Yo no sabía qué decir. Era tan viejo… Quizá bromeaba o quizá estaba confuso.
Por decir algo, le pregunté:
—¿Es escritor?
—En cierto modo —dijo él.
Le pregunté qué libros había escrito Él dijo que La historia del amor era uno y Palabras para todas las cosas era otro.
—Qué extraño —dije—. Quizá haya dos libros titulados La historia del amor.
Él no dijo nada. Le brillaban los ojos.
—El libro al que me refiero fue escrito por Zvi Litvinoff. Lo escribió en español. Mi padre lo regaló a mi madre cuando se conocieron. Luego mi padre murió y ella guardó el libro hasta hará unos ocho meses, cuando un hombre le escribió una carta para pedirle que se lo tradujera. Ahora sólo le faltan unos pocos capítulos. En La historia del amor al que me refiero hay un capítulo que se titula «La Edad del Silencio» y otro que se titula «Cómo nacieron los sentimientos» y otro…
El hombre más viejo del mundo se echó a reír y luego dijo:
—¿Qué estás diciendo, que también te enamoraste de Zvi? ¿No te bastaba con quererme a mí y después a mí y a Bruno, y después sólo a Bruno y al final ni a Bruno ni a mí?
Yo empezaba a ponerme nerviosa. Quizá estaba loco. O quizá se sentía solo.
Anochecía.
—Perdone, no le entiendo.