Estos destellos que ahora me hablan
de ti, que bailan en lo alto, que golpean en
todos los cristales, en muy altas cornisas, antenas,
azoteas, contra esa simetría
de aparatos metálicos, de opacos
rascacielos; estos breves reflejos
de qué, que nos convocan; este parpadear
de luces en la noche, que me lleva
ciegamente hasta ti: esta insomne
llamada, esta muda caricia que ha dejado un zarpazo,
una gran quemazón sin distancia
ni olvido.
-------------Van viniendo
de lejos —parece—. A la velocidad
de la luz, llegan estos reflejos,
que son —¿cómo decir?— un gran morse
velado, un calambre de lumbre: son vislumbres
fugaces. Aluminio
diluido, su fulgor disolviéndose
clandestino, instantáneo. Como un guiño de ojos
que conduce hasta el alba.
Porque ya ha amanecido, y es de día —ya
sabes—; y hace un día imponente, luce un sol
sin matices. Y el sol pega en lo alto —más arriba, aún
más alto—, en las altas cornisas
del amor.