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Los puentes expandiendo la mañana, tus brazos extendidos,

M-30, a lo largo

del tiempo, esta esquina borrosa desde la que vemos

el otoño llegar; un paraguas sujeto para dos

que se aman, la ciudad diluyéndose

bajo un cielo lavado, todo eso —falditas tableadas

de un uniforme escolar—, todo eso que nos tiene

aferrados, sujetos

más allá de nosotros

—más allá de estas manos, de esta sangre aturdida,

encendida, ruidosa—,

de estos labios urgidos,

de este cuerpo que pasa.