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00.00 HORAS, 30 DE AGOSTO DE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / «PILLAR OF AUTUMM» DE LA UNSC EN ÓRBITA ALREDEDOR DEL SISTEMA EPSILON ERIDANI, COMPLEJO MILITAR DE REACH
El capitán Keyes activó los propulsores de la cápsula lanzadera Coda. La diminuta nave avanzó y el Pillar of Autumm apareció a la vista.
Normalmente, los capitanes no se desplazaban ellos mismos por los muelles espaciales de Reach, pero él había insistido. Todo el personal no autorizado estaba restringido a un estrecho pasillo de vuelo que daba un rodeo para evitar al Pillar of Autumm, y él quería echar una cuidadosa mirada al exterior de la nave antes de tomar el mando.
Desde lejos, el Pillar of Autumm podría haber sido confundido con una fragata alargada. No obstante, cuando la cápsula lanzadera se aproximó más aparecieron detalles que delataron la edad de la nave. El casco tenía varios arañazos y grandes abolladuras. Los deflectores de los motores estaban ennegrecidos. Le faltaban los propulsores de emergencia de babor.
¿En qué se había metido al aceptar formar parte de la misión de la doctora Halsey?
Se acercó hasta cien metros y dio la vuelta hasta estribor. La entrada de lanzaderas de ese lado estaba sellada. Advertencias de peligro en rojo y amarillo habían sido pintadas sobre las placas metálicas que habían soldado precipitadamente sobre la entrada.
Se acercó a diez metros y vio que las placas no conformaban una superficie de metal sólida, ya que vio troneras blindadas, pesadamente reforzadas… titanio-A casi macizo. Las redondas cubiertas de los lanzamisiles Archer cribaban aquella sección. El capitán Keyes contó: treinta lanzamisiles a lo ancho, diez de arriba abajo. Cada uno contenía doce misiles. El Pillar of Autumm llevaba un arsenal secreto que rivalizaba con el de cualquier crucero real de la flota.
Continuó hacia la popa y reparó en los cañones automáticos de 50mm para defensa contra naves individuales que estaban ocultos y retirados de la vista.
En la parte inferior había protuberancias: parte del sistema acelerador lineal para el único cañón MAC de la nave. Parecía demasiado pequeño para resultar realmente efectivo, pero se reservaría el juicio. Tal vez, al igual que el resto del Pillar of Autumm, el arma era más de lo que parecía.
Ciertamente, esperaba que así fuese.
El capitán Keyes regresó al lado de babor y entró suavemente en el hangar de lanzaderas. Tomó nota de las tres naves Longsword individuales y de las tres naves de desembarco Pelican que había en el hangar. Una de las Pelican tenía el doble del blindaje normal, además de lo que parecía un accesorio en forma de garfio. Un ariete serrado de titanio decoraba la proa de la nave de descenso.
Se posó sobre la plataforma automática de aterrizaje y apagó los controles. Un momento más tarde, la lanzadera descendió a las cubiertas inferiores y pasó a través de la cámara estanca. El capitán Keyes cogió su bolsa de lana basta y salió a la cubierta de vuelo.
La teniente Hikowa estaba allí para recibirlo, y lo saludó.
—Bienvenido a bordo, capitán Keyes.
Él le devolvió el saludo.
—¿Qué le parece la nave, teniente?
Los oscuros ojos de la teniente Hikowa se abrieron más.
—No va a creer lo que es esta nave, señor. —En su rostro normalmente serio apareció una sonrisa—. La han convertido en algo… especial.
—He visto lo que han hecho con mi hangar de lanzaderas de estribor —señaló el capitán con acritud.
—Eso no es más que el comienzo —dijo ella—. Puedo llevarlo a hacer un recorrido completo.
—Por favor —asintió Keyes. Se detuvo ante el intercomunicador—. Sólo una cosa antes, teniente. —Activó el intercomunicador—. Alférez Lovell, trace un curso hasta la periferia del sistema y desplace al Pillar of Autumm en un vector de aceleración. En cuanto lleguemos allí, saltaremos al espacio estelar.
—Señor —replicó Lovell—, nuestros motores aún están en modo de comprobación.
—¿Cortana? —preguntó el capitán Keyes—. ¿Tenemos energía para mover la nave? Me gustaría que nos pusiéramos en marcha.
—La comprobación final de los motores se encuentra en el ciclo Theta —replicó Cortana—. Operando bien dentro de los parámetros normales. Derivando treinta por ciento de la energía hacia los motores; sí, señor.
—¿Y el estado de los otros sistemas? —preguntó el capitán Keyes.
—Iniciada comprobación del sistema de armamento. Nodos de navegación funcionando. Continúa la revisión general de todos los sistemas y las terceras comprobaciones, capitán.
—Muy bien —dijo él—. Infórmeme si surge alguna anomalía.
—Sí, capitán —replicó ella.
—Finalmente tenemos una IA —le comentó a Hikowa.
—Tenemos más que eso, señor —replicó Hikowa—. Cortana está realizando las comprobaciones y supervisando las modificaciones que la doctora Halsey ha hecho en la nave. Tenemos una IA de apoyo para que se encargue de la defensa de punto.
—¿De verdad? —Keyes estaba sorprendido. En esa época, conseguir una sola IA ya era difícil. Conseguir dos era algo sin precedentes.
—Sí, señor. Me encargaré de la inicialización de nuestra IA en cuanto Cortana haya acabado con el diagnóstico.
El capitán había conocido brevemente a Cortana en la oficina de la doctora Halsey. Aunque todas las IA que había conocido eran brillantes, Cortana parecía excepcionalmente cualificada. Le había planteado varios problemas de navegación, y ella había calculado todas las soluciones… y además le había dado unas cuantas opciones que él no había considerado. Era un poco desafiante, pero eso no era necesariamente malo.
La teniente Hikowa lo condujo hasta el ascensor y pulsó el botón de la cubierta D.
—Al principio —dijo Hikowa—, estaba preocupada por toda la artillería que llevamos a bordo. Un disparo penetrante y podríamos explotar como un saco de fuegos artificiales. Pero esta nave no tiene mucho espacio vacío; está llena de riostras, una estructura de panal de titanio-A y refuerzos hidráulicos que pueden activarse en caso de emergencia. Puede soportar una cantidad tremenda de ataques, señor.
—Esperemos no tener que someterlo a prueba —dijo el capitán Keyes, y se aseguró de que llevaba la pipa en el bolsillo.
—Sí, señor.
El ascensor dejó atrás la sección rotativa de la nave y el capitán Keyes sintió que se volvía más ligero y experimentó una breve sensación de vértigo. Se aferró a las barandillas.
La puerta se abrió y entraron en la cavernosa sala de motores. El techo se encontraba a cuatro cubiertas de altura, cosa que convertía el compartimento hexagonal en el más espacioso de la nave. Estaba rodeado por pasarelas y plataformas.
—Aquí tiene el nuevo reactor, señor —dijo Hikowa.
El aparato se encontraba dentro de un entramado de cerámica no ferrosa y cristal emplomado. La anilla del reactor principal se hallaba en el centro de lo que parecían dos anillas de reactores más pequeños. Cerca flotaban técnicos que tomaban lecturas y controlaban las pantallas de potencia de salida que había en las paredes.
—No estoy familiarizado con este diseño, teniente.
—Es la última tecnología de reactor. El Pillar of Autumm es la primera nave en la que se instala. Los dos reactores de fusión más pequeños entran en funcionamiento para sobrecargar el reactor principal. Sus campos magnéticos superpuestos pueden aumentar temporalmente la energía en un trescientos por ciento.
El capitán Keyes silbó apreciativamente mientras recorría la sala con la mirada.
—No veo ninguna tubería de refrigerante.
—No las hay, señor. Este reactor usa una mezcla óptica inducida por láser de iones enfriados hasta casi el cero absoluto para neutralizar el calor de escape. Cuando más energía le exigimos, más jugo tenemos para enfriar el sistema. Es muy eficiente.
Los reactores más pequeños se encendieron, y Keyes sintió que el calor de la sala aumentaba de golpe para luego volver a enfriarse repentinamente. Cogió la pipa y se dio unos golpecitos en la palma de la otra mano con ella. Tendría que reconsiderar todas las viejas tácticas. Este nuevo motor podría ofrecerle opciones nuevas en batalla.
—Hay más, señor.
La teniente Hikowa lo condujo de vuelta al ascensor.
—Tenemos cuarenta cañones de 50 mm para la defensa de punto, con campos de tiro superpuestos para poder cubrir todos los vectores de aproximación.
—¿Cuál es nuestro vector de aproximación menos defendido?
—La parte inferior de la proa, a lo largo de la línea del sistema MAC. Allí hay muy pocos emplazamientos de artillería. Los aumentos magnéticos transitorios tienden a magnetizar las armas.
—Hábleme del cañón MAC, teniente. Parece de poca potencia.
—Dispara un proyectil ligero especial con núcleo ferroso, pero con una capa exterior de carburo de tungsteno. El proyectil se rompe al impactar, como las balas de fragmentación de un rifle de asalto. —Estaba hablando a tal velocidad que tuvo que parar para inspirar profundamente—. Este cañón tiene recicladores de campo magnético a lo largo del cuerpo que recaptan la energía de campo. Unidos a los condensadores de refuerzo, podemos efectuar tres disparos con una sola carga.
Eso sería muy efectivo contra los escudos de energía del Covenant. El primer disparo, o tal vez el primer par de disparos, desactivaría los escudos enemigos. El último disparo sería como el golpe definitivo.
—Me da la impresión de que a usted le gusta, teniente.
—Por citar al alférez Lovell, señor, «creo que me he enamorado».
El capitán Keyes asintió con la cabeza.
—He reparado en que tenemos varias naves individuales y algunas naves de desembarco Pelican en el hangar.
—Sí, señor. Una de las Longsword está equipada con una cabeza nuclear Shiva. Puede ser pilotada por control remoto. También tenemos a bordo tres cabezas nucleares HAVOK.
—Por supuesto —dijo el capitán Keyes—. ¿Y las Pelican? Una de ellas tiene un blindaje mayor de lo normal.
—Los Spartans están trabajando en ella. Una especie de nave de abordaje.
—¿Los Spartans? —preguntó el capitán Keyes—. ¿Ya están a bordo?
—Sí, señor. Ya estaban aquí antes de que llegáramos nosotros.
—Lléveme a verlos, teniente.
—Sí, señor. —La teniente Hikowa detuvo el ascensor y pulsó el botón de la cubierta C.
Veinticinco años antes, el capitán Keyes había contribuido a procurarle a la doctora Halsey candidatos a Spartans. Ella había dicho que un día podrían llegar a ser la única esperanza de paz para la UNSC. En su momento, él pensó que la doctora era propensa a las hipérboles, pero parecía que había tenido razón. Sin embargo, eso no convertía en correcto lo que ellos habían hecho. Su complicidad en aquellos secuestros aún lo perseguía.
Se abrieron las puertas del ascensor. La bodega de almacenamiento primaria había sido convertida en barracas para los treinta Spartans. Cada uno de ellos llevaba una armadura MJOLNIR. Le parecían alienígenas. Parte máquina, parte titán, pero completamente inhumanos.
En la sala reinaba el movimiento: unos Spartans vaciaban cajones, otros limpiaban y desmontaban sus rifles de asalto, y un par de ellos practicaban el combate cuerpo a cuerpo. El capitán Keyes apenas lograba seguir sus movimientos. Eran tremendamente veloces, sin vacilación. Golpe y bloqueo y contragolpe, en un torrente continuo de borrones.
Keyes había visto las imágenes de las noticias y oído los rumores, como todos los integrantes de la flota, ya que los Spartans eran figuras casi mitológicas dentro del ejército. Se suponía que eran soldados superhumanos, invulnerables e indestructibles, cosa que era casi verdad. La doctora le había enseñado sus historiales profesionales.
Entre los Spartans y el reacondicionamiento del Pillar of Autumm, el capitán estaba comenzando a creer que la aventurada misión de la doctora Halsey podría salir bien, después de todo.
—¡Capitán en la cubierta! —gritó uno de los Spartans.
Todos se irguieron y pusieron en posición de firmes.
—Descansen —dijo él.
Los Spartans se relajaron ligeramente. Uno de ellos giró y avanzó hacia él.
—El Jefe Maestro Spartan 117 se presenta según lo ordenado, señor. —El gigante acorazado hizo una pausa, y por un momento Keyes pensó que parecía incómodo—. Señor, lamento que la unidad no pudiera solicitar su permiso para subir a bordo. El almirante Stanforth insistió en que mantuviéramos nuestra presencia fuera de los canales de comunicación y las redes de computadoras.
Al capitán Keyes, la visera reflectante del casco de los Spartans le resultaba desconcertante. Era imposible ver su expresión facial.
—No se preocupe, Jefe Maestro. Sólo quería saludarlos. Si usted o sus hombres necesitan cualquier cosa, hágamelo saber.
—Sí, señor —replicó el Jefe Maestro.
Pasó un incómodo momento de silencio. El capitán se sentía fuera de lugar, como un intruso en un club muy exclusivo.
—Bien, Jefe Maestro, estaré en el puente.
—¡Señor! —saludó el Jefe Maestro.
El capitán Keyes le devolvió el saludo y se marchó con la teniente Hikowa.
—¿Piensa usted…? —comenzó la teniente, cuando se cerraron las puertas del ascensor—, quiero decir, con todo el debido respeto para con los Spartans, ¿piensa usted que son… extraños?
—¿Extraños? Sí, teniente. Puede que usted también actuara de un modo algo extraño si hubiera visto tanto como ellos y pasado por lo que ellos han pasado.
—Algunos dicen que ni siquiera van seres humanos dentro de esos trajes, que sólo son máquinas.
—Son humanos —le aseguró el capitán Keyes.
Las puertas del ascensor se abrieron y Keyes salió al puente. Era mucho más pequeño que los puentes a los que estaba habituado; el asiento de mando estaba a sólo un metro de los demás puestos. Las pantallas de visión exterior dominaban la sala, y una descomunal ventana curva ofrecía una vista panorámica de las estrellas.
—Informes de estado —ordenó el capitán.
El teniente Dominique fue el primero en hablar.
—Los sistemas de comunicación en luz verde, señor. Comprobando transmisiones de la FLEETCOM desde Reach. No hay órdenes nuevas. —Se había hecho cortar el pelo desde que había estado en el Iroquois. También lucía un tatuaje nuevo en torno a la muñeca izquierda: la línea ondulada de una función Besell.
—Comprobación del reactor completada al ochenta y cinco por ciento —informó la teniente Hall—. Oxígeno, energía, rotación y presión en luz verde. —Sonrió, pero no era una sonrisa como las de antes, un gesto automático, sino que ahora parecía genuinamente contenta.
La teniente Hikowa ocupó su asiento y se sujetó con el arnés. Se recogió el cabello negro en un moño.
—El panel de armamento está todo en verde, señor. Condensadores de los cañones MAC en carga cero.
El último en informar fue el alférez Lovell.
—Sistemas de navegación y de sensores activados, capitán, y todos en luz verde. Preparado para sus órdenes. —Lovell estaba completamente concentrado en su puesto.
Un pequeño holograma de Cortana apareció sobre el pedestal de la IA, cerca de navegación.
—La comprobación de los motores continúa sin novedad, capitán —declaró—. Todo el personal se encuentra a bordo. Ahora tiene la mitad de la energía, si desea mover la nave. Los generadores Fujikawa-Shaw activados… Puede usted llevarnos al espacio estelar cuando lo desee.
—Muy bien —dijo Keyes.
Observó a su tripulación, complacido al ver cómo había mejorado después de Sigma Octanus. Habían desaparecido las expresiones legañosas y demacradas, y las maneras inseguras y nerviosas.
Bien, pensó. Ahora vamos a necesitar que todos estén al máximo de sus capacidades.
La tripulación había sido informada sobre la misión, sobre una parte de ella, en todo caso. El capitán Keyes había insistido en ello. Les habían dicho que intentarían capturar tecnología del Covenant, con miras a inutilizar una de las naves alienígenas y llevarla de vuelta intacta.
Lo que la tripulación no sabía era qué estaba en juego.
—Acercándonos a la periferia del sistema de Reach —informó el alférez Lovell—. Preparados para generar…
—¡Capitán! —gritó el teniente Dominique—. Entrando una transmisión de prioridad Alfa del cuartel general de la FLEETCOM en Reach… ¡Señor, están siendo atacados por el Covenant!