¿DOMINARON LOS ANTIGUOS LA GRAVITACIÓN?
La energía encerrada en el interior del átomo es la fuerza más poderosa conocida. La fuerza electromagnética es un centenar de veces más débil que la energía nuclear. Pero la fuerza gravitatoria es cuatrillones de veces más débil que la electricidad o el magnetismo[29].
Paradójicamente, la fuerza más débil es la más difícil de dominar, debido a que sabemos muy poco acerca de ella. La gravedad ocupa un lugar exclusivo en la Física. Lo más extraordinario es que los descubrimientos realizados en el mundo del átomo no han aclarado el misterio de la gravitación, sino que, por el contrario, han introducido aún más problemas dentro del problema principal.
Si pudiésemos aislar las cosas de la gravedad, dichas cosas perderían su peso. Pero hasta ahora, ésta ha sido una tarea improductiva. Si la gravedad fuese conquistada, la vida se transformaría por completo. Coches, trenes, buques, aviones y cohetes de propulsión se convertirían de este modo en algo superfluo, y se exhibirían en los museos; crecería la hierba en los caminos y carreteras; las casas flotarían en el aire, y los hombres volarían como pájaros. No obstante, estos fantásticos días parecen estar lejos, porque, a pesar de que se llevan a cabo —por parte de muchas naciones— investigaciones antigravitatorias, el misterio de la gravedad no ha sido desentrañado aún.
Otra característica principal que sabemos acerca de la gravedad es que varía con la masa. El compañero oscuro de la brillante estrella Sirio está compuesto de una materia tan concentrada, que una simple taza de esta materia pesaría 12 toneladas; pero este peso es tan ligero como una pluma si se lo compara con una taza de sustancia de cierta pequeña estrella de la constelación de Casiopea, que alcanzaría un peso de más de cinco millones de toneladas en una hipotética balanza.
Las especulaciones acerca de la naturaleza de la gravedad y de la posibilidad de conquistarla no son vanas. Tienen una importancia capital en astronáutica y aviación, porque miles de millones de personas serían salvadas si se descubriera la antigravedad.
Algunas de las leyendas más increíbles de la Antigüedad se refieren a la levitación, o el poder de neutralizar la gravedad. François Lenormant escribe, en Magia caldea que los sacerdotes de la antigua Babilonia eran capaces, por medio de ciertos sonidos, de elevar en el aire pesadas piedras que no podrían haber movido un millar de hombres.
¿Es así como fue erigida Baalbek? La gigantesca losa abandonada en la cantera, a los pies de la terraza de Baalbek, por los titanes que la habían construido, tiene una longitud de 21 m, una anchura de 4,8 y un grosor de 4,2 m. Se habrían necesitado cuarenta mil obreros para mover esta enorme masa. La pregunta es: ¿cómo semejante multitud hubiera tenido acceso a la losa, con objeto de moverla? Es más, incluso en esta brillante era de la tecnología, no existe actualmente una grúa en el mundo capaz de elevar de la cantera este monolito.
Algunos escritos árabes contienen leyendas curiosas acerca de la forma en que fueron erigidas las pirámides de Egipto. Según una, las piedras eran envueltas en papiros y, luego, tocadas con una varilla por un sacerdote. De este modo perdían su peso y se trasladaban a través del aire hasta distancias de cincuenta metros. Luego, el hierofante repetía el procedimiento, hasta que la roca alcanzaba la pirámide y era colocada en su lugar. Esto podría explicar la ausencia de astillas en los bordes de los bloques de piedra, que el autor buscó en vano, y la estrechez de las junturas, entre las cuales resulta imposible introducir una hoja de papel. Incluso aunque la pirámide de Cheops no sea ya el edificio más alto del mundo, sigue siendo la estructura megalítica más grande de la Tierra.
Las tablillas babilonias afirman que el sonido podía levantar las piedras. La Biblia habla de Jericó y de lo que las ondas del sonido hicieron con sus murallas. Escritos coptos relatan el proceso por el cual los bloques destinados a las pirámides eran elevados por el sonido de los salmos. No obstante, en el actual nivel de nuestra tecnología no podemos establecer ninguna relación entre sonido e ingravidez.
Luciano (siglo II) da testimonio de la realidad de hechos antigravitatorios ocurridos en la Historia antigua. Hablando acerca del dios Apolo en un templo de Hierápolis, Siria, Luciano relata una maravilla que él mismo contempló: «Apolo dejó a los sacerdotes en el suelo, y se elevó».
La biografía de Liu An, en el Shen Hsien Chuan (siglo IV), contiene un caso anecdótico de levitación. Cuando Liu An ingirió su elixir taoísta, se elevó. Pero había olvidado en el patio el recipiente que contenía el elixir, y no transcurrió mucho tiempo sin que los perros y las aves de corral lamieran y bebieran lo que había quedado en el vaso. Como reza el documento histórico: «Ellos también se elevaron a los cielos; así, podía oírse a los gallos quiquiriquear en el firmamento, y el ladrido de los perros que resonaba entre las nubes». ¡Qué lástima que no hubiera habido cinematógrafo en aquellos días! Sin embargo, no descartemos este documento histórico de China como una simple anécdota, ya que muchas de las leyendas de Oriente se han convertido en realidad científica. ¿Acaso no viajamos hoy sobre alfombras mágicas y contemplamos escenas en espejos mágicos?
Un relato budista yataka menciona una gema mágica capaz de elevar a un hombre en el aire si se la introduce en la boca.
El fenómeno de la ingravidez ya no es milagroso para nosotros, porque actualmente estamos acostumbrados a ver flotar a los cosmonautas en el espacio. Tiene que existir una explicación científica para el hecho de que algunas personas u objetos hayan escapado a la fuerza de la gravedad terrestre en el pasado.
En la Antigüedad, un científico de nuestros días habría sido considerado un mago. En cambio, los magos de ayer eran a menudo científicos. Simón el Mago un filósofo gnóstico del siglo I, era un hombre de este tipo. Este pensador hebreo afirmaba que «el fuego era la causa primaria del mundo manifestado, y tenía un carácter dual». Ésta es una definición sencilla de la estructura atómica de la materia y su polaridad. Simón era capaz de realizar milagros por medio de su «ciencia mágica». Sus biógrafos críticos, la mayoría de ellos primitivos patriarcas cristianos, describen el modo cómo el fuego descendía del cielo sobre los objetos previamente designados por el Mago.
Existe una historia acerca de Simón dirigiéndose a millares de personas, en Roma, sobre el tema de su filosofía de la gnosis, o conocimiento. La tradición dice que los «espíritus del aire» le ayudaban a elevarse a él mismo en el espacio, pues Simón era «un hombre muy versado en artes mágicas». Aunque los historiadores cristianos no están seguros de la fuente de los poderes de Simón, se le atribuía, a pesar de todo, el poder de la levitación. Se decía de el Mago que había fabricado estatuas sin peso capaces de flotar en el aire.
Se afirma de Yámblico, filósofo neoplatónico del siglo IV, que también había flotado en el aire a una altura de medio metro.
A lo largo de los siglos, la Historia da testimonio de la realidad de la levitación. En su libro sobre el desarrollo de la aeronáutica, Jules Duhem cita una crónica escrita por el padre Francisco Álvarez, secretario de la Embajada portuguesa en Etiopía, a principios del siglo XVI. En 1515, el padre Álvarez escribió acerca de un monasterio situado en la montaña de Bidjan. Junto a la capilla de las epístolas, una varilla de oro de 1,22 m de longitud había estado flotando en el aire durante muchos siglos. Esta maravilla atraía a numerosos peregrinos al monasterio, y el padre Álvarez estaba totalmente seguro del carácter genuino del fenómeno, que de ningún modo era capaz de explicar.
Casi dos siglos más tarde, el doctor Charles-Jacques Poncet, cirujano francés residente en El Cairo, que había viajado mucho por Etiopía, pudo contemplar la misma varilla flotante en el ángulo derecho de la iglesia, en los años 1698, 1699 y 1700. En sus Cartas (1717), el doctor Poncet afirma que había sospechado algún truco al verlo, y que pidió permiso al abad del monasterio para examinar la varilla flotante desde todos los lados. El monje se mostró de acuerdo, y el médico francés pasó su mano por debajo, por encima y alrededor del bastón. Escribe: «Me quedé sin habla a causa del asombro, ya que no pude descubrir ninguna causa natural para tan maravilloso fenómeno».
En 1863, el explorador francés Guillaume Lejean visitó el monasterio Bidjan y contempló también, varias veces, la varilla de oro suspendida en el aire.
La Iglesia católica enumera unos doscientos santos de los que se afirma habían conquistado la fuerza de la gravedad.
Según Rufino[30], santa Cristiana, misionera cristiana en la España del siglo III, hubo de llevar a cabo un hecho antigravitacional. El rey y la reina de Iberia estaban construyendo una iglesia, y ocurrió que una columna resultaba tan pesada que no podía ser puesta en su lugar. La Historia prosigue relatando que la santa llegó a medianoche al lugar de la construcción y solicitó la ayuda divina, mediante la oración. Súbitamente, la columna se elevó por los aires y permaneció así flotando hasta la mañana. Los atónitos obreros no tuvieron ninguna dificultad en mover por el aire esta columna ingrávida hasta colocarla en el lugar adecuado, después de lo cual la columna recuperó su peso y fue fácilmente instalada sobre el pedestal.
En Monte Cassino, en Italia, existe una grande y pesada piedra que, según la tradición, fue elevada por san Benito (448 - 548 de nuestra era) mediante la neutralización de la gravedad. La piedra estaba destinada a la pared del monasterio, que se estaba construyendo por aquel tiempo, y los albañiles no podían con ella. San Benito hizo el signo de la cruz sobre el bloque, y mientras los siete hombres que habían intentado moverla quedaban estupefactos, la elevó él solo sin ningún esfuerzo[31].
El rey Fernando I fue, en cierta ocasión, huésped de san Francisco de Paula (1416-1507) en Nápoles. Por una puerta entreabierta pudo ver al monje, en meditación, flotando por encima del suelo de su celda.
Santa Teresa de Ávila (1515-1582) acostumbraba elevarse en el aire. En ocasiones lo hacía en momentos muy inconvenientes, como, por ejemplo, durante la visita de una abadesa o de un obispo a su monasterio, en que súbitamente se elevaba hasta el techo.
Para ayudar a diez hombres que estaban luchando por mover una cruz de once metros de longitud, san José de Cupertino (1603-1663) voló unos 60 metros, cogió la cruz en sus brazos y la instaló en su lugar. En 1645, en presencia del embajador español en la Corte Papal, él mismo se elevó y flotó por la iglesia, por encima de las cabezas de los presentes, hasta los pies de una estatua religiosa. El embajador, su esposa y la gente que había en la iglesia quedaron inmóviles por el asombro.
Los británicos han contado muchas historias de la India relativas a yoguis que, en una postura budista, se sostenían, bien en el aire, bien sobre el agua. A menudo se abstenían, por temor al ridículo, de comunicar estos fenómenos a la Prensa inglesa.
Merece citarse una descripción relativamente reciente (1951) de un caso de levitación en Nepal, efectuada por E. A. Smythies, consejero del Gobierno de Nepal, con referencia a su sirviente nativo: «Su cabeza y cuerpo se sacudían y temblaban; la cara aparecía llena de sudor, y emitía los más extraordinarios ruidos. Me pareció claramente inconsciente de lo que estaba haciendo, o de que un círculo de aterrados sirvientes —y yo mismo— lo observaban a través de la puerta abierta, a unos 2,5 ó 3 m de distancia. Esto duró unos diez o quince segundos, y luego, de pronto (con los brazos cruzados y las manos entrelazadas), se elevó más de 60 cm en el aire y, después de un segundo, cayó violentamente al suelo. Esto volvió a ocurrir exactamente del mismo modo, excepto que, en esta ocasión, sus manos y piernas estaban separadas». El episodio no estaba premeditado, y Mr. Smythies quedó pasmado al ver este fenómeno de inversión de la fuerza de la gravedad[32].
Según el documento Surya Siddhanta de dos mil años de antigüedad, los siddhas, adeptos de la Ciencia Suprema, podían convertirse en extremadamente pesados o en seres ligeros como una pluma. Este antiguo concepto de la gravedad en cuanto fuerza variable, en lugar de constante, es en sí mismo muy notable, ya que no existía nada en la experiencia física de los antiguos brahmanes, al menos que nosotros sepamos, que indicara la posibilidad de que los objetos pudieran convertirse en más pesados o más ligeros.
En una carta fechada el 14 de julio de 1871, Lord Lindsay relata su extraña experiencia con D. D. Home: «Estaba reunido con Mr. Home y Lord Adare, y un primo de éste. Durante la sesión, Mr. Home entró en trance, y en este estado salió, como impulsado, por la ventana. Permaneció en aquella posición durante unos pocos minutos, y luego se deslizó dentro de la habitación, con los pies por delante y, al final, se sentó». ¡La ventana a que se refiere Lord Lindsay tenía una altura de treinta y tres metros sobre el nivel de la calle![33].
El conocido físico británico Sir William Crookes observó también hazañas de levitación por parte de Home. «En tres ocasiones distintas, le vi elevarse completamente del suelo de la habitación. Una vez estaba sentado en un sillón, otra, de rodillas en su silla, y la tercera, simplemente de pie», escribió en 1874.
¿Se llevan a cabo en la actualidad demostraciones de ingravidez, en esta Era del Espacio en que es muy necesaria? Asaz sorprendentemente, la contestación es sí.
Shivapur está situada a veinticuatro kilómetros al sur de Poona, India Occidental. En esta pequeña y desconocida aldea puede estar la clave de lo que los científicos del mundo andan buscando. Una mezquita mahometana dedicada al santo sufí Qamar Ali Dervish se yergue en Shivapur. Frente a un edificio de un solo piso, con una fachada pulcramente pintada que tiene una puerta y dos ventanas, hay un prado verde en donde descansa un enorme guijarro de granito que pesa alrededor de cincuenta y cinco kilogramos.
A menudo, un barbudo sacerdote musulmán se sienta en las gradas del altar o en el césped y lee el Corán. Cuando se junta delante de la mezquita un razonable número de personas —indios de Bombay y otras ciudades, peregrinos mahometanos, o incluso un raro turista extranjero—, el sacerdote cierra su Corán y da la bienvenida a los visitantes.
Luego, la abigarrada multitud de recién llegados —brahmanes, persas, mahometanos, comunistas de Kerala, o algún ocasional extranjero— se congregan alrededor del guijarro que está en el césped, en número de once, ni más ni menos. En seguida el sacerdote, o más frecuentemente un asistente, explica a las once personas que están de pie en torno al bloque de granito que tienen que inclinarse y tocar la piedra con el dedo índice, salmodiando al mismo tiempo las palabras «Qamar Ali Dervish» en voz alta, con tonos retumbantes. Tan pronto como se llevan a cabo estas instrucciones, ocurre un increíble suceso: ¡El guijarro adquiere vida y se eleva en el aire a una altura de casi dos metros! El bloque de granito permanece suspendido durante un segundo, y luego cae con un golpe seco, de modo que los participantes han de tener cuidado con sus pies.
Existe también otra piedra más ligera, que pesa alrededor de cuarenta y un kilogramos, que requiere los dedos índices de nueve personas para convertirse en ingrávida.
Si hay más de once individuos alrededor del guijarro mayor, la piedra no se mueve. Si hay menos, tampoco sucede nada. Igualmente, si las palabras «Qamar Ali Dervish» no son cantadas distintamente y con un cierto volumen, la piedra permanece en el suelo. En esta levitación se dan tres factores: los índices de aquéllos que toman parte en el fenómeno, su número exacto (11 ó 9) y el canto correcto del nombre del santo musulmán. Si alguna de estas condiciones no se cumple, la manifestación de ingravidez no tiene efectividad. Esta demostración se hace unas seis veces al día, y se lleva a cabo cada día del año.
El esclarecimiento de esta demostración ha hecho correr una considerable cantidad de tinta. Ha sido apasionadamente discutida por muchos hombres de Ciencia, algunos de los cuales condenan a menudo antes de examinar. Este hecho tiene que ser visto para ser creído. Resulta bastante claro que, dado que en esta demostración de ingravidez toman parte miles de brahmanes, budistas o persas, el Islam no saca ningún provecho de ello. No existe tampoco la más ligera posibilidad de sugestión de masas (realmente, si uno no anda con cuidado, la piedra, al caer, puede romperle los dedos del pie). Evidentemente, todo depende de las ondas de sonidos y de las biocorrientes procedentes de los dedos. Lo que la Ciencia debería hacer es estudiar este fenómeno, para descubrir sus causas.
El escritor y sociólogo americano Upton Sinclair, difícilmente puede ser acusado de credulidad, y no obstante fue testigo de un caso de levitación en su propia casa, en los años veinte. En presencia de sus amigos —un grupo de científicos y escritores—, un hombre con un extraño poder elevó una mesa de quince kilogramos a unos dos metros y medio por encima de la cabeza de Sinclair. «No me sentía inclinado a publicar lo que había visto, pero, no obstante, tampoco estaba dispuesto a dejar de publicarlo», dijo, percatándose de la importancia que tiene para la Ciencia la neutralización de la gravedad.
La famosa exploradora Madame Alexandra David-Neel, que murió en 1969 a la edad de 101 años, relató sus extrañas experiencias con la levitación en el Tibet, país en que ella había vivido durante catorce años. En su libro Con los místicos y magos en el Tibet dice: «Dejando a un lado la exageración, me he convencido, según mis limitadas experiencias y lo que he oído de lamas dignos de fe, de que uno puede alcanzar un estado en que no se siente el peso del propio cuerpo».
Efectivamente, la exploradora francesa tuvo la fortuna de poder ver a un lama sonámbulo, o «lung-gom-pa». Estos lamas se convierten casi en seres ingrávidos, y se deslizan por el aire tras un largo período de entrenamiento. El lama que ella vio durante su estancia en el norte del Tibet, brincaba con «la elasticidad de una pelota y rebotaba cada vez que sus pies tocaban el suelo». ¡Leyendo estas palabras, recuerda uno «el paso de canguro» de Armstrong en la Luna!
Los tibetanos aconsejaron a Madame David-Neel que no obstruyera el paso o se acercara al lama, ya que ello podía ocasionar su muerte, debido al shock. Como este lama pasaba con una rapidez extraordinaria en su irregular carrera, la exploradora francesa y sus compañeros decidieron seguirlo montados en caballerías. ¡A pesar de sus superiores medios de transporte, no pudieron alcanzar al lama sonámbulo! En su estado, similar al trance, el «lung-gom-pa» parece ser completamente consciente del terreno y de los obstáculos que hay en el camino, al igual que un sonámbulo que sale a través de la ventana y pasea por los tejados.
Madame David-Neel obtuvo cierta información verdaderamente significativa acerca de esta levitación. Para estas carreras de sonámbulo, la mañana, el crepúsculo y la noche parecían ser momentos más favorables que el mediodía o la tarde. Por tanto, debería de existir cierta correlación entre la posición del sol y la gravedad.
El poder se desarrolla mediante una profunda respiración rítmica y concentración mental. «Después de muchos años de práctica, los pies del lama ya no tocan la tierra, se vuelve aéreo y planea a gran velocidad», escribe Madame David-Neel. Por asombroso que pueda parecer, la autora añade que algunos lamas crean una gravedad artificial mediante pesadas cadenas que llevan consigo ¡para no perderse en el espacio!
Los trabajos de esta orientalista deberían ser estudiados para comprender este enfoque asiático a la tarea de conquistar la gravedad, problema que ellos han abordado durante muchos siglos.
Anomalías en la gravedad lunar y sus zonas gravitatorias, descubiertas por el Apolo VIII hicieron que la nave se apartara de su curso y altitud. En nuestro planeta, las anomalías en la gravedad no son infrecuentes. Uno de los ejemplos más espectaculares es el de la «colina magnética», cerca de Moncton, Nuevo Brunswick, Canadá, donde los coches atraviesan el alto de la colina sin necesidad de fuerza motriz. La gravedad invierte su dirección en la base de la colina, y cuando los conductores cierran la llave de contacto y aflojan los frenos, sus coches son empujados hasta la cumbre de la colina por una fuerza invisible. Se pensó que existía quizás un depósito de hierro magnético, profundamente enterrado, que era el responsable de este fenómeno gravitatorio, ya que el imán o la calamita atraen a los metales. Sin embargo, el imán de la «colina magnética» afecta no sólo a los objetos metálicos, como los coches, sino también a cualquier otro: una vara de madera o una pelota de goma, por ejemplo.
¡En ciertas condiciones, incluso el agua puede flotar hacia arriba en algunos lugares!
Afecta igualmente a las personas, y muchos testigos dan prueba de su desusada influencia.
«Existe algo aquí en el suelo. Puedes sentirlo en tus huesos. Te produce escalofríos. Casi te trastorna», escribe un turista.
Otro, dice: «Cuando estaba paseando y di la vuelta, me dio una sensación de vuelco. La noté en mi frente».
«Uno pensaría que había una gigantesca mano que le empujaba hacia atrás», describe otra persona las sensaciones experimentadas en la «colina magnética».
Existe una vasta diferencia entre el electromagnetismo y la gravedad. El fenómeno de la «colina magnética» puede ayudar a resolver el misterio de la Antigüedad.
Durante miles de años, algunos hombres han experimentado inversiones de la fuerza de la gravedad. Quizá los antiguos podrían damos ciertos indicios de cómo conseguir la antigravedad, a fin de utilizarla en astronáutica y aviación.