No hay dos días iguales
para el amor. Lo averigua, lo invade
tu bondad transparente, la manera en que callas
lo que nadie conoce, las palabras que sobran,
el silencio que falta. Tu mirada esparcida
ya por toda frontera: ese ardor con que incendias
lo que llaman poniente y estas noches al alba,
con su azul conseguido.
No hay dos días iguales para los que se aman.
Altos días cautivos, que en la velocidad
tienen su fundamento, como está la alegría
instalada en el beso —por debajo
del tiempo—, más allá
de nosotros.
-----------------¿Qué nos pide el salitre
vertical de la muerte, si yacemos aupados
en un nudo sin anclas? Porque sí,
es por eso:
porque el mundo es diverso en sus días iguales,
solo en ti diferentes, como el mundo diverso.
Porque el mundo es diverso como inmenso este abrazo
que nos tiene sumidos uno en otro, este fuego
que aún no ha ardido del todo,
que aún no ha dicho su fondo,
que aún persigue su centro.