TRECE

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18.45 HORAS, 27 DE NOVIEMBRE DE 2525 (CALENDARIO MILITAR) / INSTALACION DE PRUEBAS DE MATERIALES DAMASCUS, DE LA UNSC, PLANETA CHI CETI IV

¿A qué profundidad se encontraba la instalación de pruebas? A John y los demás Spartans los habían encerrado en un montacargas durante quince minutos, y durante todo ese tiempo había estado descendiendo rápidamente hacia las profundidades de Chi Ceti IV.

El último lugar en que John quería estar era en otro espacio cerrado.

Las puertas se abrieron por fin y llegaron a lo que parecía ser un hangar bien iluminado. Al otro extremo había una pista de obstáculos con muros, trincheras, blancos con forma humana y alambre de espino.

Tres técnicos y al menos una docena de hologramas de IA se atareaban en el centro de la sala. John ya había visto antes hologramas de IA, pero de uno en uno. En una ocasión, Déjà les había dicho a los Spartans que existían razones técnicas por las que las IA no podían estar en un mismo lugar al mismo tiempo, pero allí había muchas figuras fantasmales: una sirena, un guerrero samurai y uno hecho enteramente de luces brillantes que dejaba una estela de cometa a su paso.

La doctora Halsey se aclaró la garganta. Los técnicos se volvieron… y los IA se desvanecieron.

John había estado tan absorto en los hologramas que no había reparado en los cuarenta maniquíes de polimetilmetacrilato que formaban hileras. Cada uno llevaba puesta una armadura.

Las armaduras le recordaron a John los exoesqueletos que había visto durante los entrenamientos, aunque mucho menos voluminosas, más compactas. Se acercó a una y vio que, de hecho, estaba compuesta de muchas capas; la exterior reflejaba las luces cenitales con una suave iridiscencia dorado verdosa. Protegía la entrepierna, la parte externa de los muslos, las rodillas, las espinillas, el pecho, los hombros y los antebrazos. También había un casco y una mochila de alimentación integrada, mucho más pequeña que las «mochilas de baterías» estándar de los marines. Debajo había capas de metal negro mate entretejidas.

—El Proyecto MJOLNIR —dijo la doctora Halsey. Chasqueó los dedos, y junto a ella apareció un esquema holográfico de la armadura desmontada en partes.

»La cubierta de la armadura es una aleación integrada de notable resistencia. Recientemente hemos añadido un recubrimiento refractivo que dispersa los ataques de armas de energía… para contrarrestar a nuestro nuevo enemigo. —Señaló el interior del esquema—. Cada armadura tiene también una capa rellena de gel para regular la temperatura; esta capa puede cambiar de densidad por reactividad. En contacto con la piel del portador un traje de tela que absorbe la humedad, y monitores biológicos que en todo momento adaptan la temperatura y ajuste de la armadura. También llevan una computadora incorporada que se comunica por interfaz con sus implantes neuronales.

Hizo un gesto y el esquema se colapsó de modo que sólo quedaron visibles las capas externas. Toda la imagen cambió; John distinguió microcapilares como venas, un compacto sándwich de cristal óptico, una bomba de circulación, e incluso lo que parecía una celda de fusión en miniatura en el interior de la mochila.

—Es muy importante señalar —prosiguió la doctora Halsey—, que la estructura interna de la armadura se compone de un nuevo cristal metálico líquido reactivo. Es amorfo, y sin embargo aumenta y amplifica la potencia. En términos más sencillos, la armadura multiplica por dos la fuerza del portador, y multiplica por cinco la velocidad de respuesta de un humano normal.

Pasó una mano a través del holograma.

—Sin embargo, existe un problema. Este sistema es tan reactivo que nuestra prueba previa con voluntarios no sometidos a proceso de acrecentamiento acabó en… —buscó la palabra correcta—, fracaso. —Le hizo un gesto de asentimiento a uno de los técnicos.

En el aire apareció una proyección plana de vídeo. Mostraba a un oficial de marines, un teniente, al que le ponían la armadura MJOLNIR.

—Energía conectada —dijo alguien, fuera de cuadro—. Mueva el brazo derecho, por favor.

El brazo del soldado avanzó como un borrón a una velocidad increíble. La estoica expresión de marine se transformó en una de conmoción, sorpresa y dolor cuando el brazo se le hizo pedazos. Sufrió convulsiones, tembló y gritó. Mientras se sacudía de dolor, John oyó el sonido de huesos que se partían.

Los propios espasmos del hombre, provocados por el dolor, estaban matándolo.

Halsey agitó una mano para hacer desaparecer el vídeo.

—Los humanos normales no tienen ni el tiempo de reacción ni la fuerza requeridos para dominar este sistema —explicó—. Ustedes sí. Su mayor masa muscular y las capas de metal y cerámica con que se han rodeado sus esqueletos deberían bastar para permitirles dominar la potencia de la armadura. De todos modos, se han hecho pocos… ensayos. Habrá un cierto riesgo. Tendrán que moverse muy despacio y con prudencia hasta que se familiaricen con la armadura y su funcionamiento. No se puede desactivar, ni se puede reducir su capacidad de respuesta. ¿Lo entienden?

—Sí, señora —respondieron los Spartans.

—¿Preguntas?

John levantó una mano.

—¿Cuándo podremos probarlas, doctora?

—Ahora mismo —replicó ella—. ¿Voluntarios?

Todos los Spartans levantaron la mano.

La doctora Halsey se permitió una ligerísima sonrisa. Los observó a todos, y al fin se volvió hacia John.

—Usted siempre ha tenido suerte, John —dijo—. Vamos.

Él avanzó. Los técnicos se le acercaron mientras los otros observaban, y se pusieron a ensamblar las piezas del sistema MJOLNIR en torno a su cuerpo. Era como un rompecabezas gigantesco en tres dimensiones.

—Por favor, respire con normalidad —le dijo la doctora Halsey—, pero, por lo demás, permanezca completamente inmóvil.

John se quedó tan quieto como pudo. La armadura se desplazó y fundió para adaptarse a los contornos de su cuerpo. Era como una segunda piel… y mucho más ligera de lo que él había pensado que sería. Se calentó, luego se enfrió… y luego se estabilizó en la temperatura del cuerpo de él. Si hubiera tenido los ojos cerrados, no se habría dado cuenta de que lo estaban encerrando en aquella armadura.

Le pusieron el casco.

Se encendieron monitores de las constantes vitales, sensores de movimiento e indicadores del estado de la armadura. En la pantalla transparente del casco apareció una retícula de disparo.

—Retrocedan todos —ordenó Halsey.

Los Spartans —por cuyas expresiones se advertía que estaban preocupados por él pero sentían una intensa curiosidad— despejaron un círculo de tres metros de radio en torno a él.

—Escúcheme con atención, John —dijo la doctora Halsey—. Quiero que piense, y que sólo piense, en levantar un brazo hasta la altura del pecho. Permanezca relajado.

Pensó en que su brazo se moviera, y la mano y el brazo salieron disparados hacia arriba, para detenerse al nivel del pecho. El más leve movimiento tradujo su pensamiento en movimiento a la velocidad del rayo. Había sido tan rápido… si no hubiera tenido el brazo unido al cuerpo, tal vez no se habría dado cuenta de qué había sucedido.

Los Spartans lanzaron una exclamación ahogada.

Sam aplaudió. Incluso Kelly, veloz como el rayo, pareció impresionada.

La doctora Halsey instruyó lentamente a John en los movimientos básicos para caminar, y gradualmente aumentó la velocidad y complejidad de los movimientos. Tras quince minutos ya podía caminar, correr y saltar casi sin pensar en la diferencia entre los movimientos con el traje y los normales.

—Cabo, recorra el circuito de obstáculos —dijo la doctora Halsey—. Procederemos a ponerles la armadura al resto de Spartans. No vamos sobrados de tiempo.

John hizo un brusco saludo sin pensar. La mano le rebotó contra el casco y sintió un dolor sordo en la mano. Tendría la muñeca contusionada. Si no le hubieran reforzado los huesos, éstos habrían quedado pulverizados.

—Con cuidado, cabo. Con mucho cuidado, por favor.

—Sí, señora.

John centró la mente en el movimiento. Saltó por encima de un muro de tres metros. Dio puñetazos a los objetivos de hormigón… y los hizo pedazos. Arrojó cuchillos que se clavaron hasta la empuñadura en los blancos con forma humana. Se deslizó por debajo del alambre de espino mientras las balas pasaban silbando por encima de su cabeza, Se puso de pie y dejó que las balas rebotaran en la armadura. Para su asombro, incluso esquivó una o dos balas.

Al cabo de poco, los otros Spartans se reunieron con él en el circuito. Todos corrieron torpemente a través de los obstáculos, pero no había coordinación entre ellos. John le expresó sus preocupaciones a la doctora Halsey.

—Lo lograrán ustedes bastante pronto. Ya han recibido un poco de entrenamiento subliminal durante el último sueño criogénico —les dijo la doctora Halsey—. Ahora lo único que necesitan es tiempo para habituarse a la armadura.

Lo más preocupante para John fue darse cuenta de que tendrían que aprender otra vez cómo trabajar juntos. Las señales que habitualmente se hacían con las manos eran ahora demasiado exageradas, y un leve gesto de una mano o un temblor se traducían en poderosos puñetazos o vibraciones incontroladas. Por el momento tendrían que usar los canales de comunicación.

En cuanto pensó en esto, la armadura identificó con etiquetas a las otras armaduras MJOLNIR en la pantalla. Los chips neuronales estándar de la UNSC —implantados en todos los soldados de la UNSC cuando ingresaban— identificaban a los soldados amigos y los señalaban en las pantallas transparentes de los cascos. Pero esto era diferente. Lo único que tenía que hacer era concentrarse en ellos y se abría un canal de comunicación seguro. Era extremadamente eficiente.

Y, para su tranquilidad, después de entrenarse durante treinta minutos, los Spartans habían recuperado toda su coordinación de grupo, y más.

En un nivel, John movía a la armadura que, a cambio, lo movía a él. En otro nivel, sin embargo, la comunicación con su destacamento era tan fácil y natural que podía moverlos y dirigirlos como si fueran una extensión de su cuerpo.

A través de los altavoces del hangar, los Spartans oyeron la voz de la doctora Halsey.

—Spartans, hasta ahora esto ha sido un éxito. Si alguien tiene dificultades con la armadura y sus controles, por favor, informe de ello.

—Creo que me he enamorado —replicó Sam—. Ah… lo siento, señora. Pensé que éste no era un canal abierto.

—Impecable amplificación de velocidad y fuerza —dijo Kelly—. Es como si hubiera estado entrenándome con esta armadura durante años.

—¿Nos las podemos quedar? —preguntó John.

—Son ustedes los únicos que pueden usarlas, cabo. ¿A quién más podríamos dárselas? Nosotros… —Un técnico le entregó unos auriculares con micrófono—. Un momento, por favor. Informe, capitán.

La voz del capitán Wallace sonó a través de los canales de comunicación.

— Tenemos contacto con la nave del Covenant, señora. Distancia extrema. Aún deben tener averiados los motores de espacio estelar. Se dirigen hacia nosotros a través del espacio normal.

—¿Estado de las reparaciones? —preguntó ella.

—Las comunicaciones de larga distancia no funcionan. Los generadores estelares están fuera de servicio. Nos quedan dos misiles de fusión y veinte lanzamisiles Archer intactos. El blindaje está al veinte por ciento. —Se oyó un largo siseo de estática—. Si necesita más tiempo… puedo intentar hacer que el enemigo se aleje.

—No, capitán —replicó ella, y escrutó cuidadosamente a John y los otros Spartans acorazados—. Vamos a tener que luchar contra ellos… y esta vez tendremos que ganar.