Chaka

LA MALDICIÓN DE CHAKA • H. Rider Haggard

Pregúntale a aquel de tus amigos que consideres más culto cinco nombres de genios militares de la historia. Te hablará de Alejandro Magno, de Julio César, de Napoleón… incluso puede que te mencione a Gengis Kan y a Rommel. Pero segurisimo que no pronuncia este nombre: Chaka. Y sin embargo algunos expertos consideran a Chaka tan buen estratega como los otros grandes generales. Lo que pasa es que cuando hablamos de «historia» nos referimos al pasado de Europa y América, con algunas pocas referencias —muy poquitas— a Asia. Pero Chaka pertenece al pasado de África y además del África más desconocida, menos «histórica»: el África negra. En ese continente, Chaka dejó su huella. A finales del siglo XIX fundó el imperio Zulú, derrotando a numerosos jefes enemigos, y luego venció varias veces a tropas de europeos, sobre todo ingleses. Para los zulúes, Chaka es un mito y casi un dios, una combinación de Carlomagno con el dios Marte y el apóstol Santiago Matamoros (en este caso, «Mataingleses»). Pero no le busques en nuestros libros de historia porque seguro que no encuentras nada sobre él…

Admito sin sonrojarme que a los genios militares no les tengo demasiada simpatía. Me parecen carniceros ilustres y poco más. Prefiero a los poetas, a los artistas y a los inventores que hacen más bonita o agradable la vida de los humanos. ¡Si yo conociese al descubridor del jamón de Jabugo, para él sería la más alta de mis condecoraciones! De modo que tampoco Chaka me parece un personaje digno de gran cariño. La verdad, todo lo contrario. Chaka fue un tirano sanguinario que mató a muchos enemigos de su pueblo, pero también a muchísimos colegas de su propia tribu. Sus guerreros iban a la batalla con un coraje desesperado porque su única oportunidad de salvar el pellejo era vencer; si eran derrotados y huían, el propio Chaka se encargaba de liquidarles entre atroces tormentos. Para que te hagas una idea de cómo fue el angelito: convencido por una antigua maldición de que sería uno de sus hijos quien le matase, Chaka no quiso tener descendencia y asesinó en la cuna a todos los niños que dieron a luz sus numerosas mujeres. Bueno, a todos no, porque no pudo impedir que uno de ellos sobreviviese. Ya puedes imaginarte lo que ocurrió: el niño creció entre mil peligros y aventuras, llegó a hacerse hombre… y finalmente acabó matando a Chaka. ¡No hay quien pueda con las maldiciones!

Probablemente la historia de los países llamados «civilizados» conoce también el caso de otros jefazos asesinos tan detestables como Chaka, pero peores debe haber habido pocos. Y sin embargo su energía diabólica, su coraje y su pericia bélica le dan cierta grandeza: fue siniestro y dañino pero enorme, como un feroz huracán. Desde lejos se le puede admirar un poco: lo que resulta imposible es «quererle». A diferencia de Julio César o Napoleón, ni siquiera fue capaz de fundar instituciones o promulgar leyes que mejorasen la convivencia de su pueblo. Cuando dejó de inspirar terror, quedó poca cosa de él.

Pero el protagonista de La maldición de Chaka no es el propio tirano sino Umslopogaas, el hijo que escapó de sus garras y que años más tarde le asesinó. Umslopogaas fue valiente y fuerte como su terrible padre, pero mucho más humano. El autor de la novela, sir Henry Rider Haggard, hizo también aparecer a Umslopogaas como personaje secundario en su obra más conocida, de cuyo título al menos seguro que te acuerdas: Las minas del rey Salomón. Rider Haggard fue cazador y explorador en esas mismas tierras africanas donde transcurren la mayor parte de sus relatos. Aunque escribió demasiado y no todo le salió igual de bien, creo que podemos considerarle como uno de los grandes novelistas de aventuras. Puedes leer sus libros con confianza: unos te gustarán más que otros, pero me parece que ninguno te aburrirá.

En La maldición de Chaka hay mucha sangre y escenas tremendas; hay hombres que viven entre lobos y que se comportan peor que las fieras; hay espíritus y brujerías… Pero también hay una hermosa historia de amor, extraña y triste. A pesar de que los amores entre Umslopogaas y Nada el Lirio acaban trágicamente, después de terminar la lectura de la novela seguimos acordándonos de ese cariño imposible mejor que de la crueldad estéril de Chaka. Será porque, como dicen los poetas, el amor es más fuerte que la misma muerte.