2

Y nos parece entonces que flotamos,

flotamos, como si fuésemos

viento. No el propio viento, claro, el vuelo, el aire

mismo, sino los brazos

del viento —o algo así—. Una navegación

turbulenta y completa en la consumación

de este cuerpo asumido, despojado, ya en-

vuelto: vuelto a ti, vuelto en vuelo

de amor, contra lo pasajero, contra lo que perdimos

irremediablemente —diáfanamente

hablando—, mientras que respiramos: mientras aún

respiremos para vivir,

vivir… Un aire tuyo,

mío, un aire nuestro.