Algo estaba sonando...
Luchando contra unas oleadas de agotamiento que mareaban, Aya emergió de un sueño profundo y pegajoso. Un sonido le estaba martilleando los oídos, reclamando su atención.
Hasta con los ojos cerrados podía ver la señal del despertador en su pantalla ocular. Parpadeaba y emitía un ruido ensordecedor, avisándola de que era casi medianoche.
Con un gruñido, apretó el puño para detener la alarma. Su intención había sido dormir una siesta por la tarde, pero gracias a su descerebrante conversación con Frizz, el turno con los pequeños y la hora que se había pasado rociando a Moggle con pintura de camuflaje negra, no había conseguido meterse en la cama hasta las diez.
No había dormido ni dos horas.
Pero se obligó a incorporarse recordando la fama que podría alcanzar esa noche. A modo de recordatorio, echó un vistazo a su patético rango facial, 451.611, que aparecía en el margen de su visión.
Moggle se elevó del suelo y su perspectiva cubrió delicadamente la visión de Aya, como unos segundos ojos perfectamente acoplados a los suyos.
Sonrió. Esa noche no se perdería ni una sola toma alucinante.
—¿Lista? —susurró.
Moggle encendió sus luces y Aya hizo una mueca de dolor. Treinta y seis horas debajo del agua no habían logrado acabar con los malos hábitos de la aerocámara.
Caminó hasta la ventana a tientas, parpadeando para ahuyentar los puntos, y se encaramó al alféizar. Sus ojos se recuperaron lentamente, hasta que las luces de la ciudad le formaron un nudo en la garganta, la manifestación de su habitual pánico al anonimato, solo que mucho más intensa ahora que había hecho el ridículo delante de Frizz. Aya solo había pretendido decirle que no tenía que preocuparse, porque ella también iba a ser famosa. Pero había terminado por sonar tan infame como una imperfecta con su primera fuente. «Transparente», había dicho.
Pero deprimirse no llevaba a ningún lado. La fama no era como la perfección, que para conseguirla tenías que esperar a cumplir los dieciséis, o tener la suerte de Nana Love y nacer con ella. La fama podías creártela.
Una vez que lanzara esa historia, el rango facial dejaría de ser un problema entre ella y Frizz. Estaba convencida.
Moggle salió por la ventana rozándole el hombro y Aya se abrazó a ella con una sonrisa. Agradecía esa oportunidad de viajar a un lugar alejado de las luces de la ciudad. Un lugar lo bastante misterioso para que Frizz volviera a sentir admiración por ella, una vez que descubriera todas las cosas que había hecho.
Saltó al aire frío de la noche.
—Antes de empezar —dijo Jai— tenemos varios asuntos que comentar. El primero es mi nombre. Alguien ha estado hablando de mí en un lugar donde la interfaz de la ciudad podía escuchar.
Algunas de las Chicas Astutas bajaron tímidamente la vista.
Jai las miró chasqueando la lengua.
—Cuando he despertado esta mañana, mi rango facial estaba casi por debajo de los mil últimos. Eso significa que la ciudad está empezando una vez más a seguirle el rastro a mi nombre. Ha llegado el momento de cambiarlo.
Aya enarcó una ceja. De modo que así era como conseguían mantener bajos sus rangos faciales, cambiándose los apodos. También así ocultaban Ren y Hiro su odio obsesivo por el Sin Nombre.
—A partir de ahora me llamaré Kai. ¿Ha quedado claro? Bien, segundo asunto.
Kai se volvió hacia Aya, que sintió que un hormigueo le bajaba por la espalda.
—Nuestra nueva amiga vuelve a estar entre nosotras —prosiguió Kai—. ¿Alguna objeción?
Se produjo un silencio tenso y Aya oyó el rumor distante de un tren. Los raíles que tenía a ambos lados se iluminaron tenuemente en señal de aviso. Parecía que estuvieran calientes, como los elementos dentro del agujero de la pared después de fabricar algo grande. Pero las Chicas Astutas no se inmutaron, como si el espacio entre las vías de alta velocidad fuera el lugar habitual donde celebraban sus reuniones.
Aya ni siquiera podía utilizar a Moggle para vigilar la llegada del tren. La aerocámara se hallaba entre los edificios industriales, siguiéndola a una distancia prudencial, pero Aya había desconectado su perspectiva para impedir que en su ojo aparecieran destellos delatadores.
—¿No es una lanzadora? —murmuró alguien.
Kai miró a Aya, esperando una respuesta.
Se aclaró la garganta.
—Lo era. Pero nunca he sido una cara célebre. No iba conmigo lanzar la ropa que llevaba puesta Nana Love.
Algunas chicas rieron.
—Pero sigues paseándote con una aerocámara —repuso otra chica.
Se llamaba Pana, recordó Aya. Con sus caras genéricas resultaba difícil distinguirlas, pero Pana era más alta que las demás, casi tan alta como Edén.
—Os permití que la tirarais al lago, todas lo visteis. Y eso que tenía unos elevadores formidables.
—¿Nada de cámaras esta noche? —pregunto Kai.
Aya negó con la cabeza. Llevaba puesto el uniforme del rescate submarino, el cual ofrecía un aspecto tan descuidado como las ropas defectuosas que vestían las chicas. Confiaba en que su desaliño desviara la atención de la cámara espía que ocultaba en el botón superior.
Si alguien tenía posibilidades de delatarla, esa era Moggle. Aya dudaba de que el diminuto cerebro de la aerocámara hubiera captado el concepto de permanecer oculto. Moggle solo podía captar la señal de la antena de piel de Aya en un radio de un kilómetro, y nunca antes había funcionado independientemente durante horas, y aún menos persiguiendo trenes de alta velocidad.
El rumor se hizo finalmente audible. El tren pasaría en unos minutos.
—Aya-chan reaccionó de forma muy valiente cuando vimos a esos friquis —intervino Miki—. Y todas la habéis visto surfear. Yo me fío de ella.
Al ver la sonrisa de Miki, Aya experimentó su primera punzada de remordimiento. En cuanto lanzara esa historia, Frizz se daría cuenta de que había mentido a las chicas. Se preguntó si lo entendería.
—¿Qué tienes que decir tú, Aya-chan? —dijo Kai—. Cuéntanos por qué quieres ser una Chica Astuta.
Aya carraspeó nerviosamente bajo la mirada inexpresiva de Kai, una mirada tan paralizante como las vibraciones del tren que sentía crecer bajo sus pies. ¿Qué esperaban que dijera?
De pronto recordó las palabras que había dicho a Frizz esa misma mañana.
—Como bien has dicho, era una lanzadora. He deseado ser famosa desde pequeña. No quería mirar a otras personas en las fuentes, quería que otras personas me miraran a mí, porque si no lo hacían significaba que era invisible.
Corrió un murmullo, y Aya solo alcanzó a ver semblantes fríos. Siguió hablando, esforzándose por ignorar el temblor bajo sus pies y las gotas de sudor que le rodaban por la espalda.
—No me malinterpretéis. No era una egocéntrica que me pasaba el día en el cuarto con una cámara delante hablando de lo que mi gato había desayunado. —Alguien rio y Aya consiguió esbozar una sonrisa—. Yo buscaba historias que importaran, gente que estuviera utilizando la lluvia mental para hacer algo verdaderamente lanz... verdaderamente interesante, quiero decir. Fue así como di con vosotras.
Ahora estaba mirándolas directamente a los ojos.
—Y si algo he comprendido es esto: que vosotras, las Chicas Astutas, no os echáis a llorar cuando veis las fiestas de caras célebres en las fuentes porque no os han invitado. Que no os relacionáis con gente a la que detestáis únicamente para elevar vuestro rango facial. Y que a pesar de que nadie sabe lo que hacéis aquí, no os sentís en absoluto invisibles. ¿O sí?
Nadie respondió, pero estaban atentas.
—La fama es radicalmente estúpida, así de sencillo, y deseo probar otra cosa.
Se produjo un silencio inquietante, pero transcurridos unos segundos la tensión se rompió. Algunas chicas aplaudieron sin excesivo sarcasmo y Miki sonrió mientras asentía lentamente. Aya había encontrado las palabras justas.
Curiosamente, mientras hablaba, no había sentido que estuviera mintiendo.
Las chicas no se molestaron en votar y nadie la felicitó. Kai se limitó a darle una palmada en la espalda antes de saltar sobre su tabla y gritar:
—¡A surfear! ¡Vamos a averiguar qué esconden esos friquis!
Las trece tablas se elevaron en el aire y salieron disparadas hacia sus escondrijos antes de que el tren apareciera a lo lejos.
Y así fue como Aya Fuse se convirtió en una Chica Astuta.
Se preguntó si Moggle lo habría filmado.