Capítulo XII

MAPAS, MANUSCRITOS Y MARAVILLAS

En la Vida de Apolonio de Tiana, del ateniense Flavio Filostrato (175-249 de nuestra era), aparece un intrigante párrafo que prueba el insospechado conocimiento que de la Geografía se tenía en la Antigüedad: «Si se considera la tierra firme en relación con toda la masa de las aguas, podemos estar seguros de que la tierra es la menor de las dos».

Si los antiguos griegos, cretenses o fenicios no habían cruzado el Atlántico o el Pacífico, ¿cómo pudo Filostrato saber que los océanos cubrían la mayor parte de la superficie del planeta?

Platón debió de haber tenido información acerca del gran tamaño de nuestro Globo, y de la existencia de otros continentes, porque afirmaba, en Fedón que el pueblo mediterráneo ocupaba «sólo una pequeña porción de la Tierra».

«Al lado del mundo que habitamos, deben de existir uno o más mundos poblados por seres distintos de nosotros», escribía Estrabón (siglo I a. C.). E incluso añadía que si el paralelo de Atenas se extendía hacia Occidente —a través del Atlántico—, estas otras razas podrían vivir allí en una zona templada; no cabe duda de que aludía claramente a Norteamérica.

No obstante, en tiempos de Colón casi todo el mundo creía que la Tierra era plana, y que la Niña la Pinta y la Santa María caerían por el borde de este plano si navegaban demasiado lejos. No debe sorprender, por tanto, que fuera tan difícil reclutar la tripulación para este primer viaje transatlántico.

De acuerdo con estos hechos históricos, es fácil comprender que el conocimiento de los pueblos antiguos en Geografía era ampliamente superior al de los europeos del siglo XV.

Heródoto (V, 49) nos refiere que Aristágoras, el gobernante de Mileto (500 a. C.) poseía una tablilla de bronce en que estaban grabados las tierras y los mares. Éste podría ser uno de los mapas más antiguos, si exceptuamos las tablillas cifradas de los babilonios.

Tan sólo si ellos mismos habían explorado lugares distantes, pudieron los pueblos de los tiempos antiguos haber descrito dichos lugares con tanta precisión. Piteas de Marsella, antiguo geógrafo y astrónomo (330 a. C.), navegó hasta el círculo polar ártico, por el Atlántico, y ofreció una explicación científica del sol de medianoche.

¿Tenían conocimiento de América los sabios de la Antigüedad? Séneca (siglo I), autor de tragedias, confirma esta suposición gracias a su famoso verso de Medea:

Vendrá un tiempo

En que las ligaduras del océano

Se desatarán,

Y la vasta Tierra se revelará.

Otro Tifis descubrirá nuevos mundos,

Y se contemplarán tierras más allá de Thule.

Nuevas tierras «más allá de Thule», o Islandia[24], no puede ser otra cosa que Groenlandia y Norteamérica. Tifis era el piloto de la legendaria nave Argos. Estos versos de Séneca aluden de modo definitivo a lo que siglos más tarde fue llamado el Nuevo Mundo.

En el siglo V antes de nuestra era escribía Platón, en el Timeo acerca del océano Atlántico y América: «En aquellos días, el Atlántico era navegable desde una isla situada al oeste de los estrechos que vosotros llamáis las Columnas de Hércules; desde ella podían alcanzarse otras islas, y desde éstas era factible pasar al continente que había frente a ellas y que circunda el verdadero océano».

Esta frase indica que más allá del estrecho de Gibraltar, las Canarias y las Azores, atravesando el océano Atlántico, hay un continente que debe ser las Américas. Ésta es una afirmación sorprendente, ya que sugiere que hace veinticinco siglos, o antes, los antiguos tenían, de una u otra forma, conocimiento de la existencia de América.

El Vishnu Purana libro sagrado de la India, contiene un pasaje significativo acerca de Pushkar (un continente) con dos Varshas (tierras) que hay a los pies de Meru (polo norte). El continente está frente a Kshira (un océano de leche), y las dos tierras tienen forma de arco. ¿Insensatez mitológica? No. El texto brahmánico se refiere al continente de América (Pushkar), con sus dos divisiones de tierras, Norte y Sur (las dos Varshas). América, en verdad, está frente al océano polar (océano de leche), y el perfil de América del Norte y del Sur se parece a un arco, tal como se describe en el Vishnu Purana.

Tras esta interpretación del pasaje procedente del libro sagrado de la India, surge en seguida una pregunta: ¿De dónde obtuvieron los brahmanes información sobre América y su forma exacta desde Groenlandia hasta la Patagonia? La exploración geográfica implica medios de transporte e instrumentos. Pero la civilización de la India no tenía buques capaces de navegar por el océano 1500 años antes de la época de Colón. Tenemos, por tanto, otro misterio sin resolver en la historia de la Ciencia.

Un antiguo libro tibetano, de la secta Bon, contiene un extraño gráfico. Se trata de un mosaico de cuadrados y rectángulos marcado con nombres de países desconocidos. Como el diagrama muestra los cuatro puntos cardinales, el Este en la parte superior, el Oeste, en la inferior, el Sur, a la derecha, y el Norte, a la izquierda, el filólogo soviético Bronislav Kuznetsov llegó a la conclusión de que aquel gráfico era un mapa[25]. Encontró su clave, e identificó lugares tales como la ciudad persa de Pasargada (siglo IV-VII a. C.), Alejandría, Jerusalén, los países de Bactriana, Babilonia, Persia del Norte y el mar Caspio.

El descubrimiento proporciona la prueba de los conocimientos geográficos de los tibetanos y de sus lazos con Persia y Egipto, hace siglos, cosa que los orientalistas no habían sospechado hasta ahora.

Un mapa que existe en la Universidad de Yale, fechado en 1440, demuestra de forma concluyente que los vikingos alcanzaron Groenlandia y Canadá 400 años antes de que los españoles desembarcaran en San Salvador, en 1492. De forma bastante curiosa, los vikingos utilizaban, para su navegación, piedras solares, es decir, cristales especiales que cambiaban de color si se apuntaban hacia el sol, incluso con tiempo nublado.

La Academia de Ciencias de Azerbaidján (URSS) realizó, en 1964, el descubrimiento de que el erudito del siglo XIII Nasireddin Tusi tenía conocimiento de la existencia de América doscientos cincuenta años antes de Colón. El astrónomo aludía, en uno de sus libros, al país de las Islas Eternas y daba sus coordenadas geográficas. Al trazar estas coordenadas, se descubrió que el contorno correspondía a la costa oriental de Sudamérica. ¿Dónde obtuvo Nasireddin Tusi su información acerca de un continente lejano? En el siglo XIII, los navíos mediterráneos eran demasiado pequeños y frágiles para cruzar el Atlántico desde Gibraltar hasta el Brasil.

El cartógrafo turco del siglo XVI, almirante Piri Reis, recopiló un atlas llamado Bahriye, o El libro de los mares que contenía 210 mapas excelentemente dibujados.

El Museo Nacional de Turquía se halla en posesión de dos viejos mapas hechos por Piri Reis, fechados en 1513 y 1528. El mapa de 1513 muestra Bretaña, España, África Occidental, el Atlántico, porciones de Norteamérica y un perfil completo de la mitad oriental de Sudamérica. En la parte inferior del mapa aparece la línea costera de la Antártida, extendiéndose en dirección Este hasta un punto debajo de África.

El plano estaba rasgado, pero se sospechó que originalmente existían otras tres secciones que mostraban el océano Índico, quizás Australia, Europa y Asia. Esta conclusión viene sugerida por los dos mapas existentes, que parecen ser porciones de uno mayor.

El segundo mapa estaba fechado en el año 1528, y en él aparecían Groenlandia, Labrador, Terranova, una parte del Canadá y la costa oriental de Norteamérica, hasta Florida. La proyección geográfica de estos mapas no pudo ser determinada hasta años recientes. El famoso explorador y sabio sueco Nordenskjöld empleó diecisiete años intentando desentrañar el plano. Su trabajo fue completado por el cartógrafo americano Arlington H. Mallery, el cual dispuso de la cooperación de la Oficina Hidrográfica de la Marina de los Estados Unidos.

Resultaba asombroso descubrir que los mapas habían sido dibujados con la máxima precisión. La distancia entre Europa, África y América era exacta. Hasta el siglo XVIII, no fueron capaces los navegantes de determinar la longitud con precisión. En otras palabras: este plano del siglo XVI era superior a posteriores cartas de navegación.

El texto del atlas Bahriye y las anotaciones efectuadas en los mapas geográficos de Piri Reis por el propio almirante, aportan cierta luz sobre el origen de estos asombrosos documentos. Según Piri Reis, cuando tenía 31 años, su tío, el capitán Kemal, y él mismo, lucharon contra España, en 1501. En el curso de una batalla naval, capturaron a un marinero español, que tenía en su poder algunos extraños mapas. El español dijo a los turcos que había navegado en tres de las expediciones colombinas, y que el descubridor de América utilizó aquellos mapas. En tal caso, las palabras del biógrafo de Cristóbal Colón, Las Casas, resultan claras: «Estaba tan seguro de que iba a descubrir lo que descubrió, como si lo hubiese tenido encerrado con llave en una habitación».

El propio Piri Reis reveló la historia de los mapas que había conseguido durante el interrogatorio a que sometió al marinero español: «Cierto libro, del tiempo de Alejandro Magno, fue trasladado a Europa, y después de leerlo, Cristóbal Colón, con los barcos proporcionados por el Gobierno español, descubrió las Antillas»[26].

Por fantástico que pueda parecer, el origen de estos mapas se remonta, aparentemente, hasta Grecia o Alejandría. Después de estudiarlos, el profesor turco Afetinan dijo: «Hoy en día es totalmente evidente que Piri Reis consiguió entrar en posesión del mismo mapa que había utilizado el gran descubridor».

Ambos planos, fechados, como se ha dicho, en 1513 y 1528, plantean una serie de preguntas. ¿Cómo pudieron los navegantes del tiempo de Piri Reis conseguir tanta precisión en la cartografía? ¿Alcanzaron los antiguos griegos Sudamérica y la exploraron? ¿Por qué el mapa cartográfico turco de 1513 muestra no sólo la línea costera de Sudamérica, sino también los ríos inexplorados de ese continente (Orinoco, Amazonas, Paraná, Uruguay y otros)? ¿Cómo pudo Piri Reis tener noticias de una Antártida libre de hielos?

Revisemos ahora las rutas de navegación de los exploradores del Nuevo Mundo. Los destinos de los tres viajes de Colón realizados entre 1492 y 1498 fueron las Bahamas, Puerto Rico y Haití. En 1501, Vespucci navegó desde la costa del Brasil (frente a Recife) hasta Río de la Plata, donde hoy en día está Montevideo. Magallanes siguió su curso en 1519, cruzando el estrecho que lleva hoy su nombre, y salió al océano Pacífico en su viaje alrededor del mundo. Ni Vespucci ni Magallanes habían explorado los ríos de Sudamérica más allá de los deltas, o llevado a cabo ninguna exploración en el interior del territorio.

No obstante, el mapa de 1513 muestra el perfil completo del Brasil, que Vespucci no pudo haber dibujado en 1501, ya que, después de alcanzar Argentina, regresó al Atlántico desde La Plata. El mapa fue confeccionado seis años antes del histórico viaje de Magallanes, y muestra las playas, entonces desconocidas, desde lo que es actualmente Montevideo hasta la Patagonia. ¿Qué explorador pudo haber dibujado esta línea costera en el mapa de Piri Reis?

Cortés desembarcó en México en 1520, siete años después de la confección del mapa de Piri Reis. Pizarro ocupó el Perú en 1531, es decir, dieciocho años después de que el mapa viera la luz.

La Antártida fue descubierta en el siglo XIX y, actualmente, aún se prosigue la labor de, trazar su mapa geográfico. Curiosamente, el viejo mapa de Piri Reis muestra a la Antártida extendiéndose hacia Oriente por debajo de África y completamente libre de hielo polar; ¡incluso indica las altitudes de montañas que en la actualidad se hallan bajo los glaciares y cuya altura, en muchos casos, no ha sido medida aún! Hasta que el Año Geofísico Internacional las sondeó, no sabíamos casi nada acerca de estas cordilleras montañosas aprisionadas bajo el hielo.

El misterio de los mapas de Piri Reis persiste todavía como un desafío a la Ciencia. ¿Quién realizó la expedición geográfica requerida para dibujar estos antiguos mapas con tanta precisión? Como indica el doctor C. H. Hapgood en su libro La cambiante corteza de la Tierra «este trabajo cartográfico sobre la Antártida fue ejecutado indudablemente cuando el territorio estaba libre de hielos». Si ello es así, los mapas de Piri Reis deben de ser copias de otros que tienen una antigüedad de millares de años. Arlington Mallery, el experto americano en cartografía, añade un toque de misterio al tema cuando dice: «No sabemos cómo pudieron confeccionar estos mapas con tanta exactitud sin un aeroplano».

No cabe ninguna duda de que el almirante turco utilizó algunas fuentes muy antiguas, y esto lo admite él mismo en una nota al pie de uno de los mapas: «Al preparar este mapa, hice uso de unos veinte viejos planos y de ocho mapamundis, entre ellos los mapas llamados Jaferiye por los árabes, y confeccionados en la época de Alejandro Magno, en los cuales aparecía la totalidad del mundo habitado». Ésta es una clara indicación de la antigüedad de los datos de que se valió Piri Reis para dibujar sus planos. También otro mapa, el de Orontus Finaeus, fechado en 1531, puede situarse en la misma categoría de los del cartógrafo turco. El perfil de la Antártida está también dibujado en este viejo mapa, en el cual figuran ríos, lo cual implica que el polo sur era más cálido en los tiempos antiguos que en la actualidad. Algunas cadenas montañosas se hallan asimismo indicadas en el mapa. En la actualidad, estas montañas están cubiertas por una gruesa capa de hielo. El aludido documento constituye otro enigma, puesto que la exploración de la Antártida no se inició hasta principios del siglo XIX.

Después de haber examinado el mapa de Finaeus, el capitán Burroughs, de la Sección Cartográfica de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, hizo, en 1961, la siguiente afirmación: «Es opinión nuestra que la exactitud de las figuras cartográficas que aparecen en el mapa Orontus Finaeus sugiere, más allá de toda duda, que este mapa también fue recopilado a partir de mapas originales exactos de la Antártida».

El mapa Zeno, que data de una fecha mucho más antigua, 1380, constituye asimismo un misterio, ya que se muestra a Groenlandia sin su capa de hielo. Los ríos y montañas dibujados en este plano fueron localizados en los sondeos de la expedición polar francesa de Paul-Émile Victor, en 1947-1949. Este descubrimiento demuestra de forma concluyente que la fuente en que estaba inspirado el mapa de Zeno era muy antigua, y que el trazado de este plano de Groenlandia fue realizado en una época en que reinaba un clima temperado en esta región.

Muchas conclusiones pueden deducirse a partir de estos enigmáticos mapas. Tuvo que haber existido una desconocida civilización que dispusiera de buques capaces de navegar por el océano, y de científicos con un adecuado conocimiento de Astronomía, navegación y Matemáticas, para haber podido trazar los mapas de la Antártida y Groenlandia. Los buques empleados en estas antiguas exploraciones polares tuvieron que haber sido grandes y sólidos, e inmensamente superiores a la flota que antiguamente poseían Egipto, Fenicia, Grecia o Roma.

El punto de vista expresado por el profesor Charles H. Hapgood es lógico: «Las pruebas ofrecidas por los antiguos mapas, parecen sugerir la existencia, en épocas remotas —antes del nacimiento de cualquiera de las culturas conocidas—, de una auténtica civilización de tipo relativamente avanzado, que, o bien estaba localizada en un área, pero mantenía relaciones comerciales con el resto del mundo, o bien era, en un sentido real, un cultura universal».

Hapgood cree que, mientras los pueblos paleolíticos desarrollaban su existencia en Europa, existía en algún otro lugar una cultura más adelantada. Después de todo, en ésta era de la tecnología subsisten tribus, en Nueva Guinea y Australia central, con una cultura propia de la Edad de Piedra. Análoga situación podía haber prevalecido en un remoto pasado.

Parecido a los misteriosos mapas de Piri Reis, Orontus Finaeus y Zeno, es el llamado «Manuscrito Voynich». En 1912, Wilford Voynich, de Nueva York, coleccionista de antigüedades, halló un documento en el interior de un cofre cerrado en un antiguo castillo cerca de Roma. En 1665, el manuscrito estaba en manos del erudito jesuita Atanasio Kircher, el cual lo recibió de un amigo, con una nota que decía: «Esfinges como éstas no obedecen más que a su dueño».

El manuscrito es en verdad un enigma. Aunque el profesor Wm. Romaine Newbold, de la Universidad de Pensilvania, realizó un serio intento para interpretar el documento cifrado, algunas de sus conclusiones tienen que ser rechazadas. Expertos de la época de guerra, que fueron capaces de descifrar los complejos códigos de Alemania y Japón, no pudieron hacer gran cosa con él. Una computadora 301 de la R. C. A. fue utilizada para tratar de resolver el problema de la interpretación del texto y de los numerosos diagramas de este libro manuscrito, pero tampoco fue capaz de aclarar el misterio.

El «Manuscrito Voynich» contiene más de doscientas cincuenta páginas de un formato aproximadamente parecido al del libro que está usted leyendo. En la mayor parte de las páginas aparecen diagramas en color, con textos al pie. Hay también treinta y tres páginas de texto. En opinión del profesor Newbold, el pergamino, la tinta y el estilo de los dibujos indican el siglo XIII como fecha de su origen. Otros expertos creen que fue escrito alrededor del año 1500.

Este documento está dedicado a temas botánicos, astronómicos, biológicos y farmacéuticos. Aparecen gráficos que describen secciones transversales de hojas y raíces, que no podrían haber sido observadas más que con un microscopio; pero el microscopio no fue inventado hasta el siglo XVII. Una ilustración, muestra una espiral con ocho brazos, una masa nubosa con estrellas en su centro, y algo escrito en ella. La leyenda, descifrada por Newbold, dice que el objeto está dentro de un triángulo formado «por el ombligo de Pegaso, el cinto de Andrómeda y la cabeza de Casiopea». Este gráfico puede referirse, por tanto, a la galaxia de Andrómeda, que es invisible como espiral sin el uso de un potente telescopio.

Al estudiar este plano durante los años 20, el profesor Eric Doolittle, de la Universidad de Pensilvania, hizo constar que «en mi opinión, sin duda representa una nebulosa, y el hombre que la dibujó tuvo que haber poseído un telescopio». Pero, si no tenía un telescopio, ¿cómo pudo el autor del gráfico haber observado la galaxia de Andrómeda mucho antes de la invención de este instrumento? ¿Y cómo pudo haber estudiado secciones transversales de las plantas sin disponer de un microscopio?

Por otra parte, si el hombre que escribió el «Manuscrito Voynich» empleó realmente un microscopio, así como un telescopio, entonces deben efectuarse algunos ajustes en la historia de la Ciencia, retrasando la existencia de estos inventos a tres siglos y medio antes y, tal vez, reconociendo a Roger Bacon como al verdadero inventor de estos instrumentos. ¿Dónde obtuvo Bacon sus conocimientos referentes al microcosmos y al macrocosmos? Si éste procedía de antiguos escritos alquímicos y herméticos, la fuente de sus descubrimientos pudo haber sido una ciencia arcana, procedente de tiempo inmemorial. En el caso de que la realidad de este misterioso documento —el «Manuscrito Voynich»— sea puesto en duda, hagamos constar que en el año 1962 fue puesto a la venta en Nueva York por la sustanciosa cantidad de 160 000 dólares.