72

Lo primero que hago cuando abro los ojos es romper a llorar desconsoladamente, no puedo evitarlo. Jamás me había sentido tan desamparada en toda mi vida.

—A lo mejor era demasiado pronto —dice mientras me estrecha entre sus brazos y me acaricia el pelo.

Y se lo permito. Estoy demasiado débil, demasiado desconcertada y afligida para hacer otra cosa.

—Siento haberte mentido, Cassie —murmura sobre mi pelo.

—Debe de ser horrible estar atrapado ahí dentro —susurro, con la mano sobre su pecho. Noto el latido de su corazón.

—No es como estar atrapado. En cierto modo, es como si me hubiese liberado.

—¿Liberado?

—Para volver a sentir. Para sentir esto —dice, y me besa.

Un calor muy distinto me recorre el cuerpo.

Yacer en brazos del enemigo. ¿Qué me ocurre? Estos seres nos han quemado vivos, nos han aplastado, nos han ahogado, nos han infectado con una plaga que nos ha hecho morir desangrados de dentro afuera. Los he visto matar a todas las personas que conocía y quería (salvo una excepción especial), y aquí estoy, ¡jugando a morrearme con uno de ellos! He permitido que entrara en mi alma. He compartido con él algo más preciado e íntimo que mi cuerpo.

Por Sammy, por eso lo hago. Una buena respuesta, aunque complicada. La verdad es simple.

—Has dicho que perdiste el debate sobre qué hacer con la enfermedad humana —le digo—. ¿Cuál era tu propuesta?

—Coexistencia —responde, hablando conmigo, aunque dirigiéndose a las estrellas que nos cubren—. No somos tantos, Cassie, solo unos cuantos cientos de miles. Podríamos habernos introducido en vosotros y vivido nuestras vidas sin que nadie supiera de nuestra presencia. No muchos estuvieron de acuerdo conmigo. Creían que fingir ser humanos era indigno. Temían que, cuanto más tiempo fingiéramos ser humanos, más humanos nos haríamos.

—Claro, ¿quién querría eso?

—Yo creía que no lo quería —reconoce—, hasta que me convertí en uno.

—¿Cuando te… «despertaste» dentro de Evan?

Sacude la cabeza y dice simplemente, como si fuera lo más obvio del mundo:

—Cuando desperté en ti, Cassie. No fui del todo humano hasta que no me vi a través de tus ojos.

Entonces aparecen lágrimas humanas reales en sus ojos humanos reales, y me toca a mí abrazarlo mientras se le rompe el corazón. Me toca a mí verme a través de sus ojos.

Podría decirse que no soy la única que yace en brazos del enemigo.

Yo soy la humanidad, pero ¿quién es Evan Walker? Humano y Otro. Los dos y ninguno. Al amarme, no pertenece a nadie.

Él no lo ve así.

—Haré lo que tú me digas, Cassie —me susurra, impotente. Los ojos le brillan más que las estrellas del cielo—. Entiendo por qué tienes que ir. Si tú estuvieras en ese campo, yo iría. Ni cien mil Silenciadores podrían detenerme.

Aprieta los labios contra mi oreja, y me susurra en voz baja y feroz, como si me contara el secreto más importante del universo, cosa que tal vez sea:

—Es inútil, estúpido y suicida, pero el amor es un arma ante la que no tienen respuesta. Saben cómo pensáis, pero no saben cómo sentís.

No ha dicho «sabemos», ha dicho «saben».

Ha cruzado un umbral, y Evan no es idiota, es consciente de que no hay vuelta atrás.