Mirar volvió la vista hacia la costa y rio entre dientes. Arlij había cumplido con su palabra. La aldea estaba plagada de tejedores de sueños. Con su ropa ajada y sucia, su aspecto había sido demasiado ordinario y aburrido para atraer algo más que una mirada fugaz.
Por desgracia, también había significado que no había escasez de sanadores, por lo que no había tenido nada que intercambiar. Se había visto obligado a robar un bote. Era una embarcación pequeña, demasiado pequeña para las olas del océano, pero con su limitada experiencia de navegación dudaba de que pudiera gobernar algo más grande.
A lo largo de la noche lo había mantenido en movimiento y a flote principalmente mediante magia. Ahora, justo antes del amanecer, las aguas se habían calmado, y él se sentía exhausto.
«Aún no puedo dormir. Tengo que conectar con Emerahl para que me enseñe a mantener la barca a flote —se dijo—. De lo contrario, no dormiré nada durante días o semanas».
Se recostó y se sumió con facilidad en un trance onírico.
:Emerahl.
Después de su tercera llamada, oyó una respuesta.
:Mirar. ¿Dónde estás?
:En un barco.
:¿Qué? ¿Cómo…? ¡Oh! ¡Has burlado su vigilancia!
:Sí. Anoche.
:Bien hecho.
:Gracias. Arlij lo hizo de maravilla. Llenó las aldeas de la costa de tejedores de sueños. Creo que difundió un rumor sobre una plaga que ha empezado allí. Los lugareños se harán ricos cobrándoles por las camas y las comidas, aunque con suerte también robarán a los sacerdotes y las sacerdotisas circulianos que los Blancos han traído con ellos.
:¿Viste a algún Blanco?
:No, pero oí a alguien decir que estaban cerca. Los siyís me siguieron hasta la aldea.
:¿Cuándo fue eso?
:Ayer.
:Entonces ¿qué haces dormido? Debes alejarte lo más que puedas de la costa. Los siyís pueden cubrir volando una gran distancia en un día.
:Lo sé. Pero este barco es pequeño y no me resulta fácil mantenerlo a flote. Necesito tu ayuda.
:¿Qué tipo de barco es?
Él le envió una imagen mental.
:¡Es un bote de remos! ¡Idiota!
:No tenía mucha elección. Tuve que robarlo. Con tantos tejedores de sueños en la aldea, nadie iba a dar un barco a cambio de las dudosas curas de un vagabundo.
:Supongo que no.
:Tienes que ayudarme. Enséñame a navegar.
:¿Mediante conexiones oníricas? No puedo pasar el día soñando. Estoy en medio de una Búsqueda.
Por su forma de decirlo, supo que se trataba de una búsqueda con mayúscula.
:Pero ¡me hundiré!
:Muy bien. Entre tú y los Mellizos, estoy pasando la mitad del día tumbada… Mmm, no es la mejor manera de expresarlo. ¡Ah, por cierto! Tengo noticias importantes para ti.
:Dime.
:Los Mellizos me dicen que el rumor se ha extendido como reguero de pólvora por Ithania del Norte. —Hizo una pausa para imprimir mayor dramatismo a sus palabras—. Tu Auraya ha renunciado a los Blancos.
Mirar sintió por un instante que todo su ser se partía en pedazos. ¿Cómo era posible que tan pocas palabras contuvieran tanto significado, emocionante y aterrador a la vez?
:¿Está viva?
:Eso parece. Ha vuelto a Si. Según los siyís a los que los Mellizos han leído los pensamientos, lleva allí unas cuantas semanas.
:Lo que quiere decir que aún puede volar. —Se le aceleró el pulso—. Es su don innato, Emerahl. No le falta mucho para convertirse en inmortal. ¡Lo sé!
:No lo sabes con certeza.
:Lo sé. Aprendió a sanar con magia de forma demasiado fácil para que no sea así. Solo un paso pequeño, un empujón, y se hará inmortal.
:Los dioses no lo aprobarían.
:No, pero la única alternativa es dejarla envejecer y morir. Debo enseñarle.
:¿Cómo piensas hacer que se reúna contigo?
Él frunció el ceño. Auraya jamás abandonaría Ithania del Norte para aventurarse en la tierra de los pentadrianos, incluso si los siyís no la necesitasen.
:Tendré que ir donde está ella.
:Morirías. Incluso si consiguieras evitar a los siyís, Auraya no sabe cómo ocultar sus pensamientos. Y creía que te dijo que no vuelvas nunca. Eso no suena a alguien que se alegraría de verte, mucho menos que confiaría en que le enseñaras algo que probablemente haría que los dioses quisieran matarla.
Sintió una punzada de frustración. La respuesta acudió a él.
:Se lo tiene que enseñar otra persona.
:¿Quién?
:Tú, Emerahl. Tienes que ir a la cueva a la que me llevaste y mandar a buscarla. Mientras esté en el vacío puedes enseñarle a ocultar su mente. No abandonará Si, de modo que los dioses no sospecharán de sus movimientos. Sí, eso funcionaría.
Emerahl permaneció en silencio durante unos instantes.
—¿Y qué hay de mi Búsqueda?
Sintió un gran afecto por ella. Si se hubiera querido negar, habría respondido de forma más enfática. Sin embargo, hizo una pausa antes de responder. Se le notaban las ganas de emprender su Búsqueda. Él se alegraba de que ahora recorriera el mundo con tanta confianza.
Pero ¿en quién más podía confiar?
:Puede esperar, ¿no? No te lo pediría, pero… eres su única oportunidad.
Emerahl tardó en responder.
:Lo haré. Más vale que sea rápida en aprender.
Él sonrió.
:Lo es. Créeme, lo es. Gracias, Emerahl.
:Me debes un favor.
:Te lo devolveré —prometió—. Ya lo verás.