No sé cuánto rato llevo sentado en este banco. Casi ha anochecido ya, pero cuando aún había luz podía admirar las estatuas. Un oso, un hipopótamo, una figura de pezuña hendida que me ha parecido una cabra. Al venir pasé junto a una fuente. La pila estaba seca. Miré si había monedas en el fondo. Pero sólo vi hojas secas. Ahora están en todas partes, caen y caen, convirtiendo el mundo otra vez en tierra. A veces se me olvida que el mundo no lleva la misma pauta que yo. Que las cosas no están muriendo o que si mueren renacerán con sol y el estímulo habitual. A veces pienso: Yo soy más viejo que ese árbol, más viejo que este banco, más viejo que la lluvia. Y sin embargo. No soy más viejo que la lluvia. Hace años que cae y seguirá cayendo cuando yo me vaya.