TOM ACTÚA POR SU CUENTA
Cuando Tom dejó a David de modo tan repentino y bajó corriendo por la gran zanja detrás de una sombra en el crepúsculo, actuó por una vez sin pensárselo primero. Este no era el modo de actuar de Tom, porque aunque de rápidos reflejos, era por instinto precavido y le gustaba pensarse lascosas antes de entrar en acción.
Pero algo en esta aventura en Clun había hecho cambiara Tom; y esto podía ser porque éstas eran unas verdaderas vacaciones para él. Apenas si había pensado en ello. Ésta era la segunda vez que pasaba más de un día o dos fuera de la granja de su tío, desde que vino al Shropshire. Él quería mucho a su tío, pero el señor Ingles era un poco rudo y dominante y nunca se le ocurría pensar que los demás pudieran pensar por su cuenta. Y Tom tenía muchas ideas propias y un carácter fuerte, y nunca se recataba de decir lo que pensaba sin rodeos, y durante los últimos días había empezado a darse cuenta de esto.
Por ejemplo, de repente se le había metido en la cabeza, hacía media hora, que quería entrar en Grey Walls, así que lo dijo, dejando a David pasmado. Casi por primera vez desde que conoció a los del Pino Solitario, estaba actuando por su cuenta y disfrutaba tanto con eso, que corrió apresuradamente por el estrecho sendero, al pie de la pared de tierra que se levantaba sobre él.
Estaba seguro al saltar sobre el borde de la zanja, después de desperdigar los cristales rotos, que había visto la silueta de una forma oscura que se alejaba de ellos para meterse en la zanja, y sabía que tanto si el misterioso camión volviera o no a Grey Walls, esta oportunidad de seguir a un misterioso forastero no se repetiría. Pero había otras razones para el entusiasmo de Tom. Al final empezaba a darse cuenta lo que el trabajo en la granja y con los animales realmente significaba. Sabía ahora por propia experiencia, de qué modo el mal tiempo o un fuego inoportuno podía arruinar a un granjero, y que era sólo el largo y tenaz trabajo de los que trabajaban la tierra, lo que hacía posible que vivieran los habitantes de las ciudades. Tom ya empezaba a ser diestro con los animales y hacía poco que había aprendido a ordeñar. Poco antes de Navidad su tío le había dicho que estaba pensando en comprar algunas ovejas este año y una noche, alrededor del fuego, había hablado largo y tendido a su esposa y a Tom acerca de sus proyectos. Habían estado mirando juntos algunos papeles de la granja y el tío Alfred le había contado algo sobre las diferentes clases de ovejas y cómo algunas eran ligeras y otras pesadas,y cómo unas se criaban en los llanos y las otras en las montañas y laderas. Tom se dio entonces cuenta de lo interesante que era el ganado ovino, y no le fue difícil de comprender cómo a los otros, lo que los robos de ovejas y la constante amenaza de ellos podía significar para los granjeros del bosque de Clun.
Había otras dos razones para las que tomó su rápida decisión. La primera, que le había caído muy simpático Alan Denton, el amigo de Penny, y la segunda que sentía un aun mayor aborrecimiento hacia los hombres del coche que los habían cogido por sorpresa aquella tarde. Tom había tenido siempre un genio muy vivo, pero el hombre del hablar suave, el traje elegante y el pequeño bigotito que los había amenazado con un perro, lo había puesto tan furioso, quea hora esperaba fervientemente que su presa que iba a cuarenta o cincuenta metros por delante, fuera este hombre.
La luz se iba extinguiendo rápidamente y Tom, conforme marchaba precavidamente, recordó que las chicas y los gemelos los estarían esperando en el cuartel general número tres, en las ruinas del castillo. No se oía ningún ruido, sino el silbido del viento en la oscura maleza de helechos y en las ramas de los pocos raquíticos espinos que había en lo alto de la pared del margen; pero aquí abajo él estaba resguardado.
De repente se paró y esperó que nadie más pudiera oír los latidos de su corazón. Enfrente de él, en las sombras tenebrosas, vio un puntito de luz, que no era el rayo de una linterna, sino una pequeña estrella de color naranja, quecentelleó por un segundo o dos y luego desapareció. Esperó, y entonces la luz apareció otra vez y él supuso que el hombre que estaba ante él, se había detenido para encender su pipa. Tom se arrastró hacia adelante y olfateó como un sabueso su pista. Al cabo de unos pocos pasos, fue premiado con el inconfundible olor del tabaco. Estaba ahora tan excitado, que casi había olvidado que David y Jon esperaban a un camión que les abriera las puertas de GreyWalls, y se apresuró adelante, hasta que pudo distinguir la figura del hombre delante de él. Esperó unos segundos mientras que su presa encendía otro cigarrillo y entonces avanzó otra vez, cuando vio una llama mucho más grande arder de modo inesperado al nivel del suelo.
Tom no podía ver mucho más allá de las llamas, que eran pequeñas, y aunque el nuevo Tom quería salir corriendo para ver qué es lo que ardía, el viejo Tom tuvo el bastante buen sentido para darse cuenta de que un falso movimiento en lo desconocido, podía significar ahora el fin de la aventura para él. Por debajo de toda su avidez, había el deseo de demostrar a sus viejos amigos, y a Jon y a Penny en particular, que se podía confiar en él para que actuara por su propia cuenta. Así que esperó durante un largo medio minuto, observando las llamas y preguntándose si el hombre que estaba siguiendo las vería y se volvería.
Las llamas centellearon y se extinguieron. Entonces, cuando una ráfaga de viento bajó por la hondonada, hubo un rojo resplandor y el fuego se reavivó de nuevo. Tom corrió hacia adelante y al acercarse vio que los brezos estaban ardiendo junto al estrecho sendero. Allí había sido arrojada una cerilla encendida y semejante descuido podía iniciar un gran incendio.
Pisoteó las ramas que ardían, fijándose al hacer eso en lo secas que estaban y cómo una varita ardiendo prendía fuego a otros tallos secos que había cerca. Cuando estuvo seguro de que ya no había más peligro, se adelantó de nuevo y, al cabo de un rato, oyó el inconfundible sonido de unas ovejas balando. Por un momento pensó que debía de estar soñando, pero al detenerse, volvió a oír ese sonido otra vez y supo que fuera lo que fuera que estuvieran haciendo los otros en este momento, él no se cambiaría de sitio con ninguno de ellos.
Mientras estaba esperando y escuchando, la luna apareció sobre lo alto de la zanja, las tenebrosas sombras desaparecieron y el mundo frío pareció más frío todavía y semejó dibujado en plata y en negro.
Tom nunca olvidó este momento y el modo como la silenciosa y plateada luz se deslizó por el lado de la gran pared que había a su izquierda y mostró a sus ojos una extraña escena, a vista de la cual le hizo echarse de cara en el suelo.
Estaba escondido en una vuelta del sendero y cuando alzó su cabeza con precaución, vio que a la vuelta de un recodo la zanja parecía más estrecha, con lados más escarpados. A unos metros enfrente de él había un sendero de suelo desnudo de brezos y más allá parecía como si la zanja estuviese rellena o se volviese de un modo tan brusco, que no era posible ver más allá de este punto. La luz de la luna ya había alcanzado este pequeño recinto y Tom vio muy claramente a un hombre con una pipa en su boca, un bastón en su mano y una gorra en la cabeza. Pero lo que le gustó aún menos que el hombre fue el perro que tenía a su lado, un perro inquieto que ladró enérgicamente una o dos veces, mientras el balido de las ovejas aumentaba.
Tom, desde luego, no tenía ni idea de que los gemelos ya habían descubierto este oculto lugar secreto por el otro lado, así que quedó asombrado al ver al hombre inclinarse y luego arrojar a un lado una valla que luego supo estaba disimulada con helechos secos y tojos. El perro volvió a ladrar mientras que el hombre le hablaba y de repente la zanja pareció estar llena de ovejas, conforme salían atropellándose de su refugio.
Tom tuvo que pensar rápidamente, porque se dio cuenta que la única dirección por la cual podían ser dirigidas las ovejas, tenía que ser a lo largo de la zanja y en dirección a él. Quizá fuera posible para él el trepar por la pared de la zanja y ocultarse hasta que pudiera ver hacia qué lado era conducido el rebaño y entonces seguirlo. Pero las ovejas venían en dirección a él tan rápidamente pues el perro les ladraba y el hombre maldecía, que el único camino abierto ante él parecía ser la retirada. Así es que se escabulló velozmente hacia atrás, saliendo de los brezos entre los que había estado echado, hasta dar la vuelta a la esquina entonces poniéndose de pie y corriendo de nuevo en sentido inverso el camino por el que había venido.
Mientras corría adivinó el secreto de los astutos ladrones de ganado ovino, porque aunque él no sabía cómo llegaban a su escondite las ovejas, se daba cuenta de que grandes rebaños podían ser conducidos por el fondo de la zanja fuera de la vista de cualquier extraño curioso o incluso de los propios granjeros, hasta las mismas puertas de Grey Walls. Tom no tenía ni idea de lo que sucedía después, pero estaba decidido a descubrirlo.
Cansado, con los pies doloridos y casi sin aliento, cruzó veloz el estrecho sendero que ahora comprendía que había sido hecho por las patas de las ovejas, rezando para que ni el perro ni el hombre lo vieran a la luz de la luna. Trató de mantenerse en las sombras, pero tropezó y cayó dos veces. Pasaron unos minutos y al alzar la mirada hacia la derecha, vio los sombríos muros de la casa por encima. Se detuvo y miró a ver si veía a David, pero no pudo verlo. Silbó el canto del avefría, pero no hubo respuesta.
De repente se sintió enfadoso sin razón. En el mismo momento en que él necesitaba la ayuda de los otros, David se había ido por lo visto a otra parte y no contestaría a su señal. Entonces hizo un gesto de mal humor al recordarse a sí mismo que se había ido por su cuenta sin darle a su amigo la posibilidad de discutir, y que era posible que la media hora convenida ya hubiera transcurrido y que David hubiera vuelto a la colina del bosquecillo para reunirse con Jon. Pero esto no parecía cosa propia de David, quien nunca había abandonado a un amigo si podía ayudarle. La rabia de Tom desapareció tan rápidamente como había venido, y por un momento se sintió turbado al pensar que él podía muy bien haber estropeado todos sus planes. Entonces oyó las ovejas detrás de él y empezó a trepar frenéticamente por la pared en dirección al espino tras el cual él y David habían estado escondidos hacía media hora.
Una vez arriba, pudo ver que los portalones estaban cerrados y que no había ni señal de un camión de transporte de muebles o de David o Jon. Por un momento se preguntó si David había sido obligado a cambiar de escondite y se habría trasladado hacia la zanja al otro lado de la puerta. Alzó su cabeza y silbó el canto del avefría por tres veces. La tercera vez le pareció oír una respuesta, pero era muy débil y lejana y ciertamente no vino del otro lado de la zanja
Tom se sintió aturdido y un poco preocupado. Era posible que Jon, si estaba todavía en su puesto del bosque, lo hubiera oído y contestado, pero la señal que él había captado, si no era imaginación suya, no parecía venir de aquella dirección. Entonces ya no tuvo más tiempo para preocuparse de lo que había pasado a los otros, porque al bajar la mirada vio ovejas por debajo de él. Se agachó todolo que pudo en los brezos y vio que el hombre iba ahora delante del rebaño, que se empujaba, se pisoteaba y balaba frenéticamente en el estrecho sendero.
Tom sabía que estaba en la más peligrosa de las posiciones, porque si las ovejas tenían que ser metidas a través de las puertas, tendrían que ser llevadas trepando por la pared. Él no tenía oportunidad de moverse, porque si lo intentaba, seguro que el hombre o el perro lo verían. Desesperado, trató de agacharse aún más entre los brezos y se preguntó, que por mucha suerte que tuviera, cómo iba a poder seguir al rebaño dentro de Grey Walls cuando se abriera la puerta.
Pero ahora vino la sorpresa más grande de todas. Pudo oír al hombre que estaba por debajo de él maldiciendo a las ovejas y a su perro y el sonido de su bastón, mientras pegaba a algunos de los asustados y aturdidos animales. Entonces reunió todo su valor y se atrevió a alzar su cabeza de nuevo y vio que el hombre se inclinaba hacia algo al nivel del suelo, en el extremo más alejado de la zanja. Aunque este lado de la fosa estaba en sombras, le pareció que el hombre levantaba algo que parecía una tabla, o quizás otra valla y que lo echaba a un lado. Tom forzó la vista, pero no pudo ver más que una mancha un poco más oscura que quizás sería un agujero rectangular en la pared. ¡Y era un agujero en la pared! Casi gritó por la excitación mientras el perro ladró otra vez allá abajo en el sendero, el hombre gritó y usó su bastón y las ovejas empezaron a desaparecer, una tras otra, dentro de aquella cavidad.
¡Así que éste era el secreto de Grey Walls! Un pasaje secreto bajo los muros a través del cual podían ser pasadas las ovejas robadas sin sacarlas fuera del escondite de la zanja.
«¡Atiza! —se murmuró para sí mismo—. ¡Vaya suerte! No sé quién me dijo una vez que el mejor modo de dormirse era el contar ovejas que pasaban a través de un agujero en una valla. ¡Pero esto es mejor todavía! ¡La rabia que les va a dar a los otros cuando se enteren de lo que he descubierto. ¡Caray! ¡Qué golpe de suerte! Ahí van… cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco. Parece que ya están todas o que yo me he dormido. El perro ha desaparecido ahora, pero, ¿dónde está el hombre?
Forzó la vista a través de las sombras y pudo distinguir la forma de aquel individuo que se inclinaba para recoger la valla. Entonces pareció como si se metiera en el agujero andando hacia atrás y cerrara la puerta desde el interior.
Tom se quedó echado y escuchó. Desde el otro lado de la pared vino el sonido ligeramente ahogado de las ovejas que balaban y el agudo y excitado ladrar de un perro. Había una posibilidad, pensó Tom, de que el pastor no hubiera seguido a su rebaño y estuviera todavía en la zanja, así que esperó unos minutos antes de deslizarse pared abajo. Estaba ahora demasiado excitado para acordarse de David o de Jon o de ninguno de los otros. Esto era mil veces mejor que cualquier película de las que él había visto y estaba decidido a aprovechar esta oportunidad para colarse dentro de Grey Walls.
El fondo de la zanja seguía todavía en densas sombras, pero sus ojos pronto se acostumbraron a la oscuridad y tras un poco de búsqueda halló la pesada valla apoyada contra un lado de la pared. Se agachó y puso oído sobre los helechos con que estaba disimulada, pero sólo pudo oír el quejoso y monótono balar de las ovejas. Con mucho cuidado apartó la valla hasta abrir un hueco suficiente para colarse él. El suelo del túnel era blando y había sido ensuciado por las ovejas. Antes de seguir adelante, volvió a colocar en su sitio la valla en la entrada y luego se levantó poco a poco. Dio con la cabeza en el techo, así que se arrastró sobre sus manos y rodillas.
El sonido de las ovejas era ahora mucho más claro y de repente oyó la voz de un hombre a pocos metros dando órdenes al perro y sospechó que las ovejas eran llevadas a unos corrales. Tras lo que le pareció un buen rato, oyó al hombre silbar al perro y luego pasos que se extinguieron en la distancia.
Se arrastró hacia adelante con mucho cuidado. El túnel iba cuesta abajo unos pocos metros, se volvía un poco y luego, iba cuesta arriba. Mientras se arrastraba volvió a olfatear el aire fresco agradecido y se dio cuenta con sorpresa de que algunas ventanas del piso bajo de aquel caserón estaban encendidas. Esta era la primera señal de vida en la casa tras los muros grises vista por cualquiera de los del Pino Solitario.
Tom asomó afuera la cabeza y echó un vistazo con mucha precaución. Aunque la casa estaba en sombras, el suelo enfrente de ella estaba bañado por la luz de la luna. Miró primero hacia la derecha y vio en seguida que sus sospechas habían sido acertadas las ovejas robadas habían sido agrupadas en una corraliza hecha de vallas. Tras echar un rápido vistazo en la otra dirección, se volvió a meter en el túnel con la rapidez de un conejo, porque a quince metros, aparcado, había un camión de transportes de muebles. Dos hombres estaban muy atareados con sus ruedas y cuando las ovejas cesaron por un instante de balar, Tom pudo oír el murmullo de sus refunfuñeos.
A menos que el «capitoné» hubiera estado allí antes, cosa poco probable, debía de haber llegado mientras queél iba siguiendo al pastor zanja abajo. Fue entonces cuando Tom empezó a preguntarse qué es lo que le habría ocurrido a los otros, dos y si realmente no se había pasado de listo. ¿No sería mejor retroceder por el túnel y hallar a David y a Jon? Después de todo, había sido el primero en atravesar los muros grises, al menos eso pensaba él y había visto las ovejas robadas, el «capitoné», al chofer y a su ayudante y las luces en las ventanas. ¿No tenía bastantes pruebas para la policía?
Y sin embargo, Tom vaciló. No quería retroceder sin acercarse más a la casa. Sólo sería cuestión de unos pocos minutos, y sería capaz de moverse rápidamente a través del claro de luna, cuando el chofer y su ayudante fueran al otro lado del camión. Claro que si cruzaba corría el riesgo de ser visto desde una de las ventanas, pero hasta ahora había tenido suerte y no le iba a fallar.
Entonces le obligaron a decidirse.
En el lado de la casa se abrió una puerta. Tom pudo ver el repentino resplandor de luz anaranjada y oyó la música de un aparato de radio mientras salía un hombre, se ponía las manos junto a la boca y gritaba
—¡Eh, vosotros dos! ¡Entrad! ¡El jefe quiere veros! ¡Rápido!
Los dos hombres dejaron lo que estaban haciendo y se apresuraron hacia la puerta y Tom, con un repentino impulso, dejó su refugio del túnel y empezó a arrastrarse hacia el «capitoné». No podía resistir el impulso de examinarlo y con sus guardianes fuera, ésta era su oportunidad.
Gruñó de dolor cuando una cosa dura le hizo un corte en la rodilla. A partir de entonces cada movimiento hacia adelante le hizo daño, así que se puso en pie y corrió todolo de prisa que pudo hacia el camión.
Mientras corría, los pelos se le pusieron de punta de terror, cuando el silencio fue roto por el profundo aullido de un perrazo. Miró por encima del hombro y vio un enorme animal, como un lobo, saltando a través del claro de luna en dirección a él.
¡Así que aquel hombre elegante había dicho la verdad al referirse a un perro alsaciano!
«¡Qué loco he sido!» —se dijo el pobre Tom tratando de reaccionar. La única cosa que podía hacer ahora era saltar al «capitoné» y esperar que la puerta trasera estuviera abierta.
—Debe de estar abierta —musitó.
El perro se le acercaba rápidamente, y pensó haber oído voces de hombres gritando mientras él hacía un gran esfuerzo y se encaramaba a la tabla de la trasera. A primera vista parecía como si la puerta estuviera cerrada, pero de repente se abrió hacia afuera un poco y una mano fuerte lo agarró y lo arrastró hacia adentro. Antes de que pudiera gritar, fue arrojado al suelo del camión y otra mano le tapó la boca. La puerta se cerró de un golpazo mientras que el perrazo, mordiendo y gruñendo, se arrojaba contra ella.
Tom empezó a luchar instintivamente. Un hombre gritó fuera y entonces otra voz que él conocía murmuró a su oído
—¡Caray, Jon! ¡Si es Tom!… ¡Vaya lío! Han oído al perro y ya vienen. ¡Echaos en el suelo y esperemos lo mejor!