Ahora que la mía casi ha terminado, puedo decir que, para mí, lo más asombroso de la vida es la capacidad de cambio. Un día eres una persona y al día siguiente te dicen que eres un perro. Al principio se te hace duro, pero luego aprendes a no considerarlo una pérdida. E incluso llega un momento en que sientes euforia al descubrir lo poco que necesitas que permanezca igual para seguir empeñado en ese esfuerzo al que llaman, a falta de una palabra mejor, ser humano.