EL APAGÓN

¿Qué tendrá la ceguera, que no tiene

final? ¿Esa luz

decaída, esos largos pasillos, esos túneles

lejos, sus ciudades opacas, su verdad

fraudulenta? Un lugar clausurado: es un solo

ladrido, una sola palabra

que no admite plural; solamente un baldón,

un espeso apagón

en la casa de nadie.

¿Qué tendrá la ceguera, que no tiene

piedad? Vive ahogada en su culpa,

instalada en su miedo. Seca y áspera, hundida,

habla huérfana y torva, muy segura de sí.

Solo se oye a sí misma: está sorda, no escucha;

sus ventanas tapiadas, sus salones

estrechos, habituales, dolidos —sin embargo, dolientes.

Y hay algo así como un

sonido que se expande, pero no

llega. Una luz

que no luce, una luz

extinguida, que no brilla por culpa…

La culpa, la culpa, siempre la culpa, la maldita culpa

mortal.