15

Había cogido una dirección equivocada; Zoe ya estaba segura de eso. Había vuelto a ConSentidos a buscar ella sola por las tres plantas, a limpiar hasta el último centímetro del desván y mirar fijamente el espejo. Sin embargo, no había encontrado nada que la guiase. Ningún fogonazo repentino, ni una luz de inspiración.

Ninguna llave.

Había vuelto a su propia casa, donde había pasado una hora entera sentada sola en la sala de estar. Aunque se sentía un poco ridícula, cerró las cortinas, encendió unas velas y trató de transportarse a algún tipo de estado de conocimiento o percepción.

En vez de eso, por poco se queda dormida.

Estaba cansada, frustrada e irritable, lo que muy probablemente no era el mejor estado para abrirse a la intuición.

Decidió regresar a donde había empezado y probar de nuevo.

Dejó las cosas arregladas para Simon antes de acercarse a Brad.

Él se había mostrado cortés desde que se habían instalado en las habitaciones de invitados. «Un poco distante», pensó Zoe mientras se encaminaba hacia el despacho que Brad tenía en la casa. Pero no podía culparlo por eso.

Zoe golpeó con los nudillos, y abrió la puerta cuando oyó que él decía que pasara.

—Lamento molestarte, pero… ¡Oh! —Unos enormes planos clavados con chinchetas en un tablero de corcho la impulsaron a entrar en la habitación—. Estos son tus proyectos para la expansión.

—Hum. Aún faltan un par de cambios —respondió él—, pero ya estamos casi a punto. Echaremos a andar en marzo, en cuanto el tiempo coopere.

—¿Vas a añadir todo esto a la sección de jardinería?

—Voy a hacerla el doble de grande. Los propietarios de casas quieren árboles, arbustos, flores y hortalizas, y los medios para plantar todo eso y mantenerlo. —Se dio golpecitos en el muslo con los dedos, observando a Zoe mientras ella miraba los planos—. Después habrá una zona de decoración para el jardín. Y en esta de aquí, muchas líneas nuevas de mobiliario de exterior.

—Es muy ambicioso.

—Lograré que funcione. Cuando algo te importa, perseveras hasta conseguir que funcione.

—Sé que estás enfadado conmigo.

—En parte. Principalmente, frustrado. ¿Vas a ir al pueblo?

—No, hoy no. Acabo de hablar con Flynn. Va a quedarse con Simon. Además, echa mucho de menos a Moe, y a Simon no le molestará pasar la mayor parte del sábado correteando con Flynn y el perro. Y yo estoy… Quiero volver de nuevo al oeste de Virginia, al bosque. A ver si la otra vez se me escapó algo. Te lo digo porque no quiero que te preocupes ni que te disgustes.

—Yo te llevaré.

—Sí. —Se le deshizo el nudo que tenía en el estómago—. Creo que es una buena idea. En el camino de vuelta tengo que hacer una parada, pero sobre eso también necesito hablar contigo. Si pudiésemos salir pronto, te lo agradecería.

—Dame cinco minutos.

—Gracias. Iré a buscar a Simon y Moe.

Cuando Zoe se marchó, Brad sacó un cuchillo de caza de un cajón cerrado con llave y lo desenvainó para comprobar el filo.

Mientras se alejaban del valle, Zoe se ordenó a sí misma estar relajada.

—Hum, una de las cosas de las que quería hablar contigo es sobre el día de Acción de Gracias. Malory mencionó que estarías aquí para esa fiesta.

—No es el momento de irse.

—No. —Acción de Gracias era el día anterior al final del plazo para encontrar la llave. En menos de una semana, todo el contenido del reloj de arena habría caído a la parte inferior—. Me preguntaba si te gustaría que todos, los siete, lo celebráramos juntos en tu casa. El comedor de Malory aún no está acabado, y de todos modos el tuyo es más grande. Yo podría ocuparme de cocinar y…

—Sí. —Brad alargó la mano y tocó la de Zoe—. Eso me gustaría muchísimo. Si tú vas a ocuparte de cocinar, yo me encargaré del resto. Hazme una lista con lo que haya que comprar.

—Eso será una gran ayuda. No queda mucho tiempo.

Brad le dirigió una mirada comprensiva.

—Hay tiempo de sobra.

—Me aferraré a eso. Hay otra cosa en la que pensaba que podrías echarme una mano. Quiero ir a la perrera y elegir un cachorro para Simon. Después de Acción de Gracias, después… de que todo haya terminado, puedo pasar a recogerlo. Me dijeron que podrían guardármelo durante una semana.

—¿Y por qué no llevártelo hoy mismo?

—Oh, eso sería magnífico: un niño, un perrazo enorme y un cachorro dando vueltas por tu casa. El perrito se haría pis en tus alfombras y mordisquearía todo lo que no estuviese bien sujeto. Esperaremos hasta estar otra vez en nuestra casa.

—Lógico —repuso Brad, y dejó el tema.

Zoe le señaló el camino que abandonaba la carretera principal para internarse por otras serpenteantes, y le pidió que parase al lado de la pradera, como había hecho ella la vez anterior.

—Es un lugar muy hermoso —afirmó Brad.

—Sí que lo es. —Zoe se bajó del coche, y el frío aire le coloreó inmediatamente las mejillas—. Me encantan las montañas. Nunca he querido vivir en ningún sitio donde no hubiese montañas. Y árboles. —Se coló por debajo de la valla—. Cuando era pequeña, jugaba en ese bosque de ahí. Solía sentarme entre los árboles y soñar con qué haría cuando fuese mayor.

—¿Con qué soñabas?

—Oh, con todos los lugares a los que iría, las cosas que vería, la gente que conocería.

—¿Y con chicos?

—No demasiado. Por lo menos no tan pronto como el resto de las chicas, supongo. Pensaba que en ningún caso me iba a atar a un hombre y un puñado de críos porque de ese modo no podría hacer ni tener nada especial. Quizá, después de todo, mi madre estuviese en lo cierto cuando me hablaba con suficiencia.

—No, no es así.

—Yo ya estaba más que harta de cuidar a mis tres hermanos, de ayudar con todo, de preocuparme por las facturas y por estirar las comidas. Cuando cumplí doce años, lo último que tenía en la cabeza eran los chicos, las bodas y los hijos. Ni siquiera jugaba con muñecas.

Brad la cogió de la mano mientras se aproximaban a la zona boscosa.

—¿Y con qué jugabas?

—Con herramientas y pinturas. Me gustaba arreglar cosas. Les di mis muñecas a Joleen y Mazie. No tenía ningún sentido jugar fingiendo que cuidaba de alguien cuando eso mismo era algo que ya estaba haciendo en la vida real. Oh, Dios, deseaba salir de aquí con toda mi alma. Lo deseaba muchísimo, Bradley, y entonces apareció James… Yo no busqué quedarme embarazada, pero… No estoy segura de que en algún rincón de mi mente no llegase a suponer que la solución debía ser, al fin y al cabo, un hombre y bebés, y que ese era el único modo que tenía para salir de aquí y conseguir algo más.

—¿Y qué si hubiese sido así? —Brad se detuvo cuando alcanzaron el lindero de los árboles—. ¿Qué habría ocurrido, Zoe? Tenías dieciséis años.

—Ya no los tengo, y quiero que sepas que no te miro pensando que seas un modo de conseguir nada más. —Entrelazó los dedos de ambas manos y apretó con fuerza—. Necesito que lo sepas antes de que crucemos el bosque.

—Lo sé de sobra. Joder, Zoe, si a duras penas puedo lograr que aceptes cualquier cosa de mí aunque te dé con ella en la cabeza. —Para relajarse, los dos, Brad se llevó una mano de Zoe a los labios y la besó—. En cambio yo sí tomaría más de ti. Quiero mucho más de ti.

—Si pudiese dárselo a alguien, ese serías tú. —Rodeó a Brad con los brazos y lo estrechó—. Eres el mejor hombre que he conocido en toda mi vida, y eso es lo que más me asusta.

—Ya es hora de que dejes que yo me preocupe de mí mismo.

—Dentro de unos pocos días más —murmuró ella; luego se separó y cogió a Brad de la mano para internarse en el bosque—. Vi el ciervo blanco mientras cruzaba el bosque —le contó—, pero nada más. Era muy agradable pasear por aquí de nuevo. Muy placentero. Simon fue concebido entre estos árboles. Es un buen lugar, un lugar importante para mí.

—Entonces lo es para nosotros dos.

Zoe recorrió el mismo sendero que la vez anterior, pero no había ningún ciervo blanco ni ninguna sensación de trascendencia. Cuando llegaron al extremo en el que empezaba la extensión cubierta de gravilla, Zoe volvió a detenerse.

—Debo ir a ver a mi madre. Tú no tienes por qué venir, Bradley.

—¿No quieres que la conozca?

Mientras miraba fijamente las caravanas, Zoe soltó un suspiro.

—Quizá sea mejor que me acompañes. El sábado es un día de mucho trabajo para ella. Lo más probable es que tenga clientas, así que no nos quedaremos mucho rato.

Brad vio a unos cuantos niños jugando en unos columpios oxidados. Un perro con algo de dóberman que estaba atado a una gruesa cadena les ladraba como si ya hubiese probado el sabor de la sangre. A la izquierda de uno de los remolques se alzaban las voces airadas de una violenta discusión. A la derecha, una niña pequeña se hallaba sentada en una escalera desvencijada y cantaba a su muñeca para que se durmiera.

La chiquilla alzó la vista y dirigió a Brad una lenta y hermosa sonrisa.

—Ya es la hora de la siesta de Cissy —le explicó con un susurro.

Él se acuclilló a su lado e inclinó la cabeza para mirar a la muñeca.

—Es muy guapa.

—Es mi dulce chiquitina.

Mientras la pequeña hablaba, se abrió la puerta de la caravana detrás de ella. Salió una mujer joven con un trapo en la mano y una expresión cautelosa en los ojos.

—¿Puedo ayudarle en algo? —preguntó mientras posaba una mano sobre el hombro de la niña.

—Solo estaba admirando a Cissy —respondió Brad.

—Soy Zoe, la hija de Crystal McCourt. —Comprendiendo el recelo de la joven madre, Zoe se adelantó para tocar el brazo de Brad—. Solo hemos venido a hacerle una visita.

—¡Oh! —La mujer se relajó visiblemente—. Encantada de conoceros. Me habéis asustado, eso es todo. Chloe sabe que no debe hablar con desconocidos, pero parece incapaz de evitarlo. Se fía de todo el mundo. Saluda de mi parte a la señora McCourt, y dale de nuevo las gracias por haberle hecho un corte de pelo tan bonito a Chloe.

—Lo haré.

Mientras se alejaban, Zoe oyó las palabras de la madre a su hija:

—Ven adentro con mamá, mi dulce chiquitina.

—Algunas personas llevan una buena vida aquí —dijo Zoe en voz baja—. Plantan flores en todo tipo de recipientes y hacen picnics en verano.

—Y otras personas viven en palacios y son incapaces de construir una buena existencia. No es dónde, sino cómo. Y quién.

Zoe pensó que a lo mejor también debía recordar eso.

—Esa es nuestra caravana. La de mi madre. La nuestra. —Dejó caer la mano que había levantado para señalar el remolque de color verde mugriento—. Me avergüenza que esto me avergüence. Y me odio a mí misma por odiar que tú veas este lugar. Mi madre siempre decía que yo era demasiado orgullosa. Supongo que en eso sí que tenía razón.

—Entonces supongo que no eres perfecta. Quizá ya no te quiera, después de todo.

Ella trató de reír, pero la risa se le quedó atascada en la garganta.

—Zoe, ¿vas a presentarme a tu madre o tendré que ir yo mismo a llamar a la puerta?

—No le gustarás.

—No estás teniendo en cuenta mi increíble encanto personal.

Percibiendo el tono divertido y lleno de seguridad de Brad, Zoe se volvió a mirarlo.

—Esa es una de las cosas que no le gustarán de ti.

Resignada, reemprendió la marcha. Cuando llegó junto a la puerta, oyó que dentro había gente charlando. Eran voces jóvenes, dos al menos.

«Las mañanas de los sábados desembocan en sábados por la noche», pensó. Noche de citas y encuentros. Un par de chicas que querrían ponerse guapas para la juerga nocturna que se avecinaba. Zoe golpeó el marco metálico de la mosquitera, la abrió con un chirrido y luego dio un buen empujón con el hombro a la puerta interior.

Vio que eran tres chicas. Una con el pelo embadurnado con decolorante; alguien iba a volverse rubia. El cabello corto de la segunda ya había recibido una capa de color, y estaban peinándolo. Y la tercera esperaba su turno con una revista de moda entre las manos para mostrar un corte de pelo.

Sonaban como una bandada de pájaros; de pronto se quedaron en silencio y luego empezaron a reírse entre dientes en cuanto distinguieron a Brad detrás de Zoe.

Olía a tinte, decolorante, humo de tabaco y la cena de la noche anterior.

Crystal terminó de colocar un temporizador con forma de huevo sobre la encimera y se giró. Alzó muchísimo las cejas.

—El viento te ha traído por segunda vez en el mismo mes, y ni siquiera es mi cumpleaños. —Su mirada pasó a Brad, y permaneció escudriñadora sobre él.

—Tenía que hacer algo por aquí. Quería que conocieses a mi amigo Bradley.

—Bradley, ese es un nombre de postín.

—Es un placer conocerla, señora McCourt.

—Aquí dentro hay demasiada gente. —Cogió su paquete de cigarrillos y su mechero Bic de un rosa rabioso—. Vamos afuera.

—Señoras —les dijo Brad a las jóvenes, y las risas volvieron a estallar en cuanto salió de la caravana.

—Ya veo que estás ocupada —comentó Zoe.

—Hoy es un buen sábado para el negocio. —Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, Crystal encendió un cigarrillo y exhaló una nube de humo—. La chica de los Jacobson quiere volverse rubia. Quiere ser Britney Spears. Tenía una preciosa melena de color castaño, pero no es asunto mío si a ella le apetece destrozársela.

—¿Esa es Haley Jacobson? No era más que una miniatura la última vez que la vi.

—Tiene dieciséis años. La misma edad que tú cuando te largaste. Y si continúa pavoneándose por ahí igual que ahora, acabará metiéndose en los mismos problemas que tú.

—Hace ya mucho tiempo que dejé de pensar en eso como en un problema. —Zoe era consciente de que las muchachas estaban cerca, y como su madre no se había molestado lo más mínimo en bajar la voz sabía que estarían oyéndolo todo—. Simon es lo mejor que me ha sucedido en toda mi vida.

—Me dijiste que no estabas embarazada otra vez. —Mientras lanzaba otra mirada a Brad, la línea que se dibujaba entre sus cejas se tornó más profunda—. ¿Has venido a contarme lo contrario?

—No. Bradley es…

—Zoe y Simon son importantes para mí —intervino Brad con suavidad—. Yo quería conocerla, señora McCourt. Zoe me ha dicho que usted crio a sus cuatro hijos prácticamente sola. Debe de ser de ahí de donde Zoe ha sacado su coraje.

«Nombre de ricachón, pinta de ricachón, palabras de ricachón», pensó Crystal humeando como una chimenea.

—No hace falta coraje para criar unos niños. Lo que hace falta es una espalda fuerte.

—Imagino que hacen falta las dos cosas. Tiene usted una hija preciosa y sorprendente, señora McCourt. Debería estar orgullosa de ella.

—Bradley, nombre de postín y modales de rico. Si quieres quedarte con ella, es asunto tuyo. —Como si le diese igual una cosa que la contraria, alzó uno de sus flacos hombros—. Zoe es una buena trabajadora, y buena teniendo hijos. No se queja mucho.

—Lo tendré en cuenta —repuso Brad con seriedad, e hizo que Crystal se riese a su pesar.

—A lo mejor resulta que esta vez Zoe ha tenido mejor gusto. No pareces un completo gilipollas.

—Gracias.

—Nunca intentabas escaquearte cuando había que trabajar —le dijo Crystal a su hija con un deje de afecto—. Eso tengo que concedértelo. —Llevada por un impulso, alargó la mano y tocó el cabello de Zoe—. Buen corte…, tiene estilo. En cualquier caso, nunca fuiste tonta. Aquí tienes una oportunidad para la buena vida…, porque a mí este me parece la buena vida, así que serías una idiota si no la aprovecharas. Una mujer ha de tomar lo que pueda conseguir.

—¡Mamá!

—Digo lo que pienso; siempre lo he hecho y siempre lo haré. —Crystal tiró el cigarrillo y lo aplastó con el zapato—. Tengo que volver dentro. Esta vez agénciate una alianza —le dijo a Zoe. Después señaló a Brad con la barbilla—. Podrías haber elegido peor.

Abrió la mosquitera de un tirón, regresó al interior del remolque y cerró la puerta tras ella.

—Nunca sale bien. Jamás. —A Zoe se le inundaron los ojos de lágrimas, y parpadeó con firmeza para mantenerlas a raya—. Debemos irnos.

Se encaminó hacia el bosque a paso rápido. Aún seguía con la cabeza agachada cuando Brad la cogió del brazo.

—Tu madre no te comprende.

—Eso no es ninguna novedad para mí.

—No comprende la luz que brilla en tu interior. No entiende que no se trata de lo que puedes conseguir, sino de lo que tú quieres llevar a cabo. No te comprende, y por eso no sabe cómo amarte.

—No sé qué hacer al respecto.

—Si continúas intentándolo, te dolerá. Si dejas de intentarlo, también te dolerá. —Le frotó los brazos para reconfortarla—. Yo te entiendo, Zoe, así que sé cuál será tu elección.

Zoe se giró para mirar la caravana de su madre.

—Regresaré en Navidad y quizá… Solo quizá. —Sabiendo que los dos lo necesitaban, se esforzó en esbozar una sonrisa—. Ya te había dicho que no le gustarías.

—Le he gustado muchísimo. Ya está atrapada en mi tela de araña. —Se inclinó para besarla suavemente en los labios—. Igualito que su hija.

—Pues yo soy tremenda con las telas de araña.

Volvió a cogerlo de la mano y se internaron juntos en el bosque.

—¿Por qué las llamarán telas de araña si no están hechas de tela…? Más bien son como redes.

—Esa es una pregunta para Dana. Ella lo buscaría en algún sitio… —no sé dónde encuentra la mitad de las cosas— y te dará una conferencia sobre el tema. Nunca he conocido a nadie tan hábil con las palabras. A mí siempre me han ido más los números. Ahora soy amiga de Dana, que lo sabe todo sobre libros, y de Malory, que lo sabe todo sobre arte. He aprendido mucho de ellas en los dos últimos meses. A veces todo esto se me antoja como una especie de sueño. —Se detuvo para mirar a su alrededor mientras hablaba—. Y creo que me despertaré una mañana y todo será como era antes. Yo estaré trabajando de nuevo para la víbora de Carly y no habré conocido a Dana y Malory. Recogeré el periódico y leeré la columna de Flynn, pero no lo conoceré a él. O veré alguna de las novelas de Jordan y me preguntaré cómo es el autor, porque yo no lo conoceré. —Se giró hacia Brad y le rozó la mejilla con los dedos—. Tampoco te conoceré a ti. Iré a comprar algo a Reyes de Casa y no pensaré en ti, porque nada de esto habrá sucedido.

—Esto es real. —Brad le cogió las muñecas con fuerza para que ella pudiese notar la presión de sus manos y él el pulso de ella—. Esto es real.

—Pero si no lo fuese, si en realidad estoy en la cama teniendo un sueño muy largo y complicado, creo que me despertaría con el corazón roto. —Se volvió en dirección al remolque de su madre—. O algo peor. Pase lo que pase al final, ocurra lo que ocurra cuando todo esto termine, no podría soportar no haberte conocido. Bésame. —Se puso de puntillas—. Por favor.

Brad la atrajo hacia sí y posó sus labios sobre los de Zoe con gran delicadeza. Dejó que el momento se prolongara. Cuando ella suspiró, cuando le echó los brazos al cuello, fue mucho más delicioso que cualquier sueño.

Zoe sintió que algo se desplazaba en su interior con un dolor tan dulce que los ojos se le llenaron de lágrimas. El aire era frío; la boca de él, muy cálida. El amor, más allá de lo que ella jamás había soñado, estaba allí.

Notó cómo él le acariciaba el pelo, que le caía por la espalda. Su delgado y joven cuerpo se apretaba contra el de ella temblando con una necesidad que penetraba en la suya.

Zoe se echó hacia atrás, se quedó mirando unos brillantes ojos azules y dejó que una lágrima le resbalase por la mejilla.

—James. —Lo dijo con suavidad, y le cogió el rostro entre las manos.

—Te quiero, Zoe. —La voz de James…, un poco entrecortada y llena de ansiedad, llegó a sus oídos—. Estábamos destinados a encontrarnos. Nunca te sentirás con nadie como conmigo.

—Sí, tienes razón. —Inundada por el amor que brotaba del corazón de una muchacha de dieciséis años, se puso la mano de James sobre los labios, sobre la mejilla, y la mantuvo ahí—. Nada será igual jamás, para ninguno de los dos.

—Nos escaparemos. Estaremos juntos para siempre.

Ella sonrió con gran delicadeza.

—No, no lo estaremos. —Volvió a besarlo, sin arrepentimientos, y luego retrocedió—. Adiós, James.

Brad la sujetó para que no se cayera cuando a ella se le aflojaron las rodillas, y continuó zarandeándola y diciendo su nombre, como llevaba haciendo desde que había notado cómo Zoe lo abandonaba.

Cómo los ojos se le empañaban y las mejillas perdían el color.

Zoe lo había llamado James.

—Mírame, mírame, maldita sea.

—Te estoy mirando. —Ella giró la cabeza a duras penas, y, aunque se le enturbió la visión por el esfuerzo, trató de enfocarla—. Te estoy mirando, Bradley.

—Tenemos que salir de aquí. —Se dispuso a cogerla en brazos, pero ella le colocó una mano en el pecho.

—No. Está bien. Solo necesito un segundo. Deja que descanse un segundo. —Se sentó en el suelo con la frente apoyada sobre las rodillas dobladas—. Estoy un poco mareada. Solo necesito recuperar el sentido de la orientación.

Brad desenvainó el cuchillo que llevaba debajo de la chaqueta y barrió con la mirada el bosque antes de acuclillarse enfrente de Zoe.

—Has desconectado, como si alguien hubiese pulsado un interruptor dentro de ti. Me has llamado James.

—Lo sé.

—Te has marchado lejos. No estabas conmigo, estabas con él. Mirándolo a él, con amor. Has dicho que nada sería igual jamás.

—Sé lo que he dicho. Él me ha llevado al pasado. Kane me ha llevado al pasado, pero yo lo sabía. —Ya más estabilizada, levantó la cabeza—. Lo he sabido casi desde el mismo instante en que ha comenzado. He sentido… No me avergüenzo de lo que he sentido, ni lo lamento. Eso significaría que me avergonzaría de Simon y de haberlo tenido. Lo que sí que lamento es que Kane te haya utilizado a ti de ese modo.

—Has llorado por él. —Alargó una mano y recogió una lágrima con la punta de un dedo.

—Sí, he llorado por James. Y por lo que podría haber pasado si él hubiese sido más fuerte, quizá si los dos hubiésemos sido más fuertes. Después le he dicho adiós. —Puso una mano sobre la de Brad y cerró los dedos sobre su palma—. Kane quería provocar que yo sintiese todas esas cosas que sentía por James y usarlas para interponer algo entre tú y yo. ¿Lo ha conseguido?

—Me ha cabreado. Me ha dolido. —Brad miró sus manos unidas y, tras un momento, giró la suya para que sus dedos se entrelazaran—. Pero no, no ha conseguido interponer nada entre tú y yo.

—Bradley. —Zoe fue a inclinarse hacia Brad, deseando unir su boca a la de él. Entonces vio el cuchillo. Se le pusieron los ojos como platos—. ¡Oh, Dios!

—Es posible herir a Kane —aseguró Bradley con indiferencia—. Si tengo una oportunidad, voy a hacerle mucho daño. —Se incorporó, volvió a guardar el cuchillo, y luego tendió una mano a Zoe.

Ella se humedeció los labios.

—Será mejor que tengas cuidado con eso.

—Sí, mamaíta.

—Sigues un poco cabreado, ¿verdad? Yo sé quién eres, Bradley. Y sé quién soy yo. Kane ha intentado hacerme olvidar todo eso, pero no ha podido. Y eso debe de significar algo. Me he sentido exactamente igual que cuando tenía dieciséis años y estaba con James. Mi cuerpo, mi cabeza, mi corazón. Él me pasaba la mano por el pelo. En aquel entonces yo lo llevaba muy largo, y él solía hacer eso: deslizar la mano por mi melena mientras me besaba. Esas cosas están dentro de mí, incrustadas en la memoria. Kane es capaz de acceder a esa zona.

Requirió un acto supremo de fuerza de voluntad, pero Bradley se obligó a pensar más allá de lo personal, a pensar en la búsqueda de la llave.

—¿Qué te ha dicho? ¿Qué te ha dicho James?

—Que me quería. Que yo jamás me sentiría con nadie como con él. Eso es cierto: jamás sentiré nada igual. No debería. Sin embargo, Bradley, yo lo sabía. —Dio una vuelta sobre sí misma con el rostro resplandeciente—. Incluso mientras estaba ahí con el pelo cayéndome por la espalda y la cara de James entre mis manos sabía que no era real. Que no era más que una trampa. Y la he utilizado. —Unió las palmas de las manos y se dio golpecitos en la boca con el borde de los dedos mientras giraba en círculo—. Este lugar. Tenía que regresar aquí. Aún más, tenía que regresar contigo. Pero la llave no está aquí. —Dejó caer las manos—. No está aquí.

—Lo siento.

—No. —Zoe sacudió la cabeza y dio otra vuelta con una sonrisa radiante—. Sé que no está aquí. Lo percibo. Ya no tengo que seguir preguntándome al respecto, no tengo que volver llena de esperanzas a buscar, porque aquí ya he hecho lo que necesitaba hacer. Lo hemos hecho los dos. —Saltó a los brazos de Brad con tanta rapidez y entusiasmo que él retrocedió un paso. Riéndose, Zoe le rodeó la cintura con las piernas y le dio un beso bien sonoro—. No sé qué es lo que significa todo eso, pero lo averiguaré. Por primera vez en muchos días, creo que lo averiguaré. Voy a abrir la cerradura de esa urna, Bradley. —Apretó su mejilla contra la de él—. Voy a abrirla, y las hermanas van a regresar a su hogar.

Cuando aparcaron frente a la casa de Flynn, Zoe lanzó una dura mirada a Brad.

—Que conste que esto es responsabilidad tuya; quiero que te quede bien claro.

—Ya me lo has aclarado seis veces como mínimo.

—No pienso sentir ninguna compasión por ti ni por tus pertenencias.

—Sí, sí. Bla, bla, bla.

Zoe sofocó una carcajada y mantuvo la expresión seria mientras seguía a Brad hasta la casa.

—Acuérdate solo de quién intentaba ser práctica.

—Desde luego. —Le hizo una mueca mientras abría la puerta—. Te has caído con todo el equipo en cuanto has visto esos enormes ojos marrones.

—Podría haber esperado una semana.

—Embustera.

A Zoe se le escapó la risa mientras depositaba el cachorro en el suelo y dejaba que corriese vestíbulo adentro.

—Esto va a ser muy interesante.

Moe salió disparado de la cocina y de pronto frenó derrapando. Puso los ojos en blanco y el cuerpo en tensión. El perrito, una bola de pelo marrón y gris, aulló de contento y saltó intentando morder el hocico de Moe.

Brad agarró a Zoe del brazo antes de que ella pudiese correr a separarlos.

—Pero ¿y si…?

—Ten un poco de fe —le aconsejó él.

Moe se estremeció sin dejar de olfatear al cachorro mientras este brincaba y caía al suelo. Después se derrumbó y se tumbó boca arriba, en una actitud de auténtica felicidad, mientras el perrito trepaba sobre él y le mordisqueaba las orejas.

—Qué grandullón tan blandengue —murmuró Zoe, y notó que sus labios dibujaban una sonrisa grande y bobalicona.

En ese momento Simon salió de la cocina.

—¡Eh, mamá! Vamos a almorzar bocatas. Los hemos preparado Flynn y yo, y… —Se interrumpió. Los ojos se le salieron de las órbitas cuando el cachorro se separó de Moe para abalanzarse sobre él—. ¡Guau! Un perrito. ¿De dónde ha salido? —El niño ya estaba tirado en el suelo; se rio cuando el animalito le lamió la cara, y se revolcó cuando Moe trató de meterse en medio—. Parece un osezno o algo similar. —Cubierto de perros, Simon se retorció lo bastante para mirar a Brad—. ¿Es tuyo? ¿Desde cuándo lo tienes? ¿Cómo se llama?

—No es mío. Acaba de salir de la perrera. Y aún no tiene nombre.

—Entonces, ¿quién…? —Se quedó inmóvil, y sus ojos almendrados de color ámbar se clavaron en los de su madre.

—Es tuyo, cielo.

En aquel instante Zoe supo que aquel cachorro podría dedicarse a morder todo en su casa como una plaga de termitas, que ella jamás se arrepentiría. Nunca olvidaría el brillo de dicha y sorpresa que iluminó el rostro de su hijo.

—¿Para quedármelo? —A Simon le temblaba la voz mientras se ponía de rodillas—. ¿Puedo quedarme con él?

—Creo que él cuenta con eso. —Zoe se acercó para acuclillarse y alborotar el pelaje del perrito, esponjoso como una nube—. Vas a tener que ser muy responsable y encargarte de que reciba los cuidados, la educación y el amor necesarios. Los perros pequeños dan mucho trabajo. Va a depender de ti.

—¡Mamá! —Demasiado emocionado para sentir vergüenza porque Brad estuviese mirando, Simon echó los brazos al cuello de su madre y pegó el rostro a su hombro—. Cuidaré muy bien de él. Te lo prometo. Gracias, mamá. Te quiero más que a nada en el mundo, por siempre jamás.

—Yo sí que te quiero a ti más que a nada en el mundo y por siempre jamás. —Respondió a su fuerte abrazo con otro igual de fuerte, y después se le escapó una carcajada cuando los dos perros intentaron colarse entre ellos—. Creo que a Moe va a gustarle tener un amigo.

—Es como una gran familia —aseguró Simon mientras cogía en brazos al cachorro.

El recién llegado expresó su alegría haciéndose pis sobre las rodillas de Simon.