ESCENA III

Parque de Windsor

Entran CAIUS y RUGBY

CAIUS.—¿Rugby?

RUGBY.—Señor.

CAIUS.—¿Qué hora es?

RUGBY.—Ha pasado, señor, la hora en que sir Hugh prometió venir.

CAIUS.—Por mi vida, que ha salvado su alma con no venir. Ha rezado bien en su biblia, cuando no ha venido. ¡Voto a sanes, Rugby, que si viene, es hombre muerto!

RUGBY.—No es tonto, señor. Él sabe bien que vuestra señoría lo habría muerto si hubiese venido.

CAIUS.—Vive Dios, que no hay arenque tan muerto como él cuando yo lo mate. Voy a decirte el modo cómo he de matarle.

RUGBY.—¡Ay, señor! Yo no entiendo de esgrima.

CAIUS.—Toma tu espada, canalla.

RUGBY.—Tened calma. Aquí viene gente.

Entran el posadero, Pocofondo, Slender y Page

POSADERO.—Dios te bendiga, bravo doctor.

POCOFONDO.—Él os salve, señor doctor Caius.

PAGE.—¿Qué tal, mi buen doctor?

SLENDER.—Os deseo buen día, señor.

CAIUS.—¿A qué habéis venido todos, uno, dos, tres, cuatro?

POSADERO.—A verte batiéndote, yendo a fondo, parrando, replicando, yendo de aquí para allí, dando golpes de punta y de filo, haciendo tus pases, dando tus estocadas en tercia, en cuarta, y, en fin, tu flanconada. ¿Ha muerto, etíope mío? ¿Ha muerto, Francisco mío? ¡Ah, bravo! ¿Qué dice mi Esculapio, mi Galeno? ¿Mi corazón de saúco? ¡Ah! ¿Está muerto, bravo Stale? ¿Está muerto?

CAIUS.—¡Voto a cribas! Es el clérigo más cobarde del mundo. ¡No se ha dejado ver la cara!

POSADERO.—¡Eres un rey de Castilla, un Héctor de Grecia, muchacho mío!

CAIUS.—Dad testimonio, os ruego, de que le he esperado dos y tres horas y que no ha venido.

POCOFONDO.—Es el más prudente, señor doctor. Él es curador de almas y vos lo sois de cuerpos. Si os batís, vais directamente contra toda la índole de vuestra profesión. ¿No es así, señor Page?

PAGE.—Vos mismo, señor Pocofondo, habéis sido gran duelista, aunque ahora sois hombre de paz.

POCOFONDO.—¡Puñales! Amigo Page, viejo y hombre de paz como me veis, cuando veo una espada, me comen los dedos por menearla; pues aunque seamos jueces y doctores y gente de iglesia, nos queda aún algo del brío de la juventud. Somos hijos de mujeres, amigo Page.

PAGE.—No hay duda de ello, señor Pocofondo.

POCOFONDO.—Así se ha de descubrir, señor Page. Señor doctor Caius, he venido para llevaros a casa. Estoy juramentado para la paz. Habéis probado ser un médico prudente, y el señor Hugh ha probado ser un prudente y sufrido sacerdote. Tenéis que venir conmigo, señor doctor.

POSADERO.—Perdonad, juez-huésped. Una palabra, señor Aguaturbia.

CAIUS.—¡Aguaturbia! ¿Qué significa eso?

POSADERO.—En nuestro idioma, quiere decir valentía, bravo mío.

CAIUS.—¡Voto a sanes, que entonces tengo tanta agua turbia como cualquier inglés!. ¡Ah, perro sarnoso de clérigo! ¡Voto a tantos que le he de cortar las orejas!

POSADERO.—Te clavará los dientes de firme, bravo mío.

CAIUS.—¿Qué es eso de clavar los dientes?

POSADERO.—Es decir que te dará satisfacciones.

CAIUS.—Pues por vida mía que tendrá que hacerlo, porque yo he de tenerlas.

POSADERO.—Y yo le provocaré a ello, o que se vaya a paseo.

CAIUS.—Y os doy gracias por esto.

POSADERO.—Y además, bravo mío… Pero ante todo, señor huésped, señor Page y caballero Slender, id por la ciudad hasta Frogmore. (Aparte a éstos.)

PAGE.—¿Está allí el señor Hugh?

POSADERO.—Allí está. Ved en qué disposición se encuentra, y yo haré venir al doctor por entre los campos. ¿Os parece bien?

POCOFONDO.—Así lo haremos.

PAGE, POCOFONDO, SLENDER. —Adiós, amigo doctor.

Salen Page, Pocofondo y Slender

CAIUS.—¡Voto a… que he de matar al clérigo, porque se pone a hablar a Ana Page en favor de ese pedazo de mico!

POSADERO.—¡Que muera en buen hora! Pero primero calma tu impaciencia, echa agua fría sobre tu cólera, ven conmigo al través de los campos hasta Frogmore, y te guiaré a la quinta donde está Ana Page en una fiesta, y allí la conquistarás. ¿Digo bien?

CAIUS.—¡Por vida de…! que os lo agradezco. ¡Por vida de…! que os amo, y os he de procurar la amistad de mis clientes, caballeros, nobles y lores.

POSADERO.—Por todo lo cual seré tu adversario con Ana Page. ¿Digo bien?

CAIUS.—Por mi alma que está bien, muy bien dicho.

POSADERO.—Pues entonces, en marcha.

CAIUS.—Ven tras de mi, Rugby.

Salen