Zoe se quedó en ConSentidos cuando sus amigas se marcharon a casa. Quería sentir el edificio a su alrededor, al igual que había sentido el bosque el día anterior. ¿Qué era lo que la había atraído de aquella casa?
Era ella quien la había encontrado. Era ella quien hizo números, incluso cuando una parte de sí misma no creía que fuese a conseguirlo.
No obstante, a pesar de las dudas, a pesar de las probabilidades, persistió en su idea y trazó mentalmente lo que al principio no era más que una vaga fantasía. Una esperanza que al fin se había convertido en su realidad.
Ella había sido la primera de las tres en entrar en la casa y recorrerla, la primera que había empezado a ver lo que podía hacerse.
Y cómo había que hacerlo. Mientras deslizaba los dedos por la pared del pasillo central del primer piso, se recordó que había sido la primera en manifestar sus pretensiones.
¿Acaso no se mantuvo firme cuando el agente inmobiliario protestó por el potencial de la propiedad, su valor comercial y los tipos de interés? ¿No sabía ella que aquel era el lugar donde construir su futuro? Vio los muros pintados de un beis apagado, las molduras descascarilladas, las ventanas polvorientas, y visualizó color, luz y posibilidades si era capaz de arriesgarse.
¿No supuso aquel un momento de verdad?
La casa era otra de las cosas que la habían acercado a Malory y Dana, que las había transformado en una unidad. Como también las unía la búsqueda de las llaves. Al igual que cada una de ellas era una llave. Entrelazadas en busca de respuestas al ayer y al mañana.
Kane había ido hasta allí para tentar y amenazar a sus dos amigas. ¿Iría también a tentarla y amenazarla a ella? El miedo hacia Kane era como un ente vivo en el interior de Zoe.
Se detuvo en lo alto de las escaleras y miró hacia abajo, hacia la puerta principal. Solo tenía que bajar los escalones, cruzar esa puerta e incorporarse a un mundo que comprendía, reconocía y, hasta cierto punto, controlaba.
Por las calles circulaban coches y había gente andando por las aceras. La vida normal y corriente, que seguía su curso normal y corriente.
Dentro de la casa estaba sola, como lo había estado en el bosque. Como lo estaba todas las noches cuando apagaba la lamparita de la mesilla y reposaba la cabeza en la almohada.
Esas eran sus elecciones, y no podía temer lo que ella misma había elegido hacer con su vida.
Dio la espalda a las escaleras, dio la espalda a la puerta y al mundo del otro lado, y recorrió el silencioso pasillo del lugar que ella había reivindicado como suyo.
Mientras se aproximaba a la puerta del desván, sintió un frío helador en la piel. Desde la experiencia de Malory allá arriba, las tres habían evitado esa estancia. Y tampoco habían hablado del tema. Era una parte de la casa que había dejado de existir para ellas, una parte a la que —de un modo muy real— habían renunciado.
¿No había llegado la hora de recuperarla? Si la casa había de ser suya, completamente suya, no podían actuar como si una parte de ella no existiese.
Era allí donde Malory había alcanzado su momento decisivo, y había triunfado. Aun así, habían abandonado aquel escenario, como si hubiesen sufrido una derrota.
Ya era hora de cambiar eso.
Zoe alargó la mano y giró el pomo de la puerta. Abrió. Le ayudó bastante pulsar el interruptor…, un acto de lo más común y habitual. La luz era más reconfortante que la oscuridad, y eso era humano. A pesar de ello, Zoe subió luchando por no salir corriendo cuando los peldaños crujieron bajo su peso.
El polvo le hizo cosquillas en la nariz, y pudo verlo dando vueltas en los rayos de luz de la bombilla desnuda. Aquel lugar necesitaba una buena limpieza, y entre los objetos abandonados que los habitantes anteriores habían dejado atrás habría una considerable cantidad de trastos que podrían transformarse en tesoros.
Un aparador que precisaba ser decapado o pintado, lámparas sin pantalla, una mecedora con una barra rota, cajas que acumulaban polvo, libros que acumulaban moho.
Zoe reparó en que las arañas habían estado muy atareadas allí arriba, y muy probablemente los ratones estarían haciendo nidos de lo más confortables en el interior de las paredes sin terminar. Había que barrerlo todo. E instalar trampas. Aquel era un espacio muy bueno y práctico como almacén, y lo estaban desaprovechando.
Zoe recordó cómo lo había visto, lleno de una niebla azul y con un frío que helaba hasta los huesos.
Se dijo que sería mejor recordar que allí habían obtenido una victoria. Sin embargo, fue hasta la ventana y la abrió de par en par para que el fresco aire del atardecer disipara el olor a humedad.
Pensó que el hecho de estar allí arriba sola era un paso importante. No solo una especie de reclamación, sino también una demostración a sí misma de que no se dejaría bloquear por el miedo. Se prometió que la próxima vez llevaría una escoba, un trapo para limpiar el polvo y un cubo para fregar. De momento se limitaría a echar un vistazo a lo que había amontonado y ver qué podían conservar y utilizar, y qué cosas debían tirar.
Había una vieja jaula que podría limpiar y pintar. Ya le encontraría algún uso. Igual que a la lámpara de pie metálico y a la mesa de extremos retorcidos. Probablemente los libros estarían llenos de lepismas, así que tomó nota mentalmente de que había que revisarlos, meter en cajas los que estuvieran demasiado maltrechos y tirarlos ella misma para ahorrarle un disgusto a Dana.
Encontró una antigua muñeca de trapo Raggedy Ann, con un hombro desgarrado. Pensó que alguien la había querido alguna vez. Quizá con un buen lavado y unas cuantas puntadas otra persona volviese a quererla. La sujetó con el brazo mientras se abría paso entre las cajas y apartaba los muebles.
Consideró como un tesoro un largo espejo oval de bordes biselados. Sí, habría que azogarlo de nuevo, pero por lo demás estaba en muy buen estado. Podían colgarlo de una cinta en el área central o, mejor aún, colocarlo junto al botiquín del tocador de señoras de la planta baja.
Con la muñeca descansando en su brazo, inclinó el espejo contra la pared para observarlo.
Vio su reflejo en el cristal moteado, de pie bajo la cruda luz, con polvo en el cabello y las mejillas, y con una muñeca de trapo rota en el brazo.
Pensó que, como el espejo y la muñeca, ella no era nada especial para ser mirada, de momento. Sin embargo, lo importante era el potencial. Se le veían señales de cansancio alrededor de los ojos, pero eso no era nada que una sesión de diez minutos con rodajas de pepino no pudiese arreglar. Sabía cómo sacar partido en lo referente a la apariencia. Eso solo era una cuestión de rutina y de unos cuantos trucos del oficio.
También sabía estar en armonía interiormente. Mientras se considerase a sí misma como una labor en proceso, no pararía de intentar aprender, realizarse, hacer más consigo misma.
Ella no era una triste Raggedy Ann que requería cuidados. Ella sabía, y muy bien, cuidarse y cuidar de quienes la necesitaban.
Pensó que Kyna la necesitaba. Kyna y sus hermanas necesitaban que ella encontrase la última llave que abriría la puerta de su prisión. No podía abandonar, no abandonaría sin haber hecho todo lo posible.
—Cueste lo que cueste —declaró en voz alta—. No les daré la espalda.
Mientras lo miraba, el espejo se empañó, y un leve destello danzó por la superficie picada. A través de eso Zoe se vio a sí misma. Después ya no era ella, sino una joven alta y esbelta, vestida de verde, con un cachorro de perro colgado del brazo y una espada en el cinto.
Fascinada, Zoe dio un paso adelante y alargó una mano para posar los dedos sobre el espejo. Y vio cómo se deslizaban hacia el interior del cristal. Conmocionada, retiró la mano de golpe y la cerró sobre su desbocado corazón.
La imagen del espejo continuó allí, devolviéndole la mirada. Aguardando.
Zoe quería echar a correr, podía sentir las piernas tensas, con ganas de salir disparadas hacia la puerta y alejarse de allí. Pero ¿acaso no había hecho una promesa? «Cueste lo que cueste». Cerrando los ojos un instante, se esforzó en calmarse. Lo que Malory le había dicho sobre Brad podía aplicarse a cualquier aspecto de la vida, ¿no? «Limítate a hacer lo que venga después».
Zoe se armó de valor, aferró la muñeca para sentirse reconfortada y se internó en el espejo.
Se hallaba con sus hermanas bajo la brillante luz del sol, con el aire inundado por el perfume del jardín. Los pájaros cantaban en una especie de regocijo desesperado que elevaba los corazones.
En su brazo, el perrito se retorcía intentando lamerle la barbilla. Ella lo dejó en el suelo para que correteara un poco, y unió su risa a la de sus hermanas.
—Deberíamos enseñarlo a bailar. —Venora agitó los dedos sobre las cuerdas de su arpa mientras el animalito saltaba con torpeza tratando de cazar una mariposa.
—Lo que hará es escarbar en el jardín. —Niniane se inclinó para acariciar la cabeza del cachorro—. Y meterse en incontables problemas, que es lo que tiene que hacer. Me alegro mucho de que te lo hayas encontrado, Kyna.
—Parecía como si estuviese esperándome. —Ya locamente prendada de él, Kyna se acuclilló y le hizo cosquillas en la blanda y regordeta barriga—. Estaba sentado en el sendero del bosque, como diciendo: «Ya era hora de que aparecieras y me llevaras a casa».
—Pobrecito. Me pregunto cómo se habrá perdido.
Kyna miró a Venora.
—No creo que se haya perdido. Lo que creo es que se ha encontrado. —Se puso en pie, levantó el perrito en el aire y empezó a dar vueltas mientras él aullaba y se rebullía, lleno de contento—. Cuidaremos de ti y te protegeremos. Tú crecerás hasta hacerte grande y fuerte.
—Entonces nos protegerá él a nosotras —dijo Niniane, y alargó la mano para tirarle suavemente de la cola.
—Ya tenemos guardianes más que suficientes. —Frotando la mejilla contra la cabeza del cachorro, Kyna se giró para mirar hacia el otro extremo del jardín, a las dos figuras que se abrazaban debajo de un árbol cargado de flores—. Rowena y Pitte se dedican exclusivamente a mirarnos o a mirarse el uno al otro.
—Nuestros padres se preocupan demasiado. —Niniane dejó la pluma y alzó el rostro hacia el cielo. Era una perfecta superficie azul—. ¿Dónde podríamos estar más seguras que aquí, en el corazón del reino?
—Hay quienes golpearían el corazón si tuvieran la desfachatez necesaria. —Inconscientemente, Kyna posó una mano en la empuñadura de la espada—. Algunos, a través de nosotras, les harían daño a nuestros padres, a nuestro pueblo, a nuestro mundo, incluso al mundo que hay más allá.
—No entiendo qué necesidad hay de odiar cuando existe tanta belleza. Y tanto amor —añadió Venora.
—Mientras haya seres como Kane y sus seguidores, habrá un conflicto entre lo que es bueno y lo que es malo. Lo mismo ocurre en todos los mundos —aclaró Kyna—. Debe haber guerreros además de artistas y bardos, gobernantes y eruditos.
—Hoy no hace falta una espada. —Niniane tocó la cadera de Kyna.
—Para Kyna siempre hace falta una espada —repuso Venora con una carcajada—. Escucha esto: sin duda el amor es un arma tan valerosa y fiable como el acero. —Rasgueó el arpa mientras observaba a Pitte y Rowena—. Fijaos en cómo están juntos, como si solo se necesitasen el uno al otro. Algún día encontraremos eso mismo.
—El hombre que yo ame tiene que ser tan guapo como Pitte —declaró Niniane—, e inteligente.
—El mío será todo eso, pero con alma de poeta. —Batiendo las pestañas, Venora se apretó una mano contra el corazón—. ¿Y el tuyo, Kyna?
—Ah, bueno. —Kyna volvió a sujetar el perrito con el brazo—. Guapo, por supuesto, e inteligente, con alma de poeta… y el corazón de un guerrero. También ha de ser el más hábil de los amantes.
Las tres se echaron a reír a la vez, como hacen las hermanas, juntándose un poco, y no vieron que la perfecta superficie del cielo comenzaba a oscurecerse por el oeste.
Venora se estremeció.
—Hace más frío.
—El viento… —empezó Kyna, y entonces el mundo enloqueció.
La joven giró sobre sí misma, y su espada silbó mientras la sacaba de la vaina, mientras pasaba entre sus hermanas y la sombra que se proyectaba desde el bosque.
Oyó los chillidos, el despiadado azote del viento, los gritos de los que corrían a defenderlas. Vio la taimada silueta de una serpiente que se deslizaba sobre las baldosas y el avance de una neblina azul.
Entonces Kane, con los ojos ennegrecidos de poder en su bello rostro, surgió de entre las sombras. Alzó las manos hacia el cielo tormentoso y su voz sonó como un trueno.
Cuando ella atacó blandiendo la espada en alto, el dolor la desgarró como unos dedos crueles, arrancándole el corazón y obligándola a caer de rodillas.
Lo vio sonreír un momento antes de ser separada de su propio cuerpo.
En el desván, bajo la cruda luz de la bombilla que colgaba del techo, volvía a estar Zoe, con una angustia helada en el pecho y lágrimas rodándole por las mejillas.
—Sufro por ellas. —Zoe entrelazó las manos con fuerza, sentada a la mesa de su cocina—. He sentido lo que ella sentía…, las emociones, el sol, el pelaje cálido del cachorro, pero aun así estaba separada de la escena. No sé cómo explicarlo bien.
—¿Era una especie de imagen especular? —sugirió Brad, y le acercó un poco más la copa de vino que le había servido.
Zoe había esperado hasta que Simon estuviese acostado, pero incluso antes sus ojos mostraban los sentimientos que la recorrían por dentro.
Brad lo había percibido, y sospechaba que Simon también, pues el muchacho se había ido a la cama sin ni siquiera una protesta simbólica.
Ya en la cocina, Zoe estaba pálida y se esforzaba en impedir que le temblaran las manos.
—Sí. —Parecía aliviarla el hecho de poder darle un nombre—. Como eso, como un reflejo. He atravesado el espejo, como Alicia —dijo con asombro—. Y yo las conocía, Bradley. Las amaba, igual que Kyna. Estaban sentadas en el jardín, disfrutando del perrito y de la luz del sol, un poco divertidas y un poco envidiosas del abrazo de Pitte y Rowena, tan absortos en ellos mismos. Hablaban como charlan las chicas sobre la clase de hombre del que se enamorarán. Después todo se ha vuelto frío, oscuro y aterrador. Kyna ha intentado pelear. —Embargada de nuevo por la emoción, Zoe se secó otro torrente de lágrimas de las mejillas—. Ha intentado proteger a sus hermanas. Ha sido su primer y último pensamiento. Kane…, Kane se regodeaba con el dolor de la joven. Ha festejado su derrota. He podido verlo en su rostro. Kyna ha sido incapaz de evitarlo. Y yo también he sido incapaz. —Cogió su copa de vino y le dio un pequeño sorbo.
—No deberías haber estado sola allí arriba.
—Yo creo que debía estar sola. Comprendo lo que dices, pero creo, y siento, que esto era algo que tenía que experimentar por mí misma. Bradley —apartó la copa de vino y estiró la mano por encima de la mesa para posarla sobre la de él—, Kane no sabía que yo estaba allí. No lo sabía. Estoy convencida de eso. El hecho de que me hayan atraído al otro lado sin que él se enterara tiene que significar algo. Y pienso que significa que Kyna continúa peleando, o al menos que lo intenta.
Brad se recostó en la silla, reflexionando.
—Es posible. Puede que con las dos primeras cerraduras abiertas las hermanas sean capaces de transmitir algo. Sus pensamientos, sus emociones, su esperanza. Podría bastar para conectar contigo, especialmente si cuentan con ayuda.
—Rowena y Pitte.
—Vale la pena averiguarlo. Si alguien viene a quedarse con Simon, podemos subir al Risco del Guerrero a preguntárselo.
—Ahora son casi las diez. No podemos ir hasta allí y estar de vuelta antes de medianoche, y no quiero pedirle a nadie que venga a estas horas.
—De acuerdo. Lo haré yo. —Se puso en pie y alzó el auricular del teléfono de la cocina.
—Bradley…
—¿Confías en Flynn para que cuide de Simon?
—Por supuesto que sí —respondió Zoe mientras él marcaba un número—, pero no me parece bien que tenga que dejar su casa para hacer de canguro.
Brad se limitó a levantar una ceja.
—¿Flynn? ¿Podrías venir a casa de Zoe y quedarte con Simon? Tenemos que ir a hablar con Rowena y Pitte. Ya te lo explicaré más tarde. Estupendo, os esperamos a ti y a Malory. —Colgó el teléfono—. Diez minutos. Eso es lo que hacen los amigos, Zoe.
—Ya lo sé —agitada, se tironeó del pelo—, pero es que no me gusta sacar a la gente de su casa solo porque me he puesto nerviosa.
—A una mujer que acaba de atravesar un espejo no debería ponerle nerviosa ir al Risco del Guerrero.
—Supongo que no.
Mientras cruzaban la verja del Risco, Zoe se dijo que quizá no fuese tanto nervios como expectación. Había una nueva sensación de urgencia ahora que, en un sentido absolutamente real, había estado en la piel de la mujer del cuadro.
«La joven», se corrigió a sí misma. Había percibido su inocencia, su esperanza y su coraje…, la pura juventud de todo ello. Durante el tiempo pasado al otro lado del espejo, había conocido a la diosa, en alma y corazón.
Y su propio corazón sufría por ese motivo.
Alzó la vista hacia la luna en cuanto se apeó del coche. Pensó que se había convertido en su reloj de arena. Y el tiempo se escurría implacablemente mientras ellos esperaban.
Fue Pitte quien los recibió en la puerta, que se abrió antes de que hubiesen atravesado el pórtico. Zoe advirtió que parecía relajado, y menos formal que de costumbre, con un suéter de color gris piedra.
—Lamento haber venido tan tarde —empezó a disculparse ella.
—¿Tarde? —Él le cogió una mano y la hizo ruborizarse cuando se la llevó a los labios—. No hay hora en la que no seas bienvenida aquí.
—Oh. —Aturrullada, Zoe miró a Brad y vio que estaba observando fijamente a Pitte—. Eso es muy amable por tu parte. De todos modos procuraremos no entreteneros demasiado.
—Todo el tiempo que desees. —No le soltó la mano y la guio al interior—. Las noches son cada vez más frías. Tenemos un fuego encendido en el salón. ¿Tu hijo se encuentra bien?
—Sí. —Zoe se preguntó si antes de ese día había mantenido alguna auténtica conversación con Pitte—. Está durmiendo. Flynn y Malory se han quedado con él. Brad me ha traído hasta aquí porque… tengo algunas cuestiones que plantear sobre cosas que han sucedido.
—Zoe fue atacada —dijo Brad sin más preámbulos mientras entraban en el salón.
Rowena se puso en pie rápidamente.
—¿Estás herida?
—No, no; estoy bien. Bradley, no deberías asustar a la gente de esa forma.
—Fue atacada —repitió él—. Y, aunque salió solo con arañazos y cardenales, podría haber sido muchísimo peor.
—Estás furioso —reconoció Pitte—. Yo también lo estaría si ella fuese mía. Incluso una guerrera —añadió dirigiéndose a Zoe antes de que ella pudiese hablar— debería apreciar el valor de contar con un paladín.
—Sentaos, por favor. —Rowena señaló el sofá—. Té, me parece. Algo relajante. Iré a ocuparme. —Pero antes se acercó a Zoe, le cogió el rostro entre las manos y la besó en las mejillas—. Estoy en deuda contigo —le dijo con dulzura—. Y no hay modo de pagarte lo suficiente para saldarla.
Estupefacta, Zoe se quedó donde estaba mientras Rowena abandonaba la estancia. Después miró a Pitte.
—Eras tú. En el bosque. El ciervo del bosque. Eras tú.
Él volvió a tocarla, rozándole apenas la mejilla con la punta de los dedos.
—¿Por qué no saliste huyendo, joven madre?
—No podía. Tú estabas herido. —Empezaron a temblarle las piernas, de modo que se sentó en el sofá—. Estaba demasiado asustada y demasiado rabiosa para huir. Y tú estabas herido.
—Pegó a Kane usando la rama de un árbol como un garrote —le contó Pitte a Brad—. Y estuvo magnífica. Eres un hombre afortunado.
—Ella no está tan convencida de eso como yo. Todavía.
Confundida, Zoe se presionó los dedos contra las sienes.
—Estabas en el bosque, cuidando de mí. El ciervo… tenía tus mismos ojos.
Pitte sonrió mientras Rowena regresaba a la habitación.
—No habría estado allí si Rowena no hubiese insistido.
—¿Kane me habría matado?
—Ya ha derramado sangre humana antes. —Pitte se acomodó en una butaca—. También podría haber derramado la tuya.
—¿Y habría…? ¿Podría haberte matado a ti?
Pitte inclinó el mentón lo justo para mostrar un gesto de arrogancia.
—Podría haberlo intentado.
—A lo mejor habría sido más efectivo si hubieses aparecido con tu aspecto real, armado con una escopeta —terció Brad.
—No puedo combatir bajo la forma humana si él adopta la de un animal.
—Te hirió de un modo espantoso —recordó Zoe—. Tenías el costado desgarrado.
—Ya me lo han curado. Gracias.
—Ah, aquí está el té. Pitte gruñó cuando le curé. —Rowena se inclinó para alzar la tapa de la tetera que el sirviente acababa de dejar sobre la mesa—. Lo cual fue una buena señal. Si hubiese estado gravemente herido, no habría dicho nada.
—Yo tenía razón cuando volví a donde crecí —afirmó Zoe—. Siento, la mayor parte del tiempo, que no estoy haciendo lo bastante. Pero hice lo correcto al regresar allí.
—Eres tú quien ha de escoger la ruta. —Rowena le ofreció una taza—. Tu hombre está preocupado por ti. Lo entiendo —le dijo a Bradley, y sirvió otra taza—. Puedo prometerte que haremos todo lo que esté en nuestras manos para mantener a Zoe a salvo.
—Creaste una forma de protección alrededor de Simon. Pon otra alrededor de Zoe.
El rostro de Rowena reflejó comprensión mientras le tendía la taza.
—No hay llave sin riesgo. No hay ningún objetivo que arriesgar sin la llave. Zoe necesita que tengas fe en ella. Eso es tan esencial como un escudo y una espada.
—Tengo toda la fe del mundo en Zoe. Y ninguna confianza en absoluto en Kane.
—Eres juicioso por ambas cosas —concedió Pitte—. Puede que Kane esté lamiéndose las heridas en este momento, pero no ha acabado. Con ninguno de vosotros dos.
—No se ha tomado ninguna molestia conmigo —señaló Brad.
—Un enemigo astuto elige el momento y el lugar. Cuanto más le importes a Zoe, más potente será el golpe. Después de todo, el camino más seguro para alcanzar el alma es a través del corazón.
Como la taza de Zoe comenzó a repiquetear en el platillo, Brad le hizo un gesto con la cabeza a Pitte.
—Preocupémonos por lo que hay ahora, y ya nos ocuparemos de lo que venga después, cuando corresponda. Tú eres la guardiana de las llaves —le dijo a Rowena—. Las reglas han cambiado, tú misma lo dijiste. Entrégale la llave a Zoe y terminemos con esto.
—Quiere negociar. —Obviamente complacido, Pitte se sentó más erguido—. Hay un contrato.
—Que no estipula nada sobre peligros para la vida o el cuerpo —replicó Brad con naturalidad—. Y cuyos términos quedaron invalidados cuando las personas involucradas sufrieron ataques.
—Ellas renunciaron a ser indemnizadas por cualquier daño que escapara a nuestro control.
—No fueron informadas de todas las posibilidades.
Rowena soltó un suspiro.
—¿Tenías que provocarlo? —le preguntó a Brad—. Estoy segura de que vosotros dos disfrutaríais con una buena disputa sobre contratos, términos legales y todo lo demás. De hecho yo misma estaría de acuerdo con que no se os penalizara con un año de vuestra vida, como establece el contrato, si Zoe decide concluir la búsqueda. Pitte también estaría de acuerdo, aunque le encantaría discutir primero los términos, por pura formalidad.
—Y por diversión —añadió él.
—No puedo darle la llave a Zoe —continuó Rowena—. Una vez que se acepta el reto, una vez que se ha iniciado, está fuera de mi alcance. No puedo tocar las llaves hasta que las hallen las elegidas para buscarlas, o hasta que haya trascurrido el tiempo previsto. Esa es la naturaleza de todo esto.
—Entonces dile dónde está.
—No puedo.
—Porque no está en ningún sitio hasta que yo la encuentre —intervino Zoe con suavidad, mientras esa idea se fijaba claramente en su cabeza—. No estará ahí —añadió, mirando a Rowena— hasta que yo lo sepa.
—Tú tienes todo el poder en esto, y solo has de averiguar cómo utilizarlo.
—¿Me he enviado a mí misma a través del espejo? ¿O me has enviado tú?
—No te comprendo.
—El espejo, en el desván de ConSentidos. Kyna estaba dentro de él. Nos hemos mirado la una a la otra, y luego he traspasado el cristal y estaba allí, en el jardín del cuadro. Yo formaba parte de Kyna.
Rowena aferró con una mano la muñeca de Zoe.
—Cuéntamelo todo. Exactamente como ha sucedido.
Mientras Zoe se lo explicaba, los ojos de Rowena no se despegaron de su rostro. Los dedos de la mujer se le clavaron en la carne hasta que sintió que se le iba a formar una moradura.
Cuando terminó, Zoe sintió que aquellos dedos temblaban antes de soltarla.
—Un momento —pidió Rowena con voz ronca, y se puso en pie para colocarse frente al fuego.
—A ghra. —Pitte se le acercó y apoyó la barbilla en lo alto de su cabeza.
—¿Es algo malo? —Agitada, Zoe alargó la mano, buscando la de Brad.
—Me temía lo peor para mi mundo. Que Kane habría desafiado toda ley sin tropezar con ningún obstáculo. Que tras haber derramado sangre mortal, aun así, había salido impune. ¡Oh! —Rowena se giró y hundió el rostro en el pecho de Pitte—. Mi corazón estaba a oscuras y lleno de temor.
—Se está librando una batalla encarnizada, no hay duda de eso. Y yo estoy aquí atrapado. —Las palabras de Pitte destilaban frustración.
—Es aquí donde se te necesita. —Rowena se separó de él. Tenía las mejillas húmedas por las lágrimas—. Esta batalla también debe ganarse. —Se aproximó de nuevo a Zoe—. Hay esperanzas renovadas.
Zoe abrió el bolso, sacó un pañuelo de papel y se lo ofreció.
—No lo entiendo.
—Yo no sabía nada de esto —afirmó Rowena—, y Kane tampoco. No lo he previsto, y tampoco Kane. Si Kyna ha sido capaz de mostrarte y de dejarte tocar lo que es, será porque él ha sido capaz de alcanzarla.
—¿Quién?
—El rey. Kane no es el único que puede emplear la guerra para sus propios fines. Si nosotros podemos vencer en este territorio, el rey vencerá en el suyo. Has recibido un regalo, Zoe. Durante unos momentos has sido una diosa, la hija de un monarca. —Se le iluminó el semblante—. No solo te han enseñado lo que son, lo que han perdido, sino que tú misma lo has tocado. Kane jamás podrá romper ese vínculo.
—Kyna ha intentado luchar, pero no ha podido. Ha desenvainado la espada —dijo Zoe, y pudo sentir, incluso entonces, el modo en que el arma había salido volando de su funda—. Pero Kane la ha abatido antes de que ella pudiese usarla.
—El combate no ha concluido. —Rowena le cogió la mano, con delicadeza esta vez—. Ni en tu mundo ni en el mío.
—Kyna lo conocía. Lo ha entendido… Ha entendido lo que estaba sucediendo, y ha mirado a Kane a la cara.
—Ella te ha tocado, ha vivido dentro de ti durante esos momentos, y ha sabido, según creo, lo que tú sabías. Ese ha sido tu regalo para ella.
—No pienso dejarla allí. Espero que lo sepa.
Brad se quedó un poco rezagado cuando empezaron a salir, y se volvió hacia Pitte mientras Rowena acompañaba a Zoe hasta la puerta.
—Si Kane le hace daño a Zoe, vendré a por ti, sin importarme la forma que adoptes.
—Yo haría lo mismo si nuestra situación se invirtiera.
Brad miró hacia Zoe y siguió hablando en voz baja.
—Dime qué debo hacer para que Kane venga a por mí.
—Irá a por ti, porque Zoe y tú estáis conectados. Todos vosotros lo estáis. Logra que ella te ame, y sucederá más pronto de lo que imaginas.