, deme el máximo aumento de las cámaras de proa.

—Sí, señor —replicó ella.

Se activó el zoom de las cámaras frontales, la imagen dio un salto y enfocó el planeta Reach.

A veinte mil kilómetros del planeta, un grupo de un centenar de naves de la UNSC se reunían en el punto de repliegue Zulú: destructores, fragatas, tres cruceros, dos naves de transporte… y tres estaciones de reacondicionamiento y reparación que flotaban sobre ellas en espera de que las usaran como escudos sacrificables.

—Hay otras cincuenta y dos naves de guerra de la UNSC que se dirigen hacia el punto de reunión Zulú —informó Cortana.

—Cambie el foco para mostrar en pantalla la sección cuatro por cuatro, Cortana. Muéstreme esas fuerzas del Covenant.

La escena parpadeó y cambió a la flota del Covenant que se aproximaba. Había tantas naves que el capitán Keyes no podía calcular su número.

—¿Cuántas? —preguntó.

—Cuento trescientas catorce naves del Covenant, capitán —replicó Cortana.

Keyes no podía apartar los ojos de las naves. La UNSC sólo ganaba batallas contra el enemigo cuando superaban a las fuerzas enemigas por tres a uno… no cuando era al revés.

Contaban con una ventaja: los cañones MAC orbitales que giraban en torno a Reach: las armas no nucleares más poderosas de la UNSC. Algunos los llamaban cañones «SuperMAC».

Los bucles de los aceleradores nucleares eran más grandes que un crucero de la UNSC. Disparaban un proyectil de tres mil toneladas a una velocidad tremenda, y podían recargarse en cinco segundos. Se alimentaban directamente de un complejo de reactores nucleares situado en la superficie del planeta.

—Haga retroceder el ángulo de la cámara, Cortana. Déjeme ver todo el campo de batalla.

Las naves del Covenant aceleraron hacia Reach. La flota estacionada en el punto de encuentro disparó cañones MAC y misiles. Los cañones orbitales SuperMAC también abrieron fuego: veinte listones de metal al rojo rasgaron la noche.

El Covenant respondió lanzando una andanada de torpedos de plasma hacia los cañones orbitales, y fue tal la cantidad de fuego que se concentró en la zona que pareció que se producía una explosión solar.

Mortíferos arcos de llamas y metal corrían por el espacio en sentidos contrarios.

Los motores de las tres estaciones de reparaciones se encendieron, y las naves en forma de plato avanzaron para situarse en el camino del flameante vapor.

Un torpedo de plasma impactó contra el borde de la estación que iba en cabeza, y el fuego se derramó sobre su superficie plana. Impactaron más torpedos, y la estación se fundió, se hundió e hirvió. El metal se puso al rojo vivo, luego blanco teñido de azul.

Las otras dos estaciones maniobraron para situarse en posición y proteger los cañones orbitales del ataque. Los torpedos de plasma colisionaron con ellas e hicieron saltar placas de metal fundido al espacio. Tras una docena de impactos, nubes de metal ionizado envolvieron el lugar donde habían estado las tres estaciones.

Se habían vaporizado.

El último torpedo de plasma del Covenant llegó al lugar, se dispersó, fue absorbido e hizo que la nube se encendiera con un infernal resplandor anaranjado.

Entretanto, la andanada de apertura de la flota y los disparos de los SuperMAC impactaron contra la flota enemiga.

Los proyectiles MAC más pequeños disparados por las naves rebotaron en los escudos del Covenant; hicieron falta dos o más para desactivarlos.

Sin embargo, los proyectiles de los cañones SuperMAC eran otra historia. El primer SuperMAC impactó contra un destructor del Covenant. El escudo de la nave se encendió con un destello y se desvaneció; el restante impulso del impacto se transfirió a la nave, rajó su casco e hizo que estallara en un millón de fragmentos.

Cuatro minas nucleares detonaron en el centro de la flota del Covenant. Docenas de naves que tenían los escudos desactivados se convirtieron en un destello blanco y se disolvieron.

No obstante, las otras naves no sufrieron el menor daño; sus escudos se encendieron con un color plateado brillante, para luego enfriarse.

Las naves supervivientes del Covenant avanzaron hacia el interior del sistema, aunque dejaron atrás un tercio del número inicial, convertidas en ardientes carcasas radiactivas, o totalmente destruidas por los proyectiles SuperMAC.

Las cargas de plasma se acumulaban en las líneas laterales de las naves del Covenant. Dispararon. Dedos de mortífera energía atravesaron el espacio… hacia la flota de la UNSC.

Una nave enemiga ocupaba el centro de la formación: una gigantesca, más grande que tres cruceros de la UNSC. De la proa salieron disparados rayos de color blanco-azulados, y una fracción de segundo después detonaron cinco naves de la UNSC.

—Cortana… ¿qué demonios es eso? —preguntó Keyes—. Lovell, ponga esos supercargadores de los motores al máximo rendimiento posible.

—Viajando al trescientos por ciento, señor —informó Lovell—. Tiempo estimado de llegada, catorce minutos.

—Visionando y realzando digitalmente las grabaciones de vídeo —dijo Cortana.

Dividió la pantalla y el punto de vista se acercó a la gigantesca nave, para luego visionar la grabación del momento del disparo. Los rayos de energía del Covenant parecían de láser… pero estaban teñidos de una tonalidad blanca plateada, con el mismo efecto centelleante que habían visto cuando los escudos recibían impactos.

Cortana retrocedió para observar el condenado destructor Minotaur de la UNSC. El rayo de energía era fino como una aguja. Impactó contra la nave en la cubierta A, a popa, cerca del reactor. Cortana hizo retroceder el punto de vista y pasó la imagen fotograma a fotograma: el rayo atravesó la totalidad de la nave y salió por debajo de la cubierta H, junto a los motores.

—Perforó todas las cubiertas y el blindaje de ambos lados —murmuró el capitán Keyes.

El rayo se desplazó a través de la Minotaur, abriendo una zanja de diez metros de ancho.

—El curso proyectado del rayo atravesará los reactores de la Minotaur —dijo Cortana.

—Un arma nueva —dijo el capitán Keyes—. Más veloz que el plasma, y también más mortífera.

La enorme nave del Covenant se apartó del curso con un viraje y aceleró para alejarse de la batalla. Tal vez no quería arriesgarse a aproximarse demasiado a los cañones MAC orbitales. Cualquiera que fuese la razón, Keyes se alegró al ver que se retiraba.

Las fuerzas de la UNSC se dispersaban lentamente. Algunas naves disparaban misiles para interceptar los torpedos de plasma, pero los explosivos de alta energía no lograban detener los torpedos recalentados. Cincuenta naves de la UNSC estallaron en llamas, ardieron y explotaron mientras caían hacia el planeta.

Los cañones orbitales SuperMAC dispararon: dieciséis hicieron blanco, y dieciséis naves del Covenant estallaron en llamas y destellantes fragmentos.

La flota del Covenant se dividió en dos grupos: la mitad de las naves aceleró para presentarle batalla a la dispersa flota de la UNSC; las restantes describieron un arco ascendente en relación con el plano del sistema. Ese grupo maniobró en busca de una línea de fuego despejada en torno a la nube de titanio vaporizado dejada por las estaciones de reparación. Iban a disparar contra los cañones orbitales.

Se acumularon cargas de plasma a lo largo de sus costados.

Los cañones orbitales dispararon. Los proyectiles super-pesados atravesaron las nubes de vapor de metal ionizado en las que dejaron remolinos. Impactaron en dieciocho naves del Covenant que se aproximaban, y las atravesaron como si fueran hojalata, con la suficiente fuerza como para pulverizarles el casco.

Seis naves del Covenant atravesaron la nube de vapor que se interponía en su camino. Tenían la línea de tiro despejada.

Los cañones SuperMAC volvieron a disparar.

El plasma manó de los costados de las naves del Covenant más cercanas.

Los proyectiles SuperMAC impactaron en las naves enemigas y las hicieron desaparecer.

Los torpedos de plasma, no obstante, ya habían sido disparados. Volaron hacia los cañones orbitales, impactaron y convirtieron las instalaciones en lluvias de chispas y metal fundido.

Cuando se disipó la niebla, quince de las instalaciones orbitales de SuperMAC permanecían intactas, y cinco se habían vaporizado.

Las naves del Covenant que se enfrentaban a la flota humana dieron media vuelta y huyeron en un vector de salida del sistema.

Las restantes naves de la UNSC no las persiguieron.

—Están entrando órdenes —dijo en voz alta el teniente Dominique—. Se nos ordena replegarnos y reagruparnos.

Keyes asintió con la cabeza.

—Cortana —dijo—, ¿puede darme las estimaciones de daños y bajas de la flota?

La diminuta imagen holográfica de ella se hizo visible en el tanque de proyección.

—Sí, capitán —replicó, y lo miró con una ceja alzada—. ¿Está seguro de querer conocer las malas noticias?

La estimación de daños comenzó a pasar por la pantalla personal de él.

Habían sufrido grandes pérdidas, pues quedaban más o menos veinte naves. Casi un centenar de naves de la UNSC, destrozadas y en llamas, flotaban, sin vida, por el área de la batalla.

El capitán Keyes se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración, y exhaló.

—Nos ha ido de demasiado poco —murmuró.

—Podría haber sido peor —susurró Cortana.

El capitán observó a las naves del Covenant que se retiraban. Una vez más… había sido demasiado fácil. No… lo había sido todo menos «fácil» para las fuerzas de la UNSC, pero sin duda las del Covenant estaban abandonando mucho antes que en cualquier batalla anterior. Una vez que se trababan en combate con un enemigo, los alienígenas ya no se detenían.

Salvo en el caso de Sigma Octanus, pensó.

—Cortana —dijo el capitán Keyes—, escanee los polos de Reach y filtre las interferencias magnéticas.

La imagen de la pantalla cambió bruscamente a una vista del polo norte de Reach. Centenares de naves del Covenant iban hacia la superficie del planeta.

—Póngame en comunicación con el Cuartel General de la FLEETCOM —le ordenó al teniente Dominique—. Y copie el mensaje también para el capitán general de la flota.

—Sí, señor —respondió el teniente Dominique—. Canal conectado.

—Dígales que nos están invadiendo. Naves de descenso entrantes en ambos polos.

Dominique envió el mensaje y escuchó durante un momento.

—Mensaje recibido y comprendido, señor —informó luego.

Los cañones SuperMAC pivotaron y dispararon, dejando docenas de naves de descenso enemigas destrozadas al paso de los proyectiles supersónicos.

El resto de la flota de la UNSC se dividió en dos grupos, y cada uno se dirigió a uno de los polos. Dispararon lanzamisiles y cañones MAC que hicieron pedazos las naves de descenso. Sobre ambos polos se produjo una lluvia de meteoritos cuando los trozos de casco de nave ardieron al entrar en la atmósfera.

Tenían que haber logrado descender cientos de naves, pensó Keyes. Reach había sido invadido.

—Entrando señal de auxilio del Cuartel General de la FLEETCOM, procedente de la superficie del planeta, señor —dijo el teniente Dominique, a quien se le quebró la voz.

—A los altavoces —dijo el capitán Keyes.

Hay miles de ellos. Grunts, Jackals, y sus Élites guerreras. —La transmisión se interrumpió a causa de la estática—. Tienen tanques y naves aéreas. Cristo, han atravesado el perímetro. ¡Retrocedan! ¡Retrocedan! Si alguien puede oír esto: el Covenant está en la superficie. Concentrándose cerca de la armería… están… —El ruido blanco inundó los altavoces. El capitán Keyes hizo una mueca al oír alaridos, chasquidos de huesos al partirse, y una explosión. La transmisión cesó.

—¡Señor! —dijo la teniente Hall—. La flota del Covenant ha cambiado su trayectoria de salida… están dando media vuelta. —Giró para mirar al capitán—. Se dirigen hacia aquí para volver a atacar.

El capitán Keyes se puso de pie, muy erguido, y se alisó el uniforme.

—Bien. —Le dirigió la palabra a la tripulación con la voz más serena de que fue capaz—. Da la impresión de que no hemos llegado demasiado tarde, después de todo.

El alférez Lovell asintió con la cabeza.

—Señor, el tiempo estimado de llegada al punto de reunión Zulú es de cinco minutos.

—Retire los seguros de todos los lanzamisiles —ordenó el capitán Keyes—. Haga entrar nuestro Longsword pilotado por control remoto en un tubo de lanzamiento. Y asegúrese de que los condensadores y aceleradores de refuerzo están calientes.

El capitán Keyes sacó la pipa, la encendió y chupó.

Las naves del Covenant iban, por supuesto, tras los cañones orbitales. La carga frontal suicida, aunque casi lo bastante efectiva, no había sido más que otra maniobra de entretenimiento. El verdadero peligro estaba en la superficie; si los soldados que habían descendido destruían los generadores de fusión, los cañones SuperMAC no serían más que chatarra flotante dando vueltas en torno a Reach.

—Mala cosa —murmuró para sí.

Cortana apareció en el pedestal de la IA., cercano al puesto de navegación.

—Capitán Keyes, estoy captando otra señal de socorro. Procede de la IA del muelle espacial de Reach. Y si usted piensa que eso… —hizo un gesto hacia la flota entrante del Covenant que se veía en pantalla— es mala cosa, espere a oír esto. La cosa empeora.