Al día siguiente, Jaime montó guardia en el portal, enfrente del hotel, durante seis horas. En ese tiempo conoció a una chica que estudiaba periodismo y que estaba alojada en ese edificio durante las vacaciones, a la que pidió su número de teléfono; y trabó una gran amistad con el jubilado del primero, que bajaba constantemente para hacer recados y sacar a pasear a su incordiante perro.
Cuando tuvo que dejar la guardia para comer y descansar, pagó cien euros a Raulito para que tuviera los ojos bien abiertos y le dejó muy clarito que lo llamara al móvil en cuanto tuviese alguna noticia.
Gloria no apareció.