SIN TECHO

Llueve sobre las rectas calles

de la costumbre. Llueve un agua

posible, misteriosa, secreta; llueve un agua

de dar. Cae callada, pues ése

es su imperio: su mayor potestad,

estas horas vencidas que nos tienen

sin bordes. El amor es el manto que nos cubre de pronto.

El lugar, unos ojos, una mirada al fin

de la noche sin habla,

más allá, traspasados, yo de ti, tú

de mí. Unidad, es bastante,

suficiente esta brisa,

este viento que pasa y nos colma de lluvia

y nos limpia la frente, porque somos ya uno:

uno solo en el otro, en el pie del que sufre

y en la sed del que clama.

El amor es el agua que ha llegado de pronto,

con su gracia cayendo libremente, completa,

cuando aún es de noche

—noche al fin clareada—. Y es porque llueve, llueve,

llueve un agua en silencio.

Llega hasta los bajos fondos

de la misericordia. Deja mudas

canciones, una paz

sin memoria, esta vida

sin techo ya.