Fin del enigma
Cuando doblaron un recodo del camino, Mike, señalando hacia una casita que se alzaba junto a un establo, explicó:
—Ahí es donde vive Doc Dawson. Detrás de la casa está el dispensario.
Hasta ellos llegó claro y distinto un martilleo repetido.
Jupiter, sonriendo, observó:
—Ahora tropieza con una dificultad con la que jamás contó. Cuando mi tío Titus clava o sujeta algo, lo hace a conciencia.
—¿Qué quieres decir?
—Pronto lo verás —contestó Jupiter con aire sibilino.
En el camino que conducía al establo había un camión ligero y a su lado, tumbadas sobre el suelo, cuatro jaulas. El grisáceo veterinario estaba inclinado sobre una de las jaulas empuñando un martillo con una mano y asiendo unas potentes tenazas con la otra.
Al oír los pasos de los que llegaban, Doc Dawson se enderezó y frunciendo el entrecejo miró a Jim Hall y a los chicos que avanzaban hacia él.
—Hola, Jim. ¿Vosotros por aquí? ¿Ocurre algo?
El interpelado, dejando caer el maletín del veterinario a los pies de éste, contestó con tono indiferente:
—Nada de particular, Doc. Pero me dijeron que te habías olvidado el maletín y hemos venido a traértelo.
—Gracias, Jim. He pedido a Bo Jenkins que me lo trajera y por cierto que a Bo lo necesitaba para manejar estas jaulas.
—Pues Bo está muy ocupado en estos momentos. No podrá venir, pero si quieres que te echemos una mano… ¿Qué necesitas? ¿Qué podemos hacer?
El veterinario, luego de mirar un instante el martillo que tenía en una mano, respondió:
—Oh, en realidad no es nada importante. Sólo deseaba cerciorarme de que los barrotes son buenos y están bien fijos. Como ya te dije, hay que evitar cualquier nuevo accidente, porque ese tipo de Eastland es capaz de quitarte hasta el último céntimo si se escapa otro animal.
Hall, sonriendo, contestó:
—Gracias, Doc. No sabes en cuánto aprecio tu interés —y dirigiéndose a Jupiter, preguntó—: ¿Puedes determinar cuáles barrotes son?
—Creo que sí, señor. Pero necesito un martillo, ése, por ejemplo.
—No creo que eso sea un problema. ¿Puedes prestarle el martillo a este chico, Doc?
Tras un instante de vacilación, Doc Dawson ofreció el martillo a Jupiter y preguntando:
—¿Pero de qué se trata?
—Verás, amigo Doc. Estos chicos son ese grupo que se denominan Los Tres Investigadores y como sin duda recordarás los contraté para que determinaran qué era lo que provocaba el nerviosismo de «George». Ahora parece, según afirman, que en el asunto hay algo relacionado con unos diamantes importados de contrabando.
—¡No me digas! —exclamó Doc Dawson y mirando a Jupiter preguntó—: ¿Pero tienes alguna idea de dónde pueden estar?
—Estoy convencido de que sí. Por favor, si quiere hacerse a un lado…
—Claro, no faltaba más —se apresuró a contestar Doc Dawson apartándose, y advirtiendo—: Pero no golpees con demasiada fuerza, no sea que aflojes los barrotes, que bastante me han costado de asegurar.
—No ha sido usted quien los ha fijado, sino mi tío Titus y su ayudante Hans, en nuestro almacén de chatarra y de derribos —objetó Jupiter.
Doc Dawson no pudo evitar un gesto de sorpresa, mientras Jupiter proseguía:
—Usted ya ha advertido que ellos no pusieron los barrotes de la misma manera de como estuvieron antes. Mi tío Titus es eso que se dice algo quisquilloso en lo que atañe a las reclamaciones de sus clientes y las evita en todo cuanto puede. Por esto mi tío y Hans han empernado y atornillado estos barrotes en forma de que no puedan soltarse como antes ocurrió.
—Caramba, qué concienzudo.
—Así es. Por lo tanto ya puede golpearlos, que no los soltará. Para lo único que puede servirle el martillo es para esto —explicó Jupiter caminando alrededor de la jaula y golpeando los barrotes uno a uno. Se detuvo ante el cuarto lo golpeó de nuevo y prosiguió hasta hallar otro que llamó su atención. Señalando con un gesto al primer barrote que habla golpeado por dos veces, prosiguió:
—La mayoría de estos barrotes están oxidados, demostración de que han estado al aire libre y expuestos a la lluvia y al viento durante bastante tiempo. Corresponden a cualquiera de las jaulas que el señor Hall desechó. Pero este barrote, que también está oxidado, además es hueco. Lo demuestra el sonido del martillo, ¿lo oye? En consecuencia, cabe admitir que este barrote procede de la jaula de «George».
Golpeando el otro barrote, situado casi en la parte opuesta del anterior en la misma jaula, Jupiter prosiguió:
—Éste también es hueco —y para demostrarlo lo golpeó de nuevo—, pero como pueden advertir, tiene una apariencia distinta al otro. Es más nuevo. Corresponde pues a la jaula del gorila. La noche en que llegó, Bo lo sacó de la jaula del gorila y éste, aprovechando el hueco, dobló ambos barrotes inmediatos y salió por allí. Cabe suponer que el gorila intentó seguir a Bo y éste, aterrorizado, echó a correr, arrojando el barrote, presa del pánico. Fue una pura casualidad el que yo tropezara con él.
—¿Pero cómo podía saber Bo Jenkins que lo tenías? —preguntó Mike.
—Aquella noche en que nos vio, lo estaba buscando. Nos oyó, consiguió enfocarnos con la luz de su linterna y vio cómo yo llevaba el barrote. Ya nos había visto antes y probablemente Doc Dawson le había dicho quiénes éramos y de dónde veníamos. Fue al almacén de mi tío y halló a éste trabajando con las jaulas. No cabe duda de que respiró con alivio cuando le dijeron que todavía faltaban barrotes. Claro que no tenía seguridad absoluta, pero había muchas probabilidades de que el barrote procedente de la jaula del gorila también estuviera allí. Pero desde luego ignoraba que también estuviera el barrote de la caja del león «George».
—¿Cómo puedes estar seguro de que éstos son los barrotes que buscamos? —preguntó Mike.
—Desde luego, para cerciorarnos hay que quitarlos de ahí. Pero estoy completamente seguro de que hallaremos los diamantes en su interior, por cuanto he empleado el mismo medio que en estos casos utilizan los contrabandistas para localizarlos.
—¿Estás seguro? —preguntó de nuevo Mike.
—Claro. El cable así lo dice y Doc Dawson lo ha confirmado. El cable se lee DOX ROX NOX EX REX BOX (lo que significa, lo hemos comprobado), por: Golpead los barrotes en la jaula del león y hallaréis los diamantes insertos en el muelle. 5X, supongo ahora que significa algo semejante a «en primer» lugar, o sea, sacad en primer lugar los del león. Un acertado consejo, teniendo presente lo ocurrido en su día con el gorila.
»Ahora, ¿recuerdan lo que hizo Doc anoche cuando trajeron de nuevo al gorila? Doc comprobó todos los barrotes de la jaula con el martillo. Al igual procedió con la jaula de la pantera. En aquel momento pudo parecer algo innecesario comprobar la seguridad que otorgaban los barrotes. Pero Doc lo que buscaba eran los diamantes, probablemente cerciorándose de que Jenkins había sacado el barrote que interesaba o bien de que no había otros. Hallada y convenida la manera de entrarlos de contrabando y el cable informándolos de que tuvieran en cuenta los barrotes huecos… era cosa fácil. Todo barrote que sonara a hueco significaba que contenía diamantes.
Jupiter, dirigiéndose a Doc Dawson, le preguntó:
—¿Tendría la bondad de prestarme esas tenazas por unos momentos?
Doc se las tendió en silencio.
Jupiter ajustó las tenazas en el extremo del perno que fijaba el barrote y con unos pocos movimientos de rotación lo sacó de su encaje. Repitió la operación con el perno del otro extremo. Tomó el martillo y golpeó el barrote hasta que salió de entre la madera. Cuando lo tuvo en sus manos, Jim Hall y los otros chicos le rodearon.
Jupiter, con el martillo, hizo saltar el extremo superior del barrote, giró éste poniéndolo boca abajo y lo golpeó suavemente con el martillo. Del interior fueron cayendo al suelo un montoncito de piedrecillas amarillentas.
—¿Esto son los diamantes? —preguntó Pete con aire dubitativo.
—Sí, Pete. Esto son diamante, en bruto. Falta cortarlos y pulirlos. Así, tal como lo ves, es como los hallan en los campos diamantíferos.
—Pues hay bastantes —observó Bob.
Jupiter, sonriendo y mirando al montoncito de lo que al parecer eran simples guijarros, expuso:
—Recuerda que el llamado señor Olsen-Dunlop mencionó seiscientos «K». Seguramente quería decir «quilates». Un quilate parece que vale aproximadamente mil dólares. Teniendo en cuenta el tallado, cabe suponer que aquí hay medio millón de dólares, lo que sumado al misma valor que probablemente hay en el barrote de la jaula del gorila, dan un total de un millón de dólares.
Jim Hall, contemplando aquellos guijarros, dijo en voz alta:
—Lo siento, Doc, pero creo que debes explicarte.
Al no recibir respuesta, apartó la mirada del montón de piedras y miró a todos los lados. Doc Dawson había desaparecido, pero al mismo tiempo oyeron cómo el motor del camión se ponía en marcha.
En el momento en que los chicos corrían hacia el camión, éste retrocedió y casi al mismo tiempo salieron de entre los árboles dos coches que con rápidas maniobras le cortaron el camino. De cada uno de ambos vehículos salió un hombre.
—¡«Cara de hacha» y Dobbsie! —exclamó Bob en alta voz.
Los recién llegados se abalanzaron hacia Doc Dawson, sujetándolo cuando intentaba huir, y lo llevaron hacia el establo.
—¿Pero qué ocurre aquí? ¿Quiénes son ustedes? —preguntó Jim Hall.
—Éste es el señor Olsen… y corre detrás de los diamantes desde el principio de este asunto —dijo Jupiter.
—No se llama así. Su nombre es Dunlop y trabaja con Jay Eastland —rectificó Mike.
«Cara de hacha», meneando la cabeza con una mueca, afirmó:
—Nada de esto, chicos. Ambos estáis en un error. El nombre es Stevenson.
Al mismo tiempo sacaba del bolsillo una cartera de piel mostrando una tarjeta que a ella estaba adosada.
Jupiter, con una ojeada, comprendió de qué se trataba y con rostro enrojecido admitió:
—Desde luego, la tarjeta de identidad bien dice eso de Stevenson —y mirando al hombre prosiguió—: Creíamos que formaba parte de la banda.
Como si quisiera quitarle importancia a aquello, su interlocutor explicó:
—Es fácil confundirse, porque los funcionarios de la aduana con frecuencia hemos de actuar con harta discreción. Éste es Dobbs, pertenece al Ministerio de Hacienda, es decir, que ambos trabajamos para el mismo patrono: el gobierno de los Estados Unidos. Desde hace mucho tiempo estamos empeñados en destruir a una importante banda de contrabandistas.
Dobbs, abarcando con un ademán las piedras amontonadas en el suelo, dijo:
—Parece que el muchacho nos ha librado de algunos quebraderos de cabeza. Sabíamos que Dawson recibía diamantes, pero nada podíamos hacer hasta que no poseyéramos alguna evidencia. No sabíamos dónde hallarlos y ésta es precisamente la prueba que necesitábamos.
—Hallarán más en el otro barrote —afirmó Jupiter.
El agente del Ministerio de Hacienda, tocando con la punta de su zapato a los diamantes, observó:
—Ahora lo que nos conviene es hacernos con el segundo hombre… el Bo Jenkins ese. Me parece que ha puesto tierra por medio.
—No lo crea así. Nos aguarda en casa —advirtió Jim Hall.
Ambos le miraron sorprendidos e incrédulos.
—Pueden estar seguros de que allí lo encontraremos. «George» le hace compañía.
Dobbs, asombrado e incrédulo, preguntó:
—¿Cómo dice «George»… el león?
Jim Hall asintió en silencio.
Stevenson, dando a Jupiter una ligera palmada en el hombro, le preguntó:
—Bien, el investigador… que ha hallado ya medio millón… ¿tendría la bondad de enseñarnos cómo se consigue otro botín igual?
Jupiter se encaminó hacia la Jaula y ya junto a ella, indicando el segundo barrote sospechoso, explicó:
—Señores, pueden comprobar que este barrote no está tan oxidado como el anterior que también lo hemos conseguido de esta misma jaula, si bien originalmente estaba en la del león. Este barrote procede de Ja jaula del gorila, de recepción reciente y…
Bob y Pete cambiaron miradas de resignación entre sí, porque se disponían a escuchar una disertación larga y compleja. Su Jefe gustaba de explicaciones prolijas, pero en aquella ocasión fueron interrumpidas por una carcajada estridente de Doc Dawson, que con gesto de quien ha apostado mucho y lo ha perdido todo, exclamó:
—¡Bien, basta de tanta palabrería! ¡Sacad eso de ahí dentro, para que, por lo menos, pueda ver cuánto he perdido! ¡Luego os lo contaré todo!