Sansón Carrasco

DON QUIJOTE DE LA MANCHA • Miguel de Cervantes

Normalmente consideramos «malo» a quien tiene mala idea, mala intención. Es decir, el que hace daño a otro a propósito. Pero ¿y los que fastidian al prójimo con la mejor intención del mundo, los que le hacen daño «por su bien»? Estos malos a fuerza de ser buenos pueden resultar en ocasiones los peores de todos. Hay tipos convencidos de que saben lo que conviene a los otros mejor que ellos mismos. Como aquel boyscout que dedicó enormes esfuerzos durante toda una mañana para ayudar a cruzar la calle a un ciego… que no quería cruzar. Tales protectores de gente que no pide protección nos dicen lo que tenemos que comer, lo que tenemos que beber, si debemos fumar o no, cómo debemos vestir y hasta lo que tenemos que pensar. Si se limitaran a informarnos de lo que según ellos es mejor para nosotros, hasta podríamos agradecérselo y todo. A fin de cuentas, un consejo dado con buena intención nunca hace daño… especialmente si uno no lo sigue. Pero lo malo es que están dispuestos a «obligarnos» a que les hagamos caso. Eso si, siempre por nuestro bien.

Sansón Carrasco es uno de estos «malos» llenos de buena intención. Se considera a sí mismo como el mejor amigo de don Alonso Quijano, al cual le ha dado la rara chaladura de creer que es un caballero andante llamado don Quijote. Como Sansón Carrasco es un bachiller, una persona con estudios moderna y tolerante, está convencido de que comprende muy bien al bueno de Alonso Quijano y sus fantasías heroicas. Incluso siente cierta simpatía por el ideal de la caballería andante: ir por el mundo ayudando a los débiles, arreglando injusticias y salvando a las princesas que han tenido la mala suerte de ser raptadas por algún malvado brujo. Claro que a Sansón Carrasco todos estos proyectos tan bonitos le parecen cosas del pasado o ilusiones que nada tienen que ver con la realidad. Además, Alonso Quijano no es un fuerte guerrero capaz de luchar contra dragones sino un señor bastante mayor y no muy cachas, al que cualquiera puede tumbar sin esfuerzo. Todo el mundo se ríe de su aspecto estrafalario y de lo chungo que es el viejo caballo que monta. Ya no hay brujos, piensa Sansón Carrasco, ni princesas, ni… bueno, injusticias todavía hay, eso no se puede negar, pero si no sabe arreglarlas la policía seguro que tampoco las enmienda ningún caballero andante. De modo que Sansón Carrasco decide «ayudar» a don Quijote y «curarle» de su locura. ¡Ay, madre mía!

La verdad es que el bachiller Sansón Carrasco, que cree saberlo todo «científicamente», no entiende nada de nada. Puede que don Quijote esté chiflado, pero su chifladura se parece a la de los artistas, los poetas o los santos. Es una chifladura que hace pensar a los sensatos y que sirve de ejemplo. Cuando se lanzó a recorrer el mundo a lomos de un humilde rocín y empuñando su lanza, don Quijote envió un mensaje a todas las personas de buena voluntad: dice que cada hombre debe luchar por lo que considera justo y ayudar a quienes ve en peligro aunque todo el mundo se ría de él y aunque se lleve una buena zurra de vez en cuando. Alonso Quijano tiene un cuerpo delgaducho y no muy fuerte, con más años que músculos; pero su alma es joven, valiente y generosa como la de los héroes antiguos. El alma de Alonso Quijano se llama don Quijote. Y lo que cuenta de verdad es la fuerza del alma, no la del cuerpo: a don Quijote le derriban muchas veces de su caballo, pero nadie logra descabalgarle nunca de sus ideales. Lo que necesita de verdad don Quijote no son médicos que le curen sino compañeros que le imiten.

En cierto modo, el bachiller Sansón Carrasco es un imitador de don Quijote: se disfraza dos veces de caballero andante, la primera como Caballero de los Espejos y la segunda como Caballero de la Blanca Luna. Pero su propósito no es luchar contra magos y otros malandrines, sino vencer a don Quijote para así convencerle de que debe volver a casa. El bachiller quiere «meter en razón» a don Quijote, sin darse cuenta de que para «meterle en razón» tiene que sacarle de su poesía. Y tampoco advierte que de este modo va a convertirse involuntariamente en su asesino. Don Quijote, vencido pero no convencido por Sansón Carrasco, vuelve a su casa y a llamarse otra vez Alonso Quijano para morir pocos días después. Es que ha perdido su alma quijotesca y sin alma no se puede vivir.