20.000 LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO • Julio Verne
Todo lo que hay sobre la superficie terráquea de nuestro mundo —animales, vegetación, montañas, precipicios, hermosos paisajes…— resulta poca cosa si se lo compara con lo que se oculta bajo la superficie de los océanos. Busca lo que quieras, una fiera, una selva, minas de metales preciosos, alimento para media humanidad, volcanes, cualquier cosa: lo encontrarás bajo el mar, mayor y más impresionante que en tierra firme. No sabemos lo que podemos hallar en otros planetas porque aún no hemos ido hasta allí, pero tampoco conocemos todo lo que se oculta en el fondo del mar, a pesar de que lo hemos explorado bastante y lo tenemos mucho más cerca. Cada viaje que hacemos a las profundidades oceánicas revela insólitas maravillas. A veces topamos con un ser antediluviano, como el celacanto, y otras veces con algas que quizá puedan acabar con el hambre en el mundo o con abismos que desafían a los vértigos de nuestra imaginación. La verdad es que bajo la superficie marina resulta complicado respirar y no es imposible que se lo coman a uno, pero es difícil aburrirse.
La navegación bajo las aguas tiene algo de milagroso y hasta de paradójico: después de todo, los buques están hechos para flotar y no para hundirse. El submarino es un barco que se hunde y sin embargo sigue comportándose como una nave, es decir: viaja de un sitio a otro. A pesar de que la idea resulta a primera vista extraña, se le ocurrió a los hombres hace siglos. Cuentan que el conquistador griego Alejandro Magno ya intentó descender al fondo del mar dentro de una campana de cristal y también Leonardo da Vinci, el gran artista del Renacimiento, dibujó planos de un barco submarino. A pesar de que lograr un vehículo semejante no podía ser cosa sencilla, era inevitable que los humanos se empeñaran en conseguirlo. Después de todo, la curiosidad por lo que hay allí «abajo», detrás de la verde piel del mar, siempre fue una tentación demasiado fuerte.
Tú has tenido la suerte de nacer en una época en que la navegación submarina es ya algo bastante corriente. Estás acostumbrado a ver esos enormes tiburones de acero dentro de los cuales viajan los hombres a las profundidades y también conoces los equipos de buceo que les permiten nadar durante horas bajo el agua para explorar ese continente silencioso. Todos hemos podido ver fotografías y películas que muestran, al menos en parte, su flora, su fauna y su emocionante paisaje. A lo mejor (es decir: a lo peor) esas imágenes ya no te producen sorpresa ninguna. Pero si quieres volver a sentir el escalofrío de asombro y de aventura que marcó las primeras travesías bajo el océano, aún puedes conseguirlo. ¿Cómo? Leyendo una novela, a mi juicio una de las más bellas de toda la historia de la literatura: 20.000 leguas de viaje submarino. Y lo más notable es que ese libro lo escribió un hombre que nunca había visto un submarino ni una fotografía de las profundidades, porque nada de eso existía aún. Decididamente, para bucear como es debido no hay nada mejor que la imaginación…
Ese hombre de portentosa imaginación se llamó Julio Verne y fue especialista en acertar profecías científicas. En sus novelas no sólo aparece el submarino antes de que se construyera el primero de ellos, sino también el cohete que viaja a la Luna, el satélite artificial, el cinematógrafo y hasta la silla eléctrica. Más que anunciar cómo funcionarían esos inventos futuros, describió las aventuras singulares que correrían los hombres al utilizarlos.
En gran medida, el encanto de 20.000 leguas de viaje submarino (aparte de su estupendo título, tan largo casi como el viaje mismo) se debe a la fascinación que su personaje principal —el capitán Nemo— ejerce sobre el lector. De vez en cuando, los libros le hacen a uno conocer a personajes así, tan inolvidables como los mejores amigos de la vida real. El capitán Nemo no es propiamente un malo, sino un maldito, alguien que se aparta de los hombres porque los hombres le han hecho demasiado daño. También él causa dolor a otros, pues para vengarse de quienes han humillado a su pueblo hunde barcos donde viaja gente inocente. Pero también es capaz de arriesgar su vida para salvar a un pobre pescador de perlas indio de las fauces del tiburón que va a devorarle. El capitán Nemo es altivo y misterioso, a veces terriblemente testarudo, pero el lector no puede remediar sentir respeto y hasta cariño por él. Por eso Julio Verne le hizo reaparecer otra vez, cuando ya le dábamos por muerto, en La isla misteriosa. Y con Nemo vuelve por última vez a la superficie su fiel Nautilus, el primero de todos los submarinos conocidos y el último que olvidaremos.