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Por estas calles sabrás que has existido: calles a las que di

mi corazón, ciudad mía sin mí, cuando yo

ya no esté, y a esta altura, de nuevo,

se alcen sus precipicios. Sopla ese viento extraño

en mitad de la noche, del cemento

nocturno. Pavimento estridente tras cristales

rugosos. Y esos muros de cerca, entre estos edificios,

viendo el mundo que gira,

su canción y su llanto.

Como estos edificios ven la vida pasar, pero ellos

no lo saben, Madrid, tú,

capital de qué gloria, ciudad que te sumerges

en tu seco oleaje, en tu seco oleaje

de cemento sin mar.