Las palabras producen
sacudidas eléctricas. Son
como enormes trallazos fustigándonos
dentro, fogonazos, calambres: son descargas de luz
que fulminan la nada. Ahora, a oscuras
de nuevo, como quien se zambulle, entro en ti,
muy despacio —otra vez
lentamente—, para que me ilumines, para tocar el fondo
de las cosas. El todo que es colmo
de la nada; el incendio, el incendio:
nuestra vida una en llamas, solo un
electroshock, un espasmo
sin fin, cables de alta tensión elevados al viento.
Somos estos que crujen
en palabras, palabras
que son campos minados, son neuronas
hirviendo, filamentos de lumbre, material
radiactivo que nos toca de frente.
El profundo sabor
de la carne a la brasa; esta luz que nos dice
y ha dejado una flor: deja flores de plástico
floreciendo entre escombros. En vida abierta,
vieja, herida
nuevamente, la palabra surgiendo, la palabra
nombrándonos, entre el ser y la nada, el ruido
y el silencio, la inexistencia y el vacío.