TREINTA Y DOS

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05.19 HORAS, 30 DE AGOSTO DE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / «PILLAR OF AUTUMM» DE LA UNSC, PERIFERIA DEL SISTEMA EPSILON ERIDANI

Algo iba mal.

John lo sintió primero en el estómago: una leve aceleración lateral que se convirtió en una rotación lo bastante fuerte como para que tuviera que afianzar las piernas. El Pillar of Autumm estaba virando.

También lo sintieron todos los otros Spartans de la bodega de carga, que dejaron de sacar equipos de los cajones y de preparar los tubos de criogenación para el largo viaje.

El movimiento lateral ralentizó y se detuvo. Los motores del Pillar of Autumm rugían como el trueno a través del casco de la nave.

Kelly se le acercó.

—¿Señor? ¿No estábamos acelerando para entrar en el espacio estelar?

—También yo pensaba eso. Que Fred y Joshua continúen con la preparación de los tubos. Dile a Linda que forme un equipo para asegurar nuestros equipos. Voy a averiguar qué está sucediendo.

—Sí, señor.

El Jefe Maestro marchó hacia el panel de intercomunicación. Detestaba estar a bordo de naves espaciales. La falta de control resultaba inquietante. Él y los otros Spartans no eran más que una carga adicional en una batalla espacial.

Vaciló al llegar al intercomunicador. Si el capitán Keyes estaba ocupado en alguna delicada maniobra y se enfrentaba con un enemigo, lo último que le hacía falta era que lo interrumpieran.

Pulsó el botón.

—¿Cortana? Hemos cambiado de rumbo. ¿Hay algún problema?

Sin embargo, en lugar de la voz de ella, fue el capitán quien le respondió.

—Capitán Keyes a Spartan 117.

—Aquí estoy, señor —replicó él.

—Se ha producido un cambio de planes —dijo Keyes, e hizo una larga pausa—. Esto será más fácil de explicar cara a cara. Voy hacia allí abajo para informarlo. Keyes fuera.

John se volvió y los otros Spartans se ocuparon de inmediato de sus tareas. Los que no tenían órdenes específicas comprobaron y volvieron a comprobar sus armas, y reunieron sus equipos de combate.

Pero todos habían oído al capitán. Los receptores de sonido de las armaduras podían captar un suspiro a cien metros.

Y los Spartans no necesitaban que les dijeran que había problemas.

John encendió el monitor que había cerca del intercomunicador. La cámara frontal mostraba que el Pillar of Autumm había dado media vuelta, en efecto. El sol de Reach brillaba en el centro de la pantalla. Estaban volviendo atrás.

¿•Le sucedía algo malo a la nave? No. El capitán Keyes no bajaría a informarlo si fuera ése el caso. Decididamente, había un tropiezo.

Las puertas del ascensor se abrieron y Keyes salió por ellas.

—¡Capitán en cubierta! —gritó el Jefe Maestro.

Los Spartans se pusieron firmes.

—Descansen —dijo el capitán. La expresión de su rostro sugería que «descansar» era lo último que tenía en mente. Pasó un pulgar por la pipa antigua que el Jefe Maestro le había visto otras veces.

—Sucede algo nefasto —comenzó Keyes, y miró a los otros Spartans—. Hablemos en privado —dijo al Jefe Maestro en voz baja. Se acercó al monitor que había cerca del intercomunicador.

—Señor —dijo el Jefe Maestro—. A menos que abandonemos la cubierta, los Spartans oirán todo lo que diga.

Keyes miró a los Spartans y frunció el ceño.

—Ya veo. Muy bien, lo mismo da que su destacamento también oiga esto ahora. No sé cómo han encontrado Reach, pero han pasado de largo de una docena de mundos coloniales para llegar hasta aquí. No importa. La cuestión es que están aquí, y tenemos que hacer algo.

—¿Señor? ¿Están?

—El Covenant. —Se volvió hacia el intercomunicador—. Cortana, muéstrenos la última transmisión de prioridad Alfa.

Mando Espacial de las Naciones Unidas, TRANSMISIÓN DE PRIORIDAD ALFA 04592Z-83

Código encriptado: Rojo

Clave pública: archivo(bravo-tango-beta-cinco)

De: Almirante Roland Freemont, oficial de la FLEETCOM, al mando del Sector I de la FLEETCOM/(número de servicio: 00745-16778-HS)

Para: TODAS las naves de guerra de la UNSC en los sistemas de REACH, JERICHO Y TÁNTALO

Asunto: REGRESO INMEDIATO

Clasificación: Clasificado (directiva BGX)

/start file/

Presencia del Covenant detectada en las coordenadas 030 relativas de la periferia del sistema de REACH.

Se ordena por la presente a todas las naves de guerra que cesen toda actividad y se reagrupen en el punto ZULÚ de reunión a la máxima velocidad.

TODAS LAS NAVES deben ejecutar de inmediato el Protocolo Colé.

/end file/

—Cortana ha captado signaturas de naves en los sensores del Pillar of Autumm —dijo el capitán—. No puede estar segura de cuántas a causa de las interferencias, pero hay más de cien naves alienígenas que se dirigen hacia Reach. Tenemos que acudir. Tenemos órdenes. La misión de la Sección III deberá ser cancelada.

—¿Señor? ¿Cancelada? —A John jamás le habían cancelado una misión.

—Reach es nuestro cuartel general estratégico y nuestra más grande instalación de construcción de naves, Jefe Maestro. Si caen los astilleros, los meses de vida que le quedan a la humanidad según la predicción de la doctora Halsey se verán reducidos a semanas.

Normalmente, el Jefe Maestro jamás habría contradicho a un oficial superior, pero en esta ocasión lo obligaba el deber.

—Señor, nuestras dos misiones no son mutuamente excluyentes.

El capitán Keyes encendió la pipa, en desafío de tres regulaciones diferentes respecto a encender combustibles a bordo de una nave de la UNSC. Chupó una vez y examinó pensativamente el humo.

—¿Qué tiene en mente, Jefe?

—Un centenar de naves alienígenas, señor. Entre las fuerzas combinadas de la flota y de las plataformas de armamento orbital de Reach, está casi garantizado que habrá una nave inutilizada que mi destacamento pueda abordar y capturar.

El capitán Keyes meditó el asunto.

—También habrá centenares de naves intercambiando disparos las unas con las otras. Misiles, cabezas nucleares… torpedos de plasma del Covenant.

—Simplemente acérquennos lo bastante —replicó el Jefe Maestro—. Abran un agujero en sus escudos durante el tiempo suficiente para que podamos situarnos sobre su casco. Nosotros haremos el resto.

El capitán mordió la pipa, y luego rodeó la cazoleta con la otra mano.

—Su plan tiene complicaciones operacionales. Cortana ha estado haciendo las comprobaciones del Pillar of Autumm. Tenemos nuestra propia IA, pero para cuando la hayamos inicializado y pueda gobernar la nave, la batalla podría haber acabado.

—Ya veo, señor.

El capitán Keyes miró al Jefe Maestro durante un momento, y luego suspiró.

—Si hay una nave del Covenant inutilizada, y si podemos acercarnos lo bastante a ella, y si no nos han hecho saltar en un millón de trocitos para cuando lleguemos, le transferiremos a Cortana. Ya he volado antes en naves que no tenían IA. —El capitán logró dedicarle una débil sonrisa, que desapareció con rapidez.

—¡Sí, señor!

—Llegaremos al punto de reunión Zulú dentro de veinte minutos, Jefe Maestro. Tenga a su equipo preparado para entonces… y para cualquier cosa.

—Señor. —Saludó.

El capitán Keyes le devolvió el saludo y entró en el ascensor mientras chupaba la pipa y sacudía la cabeza.

El Jefe Maestro se volvió hacia sus compañeros, que dejaron lo que tenían entre manos.

—Ya lo habéis oído todos. Es lo que hay. Fred y James, quiero que reacondicionéis una de las naves Pelican. Conseguid hasta la última pizca de C-12 que encontréis y ponedle una carga en el morro. Si el capitán Keyes baja el escudo de una nave del Covenant, puede que tengamos que provocar una explosión para abrir un agujero de entrada en el casco.

—Sí, señor —replicaron Fred y James.

—Linda, reúne un grupo y abrid todos los cajones que la ONI nos ha preparado: distribuid los útiles lo antes posible. Aseguraos de que todos tenéis una mochila propulsora, munición abundante, granadas y lanzacohetes Jackhammer, si disponemos de ellos. Si subimos a bordo, podríamos volver a encontrarnos con aquellos tipos acorazados del Covenant, y esta vez quiero contar con el poder de disparo necesario para matarlos.

—¡Sí, señor!

Los Spartans se marcharon a prepararse para la misión.

El Jefe Maestro se acercó a Kelly.

—El cajón trece del inventario —le dijo por el canal de comunicación privado—, contiene tres minas nucleares HA VOK

Cógelas. Yo tengo las tarjetas para armarlas. Prepáralas para el transporte.

—Afirmativo. —Ella hizo una pausa.

El Jefe Maestro no podía verle la cara, oculta tras la visera reflectante del casco, pero la conocía lo bastante bien como para saber que la minúscula caída de sus hombros significaba que estaba preocupada.

—¿Señor? —dijo—. Sé que esta misión será dura, pero… ¿no tienes la sensación de que es como una de las misiones del sargento Méndez? ¿Cómo si hubiera un truco… una peculiaridad que hemos pasado por alto?

—Sí —replicó él—. Y estoy esperando que aparezca.