DOS

Pasó unos minutos sentado en la penumbra del portal, recuperándose en la frescura de la semioscuridad. Aquel tipejo se había llevado las fotos grabadas en su tarjeta, pero no pensó en la memoria interna de la cámara, que tenía una capacidad muy inferior a la de la tarjeta, pero suficiente para almacenar al menos una decena de fotos con una calidad más que aceptable.

Lo primero que hizo Jaime cuando estuvo medianamente seguro de que el matón no iba a volver fue comprobar si en esa memoria interna había alguna foto de su diosa.

Y, efectivamente, así era. Una sola foto, en formato vertical, pero en ella había captado mejor que en ninguna otra su hechizante belleza. En la foto se veía un plano medio de ella, desde la cintura y de espaldas, pero con la cabeza girada hacia atrás, como si estuviese buscando el objetivo de la cámara con aquellos ojos robados al cielo. Su cabello caía en una catarata de oro hasta rozar tímidamente su cintura. En aquel momento, mirando hipnotizado la imagen de aquella mujer en el visor de la cámara, Jaime decidió que la llamaría Gloria.