VEINTISÉIS

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08.00 HORAS, 27 DE AGOSTO DE 2552 (CALENDARIO MILITAR) / SISTEMA EPSILON ERIDANI, COMPLEJO MILITAR DE LA FLEETCOM, PLANETA REACH

Ésta era la tercera vez que John acudía a aquella sala de reuniones de alta seguridad de Reach. El anfiteatro tenía un aura de secretismo, como si dentro de su pared circular se hubieran discutido con regularidad asuntos de grave importancia. Ciertamente, cada vez que había estado allí su vida había cambiado.

La primea vez había sido al principio de su instrucción como Spartan, hacía toda una vida. Recordó con sobresalto el aspecto tan joven que la doctora Halsey tenía en aquel entonces. La segunda vez fue cuando se graduó al acabar el entrenamiento de los Spartans, cuando había visto por última vez al sargento Méndez, que se le había sentado al lado, en el mismo lugar del banco que ahora ocupaba él.

¿Y ese día? Tenía la sensación de que todo estaba a punto de cambiar otra vez.

Reunidos en torno a él había dos docenas de Spartans: Fred, Linda, Joshua, James y muchos otros con los que no había hablado en años; durante más de una década, las batallas constantes habían mantenido a años luz de distancia a los unidos Spartans. La doctora Halsey y el capitán Keyes entraron en la sala.

Los Spartans se pusieron firmes y saludaron. Keyes les devolvió el saludo.

—Descansen —dijo. Acompañó a la doctora Halsey hasta el escenario central, y allí se sentó mientras ella se situaba en el podio.

—Buenas noches, Spartans —dijo—. Por favor, siéntense.

Ellos se sentaron como uno solo.

—Reunidos aquí esta noche —dijo ella—, se encuentran todos los Spartans supervivientes, salvo tres, que están en campos de combate demasiado lejanos como para poder traerlos con facilidad hasta aquí. En la última década ha habido sólo tres muertos en acción, y un Spartan herido demasiado gravemente como para continuar en el servicio activo. Es digno de alabanza que tengan ustedes el mejor expediente operacional de todas las unidades de la flota. —Hizo una pausa para mirarlos—. Me alegro de volverlos a ver a todos.

Se puso las gafas.

—El almirante Stanforth me ha pedido que los informe sobre la próxima misión. Debido a su complejidad y naturaleza poco usual, por favor pasen por alto el protocolo normal y formulen cualquier pregunta que tengan durante la presentación. Y ahora, vayamos al tema que nos ocupa: el Covenant.

Los proyectores holográficos de lo alto se activaron, y a la izquierda de la doctora Halsey aparecieron, en una fila perfecta, aerodinámicas corvetas, fragatas y destructores del Covenant. A su derecha apareció una colección de razas del enemigo, de aproximadamente de un tercio de su tamaño normal. Había Grunts, Jackals, las criaturas flotantes provistas de tentáculos que John había visto en Sigma Octanus IV, así como los gigantes de pesada armadura a los que él y su equipo habían derrotado.

Una punzada de adrenalina recorrió al Jefe Maestro al ver al enemigo. Intelectualmente sabía que las imágenes no eran reales… pero tras una década de luchar su instinto era matar primero e informarse después.

—Los miembros del Covenant son aún ampliamente desconocidos por nosotros —comenzó la doctora Halsey—. Sus motivaciones y procesos mentales constituyen aún un misterio, aunque los mejores análisis que hemos hecho apuntan hacia algunas hipótesis bastante sólidas.

Hizo una pausa, antes de añadir:

—La información que viene a continuación es, naturalmente, clasificada.

»Sabemos que el Covenant (traducción que nosotros hemos hecho del nombre que se dan a sí mismos) es un conglomerado de una serie de especies alienígenas diferentes. Creemos que viven dentro de una estructura de castas, aunque hasta el presente continuamos sin conocer la naturaleza exacta de esa estructura. Sólo podemos suponer que el Covenant conquista y “absorbe” cada especie, y adapta sus puntos fuertes a los suyos propios.

»Su ciencia es imitativa en lugar de innovadora, un subproducto de esta “absorción” de sociedades —continuó la doctora Halsey—. No obstante, esto no significa que carezcan de inteligencia. Durante nuestro primer enfrentamiento recogieron componentes de computadora y de red de nuestras naves destructoras… y aprendieron a una velocidad asombrosa.

»Para cuando la flota del almirante Colé llegó a Harvest, los del Covenant iniciaron un contacto de comunicaciones e intentaron una primitiva infiltración del software del IA. de nuestra nave. En cuestión de semanas habían aprendido los rudimentos de nuestros sistemas de computadora y nuestro idioma. Nuestros intentos para descifrar los sistemas de computadora del enemigo han obtenido sólo un éxito parcial, a pesar de todos los esfuerzos realizados y las décadas de tiempo dedicadas.

»Desde entonces, han hecho incursiones cada vez más exitosas en nuestras redes. Por eso es tan importante el Protocolo Colé, y su no cumplimiento comporta el mismo castigo que la traición. Puede que un día el Covenant no tengan necesidad de capturar naves para robar la información contenida en sus bancos de memoria de navegación.

El Jefe Maestro le lanzó una mirada disimulada al capitán Keyes. Tenía una pipa antigua en una mano; el oficial naval la chupó una vez y se quedó mirando pensativamente a la doctora Halsey y los ejemplos de naves del Covenant. Luego negó lentamente con la cabeza.

—Como ya he dicho antes —prosiguió la doctora Halsey—, son una colección de grupos genéticamente distintos organizados en lo que creemos que es un rígido sistema de castas. —Hizo un gesto hacia los Grunts y los Jackals—. Éstos, muy probablemente, forman parte de la casta militar o guerrera; y no puede decirse que sean la casta más elevada, dado los muchos que son sacrificados durante las operaciones de superficie. Creemos que existe una «raza» de comandantes de campo, lo que actualmente denominamos una «Élite».

Avanzó hacia los flotantes alienígenas provistos de tentáculos.

—Creemos que éstos son sus científicos. —Se acercó más, y la figura se animó; la imagen mostró a la criatura desmontando un coche eléctrico de manufactura humana. John reconoció al instante la grabación como propia.

La doctora señaló a las gigantescas criaturas acorazadas.

—Esto fue grabado en Sigma Octanus IV. Un guerrero pesadamente acorazado, superior tanto a los Grunts como a los Jackals. —El enorme alienígena también comenzó a moverse pesadamente para entrar en combate, hasta que la doctora Halsey congeló la imagen.

Dio media vuelta y regresó al podio.

—La ONI tiene la hipótesis de que hay al menos otras dos castas. Un guerrero capaz de comandar a las fuerzas de superficie y posiblemente pilotar las naves, y una casta gobernante. Hemos descifrado varias transmisiones del Covenant que hacen referencia a… —Hizo una pausa para mirar las notas de la pantalla de datos de sus gafas—… Ah, sí: «Profetas». Creemos que estos Profetas son, de hecho, la casta gobernante, y que los soldados rasos del Covenant los miran con reverencia casi religiosa.

La doctora Halsey se quitó las gafas.

—Aquí es donde intervienen ustedes. Su misión concierne a estos llamados Profetas, y será ejecutada en cuatro fases.

»Fase uno: se enfrentarán con el Covenant y le causarán a una de sus naves los desperfectos suficientes como para dejarla fuera de combate, aunque sin destruirla. —Se volvió a mirar al capitán Keyes—. Dejo eso en las capaces manos del capitán Keyes y su nave recientemente reacondicionada, el Pillar of Autumm.

El capitán Keyes acusó recibo del cumplido con un breve gesto de asentimiento. Pensativo, se dio unos golpecitos con la caña de la pipa en los labios.

El Jefe Maestro no tenía noticia de que se hubiera capturado jamás una nave del Covenant. Había leído los informes de las acciones del capitán Keyes en Sigma Octanus IV… y consideró las probabilidades de poder capturar una nave enemiga. Sería una misión difícil, incluso para los Spartans.

—Fase dos —dijo la doctora Halsey—: los Spartans abordarán la nave del Covenant, neutralizarán a la tripulación, y descifrarán la base de datos de navegación. Les haremos precisamente lo que ellos han estado intentando hacernos a nosotros: averiguar el emplazamiento de su planeta de origen.

John levantó una mano.

—¿Sí, Jefe Maestro?

—Señora. ¿Se nos proporcionará personal especializado para acceder a las computadoras del Covenant?

—En un cierto sentido, sí —replicó ella, y apartó la mirada—. Dentro de un momento llegaré a ese punto. De todos modos, permítame asegurarle que esos especialistas no les causarán ninguna complicación seria durante esta fase. De hecho, resultarán bastante útiles en combate. Dentro de poco se les hará una demostración.

Al igual que la declaración del capitán Keyes respecto a que ganar no lo era todo, esta réplica de la doctora Halsey constituía un enigma. ¿Cómo podía uno de esos especialistas no ser una responsabilidad para los Spartans en combate? Aunque supieran luchar, resultaba improbable que en el combate fueran otra cosa que eslabones débiles. Si no eran capaces de luchar, los Spartans se verían forzados a proteger un paquete vulnerable en una zona de combate.

—La fase tres —continuó la doctora Halsey— consistirá en llevar la nave del Covenant capturada hasta su planeta de origen.

En la mente del Jefe Maestro se formaron de inmediato varias preguntas. ¿Quién pilotaría la nave alienígena? ¿Había llegado a descifrar alguien los sistemas de control del Covenant? Esto parecía improbable, dado que la UNSC no había capturado nunca antes una de sus naves. ¿Existían señales de reconocimiento dentro del Covenant, las cuales tenían que ser enviadas al entrar en su espacio? ¿O simplemente se escabullirían dentro de su sistema solar?

Cuando se hallaban ante un plan al que le faltaban tantos datos, a los Spartans les habían enseñado que debían detenerse y reconsiderar su efectividad. Las preguntas sin respuesta llevaban a complicaciones, «inconvenientes». Y los inconvenientes llevaban a heridas, muerte y misiones fracasadas. Lo sencillo era lo mejor.

Pero se guardó las preguntas. Estaba seguro de que la doctora Halsey habría incluido esas eventualidades en los planes.

—La fase cuatro —continuó— será infiltrarse en las esferas de poder del Covenant para capturar a sus gobernantes, y regresar con ellos al espacio controlado por la UNSC.

El Jefe Maestro se removió con incomodidad. No había información de inteligencia ni se había hecho un reconocimiento del espacio controlado por el Covenant. ¿Qué aspecto tenía un gobernante, un Profeta?

El sargento Méndez le había dicho que confiara en la doctora Halsey. El Jefe Maestro decidió oír todos los detalles antes de formular ninguna otra pregunta. Hacerlo podría minar la autoridad de ella, y eso era lo último que los otros Spartans necesitaban ver.

Y sin embargo, había algo que tenía que aclarar como fuera. El Jefe Maestro volvió a levantar la mano.

Ella le hizo un gesto de asentimiento.

—Doctora Halsey —dijo él—, ha dicho «capturar» a los gobernantes del Covenant, no eliminarlos, ¿verdad?

—Correcto —replicó ella—. El perfil que hemos dibujado de la sociedad del Covenant indica que si llegaran a matar a alguien de la casta gobernante, de hecho se produciría una escalada en la guerra. Tienen ustedes orden de preservar a cualquier precio la vida de los gobernantes capturados. Los traerán de vuelta al cuartel general de la UNSC, donde los usaremos para negociar una tregua, posiblemente negociar incluso un tratado de paz con el Covenant.

¿Paz? El Jefe Maestro consideró esta palabra que le resultaba extraña. ¿Era eso lo que había querido decir el capitán Keyes? La alternativa de ganar no era necesariamente perder. Si uno escogía no entrar en un juego, no podía haber ni ganadores ni perdedores.

La doctora Halsey inspiró profundamente y exhaló con lentitud.

—Puede que algunos de ustedes ya sospechen lo que voy a decir, pero lo haré de todos modos para que quede clara su importancia. Es mi opinión, y la de muchos otros, que esta guerra no va bien… a pesar de nuestras recientes victorias. Lo que no es ampliamente conocido es hasta qué punto va mal para nosotros. La ONI predice que nos quedan meses, tal vez no más de un año estándar, antes de que el Covenant localice y destruya las colonias interiores que quedan… y luego ataque la Tierra.

El Jefe Maestro había oído los rumores —y los había descartado al instante—, pero oír esas mismas palabras en boca de alguien en quien confiaba, le heló la sangre.

—La misión de ustedes impedirá eso —dijo la doctora Halsey, que calló y frunció el ceño, bajó la cabeza y finalmente volvió a levantarla—. Esta operación está considerada de extremo riesgo. Hay implicados elementos desconocidos, y simplemente no tenemos tiempo para reunir la información necesaria. He persuadido a la FLEETCOM de que no les ordene a ustedes ir a esta misión. El almirante Stanforth solicita voluntarios.

El Jefe Maestro lo entendía. La doctora Halsey no estaba segura de si en esta misión entregaría las vidas de ellos o las desperdiciaría.

Se levantó sin vacilar, y, al hacerlo él, el resto de los Spartans también se puso de pie.

—Bien —dijo ella. Hizo una pausa y parpadeó varias veces—. Muy bien. Gracias.

Se apartó del podio.

—Dentro de pocos días nos reuniremos individualmente con cada uno de ustedes para continuar informándolos. Les mostraré cómo llevarán a nuestros expertos en computadoras a bordo de la nave del Covenant… y les mostraré la única cosa que les permitirá salir de una pieza de esta misión: la MJOLNIR.