Macbeth

MACBETH • William Shakespeare

Te habrás fijado en que los malvados de los que hablamos en este libro son varones (o machos, como prefieras), salvo los velocirraptores hembras que aparecerán después. No vayas a creerte que considero buenas a todas las mujeres: pero resulta que en la mayoría de las historias que pueden interesarnos aquí los malos son «ellos». Las chicas suelen interpretar siempre uno de estos dos papeles: el de novias o el de víctimas. En ciertos casos especialmente emocionantes son a la vez novias y víctimas, pero no te preocupes que al final su novio protagonista las salva. Hacer de novia o hacer de víctima son papeles que tienen en común una cierta pasividad: dependen más o menos de los hombres, que son los que conquistan, raptan, luchan y saben dar el beso mágico que despierta a la princesa dormida. También para hacer el mal hay que tener fuerza y energía (nadie es verdaderamente malo si se limita a desmayarse, pedir socorro o huir), y durante siglos se dio por supuesto que los hombres eran más fuertes y enérgicos que las mujeres, de modo que debían ser malos más eficaces que ellas.

Pero esos prejuicios son cosa del pasado. En la época actual las mujeres se han liberado y desempeñan cualquier papel social igual de bien (o de mal…) que los hombres. En la literatura y en el cine son ya protagonistas: las vemos triunfando como detectives, como espías, como pistoleras del Oeste o enfrentadas a los enemigos del espacio como la princesa Leia de Star Wars. Y por supuesto en muchas novelas las encontramos haciendo de malvadas asesinas o de jefas de una banda de gángsters. De modo que cuando dentro de cien años alguien vuelva a escribir un libro como éste, por lo menos la mitad de sus malos y malditos serán malas y malditas. Pero ahora tendrás que contentarte con un solo ejemplo de villanía femenina.

A pesar de cuanto te he dicho, los relatos de todas las épocas hablan al menos de un tipo de mujer peligrosa y siniestra: la bruja. No me refiero solamente a la bruja de los cuentos, esa vieja de nariz ganchuda con sombrero de copa puntiaguda que se pasa la vida canturreando hechizos mientras revuelve un enorme caldero en el que se cuecen sapos y murciélagos. Ya sabes, esas señoras raras aficionadas a viajar montadas en una escoba y a repartir manzanas envenenadas entre las niñas tontas. No tengo nada contra esas brujas, que me resultan hasta simpáticas… por lo menos mucho más simpáticas que los inquisidores que se empeñaban en llevarlas a la hoguera. Pero hay historias que hablan de otras brujas, de brujas que no tienen por qué ser viejas y a veces son incluso muy guapas, de brujas que no lanzan sortilegios ni conjuros mágicos pero que se las arreglan para hacer daño a los hombres con otro tipo de hechizos. Hay maleficios muy poderosos que nada tienen que ver con lo sobrenatural ni necesitan para funcionar un caldero lleno de víboras cocidas: la astucia, la mentira, la adulación tentadora y hasta la belleza también son encantamientos.

Una de las brujas más terribles de la literatura es lady Macbeth, personaje creado por el gran poeta inglés William Shakespeare en su tragedia Macbeth. Como sabes, se trata de una obra de teatro aunque si te resulta todavía demasiado difícil leer directamente a Shakespeare puedes encontrar buenos resúmenes de Macbeth, Romeo y Julieta, Hamlet y las demás principales piezas de Shakespeare en los útiles Cuentos basados en Shakespeare de Charles Lamb. Lo cual no te impedirá ver en cuanto puedas representaciones de esas maravillas, porque gozar el teatro de Shakespeare constituye un privilegio al que nada debe hacerte renunciar.

Macbeth es una tragedia llena de brujas. Las hay de las tradicionales, esas del caldero y los murciélagos de las cuales hemos hablado antes. Hacen profecías diabólicamente engañosas y a fin de cuentas resultan ser siniestras, pero su aspecto es tan estrafalario que se divierte uno con ellas. La mala de verdad es lady Macbeth. No es vieja ni me la imagino fea: quizá se pareciese un poco a la madrastra de Blancanieves antes de convertirse en ancianita vendedora de manzanas. Pero es ella la que alienta la ambición de su marido, la que acaba convirtiéndole en un asesino de bondadosos reyes dormidos y hasta de niños. ¡Espantoso poder el de la bruja lady Macbeth: hacer irresistible la tentación criminal! Aunque Shakespeare nos cuenta inolvidablemente su castigo. Al final enloquece, intentando lavar sus manos de una mancha maldita de sangre que sólo ella puede ver…