PRÓLOGO

En el condado de Shropshire, a no mucha distancia de los confines de Gales, existe una abrupta cordillera que se extiende por espacio de unos ocho kilómetros, y a la que se designa con el nombre de los Stiperstones. Esta formación montañosa, poco conocida, en realidad, se halla rematada por una gigantesca peña de singular aspecto, llamada la «Silla del Diablo», y según se afirma, es uno de los lugares más antiguos de Inglaterra, puesto que su origen se remonta a épocas muy pretéritas, anteriores, incluso, a la era glacial. Pues bien: la citada región, agreste zona del oeste de Inglaterra, rica en tradiciones y leyendas populares, es la que sirve de marco y escenario a la presente historia.

Con excepción de los dos pueblos que visita la joven Peter en el primer día de sus vacaciones de Pascua, no encontrará el lector en el mapa ninguno de los otros puntos mencionados en este relato… por la sencilla razón de que no existen. Y en efecto: no hay ningún pueblo llamado Barton Beach, ninguna Cañada Negra, así como tampoco —al menos que yo sepa— ninguna granja con siete verjas blancas.

Y por lo relativo a los personajes que intervienen en la historia, todos ellos son puramente imaginarios y no representan ni aluden a ninguna persona real.

No obstante, si el lector descubre alguna vez los Stiperstones, encontrará también en su cumbre la «Silla del Diablo». Puedo asegurárselo.

M. S.