Jupiter explica
Una llamada a la Rent’n-Ride Auto Agency les informó de que Worthington en breve estaría disponible para otro viaje a la «Jungle Land». Mientras aguardaban su llegada, los muchachos se regodearon con un almuerzo en la cocina de la tía Mathilda.
—Bien, Jupiter, ya es hora de que nos expliques de qué se trata —dijo Bob, arrellanándose en el asiento posterior del «Rolls-Royce».
—Pues se trata de algo muy sencillo y evidente. Los diamantes son importados de contrabando por los hermanos Hall, escondidos en los barrotes de hierro.
—Escucha, Jupiter. ¿Estás en tu sano juicio? ¿Te refieres a la barra de hierro que cogí y te la entregué? ¿Estás seguro de que hablas de la misma barra de hierro? —preguntó Pete.
Jupiter asintió en silencio.
—Oye… es que aquella barra era de… hierro, ¿eh?, de hierro sólido, compacto. ¿Cómo se pueden entrar diamantes de contrabando en el interior de algo semejante?
—Desde luego tal como lo expones no es posible. Pero sí si es una barra hueca. Recuerda que yo te dije que tu barra era distinta, quería decir que en su peso se notaba algo diferente. Era más pesada que la que cogí cuando Bob Jenkins nos perseguía y era también más pesada que aquella que puse de lado cuando descargamos el camión de desechos que trajo el tío Titus. Era tan pesada que allí donde chocaba resonaba.
»Tuve la sensación de que ambas barras eran huecas, pero esto no me ha sido evidente hasta lo que nos dijo mi tío Titus acerca de su venta de las jaulas. La confirmación a mi supuesto la obtuve, cuando mi tío Titus confirmó que había adquirido los barrotes y las cajas en el almacén de desechos donde Jim Hall había arrojado la jaula de «George» y las otras también.
—Pero ¿cómo supiste que las dos barras que tenías, contenían diamantes? —preguntó Bob.
—Bien, lo cierto es que no estaba seguro de ello, hasta que el tío Titus nos dijo que Jim Hall le había comprado las jaulas. Es de suponer que jamás las hubiera comprado de nuevo si los diamantes no hubieran estado en ellas. Mala suerte que tuve el que llegara yo a poseer las barras y de que luego las perdiera. Lo que no comprendo es el porqué esperó tanto tiempo en comprarlas de nuevo.
Pete, con gesto de preocupación, observó:
—Todo esto está muy bien expuesto. Pero… ¿pero por qué si sabía que los diamantes estaban en las jaulas, no las desmontó cuando las recibió?
—Vete a saber. Quizá no se atrevió a hacerlo en la proximidad de su casa. Supongo que las echó por encima de la cerca del cementerio de la chatarra como seguridad circunstancial, creyendo que allí estaban seguras hasta que las recogiera pasado algún tiempo. Pero debieron ser cogidas por la grapa de aquella grúa y mezcladas con otros desechos. Total, que mi tío adquirió aquella partida que comprendía los barrotes y enrejados.
—No cabe duda de que todo está muy bien expuesto. El señor Hall pudo averiguar la dirección del almacén de tu tío por mediación de los propietarios del cementerio de automóviles. Al igual, Olsen y Dobbsie pudieron enterarse del lugar donde se hallaban los barrotes y ahora que lo recuerdo… Olsen sólo pidió barras de hierro cuando vino al almacén de tu tío. ¿No fue así?
Jupiter asintió en silencio.
—Me pregunto si uno de ellos no fue el comprador misterioso —añadió Bob.
—¿Cuál comprador misterioso? —preguntó Pete sorprendido.
—El que compró el lote de barras y rejas a la señora Jones mientras hacíamos nuestra primera visita a «Jungle Land». Quizás aquellas barras contenían diamantes…
—Puedes estar seguro de que no. Pesaban mucho y que lo diga si no el que las descargó. Además, eran más largas que los barrotes de las jaulas —aseguró Pete.
—Me inclinó a la opinión de Pete —observó Jupiter—. Creo que no importa quién compró aquella partida, probablemente fuera alguien que ignoraba todo este asunto. Además… Olsen y Jim Hall comparecieron en nuestro almacén después de aquella venta. Si hubieran hallado los diamantes… pues no habrían venido.
—Pero, Jupiter, ¿qué me dices de la barra que cogiste anoche? ¿Cómo pudo ir a parar allí? —preguntó Pete.
—Quizás estaba suelta y cayó al suelo cuando Jim Hall intentaba arrojar la jaula por encima de la cerca. Lo que me gustarla saber es: cuántas jaulas pueden estar comprendidas en todo esto. Ahora ya sabemos qué es lo que hemos de buscar, pero ignoramos su número.
—Todos estos barrotes tienen el mismo aspecto. ¿Cómo pueden distinguirse uno de otro? ¿Cómo saber cuál es cuál? Cuando llegan la jaulas, los barrotes están clavados en sus marcos… y me pregunto cómo puede saber Jim Hall en cuál barrote ha introducido su hermano los diamantes… —observó Bob.
—Pues ten por seguro que existe un medio infalible —afirmó Jupiter.
Pete y Bob le miraron interrogativamente, si bien ya sabían por experiencia que Jupiter gustaba de guardar la última sorpresa hasta el Instante supremo de la solución del enigma.
Bob, encogiéndose de hombros, comentó:
—El caso es que todavía no hemos solucionado el misterio para el cual fuimos llamados y que es: ¿Por qué se pone nervioso el león de Jim Hall? Y si el señor Hall está mezclado en este contrabando de diamantes…, ¿quién deja escapar a los animales de sus jaulas? Si ocurre un accidente, bien pudiera ser que los Hall perdieran la «Jungle Land».
—Cuando hayamos atado todos los cabos, conseguiremos también todas las respuestas. Bien pudiera ser que Jim Hall soltara a «George» cuando fuimos allí por vez primera, algo como… una diversión de nuestra atención. También pudo soltar al gorila y luego afirmar que lo buscaba. Recordad cuan a tiempo llegó… en el momento más oportuno…
—¿Acompañado por Doc Dawson y su escopeta de dardos estupefacientes para salvar nuestras vidas? A ver si todavía vamos a echárselo en cara… —protestó Pete enfadado.
—No olvidemos lo de esta mañana —recordó Bob—. Jim Hall estaba con «George» rodando la escena de la película. No podía dejar al león ir a la terraza y soltar la pantera. Además hay la afirmación de Doc Dawson, diciendo que todo lo ocurrido había sido por culpa suya.
—Quizá… quizá Doc Dawson sepa lo que Jim Hall se trae entre manos y quiera encubrirle y al mismo tiempo proteger a Mike. El caso es que parece que Doc Dawson siempre está a mano y en el momento oportuno. Esto me hace suponer que está enterado de la situación y lo capacita para anticiparse a los acontecimientos… o sea, a lo que va a ocurrir.
En aquel momento el «Rolls-Royce» entraba en «Jungle Land».
—Worthington, por favor, déjenos al pie de la colina en cuyo alto está la casa de los Hall —dijo Jupiter al conductor y dirigiéndose a sus compañeros, prosiguió—: Creo que lo mejor será llegar discretamente.
Los muchachos caminaron hasta la blanca casa que aparecía silenciosa y desierta. Cuando ya casi llegaban a su puerta se detuvieron a escuchar.
—¡Qué raro! —musitó Pete y tras unos instantes prosiguió en el mismo tono—. A ver si ha conseguido los diamantes y ha desaparecido…
Jupiter, tirándose maquinalmente del labio inferior, comentó:
—Hemos de entrar de todas maneras. Le debemos una explicación a Mike.
Sus dos compañeros asintieron en silencio. Jupiter dio un paso hacia delante, pero de pronto se detuvo como si le hubiera asaltado una idea.
—¿Qué ocurre? —preguntó Bob en voz baja.
—Me ha parecido oír algo… Por si acaso lo mejor será que nos cercioremos de que en la terraza de las jaulas no ocurre novedad alguna, antes de entrar.
Dando media vuelta se dirigió hacia la pérgola que conducía a la terraza. Cuando ya estaban debajo de ella, Jupiter que caminaba delante, dijo:
—Parece que todo está…
Fue interrumpido por algo pesado que le cayó encima, sumiéndole en la oscuridad. Bob y Pete fueron atrapados al mismo tiempo. Los tres muchachos quedaron sujetos por unas manos fuertes, mientras que lo que les habían echado encima ahogaba sus gritos. A pesar de sus esfuerzos pronto quedaron dominados y sintieron cómo los alzaban en vilo y los llevaban en dirección ignorada.